Imaginario europeo: cine mitológico
El cine del viejo continente, a
diferencia de la literatura, la pintura o la escultura, parece avergonzarse de
su rica herencia mitológica. Por consiguiente, salvo muy contadas ocasiones
como El pacto de los lobos (Le pacte des Loups,
2001) de Christophe
Gans, las leyendas y fábulas de la mitología europea se ha visto
relegadas a producciones de serie B poco atractivas, como El
monstruo de Creta (Teseo contro il minotauro, 1961) de Silvio Amadio,
El valle de los hombres de piedra (Perseo
l’invincibile, 1963) de Alberto Martino, una pobre recreación de las
aventuras de Perseo contra la gorgona. En este sentido el cine de Hollywood ha
sido más respetuoso y entusiasta a la hora de convertir un puro espectáculo
fílmico las aventuras de Perseo en Furia de titanes
(Clash of the titans, 1981) de Desmond Morris, con los efectos especiales de
Ray Harryhausen; y Jasón y los argonautas
(Jason and the Argonauts, 1963) de Don Chaffey, inspirado en el poema de Apolonio de
Rodas (295-215 a.C.) llamado Argonáutica.
Furia de titanes (Clash of the titans, 1981) de
Desmond Morris
Solamente Hércules ha sido
relativamente bien tratado en el cine europeo, gracias a los trabajos de
realizadores como Vittorio Cottafavi en La
venganza de Hércules (1960) que incluye una pelea con el Cancerbero de
escasa calidad técnica, y La conquista de
la Atlántida (1961) y Mario Bava en Ercole
al centro della Terra (1961). Pese a sus limitaciones, el aliento
aventurero, homérico, de La venganza de
Hércules es muy superior al de Los
amores de Hércules (Gli amori di Ercole, 1960) de Carlo Ludovico Bragaglia,
cuyo clímax se supone que es una secuencia que recrea torpemente la lucha de
Hércules contra la Hydra de Lerna, provista de sólo tres cabezas, sin que posea
entraña épica alguna.
Quizás la más hermosa lucha entre el
Héroe y el Monstruo del cine europeo de todos los tiempos sea la que nos ofreció
el realizador alemán Fritz Lang en la primera parte de Los nibelungos, titulada La
muerte de Sigfrido (1923) y La
venganza de Grimilda (1924). El protagonista del poema épico o Edda descubierto por Christoph Myller en
1782, El cantar de los nibelungos, es
tratado por Lang como un superhombre ario, su apostura no tiene nada que ver
con los cánones de belleza masculinos helénicos, su valentía bárbara, su
nobleza salvaje lo convierten en una antítesis pagana de Jesucristo. Es un
héroe emblema del viejo principio militarista germano, modelo del espíritu
alemán, de ahí que Hitler admirara ambas películas. Sigfrido forja su espada y
parte en busca del dragón Fafnir, el guardián del Oro del Rin, del Anillo de
los Nibelungos, sol en la tierra y principio absoluto de toda la vida, al cual
ni siquiera los dioses Aesgard fueron capaces de controlar, es la criatura
dionisiaca por excelencia: una potencia cósmica pura. El combate de Sigfrido y
Fafnir fue símbolo de Alemania contra sus enemigos exteriores, vistos como seres
demoníacos e impuros, lo cual adelanta cierta ideología filonazi. Su batalla es
la del orden contra la energía pura. Sigfrido, de cabellos rubios, apolíneo,
frío, severo se enfrenta a la Bestia, de aspecto rocoso y titánico, es decir,
ctónico, representante del lóbrego mundo nocturno. Sigfrido es la línea que el
hombre trata contra la naturaleza, contra sí mismo, es la querella entre las
dos mitades de nuestro cerebro: la zona gris del córtex y el sistema límbico,
entre la razón y los impulsos primarios.
Die Nibelungen (Los Nibelungos) de Fritz Lang del año
1923 y 1924. Son dos partes: La muerte de
Sigfrido y La venganza de Grimilda. Después
de vivir varias aventuras legendarias, el joven y valiente guerrero Sigfrido,
llega a la corte de los reyes borgoñeses en Worms. Por haberse bañado en la
sangre de un dragón, que él mismo mató, Sigfrido se ha vuelto invulnerable, con
la excepción de un pequeño lugar entre sus hombros. El guerrero consigue la
mano de la hermosa Krimilda, pero se ve atrapado en las intrigas asesinas de la
reina Brunilda y del celoso Hogen de Troje. Krimilda
trama su venganza. Se casa con Etzel, el rey de los hunos, quien se convierte
en su instrumento, y prepara sistemáticamente la horrible destrucción del
linaje de los nibelungos en esta segunda parte de la monumental película.
Para Erich Neumann la formación de la
conciencia masculina, el ego del héroe, está inminentemente ligada a aquello
que llamamos la lucha con el dragón, representado por tres componentes
principales: el héroe, el dragón y el tesoro. Al vencer al dragón, el héroe
gana el tesoro, que es el producto final del proceso simbolizado por la lucha…
Es el
combate con una madre que no puede considerar una figura personal sino
que se trata del arquetipo de la madre. El miedo al dragón representa el temor
masculino al elemento femenino en general. El incesto del héroe es incesto con
la Grande y Terrible Madre (…) superar el miedo de ser castrado significa
vencer el dominio de la madre… Para el ego y para el elemento masculino el
elemento femenino es sinónimo de lo incosciente (…) el vientre de la mujer es
el lugar de origen de donde se vino. De ese modo, todo lo que es femenino es,
como vientre, el útero primordial de la madre, de la Gran Madre del origen de
todo y del incosciente.
Extraído
de The Origins and History of Concsciousness.
Princenton University Press, New Jersey , 1995. Págs. 121-126.
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