El incesto divino
Mantenimiento del orden
cósmico.
Es uno de los actos más extendidos entre
las mitologías de todo el planeta y nos aparece relacionado con los siguientes
hechos:
a).
El origen de la humanidad como producto de un dios que viola a su hija o
a la mujer que se ha creado para sí mismo.
b). El establecimiento del orden cósmico
o social, que surge del incesto entre hermanos.
En el incesto la diosa suele participar
de manera consciente o inconsciente, voluntaria o involuntaria. Pese a las
presuntas diferencias, todos los temas incestuosos se ocupan de la unificación
de contrarios complementarios a fin de crear un perfecto ser andrógino que todo
lo contiene. Por ejemplo, la cópula del dios Sol con la diosa Luna, la
violación de la diosa Vida por el dios de la Muerte... Con esto se consigue la
unificación, el equilibrio de las fuerzas opuestas.
Agostino Carracci, sus dioses y diosas desnudos.
En muchos mitos el mundo y la humanidad
comienzan con el incesto divino; la
diosa madre se empareja con su hijo para crear con él el mundo y todos sus
seres vivos. Lo mismo sucede con Gea (Gala) y Urano, la diosa de la tierra y el
dios del cielo de los griegos.
A medida que disminuye el poder de la gran
diosa, aparecen en las cortes celestiales parejas de hermanos que gobiernan el
mundo, Zeus y Hera en el Olimpo, Isis y Osiris en Egipto, Wotán y Freya entre
los germanos. Y lo que es legal para los dioses, también debía serlo para los
reyes dioses.
El incesto entre hermanos, como veremos
en el mito de Isis y Osiris, se utiliza para vincular los sistemas divino y
humano y para equiparar el orden cósmico con el social. Los
faraones
imitaban a las deidades, se casaban con sus hermanas para asegurarse los
favores divinos y así reforzaban la reivindicación de que descendían de
antepasados divinos. Los incas suramericanos desarrollaron una tradición
similar.
Lot y sus hijas (1616) Hendrick Goltzius
“Lot y su hija” (1537) de Albrecht Altdorfer
Dice Hernán Valladares Álvarez que le atraen “las sonrisas
de los protagonistas, las cuales superan en sugerencias herméticas a la
celebérrima y algo estulta mueca de la Gioconda”. Le intrigan estas muchachas
cargadas de pragmatismo procreativo, quienes inocentemente, pensaron que para
mantener la continuidad de la especie debían hacer un intercambio genético con
su padre. “Siendo de Sodoma no se podía esperar otra cosa de estas criaturas… El
padre, más que beodo, parece feliz como un mono en una frutería”. “En el
cuadro, la hija del fondo no sé qué hace. Parece que está intentando descubrir
si le huele la axila... (como si) estuviera más preocupada por el olor de su
sobaco que por todo lo demás, incluyendo la quema de su pueblo”.
Las reglas de sucesión incas. Allá por
el siglo XII, el primer emperador inca Manco Cápac se casó con su hermana Mama Ocllo y
tuvieron un hijo sucesor llamado Sinchi Roca. En los relatos posteriores no está claro si Sinchi Roca
se casó con su hermana. Por eso, algunos piensan que el incesto sólo se adoptó
formalmente a partir de 1471, cuando asumió el trono inca el emperador Túpac Inca
Yupanqui, quien se
propuso reafirmar los orígenes divinos de los incas y garantizar la pureza de
la estirpe real, casándose con su
hermana. Finalmente, la esposa y hermana de su sucesor Huayna Cápac murió sin tener ninguna descendencia.
Manqu Qhapaq con su hermana y esposa Mama Uqllu, en 1200.
Dibujo de Waman Puma de Ayala, de principios del siglo XVII
Sin embargo, casi todas las culturas
temieron el incesto y su práctica fue declarada tabú para los mortales y, ni
siquiera los reyes, se atrevieron a transgredirlo. Los maoríes de Nueva Zelanda
creían que el incesto introdujo la muerte en el mundo. Veamos un relato que nos
recuerda a uno de los mitos más arcaicos que perduran y que describe la violación
reiterada de Ereskigal (o la de
Ninlil de Nipur), reina de los infiernos, por su abuelo Enki (Enlil).
La Divina Comedia.
Gustave Doré. Mirra, que se introdujo en el lecho paterno simulando ser otra
mujer, paga sus penas en el Infierno
Tane-Majuta seduce a su hija, según nos cuenta un mito maorí. El dios creador
Tane-Majuta (Tane) sedujo a su hija Hine-nui-te-po (Hina), quien al enterarse que había copulado con su
padre se refugió en el mundo de los muertos. Tane la siguió y le suplicó que
regresara, pero su hija le pidió que se fuera y volviera al mundo para criar a
sus hijos (la humanidad) mientras ella permanecía en los infiernos y los
aguardaba después de la muerte. Con anterioridad a este acto nadie había
muerto.
Hine-nui-te-po (Hina)
La sexualidad en los himnos
de Inanna
Hace más de cuatro milenios que conocemos
los versos, grabados en un conjunto de tablillas de piedra, que alaban a la
joven Inanna.
Cuentan que esta joven se hallaba apoyada en un manzano
cuando “disfrutando de su maravillosa vulva, la muchacha se aplaudió a sí
misma” y decidió visitar a su abuelo Enki (o Enlil). Este le recibió con los brazos abiertos y,
mientras celebraban un festín, le entregó los me o atributos de la civilización. Inanna
regresó a los cielos y, poco después, el deseo sexual la dominó de nuevo y
“entonó un cántico a su vulva”, en el que la comparó con un cuerno y con “la
bella creciente de la luna nueva”. También la describió como la “tierra en
barbecho”, con lo cual sentó las bases del mito agrícola de su matrimonio con Dumuzi. Exclamó:
“¡Para mí, abre mi vulva
para mí!
Para mi, la doncella
¿Quién es su labrador?
Mi vulva, un lugar
húmedo, para mi…
Para mi, la dama, ¿quién
me proporcionará el toro?”
Estimulada
por la respuesta de que el monarca araría su vulva, Inanna ordenó:
“¡Ara mi vulva,
hombre de mi corazón!”
En el momento de la penetración el amante
de la diosa se convirtió en parte decisiva del proceso agrícola, en crucial
elemento masculino que fertilizó la tierra en barbecho. El deber del coito y de
la fertilización siguió siendo sagrado y elevado, además de placentero para los
participantes.
Cuando su abuelo Enki le entregó los
atributos de la civilización (Me), el sexo era uno de ellos:
“¡A mi hija Inanna daré
la verdad!
¡Desciende a los
infiernos!
¡Asciende del mundo de
los muertos!
¡El arte de copular!
¡El beso del falo!
Estatua guardiana de
Magar Bridge, Nepal. Diosa irlandesa de
la fertilidad Sheela Na Gi
Esto indica que la cópula se practicaba
como ritual sagrado de cierta complejidad. La alusión de Enki a la felación demuestra que el sexo no se limitaba a la
procreación y los versos que mencionan el dulce sabor de la vulva y la cara de Dumuzi entre los muslos de Inanna
y en su regazo aluden claramente al cunilingus.
La diosa y su hijo
En todo oriente Próximo y Europa, la
adoración de una diosa madre viene acompañada de la adoración de su
hijo-amante. Este hecho se conoce, al menos, desde el siglo VI a.C. en la
civilización de Çatal Hüyük y, posiblemente, sea un rito extendido por las
orillas del Mediterráneo. Algunos afirman que Irán es el origen de la antigua
tradición de la diosa y su hijo a través de Atargatis y Mitra.
Atargatis es una sirena de las mitologías del Oriente Medio, diosa siria muy
parecida a Astarté, a quien los griegos apodaron Decerto. Al comienzo era un
pez gigante, pero con el tiempo fue adquiriendo forma humana.
Diosa Atargatis sirena de los siete mares. Diosa romana Dea Syria
"La gran señora de las tierras del norte de
Siria"
Esta teoría es la contraria de la que
hemos estado sosteniendo hasta el momento. Yo no la puedo aceptar. Los
indoarios fueron los que destruyeron la religión de la Diosa. Por lo tanto,
prefiero pensar que una vez llegados a Irán y, más tarde, a Anatolia, estos
indoarios adquirieron el culto de la Diosa y su hijo amante, quizá de la
cultura de Çatal Hüyük.
Estatuilla votiva de Atargatis Heliopolitanus, siglo I-IV
a.C., flanqueada por dos toros. En el libro de Jidejina,
Baalbek, p. 37 dice que esta diosa forma parte de la tríada
adorada en Heliópolis: Baalbek (Mercurio-Hermes), Atargatis (Venus) y Júpiter
La diosa madre es la raíz constante, la
fuente eterna de energía y su hijo es la
materialización en el tiempo y el espacio de esa energía, es su epifanía, el
fruto sacrificado, consumido y renacido.
Variantes de este mito las vemos en Inanna y Dumuzi (Sumer), Isis y Osiris (Egipto), Istar y Tamuz
(Babilonia), Cibeles
y Atis (Anatolia), Atargatis y Mitra (Frigia), Anat y Baal (Asiria y Canaán), Ashira
y Yahvé (Israel), Deméter y Perséfone, Afrodita y Adonis…etc. Una de las tradiciones mejor documentadas del hijo y
amante es la del culto a Cibeles y Atis –el dios que muere- que tal vez se
originó en Anatolia durante el Neolítico o llegó de Tracia, la actual Bulgaria,
según la tesis de Marija Gimbutas y su
“vieja
Europa”. En el siglo V a.C. este culto se
popularizó en Atenas y, finalmente, formó parte de la religión romana.
Cibeles hermafrodita.- Al principio la diosa Cibeles
era hermafrodita, pero se cortó sus
genitales masculinos que cayeron debajo de un almendro. Los frutos de éste
dieron origen a Atis, su hijo-amante. La muerte de este hijo se atribuye, en
ocasiones, a un accidente de caza: al igual que Adonis –amante de Afrodita- fue
liquidado por un jabalí; pero en otras ocasiones, la causa de su muerte radica
en los celos de Cibeles, que no puede soportar que se enamore de una mortal,
razón por la cual lo enloquece de manera que Atis se castra así mismo y muere
desangrado.
La
festividad de Cibeles comenzaba el veinticuatro de marzo (Semana de la
pasión de Mitra/Zaratustra, por ejemplo) con la celebración de su sagrado
casamiento con Atis: la boda simbólica de la diosa tierra con la lluvia –la sangre
del dios sacrificado-, esponsales destinados a producir el hijo: el trigo. Se sacrificaba ritualmente un toro que representaba al
dios que moría y ofrecían sus testículos a Cibeles, la madre tierra.
Taurobolium o Consagración de los sacerdotes de Cibeles bajo
Antonino Pío. Grabado por Bernhard Rode (sin fecha, ca. 1780). Autor obra: Bernhard
Rode (1725-1797)
Archivo: James Steakley
Tenemos muchos dioses mortales, como
Dumuzi, Tamuz, Mitra…etc., que comparten la simbología del toro. Los dioses
mortales y los toros eran símbolos solares, pues al igual que el astro, por la
noche morían rojos y sangrantes y, al día siguiente, nacían. A medida que
maduraba la cosecha se comparaba el color dorado del trigo con la luz solar y,
con el propósito de recalcar que la recolección era igual que el sacrifico del
joven dios, cortaban los genitales de un toro con una hoz proporcionada por la
diosa y, a la mañana siguiente, el sacerdote anunciaba que comenzaban las
celebraciones del regreso del dios.
Rituales del mitraísmo
Los misterios de Mitra eran ritos de la religión de Persia e India. El dios era
joven, hermoso, valiente y puro, nacido de una virgen llamada “Madre de dios” (o de la diosa Anahita
en el mazdeísmo, o de la diosa Áditi en el Vedismo).
Su alumbramiento sucedía en una cueva sagrada y estaba precedido por un toro salvaje;
este toro había sido la primera creación de Ahura Mazda, un dios mayor que
simbolizaba la luz o el sol.
Ya joven, el dios Mitra se pone al
servicio de Ahura Mazda con la misión de someter al toro salvaje; logra
confinarlo a la cueva y allí lo mata. La sangre bovina toca el suelo y en este
acto nace la vegetación y toda la demás vida. Mitra es el proveedor universal
que asegura la fertilidad de los campos y de los ganados.
No todos los sacrificios del hijo-amante
incluían el derramamiento de sangre. En los ritos de Adonis, cada primavera,
sólo se sacrificaba la efigie de Adonis o se lo mataba con la forma de los
llamados “jardines de Adonis”, unos tiestos
con plantas que se dejaban secar al sol y se arrojaban al mar.
La madre que llora. La
Crucifixión
La crucifixión, tantas veces representada
en la iconografía cristiana, es un típico sacrificio de primavera, que, como
hemos visto, también se representaba en Egipto. En algunas tradiciones, la
participación de la diosa madre en el sacrificio de su hijo le dio fama de
implacable. La mayoría de los ritos la presentan anteponiendo las necesidades
de la naturaleza a las suyas propias, sufriendo mucho la pérdida del hijo y del
marido con el que acaba de casarse. La diosa lloraba eternamente al sagrado
niño que había sacrificado para salvar a la humanidad. El antiguo mito de la
madre plañidera, que preside la llegada de la primavera, soberbio al panteísmo.
Su tradición es patente en el cristianismo, que en Pascua conmemora la
crucifixión del hijo de dios.
La Crucifixión (1456/1459) de Andrea Mantegna
La religión islámica estrictamente
monoteísta expulsó a la diosa pagana por considerarla un sacrilegio, pero
reapareció como la llorosa Fátima, figura histórica a la que se atribuyó una
cantidad cada vez mayor de leyendas y títulos divinos: se la conoció como “la
madre de su padre”.
La muerte de Husayn, el nieto de Mahoma, hijo de Fátima, recordado por su sanguinaria decapitación durante la
celebración del Año Nuevo (Muharran) islámico. La mayor adoración por Husayn
existe en Irán, origen de la antigua tradición de la diosa y su hijo a través
de Atargatis y Mitra. (¡No puede ser! Ya he dicho antes que los arios
destruyeron a la diosa). La festividad de la primavera perdura bajo la forma de
Nauruz.
Celebración del Año Nuevo (Muharran) islámico
Comentaris
Humor aparte, me agrada que leas con tanta atención el ensayo.