La Gran Diosa neolítica
Durante el Neolítico (10.000 al 5.500 a.C.) y el
Calcolítico, también llamado Edad del Bronce que se extiende del 5.500 a.C.
hasta el 3.5000 a.C., la Diosa Madre era el foco espiritual de la cultura
megalítica de Europa occidental, así como de las culturas neolíticas de la
Vieja Europa y de Çatal Hüyük, en el Oriente Medio.
Danza de la Diosa Abeja, de The Goddesses
and Gods of Old Europe
© Marija Gimbutas
© Marija Gimbutas
Una de las consecuencias de la llamada Revolución Neolítica fue que la
humanidad se liberó de la necesidad de vivir de acuerdo con lo que la
naturaleza le ofrecía o se negaba a conceder. El hombre intervino en los
misterios de los procesos de crecimiento, mediante la agricultura y la
ganadería. El ser humano aprende a tejer telas, construir recipientes para
contener la comida, edificar casas y aldeas. La vida, después de la desaparición
de los últimos glaciares, se asentó en los fértiles valles de los ríos y en los
verdes pastos del interior de los continentes.
Reconstrución
de una aldea neolítica
La evolución fue lenta. En el
12-10.000 a.C., con la llegada de un clima más suave, se abandona
estacionalmente la cueva para cazar, pues con la disminución del frío se hace
posible vivir en moradas de verano, que acabarán ocupándose todo el año. En una
de estas moradas, situadas en el Valle Fértil del Próximo Oriente comenzó la
Revolución Neolítica.
En esta época se produce la
llegada a Europa de las distintas estirpes indoeuropeas que traen consigo una
nueva religión masculina, surgida por la estructura de su sociedad patriarcal
con instituciones sociales y especialización social por la presencia de
guerreros; sociedad guerrera y por tanto poblados fortificados en lugares altos
y predominantemente estratégicos.
Invasiones
indoeuropeas en Asia
Nos cuenta resumidamente Roberto Lérida
Lafarga en Proyecto Clío,
que esta gente eran los griegos, latinos, celtas, germanos y eslavos, quienes
se impusieron y se mezclaron con los antiguos habitantes de la cuenca del
Mediterráneo: léleges, tírsenos, etruscos y paleo(eteo)cretenses -en la
península Balcánica-, vascos, íberos y tartesios -en la península Ibérica-,
ligures, retios y pictos -en la península Itálica.
Etnias
y lenguas en la Península Ibérica
Según Hesíodo los griegos procedían
de las regiones actualmente conocidas como los Balcanes, al norte de la Grecia
clásica, precisamente del Épiro y también de Tesalia; allí habitaba Helén, que
da nombre a todos los griegos: helenos; Helén tuvo tres hijos: Juto, Eolo y
Doro… Kretschmer, a principios de siglo, llevó más allá el mito de Helén y
enunció una de las tesis tradicionales de la historia de los griegos:
atendiendo a las tres estirpes adujo lo que podríamos llamar helenización
escalonada de la Hélade en tres migraciones sucesivas: los jonios lo harían
hacia el 2000-1900 a. C., los eolios o aqueos hacia el 1600 y los dorios hacia
el 1200. Cuando Kretschmer
hizo esta teoría no estaba descifrado el micénico y Schliemann comenzaba a excavar
Micenas comenzaba a ser explotada arqueológicamente por Schliemann. Pronto se
descifró el micénico y el Lineal B, lo que nos permitió entrever que la mayoría
de los rasgos dialectales son posteriores al micénico, es decir, que la
diferenciación dialectal tal y como la conocemos de jonio, eolio y dorio es
posterior al 1200 a. C., lo que conlleva la caída de la tesis arriba enunciada,
así como la teoría de las tesis las migraciones; actualmente, entre los
historiadores, existe una corriente anti-migracionista que reducen al mínimo
las migraciones: sí hay movimientos de pueblos constantes, pero no oleadas de
migraciones masivas que comporten cambios culturales.
Los griegos son indoeuropeos que
llegaron a Gracia hacia el 2000 a. C. en plena Edad del Bronce. Ni son los
habitantes autóctonos de Grecia ni siquiera los primeros indoeuropeos que
llegaron a estos lugares, pues las primeras poblaciones neolíticas llegarón
allí hacia el 7000 a. C.
Gente
preindoeuropea, en este caso del pueblo etrusco, donde se ven pelos negros,
rubios y pelirrojos
Próculo
y su esposa, procedente de una casa de Pompeya, y fechada en el siglo I, entre
los años 50 y 74 a.C.
Las destrucciones del final del
III milenio se asocia arqueológicamente con una fuerte destrucción e incendios
en la Argólide y el Ática, también visibles en Troya II, en el sur de Anatolia
(en Beicesultán) e incluso Palestina. Tales destrucciones se suelen asociar a
la llegada de dos pueblos inmigrantes de forma paralela, hablantes unos de una
forma primitiva de griego para Grecia y hablantes otros de lenguas anatolias (luvita,
hetita y palaíta) surgidas del Imperio Hitita famoso en el siglo XVIII a.C.
De esta manera descubrimos que
la concepción de una raza común indoeuropea con temperamento, costumbres e
instituciones específicas, que fueron barriendo pueblos y ocupando países, es
muy romántica, pero errónea.
Los propios griegos nos han
dejado constancia de que hubo antes otros moradores del suelo heleno, gentes a
los que denominaban pelasgos, tírsenos, léleges, carios y eteocretenses. De los
carios sabemos que son de origen anatolio y su lengua se emparenta con el
luvita, hetita y en menor medida con el palaíta, misio y lidio; los tírsenos se
relacionan con los etruscos (Mar Tirreno) y habitaron en la isla de Tasos y
anteriormente en el Ática; los pelasgos habitaban al parecer por gran parte del
territorio heleno y en época de Tucídides habitaban parte de la península
Calcídica, hablando su propia lengua; los eteocretenses habitaban en Creta y se
piensa que eran descendientes de los originarios cretenses o miceno-cretenses;
de los léleges no hay información.
Aspecto
probable de la Dama d’Elx, una sacerdotisa de la diosa de la vida y la muerte
En medio de la gran confusión
que presentan estos pueblos pregriegos, lingüistas e indoeuropeístas de gran
talla han estudiado el vocabulario “no griego” del griego, es decir,
términos de sustrato y adstrato que hay en la lengua griega, centrándose sobre
todo en la toponimia, para aclararnos el espeso y complejo panorama que se nos
ofrece. Se han enunciado por ahora cuatro posibles lenguas de sustrato o
adstrato para el griego; estos son sus resultados: sustrato anatolio
(parecer ser cario); el sustrato denominado pelásgico representaría una lengua indoeuropea no conocida y en
un principio no relacionable con ninguna otra lengua indoeuropea conocida;
sustrato griego-psi (nombre
convencional dado por W. Merlingen a la lengua indoeuropea no conocida que
detectó y caracterizada por que *p> /ps/ ); sustrato pelástico (nombre convencional dado por Budimir a una lengua
con afinidades con el eslavo).
De izquierda a derecha: reproducciones de Emile
Gilliéron de las "Damas de Azul" fresco de Cnosos (detalle);
frontispicio para el palacio de Minos en Knossos que muestra
el relieve de estuco pintado del "Rey-Sacerdote" de Knossos;
reproducción de una pintura al fresco con una mujer que llevaba una píxide de
marfil de Tirinto.
Todos estos sustratos que se han
detectado son indoeuropeos y anteriores al griego en cuanto a antigüedad en la
zona. Ello nos lleva a pensar que los griegos en efecto no fueron los primeros
indoeuropeos que arribaron a la península Balcánica; no obstante, salvo el
cario, ninguno de ellos es atribuible a un pueblo conocido.
La teoría global de la extensión
de pueblos indoeuropeos por Europa y Asia (y, por tanto, por Grecia) es la de
la arqueóloga lituana Marija Gimbutas, enunciada entre los años 60 y
70. Para ella el primer rasgo definitorio de la "cultura indoeuropea"
es lo que ella llama kurganes (palabra eslava que designa
tumbas, aplicada ésta a unas tumbas enterradas y cubiertas que forman un
montículo); pues bien, situado el punto de origen de los pueblos indoeuropeos
en el sur de las estepas de la actual Rusia, Bielorrusia y Ucrania, las gentes
de estas tumbas se fueron extendiendo paulatinamente en diferentes oleadas de
migraciones.
El tumulus o cairn de Dissignac
(Loire-Atlantique), en los alrededores de Saint-Nazaire, ciudad portuaria en la
desembocadura del río Loira en el Atlántico.
Kurgan es la palabra
eslava que designa tumbas, aplicada ésta a unas tumbas enterradas y cubiertas que
forman un montículo
La llegada de primeras
poblaciones indoeuropeas al Egeo y a los Balcanes se produce hacia el 3000-2800
a. C.; su vida es seminómada y vivían en casas semisubterráneas y de estructura
muy sencilla; sin embargo, de éstos no queda nombre que los identifique
(concuerda con lo antes explicado); los pueblos indoeuropeos que se pueden identificar
con hablantes de lenguas históricas conocidas no aparecerán hasta el final del
III milenio (los griegos). Al mismo tiempo el Egeo recibiría población
indoeuropea no desde el Norte, sino desde el Este, desde Anatolia, como lo
demuestra la presencia del cario (y para algunos otros también del luvita) en
futuro territorio griego.
Expansión
de los pueblos kurganeses según Marija Gimbutas
Respecto a las oleadas de
avance Colin
Renfrew supone una visión distinta de la indoeuropeización de Europa
y Grecia; para él los indoeuropeos provendrían de la zona llamada Creciente
Fértil (en la zona cercana a Mesopotamia, en los ríos Tigris y Éufrates); el
mecanismo de migración es lo que él denomina oleada de avance, basada ésta en
la agricultura: una vez descubierta la agricultura y sedentarizado el hombre,
con la aplicación de las nuevas tecnologías de la agricultura, el aumento de la
producción y el aumento subsiguiente de la población, se iba haciendo más
necesaria la búsqueda de nuevos territorios; entonces parte de la población,
los más jóvenes, iban a buscarlos a una distancia muy próxima para abastecer
más población; se creaba un nuevo poblado y el ciclo se volvía a reproducir una
generación más tarde, así durante milenios. Expuesto esto Renfrew indica que
estas oleadas de avance, que no implican destrucciones ni guerra, dieron lugar
a que desde el 6000 hasta el 3500 a. C. toda Europa y parte de Asia quedara
indoeuropeizada. Ello no quita que después, dentro de los propios pueblos
indoeuropeos ya establecidos se produjeran invasiones o migraciones en época
posterior a causa del clima o problemas con las cosechas. El caso de Grecia
sería un tanto peculiar, ya que en una primera época recibiría población
indoeuropea desde Anatolia y después desde el Norte a través de los Balcanes.
Según
Renfrew en Anatolia se encuentra la Urheimat (patria originaria) de los indoeuropeos
Desarrolló la Hipótesis Renfrew, que sostiene que los
proto-indo-europeos vivieron 2.000 años antes de lo que propone la Hipótesis de los kurganes, en Anatolia, la
Urheimat (patria originaria) de los
indoeuropeos (Teoría de la continuidad), según la cual los proto-indoeuropeos
habrían surgido entre el VII y el VI milenio a.C. en Anatolia y desde allí se
habrían expandido, por irradiación cultural y no por migración física, hacia
Europa, difundiendo las conquistas de la Revolución agropecuaria del Neolítico.
Entrevista publicada en la
revista Arqueología. Año VIII.
Número 78. Octubre 1987
Hay autores que actualmente han
intentado conciliar la teoría de Gimbutas y Renfrew, pues en algunos puntos son
muy parecidas.
Por último, indicaré
sucintamente la exposición que Villar (Villar Liébana, F.: Los
indoeuropeos y los orígenes de Europa, Gredos, Madrid, 1991)
hace acerca del problema arqueológico de la indoeuropeización, síntesis de
investigaciones de prestigiosos arqueólogos.
Indica que el paso del
Paleolítico al Neolítico en Europa supone una nueva sociedad a la que se ha
dado en llamar Vieja
Europa; esta Vieja Europa se caracteriza por un rasgo específico: la
agricultura, es decir, la capacidad del ser humano a producir y almacenar
alimentos por sí mismo y de un modo sedentario; este fenómeno se conoce como la
Revolución Neolítica que comenzó a extenderse desde el 7000 a. C. aprox. desde
Anatolia, Mesopotamia y el Nilo hacia Oriente y Occidente. Esta cultura
neolítica alcanzó Europa Centro-oriental y los Balcanes hacia el 5000 a. C. (en
Grecia se conoce como Cultura Egea a la época neolítica).
Representación gráfica de lo que
Renfrew denominó “línea de falla” en la
prehistoria euroepa después de los cambios ocasionados por la calibración del C-14. Las nuevas cronologías
permitieron observar que las relaciones entre las diferentes zonas del viejo mundo
no eran tan lineales como la hipótesis tradional difusionista pretendía.
Sus gentes se caracterizan
por ser pacíficas, con poblamientos sin fortificar con abundante agua y suelo
de buena calidad, con casas rectangulares y economía agraria; utilizaban el
cobre y después el oro parta adornos e instrumentos, si bien no conocen el
bronce; religiosamente parecen adorar a diosas madres y cultos de la fertilidad de los
campos, animales y hombres que reflejarían una estructura social matriarcal.
Juntamente han dejado su huella en la toponimia de Europa común en los ríos (en
Europa hay 35 nombres de ríos de raíz *el/ ol/ l, 35 con raíz *sal, , 28 con
raíz *eis/ ois/ is, etc..).
A partir del 4400 a. C. Europa
comienza a sufrir el ataque de pastores nómadas bárbaros (al parecer
indoeuropeos) que trajeron consigo el final de la cultura neolítica de la Vieja
Europa gradualmente en tres etapas: 4400-4200, 3400-3200 y 3000-2800, con lo
que llegó la primera Europa indoeuropeizada y Grecia indoeuropeizada.
Estas primeras etapas no
trajeron a pueblos desconocidos, sobre ellos y los autóctonos, los griegos,
latinos, celtas, germanos y eslavos se superpusieron como ya hemos citado más
arriba. Los indoeuropeos en su conjunto parecen caracterizarse por un cambio de
costumbres y hábitats: nueva religión masculina por su sociedad patriarcal con
instituciones sociales y especialización social por la presencia de guerreros;
sociedad guerrera y por tanto poblados fortificados en lugares altos y
predominantemente estratégicos; supusieron también el desarrollo del comercio
en Europa y el uso del Bronce; su típica edificación era el mégaron
y su cerámica característica la de meandros y espirales. Para Grecia la llegada
de los indoeuropeos, tanto originarios como griegos suponen la Edad del Bronce
y el abandono del Neolítico, excepto en Creta, que al menos hasta su etapa
minoica parece ser lo que se llama un reducto de la Vieja Europa.
El
megarón, antecedente del templo griego
Megarón de la Reina, Cnossos. Reconstrucción. De InterKriti
Maqueta del asentamiento de Micenas, Museo
Arqueológico de Micenas (foto: Pedro Colmenero)
No obstante Villar concluye que
aunque a mediados del III milenio la Arqueología detecta la presencia en Grecia
de elementos culturales centroeuropeos, como la cerámica con espirales y
meandros, así como el mégaron y las
ciudades fortificadas, sin embargo resulta significativa la escasez en Grecia
de la hidronimia de la Vieja Europa. Todo ello invita a pensar que en Grecia
los aportes de origen europeo (antiguo), que sin duda han existido, no han
debido de ser demasiados intensos, pues como decimos, faltan topónimos y
hidrónimos del tipo de los expuestos arriba. Lo que, por otra parte, resulta
congruente con los rasgos dialectales de la lengua griega, más cercana al
indo-iranio, frigio y armenio que a las lenguas de Europa.
“Se han clasificado siete complejos culturales,
que han recibido los nombres de sus regiones o lugares de asentamiento: Adriático,
subdividido en las culturas Impresso, Danilo-Butmir y Hvar (datadas del 6400 al
3500 a.c.), Egeo,
subdividido en Pre-cerámica, Sesklo y Neolítico tardío (7500 a 3500 a.c.). Centro de los
Balcanes, subdividido en Satarcevo, y Vinca (6400 a 3500 a.c.), Este de los
Balcanes, subdividido en Karanovo, Boian y Gumelnita (6300 a 3500
a.c.), Moldavia
y Este de Ucrania, subdividido en Dniesterburg, proto-Cucuteni y
Cucuteni (6300 a 3500 a.c.), Danubio Medio, subdividido en Lineal y Lengyel
(6000 a 3500 a.c.) y Tisza, subdividido en Alfold, Tisza-Bukk y
Tisza-Polgar (6300 a 3500 a.c.)” Casilda Rodrigañez, El
asalto al Hades.
Marija Gimbutas “Diosas y dioses: de la vieja Europa (7000-3500 a. C.” (Ed. Istmo. Madrid 1991) reencuentra la
figura de la Diosa Madre representada en la dama de Pazardzhik (Bulgaria), una
figurilla procedente de la cultura “Karanovo”. Los rombos que aparecen pintados
sobre las diosas embarazadas representan la matriz y, cuando llevan un punto en
el centro, simbolizan la semilla sembrada en el campo fértil.
Representación
de la Vieja Europa
La
Diosa Madre representada por la dama
de Pazardzhik (Bulgaria), una figurilla procedente de la cultura “Karanovo”
Gimbutas encontró la cultura
neolítica llamada de la Vieja Europa, en la que descubrió una serie de figuras
que representaban a la Diosa Madre: una osa y su osezno del 4500 a.C. de la
cultura Vinca; las mariposas más antiguas datan del 5000 a.C. perteneciente a
la cultura de la Cerámica Lineal; los “amantes
de Gumelnitsa” son la representación más antigua (4500 a.C.) de un
hierosgamos y la grafía más antigua de un Árbol de la vida es el hallado en
Hagar Quim (Malta).
Los “amantes
de Gumelnitsa” son la representación más antigua (4500 a.C.) de un
hierosgamos
En el templo de Hagar Quim hay un
altar que tiene esculpidos en sus cuatro lados un árbol, siendo la
representación escultórica más antigua del “árbol de la vida”.
Estos símbolos neolíticos de la
luna volvieron a aparecer en la Grecia clásica cubriendo –como si fueran
estrellas- los mantos de las diosas Ártemis y Atenea.
Ártemis y su manto de estrellas,
como señora de los animales. Atenea-Minerva basada en un vaso pintado por
Andocides
Durante el Paleolítico la
fuente secreta de la vida había sido el útero oscuro de la Diosa, simbolizado en
la cueva templo. Pero durante el Neolítico se hizo invisible, se escondió en
las profundidades de la tierra. Los seres humanos sembraban las semillas en el
vientre de la tierra y las recolectaban como la sustancia de su cuerpo. Los
alimentos y los seres humanos eran los hijos de la tierra y, por lo tanto, eran
sagrados.
Los seres que seguían ritmos de
gestación eran la luna, la mujer y la tierra. Durante el Neolítico la mujer
encarnó una sacralidad mayor que durante el Paleolítico. La mujer, como madre,
intervenía de forma predominante en la plantación y en la cosecha y se pensaba
que asistía a la tierra simbólicamente en su productividad. Afirma Joseph Campbell
en “Primitive Mythology” que el cuerpo de la
mujer participaba de los misterios de la creación cuando da a luz, por lo que
tiene cierto poder mágico, pues encarna la relación existente entre los órdenes
visible e invisible.
Robert Briffault en “The Mothers” dice que la mujer ejercía
actividades que reflejaban el poder de la Diosa, como la siembra y siega del
grano, su elaboración y transformación en pan, la cocción de vasijas, el tejer
y teñir telas, la recolección de hierbas medicinales... Por eso dice Mircea Eliade
que en esta época “las mujeres y la
sacralizad femenina se elevan a primera categoría” (Historia
de la Ideas religiosas, Vol. 1, Pág. 40-1). Las mujeres se
convierten en las dueñas de los campos cultivados, surge la matrilocación, por
la que el marido quedaba obligado a vivir en casa de la mujer.
Las
imágenes y símbolos de la Diosa.
La Diosa es representada como
la puerta o umbral a través de la que se penetra en esta vida o se abandona
este mundo. Algunos animales y plantas son la epifanía de su presencia: en el
Paleolítico el pájaro y la serpiente, en el Neolítico la grulla, el cisne, la
oca, el pato, la lechuza, el sormomujo y el buitre; también la mariposa y la
abeja.
Como consecuencia del
descubrimiento de la agricultura entra en escena una nueva imagen la de la diosa
de la vegetación, protectora de la siembra y de la cosecha del grano,
perviviendo durante miles de años después.
Diosa
mesopotámica de la vegetación, Handcast Paper bajorrelieve
Mantienen su papel central los
animales paleolíticos como el toro, la vaca, el león, oso ciervo y serpiente,
pero desaparece el caballo. Aparecen nuevos animales como el erizo, la oruga,
comadreja, el sapo, carnero, el perro y el cerdo.
Como símbolos de la diosa
continúa la espiral, los galones, zigzags, meandros y redes, que encarnan
diversos aspectos del poder de la diosa.
El meandro es la imagen estilizada de la serpiente, que simboliza las
aguas del “más allá” o aguas del inframundo. Colocado el meandro sobre el
vientre de la Diosa, identifica el misterio central de la vida como misterio
del nacimiento.
16. La Vieja Europa
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