Viajeros ignorados: Ruy González de Clavijo
Estuve leyendo un artículo de Jorge Sánchez en
internet titulado Viajeros
Celtíberos ignorados y me agradó. Claro que no comparto su entusiasmo
patriótico, sin embargo, tiene razón cuando critica a los políticos actuales
que no hacen nada por la cultura y, menos todavía, por la historia. Son
incultos, líderes políticos que sólo leen diarios deportivos y pretenden
inculcarnos moralina barata a través de los medios de comunicación de sus amos,
pues los políticos actuales son perros al servicio del poder económico de los
grandes capitalistas que son quienes les pagan un sueldo.
Jorge Sánchez defiende de forma visceral los
viajes de los exploradores de la península Ibérica y los compara con los
ingleses y franceses, resultando una amplia goleada a favor de los ibéricos. Las
expediciones celtíberas por las islas
del Pacífico son auténticas proezas humanas y los viajes por las selvas de América
del sur son heroicos.
Sin embargo, la repercusión mundial de las
odiseas de los castellanos, catalanes, vascos, portugueses… resultan
insignificantes a los ojos de los historiadores anglosajones, quienes no
reparan en alabanzas a las exploraciones de los ingleses y franceses, quienes
con un palmarés bizantino de viajes, incomparables con los ibéricos, se
hicieron famosos, sin duda por la propaganda que inventaron estos dos países.
Los viajes del Capitán Cook, de Livingstone y de Stanley, de Bougainville, de
La Pérouse... “y de algunos más (no muchos más, la verdad sea dicha)”
-apuntilla Jorge Sánchez-, a los cuales dan mucho bombo.
Varios siglos antes de las exploraciones
francesas, holandesas o británicas, viajeros portugueses y españoles ya habían
estado en la mayoría de los lugares que, épocas después, pretendieran
atribuirse los honores de descubridores los marinos franceses e ingleses,
faltando al respeto a la historia y a la verdad.
De esta manera, algunos ciudadanos
europeos se convirtieron en usurpadores de la historia, pues lograron acallar
el nombre de los verdaderos exploradores. Sus pretendidos descubrimientos fueron
un fraude auspiciado por unas naciones en auge económico durante las últimas
centurias. Después, cineastas y novelistas, ignorantes de la historia, han
recreado con gran maestría estos viajes, relegando al olvido a los auténticos
héroes.
Pues bien, en la declaración de mis
principios tengo que afirmar que soy un acérrimo defensor de la convivencia con
mis vecinos -incluidos franceses e ingleses-; por lo tanto, no puedo de la
noche a la mañana convertirme en un españolista de dos al cuarto, de los que
tanto abundan en los diarios digitales y en las televisiones mesetarias, pues
yo defiendo mis raíces catalanas sobre las otras nacionalidades de la península
Ibérica y Europa. De ninguna manera me siento inferior a un francés, ni menos
frente a un castellano españolista -tal vez, tendría mis dudas ante los
auténticos castellanos, aquellos que enardecieron el espíritu de los Comuneros-
pero nunca consentiré que un mal gallego -por ejemplo, Gonzalo Torrente
Ballester- quiera imponerme la lengua castellana, ni su cultura, ni su
gastronomía, por “derecho de conquista”. Y no digamos nada de los oriundos de
los desiertos aragoneses, o de los montes salvajes de Orihuela del Tremedal o de
los habitantes de los "madriles" (vaya a saber usted su origen), convertidos en revisionistas
de la historia de poca monta.
Me enorgullece sobre manera que mis
vecinos, habitantes de Celtiberia, fueran los primeros europeos que se
admiraron ante los templos de Angkor Wat, de las maravillas de las islas Hawái,
de las Cataratas
Victoria, de las Fuentes del Nilo Azul y Blanco, del Cañón del
Colorado, de las Cataratas del Iguazú... y de un largo
etcétera.
Con esto estoy completamente de acuerdo
don el catalán Jorge
Sanchez, que se vanagloria de haber dado cinco veces la vuelta al mundo.
Jorge
Sánchez. Fotografía de 101
Lugares Increíbles
Este hombre es un ardiente defensor de los
descubridores oriundos de la península Ibérica y está harto -como muchos- de la
apropiación y tergiversación histórica que han llevado a cabo durante los
últimos siglos los anglosajones. Para dar ejemplo, a los 18 años empezó un
viaje por Europa que le ocupó dos años de su vida, viaje que le sirvió de
entrenamiento hasta convertirse en la tercera persona que más ha viajado, pues según he podido
documentarme por la web, lleva más de treinta años dándole la vuelta al mundo: en 2003 terminó de conocer los 194 países
registrados en las Naciones Unidas. Jorge Sánchez nació en Hospitalet
(1954), ha escrito veinte libros y si te interesa más sobre su vida, visita su web personal.
Jorge cuenta que cuando viaja se integra con las gentes del lugar, se siente como un
nativo más, y trabaja con ellos para ganar dinero para sufragarse los
gastaros del viaje. De todo el planeta, Siberia es su lugar favorito, aunque para vivir siempre volvería a España
por que se siente muy bien en su país, especialmente en “los pueblecitos
encantadores del Pirineo Aragonés”.
Viaja siempre con lo básico: útiles de aseo, un poco
de ropa para ir cambiándose, un saco de dormir y una libreta para ir anotando
las impresiones del viaje y las personas que conoce. Cuando emprende un viaje
no tiene nada previsto, jamás carga
en su pequeña bolsa esos tostones de libros que los turistas y los
viajantes llaman “guías”. El suele consultar a las gentes locales quienes
le proporcionan valiosos consejos sobre las regiones y lugares que visitar, ya
que está convencido de que los
nativos son las mejores guías.
Explica que hoy en día muchas islas en
los océanos Atlántico e Índico continúan siendo conocidas por los nombres
portugueses de Mascarenhas, Tristan da Cunha, Ascensión y Santa Elena, Juan da
Nova, Diego García, Cargados Carajos, Fernando de Noronha, Almirante,
Rodrigues... Otras han sido cambiadas de nombre por los europeos que las
conquistarían después a los portugueses.
En cuanto a los españoles, que llegaron a
descubrir el noventa por ciento de los archipiélagos del Océano Pacífico y
bautizaron más de 200 accidentes geográficos de Alaska con nombres españoles y que fueron los
primeros en viajar a tres continentes, apenas unos cuantos nombres recuerdan en la actualidad sus hazañas: Islas Marianas,
Islas Carolinas, Marquesas, Salomón, Glaciar Malaspina, Estrecho de Torres...
Cristóbal Colón viajó a América, Núñez de Balboa
vio los Mares del Sur u Océano Pacífico, Magallanes viajó a Oceanía, Juan Sebastián
Elcano a la isla Ámsterdam en Terres Australes et Antartiques
Françaises, y Gabriel
de Castilla a la Antártida.
Jorge cuenta que en sus viajes por el
mundo ha observado que el Gobierno Portugués es más cuidadoso y agradecido para
con sus descubridores, que el Gobierno de España. Los portugueses dedican a sus
exploradores "pedrãos" en muchos lugares de África, erigieron el
Monumento a los Descubrimientos en el barrio lisboeta de Belem para honrar a
Enrique el Navegante y los marineros posteriores, y hasta albergan las bellas
tumbas de mármol de su poeta Luis Camões, que fue un gran viajero por Asia
y el autor de Os Lusíadas, y de Vasco da Gama,
en el Monasterio de San Jerónimo.
Los portugueses no ignoran a sus
viajeros, ni los franceses, ingleses, italianos, alemanes, rusos, chinos…
ningún país normal lo hace, solo los políticos indignos que gobiernan
nuestro propio país, lacayos de los banqueros europeos -en especial alemanes-,
dedicados a servir a sus dueños y a perjudicar a los ciudadanos, con una
política suicida de recortes en cultura y educación, con lo que privan a los ciudadanos
de conocer las proezas históricas, la tendencia viajera y aventurera de muchos
cetíberos.
Pero todavía es peor la ignorancia
acerca de los héroes españoles en el campo militar, donde se ningunean las
trascendentales victorias del guipuzcoano Blas de Lezo y del malagueño Bernardo de
Gálvez sobre tropas inglesas muy superiores en Cartagena de Indias (Colombia) y
en Pensacola (Estados Unidos).
Monumento
a los portugueses que buscaron al Preste Juan, en Port Elizabeth (Sudáfrica)
La
primera entrada del blog sobre el tema la encabezó, con toda justicia, Benjamín de Tudela,
el judío sefardí nacido en
Navarra que realizó un largo viaje hacia Oriente, con un siglo de adelanto
sobre Marco
Polo.
Si pincháis en el enlace veréis
que se discute sobre la finalidad de su viaje, pues algunos expertos afirman que
comerciaba con piedras preciosas y coral, mientras que los israelitas (quienes
le han compuesto una canción infantil y lo conocen por su nombre en hebreo de Rabbi ben Jonah)
lo consideran un rabino que viajaba para localizar las Diez Tribus Perdidas de
Israel.
En Tudela, en la Plaza de la Judería, hay
un busto sin nombre que representa a Benjamín de Tudela aunque nadie de los
alrededores lo sabía, ni los dueños del bar de enfrente del monumento.
Ruy González de Clavijo (?-1412) nació en
Madrid a mediados del siglo XIV (cuando Madrid no era aun la capital de
España), y sirvió de camarero al Rey de Castilla Enrique III El Doliente.
Deseando establecer una alianza con Tamerlán para
contrarrestar la amenaza turca, personificaba en la expansión del sultán del
Imperio otomano, Bayaceto I. Enrique III de Castilla pretendía contactar con
Amir Timur
-conocido en Occidente como Tamerlán-
quien consiguió el dominio del imperio mongol, después de la muerte de
Gengis Khan (1227), que supuso la desintegración del imperio, que conducirá al
aumento del malestar entre comerciantes y artesanos deseosos de fijar rutas
caravaneras estables. Entre los levantamientos contra el poder mongol sólo tuvo
éxito el encabezado por Amir Timur, oriundo de un pueblecito cerca de Kech,
destacó de joven por su formación castrense y capacidad de organización, logró
el poder y fundamentó el control de las fronteras, apoyándose en los artesanos,
comerciantes, clero religioso y propietarios feudales.
Bayaceto
ante Tamerlán, tras la batalla de Ankara, en 1402. Foto: IDEAL de Granada
Busto
de Amir Timur realizado con técnicas de escultura forense por Mijail Gerásimov
en 1941
Amir Timur reunificó todo el territorio
más allá del río Amu-Daria, que coincide
en buena parte con la actual República de Uzbekistán, iniciando una serie de guerras
exteriores, siendo la primera contra el Jorasán, con la intención de unificar
todo el centro de Asia, invadiendo también Irán y la India. En 1400 Timur
conquista a los mamelucos de Egipto, Siria, entrando también en Damasco. En
1402 derrota y hace prisionero al sultán Bayazit (Bayaceto I) en
la batalla de Ankara, que propicia
el retraso de la ofensiva otomana contra Bizancio. La presencia de embajadores
europeos en esta batalla, hace que la figura de Amir Timur sea conocida en
Occidente como la de un héroe, concibiéndose entre los monarcas occidentales la
idea y posibilidad de que Amir Timur se convierta en su aliado político.
Caravana
de mercaderes del Atlas Catalán (1375) de Abraham Cresques
Por estas razones el rey de Castilla,
Enrique III, manda una embajada diplomática a su corte en 1403, dirigida por
Ruy González de Clavijo, noble castellano, cuya historia quedará redactada en
un libro de viajes que constituye la fuente histórica más fidedigna de la época
de Amir Timur.
Pintura de una de
las paredes del observatorio astrónómico de Uluk-Beg, hijo de Amir Timur,
alusiva a la embajada de Clavijo. Fotografía de Eurasiática
Sin embargo, la embajada de Ruy González
de Clavijo no fue la primera. Anteriormente, otra embajada había llevado a Payo Gómez de
Sotomayor y Hernán Sánchez de Palazuelos a estar presentes
en la batalla de Ankara, quienes
fueron tratados con honores por Amir Timur, quien llegó a ofrecer escolta a los
diplomáticos enviando con ellos a Mohamed Alcagi, además de otra serie de objetos
y regalos para el rey de Castilla.
Enrique III despachó a
Samarkanda a Ruy
González de Clavijo, acompañado del dominico experto en lenguas y
culturas extranjeras, Alfonso Páez de Santamaría, junto a Mohamed Alcagi,
consejero que a su vez le había enviado Tamerlán con multitud de regalos. Les
acompañaban varios cortesanos cargados de dádivas, y el guarda real Gómez de
Salazar que falleció en Nishapur durante la expedición antes de
llegar a su destino..
González de Clavijo el Vaginaro zarpó en
1403 de la ciudad andaluza de Santa María. De allí escalaron en Rodas y
Constantinopla, llegando a Trebisonda, para proseguir por tierras de Irak e Irán
(Tabriz, Teherán) y, vía Termez, penetrar en la Gran Bukaria (actual
Uzbekistán) cuya capital, Samarcanda, albergaba la corte del famoso
conquistador turco-mongol.
Tras la llegada de González de Clavijo, Tamerlán
partió en 1404 a luchar contra China moriría pocos meses más tarde, antes de
entrar en China por lo que la Embajada emprendió el regreso vía Bukharia, Merv
y Persia, arribando a España en 1406. La embajada, aunque infructuosa desde el punto de vista diplomático, significó
una gran proeza viajera.
A partir de la Edad Media, los viajeros
europeos, como el enviado español González de Clavijo, describieron con gran
admiración las grandes ciudades de carpas en tierras musulmanas, especialmente
en Asia Central, pero también en Turquía, Egipto y más tarde la India mogol. Quedó
sorprendido por el tamaño y la organización de estas ciudades, que a veces tenían
miles e incluso decenas de miles de tiendas.
Gouache
del siglo XV, de la Escuela Islámica, que representa una de estas ciudades con
tiendas de campañas y numerosas banderas.
Tras su viaje González de Clavijo siguió
al servicio de su rey, aunque más tarde volvió a Madrid donde escribió su libro
“Embajada a Tamerlán” y moriría en 1412, siendo
enterrado en la iglesia de San Francisco el Grande, obra cumbre del enguerano Francisco
Cabezas, arquitecto religioso que antes de construir el templo madrileño hizo un
ensayo en la capilla del Ecce-Homo de Pego (Alicante). La casa de González de
Clavijo en Madrid se ubicaba cerca de la Plaza de la Paja y con el tiempo
pasaría a formar parte de la familia Vargas y actualmente todavía lleva el
nombre de estos últimos.
Según nuestro viajero Jorge Sánchez, hoy
en día, cuando caminas por las calles de Samarcanda, es frecuente que los niños
se dirijan a los extranjeros de aspecto europeo con las palabras: “Clavijo,
Clavijo...”.
Viaje
a Samarkanda. Relación de la Embajada de Ruy González de Clavijo ante Tamerlán
(1403-1406) Fundación El Legado Andalusí. Autor: Varios. Coordinador
científico: Rafael López Guzmán
El relato de los viajes de González de
Clavijo hasta Samarcanda entre los años 1403 y 1406, escrito por el propio
viajero y recogido bajo el título Embajada a Tamorlán es una de las joyas de la
literatura medieval castellana, y es en muchos aspectos comparable al célebre
"Libro de las Maravillas" del italiano Marco Polo escrito casi un
siglo antes. En la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de la Universidad de
Alicante, podréis leer la Vida y hazañas
del Gran Tamorlán, con la descripción de las tierras de su imperio y señorío
por Ruy González de Clavijo.
Ruy
González de Clavijo
Viaje de ida y vuelta de Clavijo a Samarcanda
Avenida Ruy
González de Clavijo, en Samarkanda (lamentablemente, en España no tenía ni
siquiera un callejón, sin embargo, el ayuntamiento de Madrid lo ha solucionado
recientemente.). La foto fue tomada por el viajero portugués João Leitão.
Placa conmemorativa en la ciudad de Madrid.
Hoja
manuscrita de la Embajada a Tamorlán
En el relato pudo haber intervenido —si
no escribir el libro entero— su compañero de expedición Alfonso Páez de
Santamaría, pues era Maestro en Teología y conocía el latín, griego, persa,
italiano y el árabe. Tales conocimientos se reflejan, según Francisco López
Estrada en Clavijo, Ruy, Embajada a Tamorlán (Madrid, col.
Clásicos Castalia, 242, 1999) en los datos que se recogen sobre ritos
bizantinos y armenios, en el hecho de aparecer como buen intérprete en varios
lugares de la obra y en la cultura que demuestra al recoger noticias de la
antigüedad grecolatina (Paris, Helena, Príamo, las amazonas, Virgilio,
Alejandro y su batalla contra el rey indio Poros). La autoría de fray Alfonso
Páez fue propuesta en 1961 por Sebastián Cirac Estopiñán «Tres monasterios de Constantinopla visitados por
españoles en el año 1403», Mélanges Raymond Janin, en Revue des
Études Byzantines, 19 (1961), pp. 358 - 381.
Según la Wikipedia el libro está escrito
con un estilo claro y directo, que se hace más vivo y suelto en sus últimos
capítulos, incluso buscando la complicidad del lector. La estructura está bien
trabada y el relato de los hechos y lugares es de gran exactitud, algo poco
habitual en los libros de viajes medievales. El libro incluye interesantes descripciones
de costumbres y personajes orientales que la hace una obra entretenida y amena.
III, 6
"Otrosí fueron ver este dicho día la iglesia que dizen Santa Sufía. E
Santa Sufía quiere dezir en lenguaje griego tanto como vera Sapiencia, que es
el fijo de Dios. E a esta significança fue fecha esta iglesia, e es la mayor e
la más onrada e la más privillejada que en la ciudat ha.
En
esta iglesia a monjes que ellos llaman caloyeros, que la sierven así como a
iglesia catredal; e en ella está el patriarca de los griegos, que ellos llaman
matropola.
E en una plaça que estava ante la iglesia, están nuebe mármoles blancos, los mayores se más gruesos que omne viese; e encima tenían sus basas. E dezían que allí solía estar edificado encima un grand palaçio onde fazian su cabildo el patriarca e los clérigos. En esta plaça, ante la iglesia, estava una colupna de piedra, muy alta a maravilla; e encima d'ella estava una grand losa llana; e encima d'ella estava puesto un caballo de cobre, atan grande como podían ser cuatro caballos grandes; e encima d'él estava una figura de cavallero armado, otrosí de cobre, con un plumaje muy grande en la cabeça, a semejança de cola de pavón. E el caballo tenía unas cadenas de fierro atravesadas por el cuerpo, que estavan atadas a la colupna que lo tenía, que no cayese ni lo derrocase el viento. El cual cavallo es muy bien fecho; e está figurado con la una mano e con el pie alçado, como que quiere saltar ajuso. E el cavallero que está encima tiene el braço derecho alto e la mano abierta, y con la mano izquierda del otro braço, tiene la rienda del cavallo e una pella en la mano, redonda e dorada. El cual cavallero e caballo es tan grande, e la colupna tan alta que es una cosa maravillosa de ver. E esta imagen de cavallero que encima d'esta colupna está dizen que fue el emperador Justiniano, que edificó esta iglesia e fezo grandes fechos en los turcos e en su tierra en su tiempo.
7. A la entrada de esta iglesia, so un arco que está aquende la puerta, está el puesto armado sobre cuatro mármoles; e so él está una capilla muy rica e muy fermosa. E delante désta capilla está la puerta de la iglesia, e es grande e alta e cubierta de latón. E delante della está un corral pequeño; e sobre él unos andantes altos. E luego está otra puerta cubierta de latón, segund la primera. E delante de aquella puerta va una nabe muy ancha e alta, que es cubierta de un cielo de madero. E a la mano esquierda está una calostra muy grande e muy bien fecha, con muchas losas e mármoles de jaspe e de muchas colores.
En la mano derecha, so esta dicha
nave que está cubierta, ant´la segunda puerta está el cuerpo de la iglesia; e están
cinco puertas altas e grandes cubiertas de latón; e la de medio es la más alta
e mayor. E por ellas entran al cuerpo de la iglesia, e es como cuadra redonda,
la mayor e la más alta e más rica que en los mundos puede ser. La cual cuadra
es en el cuerpo de la iglesia, e es cercada alrededor de tres nabes muy grandes
e anchas, que se contienen con la dicha cuadra, que no ay departimento entre
ellas. E la dicha cuadra e estas nabes son sobradadas, e los sobrados salen al
cuerpo de la cuadra, de suerte que desde allí pueden oir misa e las oras.
E d'estos sobrados suben unos
como arcos que son armados sobre mármoles de jaspe verde; e después los cielos
júntanse con la cuadra, pero el chapitel de la cuadra sube muy más alto que no
el cielo de las nabes, que es un chapetel redondo e muy alto, tanto que bien ha
menester omne que catar con los ojos desde ayuso. E la cual quadra ha en luengo
cient e cinco pasos, e en ancho, nobenta e tres. E es armado sobre cuatro
pilares, muy grandes e gruesos que son cubiertos con losas de jaspe de muchas
colores."
Fragmento extraído de la edición de Francisco López
Estrada, "Ruy Gonzalez de
Clavijo. Embajada a Tamorlán", Clásicos Castalia, nº 242, Madrid 1999.
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