Las herramientas y la evolución humana
La
elaboración de herramientas líticas en la evolución humana
El estudio de las industrias líticas es
interesante porque la causa determinante
del cambio de la etología de los homínidos lo debemos buscar en la evolución de
la complejidad de los sistemas técnicos de producción de instrumentos. Juan Luis de
Arsuaga en la página Atapuerca afirma
que de la fabricación de los instrumentos y su socialización emerge el
comportamiento cultural. Las grandes adquisiciones del género 'Homo' -el
lenguaje o el comportamiento simbólico complejo- no hubieran sido posibles sin
la inteligencia operativa, sin la retroalimentación que se produce entre
cerebro y manos al confeccionar herramientas.
El hombre necesita las siguientes
capacidades para poder transformar una roca y obtener herramientas: 1) La
planificación de procesos; 2) La visualización de los procesos antes de
realizarlos; 3) Formalización de los procesos y como consecuencia su
estandarización; 4) La capacidad de gestión empírica de los procesos mentales;
5) El uso sistemático de materiales extrasomáticos en todos los procesos de
adquisición de energía.
Imagen de Fundación La Caixa.
Escultor Quaggs y Asoc. Dibujos Marcos Terradillos
Sin las capacidades citadas es imposible
establecer un sistema técnico en la producción de herramientas líticas; esta es
la singularidad que define al primate humano y que le da una jerarquía dentro
de su propio orden.
Imagen
de El Neandertal tonto ¡Qué timo!
Emmanuel Roudier es
un autor de cómic francés, y un verdadero experto en Prehistoria
paleolítica
Para producir una herramienta se necesita
de un largo encadenamiento de acciones mentales y físicas hasta llegar a
conseguir la forma deseada y el proceso termina con el uso del objeto producido.
En primer lugar, el hombre debe determinar el conjunto de herramientas que se
necesitan para desarrollar una actividad determinada, a continuación tiene que conseguir
las materias primas en su entorno natural. Después, en la mayoría de los casos,
se trasladan a las zonas de talla o campamentos y a continuación empieza su
modelado por percusión o por proyección siguiendo el esquema mental prestablecido.
Los tallistas prehistóricos eligieron,
como materia prima, rocas duras criptocristalinas de rotura concoidea. Durante
la talla de estas rocas se producen ondas vibratorias que se transmiten de
igual modo en todas direcciones (el vidrio doméstico sería un buen ejemplo, si
tiene el grosor adecuado, para ver las características de la fractura
concoidea).
Lasca
de sílex en cuyo dibujo es posible apreciar lo afilado de su borde. Vemos su
cara dorsal (con negativos de lascados anteriores), el talón y la cara ventral
con el concoide y las ondas de fractura.
La talla origina diferentes tipos de ondas,
entre las que nos interesan, por ser más fuertes, las longitudinales (según el
eje técnico o de talla): es decir, la onda de choque y la onda de fractura (la
primera es más rápida que la segunda). Estas ondas suelen seguir una pauta muy
común, dejando, al propagarse, unas marcas características en la zona de
desgarro, por ejemplo la que da nombre al tipo de fractura -el concoide-
o los bordes: las aristas extremadamente afiladas de la propia lasca, que son
la razón de que éstas hayan sido fabricadas desde la Prehistoria más remota.
El
concoide
es la parte más notoria de la cara inferior (o ventral) de la lasca. En la
parte superior vemos un talón liso y unas marcas (superficie
elíptica de Hertz) que señalan el punto de impacto del
percutor. A la izquierda cara inferior de una lasca experimental de obsidiana
donde se aprecian las alteraciones reológicas de la fractura concoidea, elementos
que alteran la propagación habitual de las ondas. Wikipedia
La fractura concoidea o concoidal es un tipo de rotura
propia de ciertos materiales frágiles, de composición homogénea, pero amorfa
(isótropa), que al trocearse no siguen planos naturales de separación, como
láminas, poliedros... Entre estos materiales podemos incluir el vidrio
doméstico, algunos minerales (cristal de roca) y numerosas rocas naturales
duras y criptocristalinas como el sílex, la cuarcita, la obsidiana, etc. Se
opone a la fractura plana, o, más propiamente, exfoliación.
En el artículo de la Wikipedia titulado Método Levallois,
podrás ampliar la información sobre la fractura concoidea. Yo intentaré
resumirte algo sobre la fractura concoidea, tema nada apasionante, pero
necesario para comprender la evolución humana.
Al percutir una roca apropiada, como el
sílex, se inicia una fractura que avanza a través de una superficie que no es
plana, progresando en forma de onda curva que además cambia paulatinamente a
medida que se propaga. El nacimiento de la fractura se produce en la parte
donde el material recibe la tensión (el punto de golpe o impacto) que va a
provocar la fractura. Esta zona recibe el nombre de superficie elíptica de Hertz, y
a partir de ella, como si de un epicentro se tratase, se desarrollan ondas de
vibración que rompen el material. En realidad, se trata de ondas elásticas transversales
que son reflejadas una y otra vez por todas las caras del sólido hasta que, por
fin, confluyen en una única superficie de fractura. Estas ondas tienen forma de
parábolas anchas y cortas cuyo origen es tangente (parábolas homofocales). A
continuación, se desarrolla un cono hertziano o cono neutro
que va curvándose hasta convertirse en la esfera de Boussinesq (básicamente, el
concoide). A medida que la superficie de fractura se propaga, las parábolas
cambian de dirección a través de la llamada superficie equipotencial de Ranking, así,
la onda se va deformando, hasta formar la curva intrínseca de Caqot.
Esquema
de la fractura concoidea utilizada en la talla de industrias líticas
prehistóricas. Wikipedia
La fractura concoidea perfecta recuerda a
la concha de un bivalvo, razón por la cual recibe el nombre de concoidea. La
morfología elíptica no es intrínsecamente mejor o peor, pero para los humanos
de la Prehistoria suponía unas claras limitaciones, ya que sólo podría
proporcionar piezas anchas y cortas, que conocemos con el nombre de lascas.
Los elementos que alteran la propagación
de las ondas son conocidos como propiedades reológicas, las cuales interfieren el normal desarrollo de la
fractura; también las fisuras o las impurezas del material. Todos esos factores
perturban la fractura natural, desorganizándola, generando superficies de
rotura secundarias, astillamientos caóticos; lancetas radiales, esquirlas
parásitas que saltan fortuitamente y microlascados trapezoidales. Uno de los
mecanismos más interesantes es el llamado efecto borde, el cual sucede cuando las ondas
de fractura se acercan a la superficie el cuerpo y cambian bruscamente su
dirección, propagándose hacia la periferia del objeto, produciendo bordes
afilados.
Un caso especial de lascas son las
denominadas hojas
líticas, puesto que lo natural es que la fractura concoidea sea más
ancha que larga. Sin embargo, gracias al dominio del efecto borde, los
artesanos prehistóricos conseguían productos extremadamente alargados y finos,
muy adecuados para numerosos utensilios.
Una
hoja lítica
El
«concoide»
es la parte más notoria de la cara inferior (o ventral) de la lasca; esto es,
la superficie a lo largo de la cual se produce la fractura que separa la lasca
del núcleo. Por el contrario, en el núcleo queda la impronta de la lasca, el
llamado negativo de lascado (o, simplemente, lascado), que tiene la misma
morfología pero inversa: un contraconcoide más o menos pronunciado y, a
continuación, una superficie sutilmente cóncava. La parte cóncava que queda en
el núcleo es el negativo
de lascado.
El
«punto de
impacto» es una pequeña superficie, cuasi circular, o elíptica en la
que el percutor entra en contacto con la roca; es el origen desde el que se
desarrolla un tronco de cono (que los especialistas llaman «cono de percusión»), que se va
abombando hasta adquirir una forma similar a la concha de un molusco bivalvo,
de ahí el nombre de concoide. Después, la curva de la cara inferior se suaviza
hasta casi desaparecer.
Cara
inferior (convexa) o ventral de una lasca, con su característica forma de
concha de bivalvo, razón por la cual recibe el nombre de concoidea. A la
izquierda negativo de lascado (cóncavo).
Dado que las rocas raramente carecen de
impurezas o fisuras, la onda de fractura suele sufrir alteraciones (propiedades reológicas) que, lejos de ser un
inconveniente, permiten estudiar mejor la talla a la manera prehistórica. Así,
aparecen diversas señales muy útiles en el estudio de los artefactos
prehistóricos tallados. En líneas generales los elementos más comunes son:
Las ondas de fractura son interferencias que
afectan a la rotura de la roca, haciendo oscilar el frente de fisuración, formando
anillos u olas, parecidas a las que hace una piedra al caer al agua. Estas
ondulaciones suelen indicar el origen de golpe con el que fue extraída la
lasca, en el caso de que no se conserve el concoide o el punto de impacto.
Ondas
de fractura, siguiendo la forma convexa de la cara inferior
Las lancetas radiales son, en cambio, estigmas
ahusados provocados por pequeñas impurezas. A partir de las mismas surgen, como
rayos luminosos, o, mejor, como zonas de sombra muy alargada, unas marcas
lineales que señalan el lugar de donde viene la onda de choque y hacia donde se
expande. Las lancetas son particularmente abundantes a los lados del cono de
percusión (marcando muy bien el punto de impacto), y en los bordes afilados de
la lasca (de modo que podemos reconocer si ésta tiene las aristas mejor o peor
conservadas).
Los microlascados trapezoidales se producen cuando la onda de fractura alcanza el
límite de la roca, suelen saltar esquirlas microscópicas sucesivas
(microlascas), que dejan su marca en el núcleo (en forma de trapecios
encadenados), en el nervio del negativo del lascado. En una pieza tallada (no
solamente un núcleo), con varios negativos, los microlascados, junto con las
lancetas, indican cuál de los lascados es anterior y cuál es posterior. Esto es
esencial para reconstruir los gestos del artesano que talló la pieza.
La esquirla parásita aparece justamente en el
concoide, no siempre, pero a menudo, aparece una pequeña lasquita adherida o,
si ésta ha saltado, su negativo. No existe una explicación clara para este
fenómeno, pero, al parecer, podría ser el resultado del reflejo de la onda de
choque que forma una onda de fractura secundaria.
Fases
de la hechura de un bifaz achelense: en primer lugar, el desbastado de la
preforma; después, perfeccionamiento de la morfología; para terminar, una
retalla rectificadora de las aristas.
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