La expansión fenicia por el Mediterráneo
Me permito
utilizar el estudio de Manuel Miguel en Arte
Historia Estudios, del que realizo un resúmen con el fin de introducir el mundo de la Diosa semita y encuadrarla en su contexto histórico. Los fenicios habían
iniciado su expansión por el Mediterráneo después de la caída de Troya, hacia
el 1184 a.C. El mundo Egeo sufría un profundo retroceso cultural y económico en
dicha época.
El conocimiento de los astros y una serie
de mejoras técnicas en la construcción de barcos permitieron a los fenicios
emprender un proceso de expansión que acabó configurando una verdadera
talasocracia que sustituyó a la micénica. La expansión se produjo a través del
entramado de islas que jalonan el Mediterráneo. Primero colonizaron la isla de
Chipre, desde donde pasaron a Roda, que
fue su puerta al Egeo. Desde allí se dirigieron a la isla de Creta, que
utilizaron como trampolín hacia las islas del Mediterráneo central. Malta,
Sicilia, Gozo, Pantellaria y Lampedusa fueron colonizadas por navegantes
fenicios. La costa norteafricana y la isla de Cerdeña fueron sus objetivos
posteriores. Finalmente, los fenicios se aventuraron hasta las Baleares y de
allí pasaron a dominar el Estrecho de Gibraltar, en cuyas orillas establecieron
numerosas factorías.
Rutas
fenicias y púnicas. Fuente Mediterráneo Sur
La primera colonia fenicia de Chipre fue
Kition, fundada por gentes de la ciudad de Sidón en época muy antigua. A esta
primera fundación siguieron las de Idalion, Tamassos, Golgoi, Marion y
Lapethos. Junto con Rodas, las ciudades chipriotas fueron los principales
centros de producción manufacturera de cerámicas, bronces, joyas y muebles que
se distribuían por todo el Mediterráneo.
Desde principios del siglo VIII los
fenicios controlaron las rutas de navegación que conducían a las dos
principales reservas de metales de Occidente: Cerdeña y Tartessos.
Las fuentes
historiográficas griegas situaron la fundación de las primeras colonias tirias
en el Mediterráneo occidental -Gadir, Lixus y Útica- en torno a 1100 a.C.,
aunque los vestigios arqueológicos la sitúan más tarde, a principios de siglo
VIII a.C. Allí las expediciones exploratorias establecieron pequeñas factorías
comerciales, desde fines del siglo IX o principios del siglo VIII a.C. Más
tarde, desde comienzos del siglo VII a.C., se produjo un proceso de emigración
masiva de gentes provenientes de Fenicia que escapaban del terror de la
conquista asiria y que procedieron al poblamiento de las antiguas factorías.
Otras muchas colonias se fundaron, bien desde la propia Fenicia bien desde
algunas de las grandes colonias, como Cartago o Gadir. Así, Leptis Magna o
Sabratha, en la costa norafricana, o Ebusus, en las Baleares. Desde
aproximadamente 600 a.C., se inició una nueva fase en el proceso de
colonización, en la que las colonias fueron perdiendo progresivamente su vinculación
a las ciudades cananeas orientales debido a la crisis que reinaba en aquella
región. Chipre se convirtió en el principal nexo entre el Mediterráneo oriental
y las colonias más occidentales.
Rutas
comerciales y exploraciones fenicias. Fuente Arte
Historia Estudios
Cartago, emplazada en una península del
golfo de Túnez, fue fundada, según la tradición, en 814-813 a.C. por una
facción de la aristocracia tiria. Su importancia se revela ya en su nombre:
Qart-hadasht, que significa capital nueva. Fue sin duda la colonia fenicia más
extensa y poderosa. Su superficie urbana fue comparable a la de las grandes
ciudades de Oriente. Su densidad de población fue también muy superior a la del
resto de las colonias fenicias. A mediados del siglo VIII a.C., había alcanzado
ya su carácter de gran metrópolis comercial debido a su posición estratégica,
ya que era paso obligado de las naves que, procedentes de Gadir, regresaban a
Tiro. Cartago dominaba además las feraces llanuras interiores, que constituían
una de las regiones agrícolas más importantes de África.
Cartago fundó colonias otras colonias
fenicias en Sicilia y Cerdeña. En Sicilia, la colonia fenicia más importante
fue la Motya; emplazada en un islote frente a la ciudad de Marsala, al este de
la isla, Motya dominaba el canal de Sicilia frente a Cartago, canal que
constituía un enclave vital para la navegación.
Motya tenía una necrópolis de incineración situada al norte del islote,
diversas dependencias mercantiles y portuarias, un templo, y un recinto sagrado
o tofet en el centro de la ciudad.
En Cerdeña, los fenicios tenían grandes
centros portuarios, como Cagliari, Nora, Bithia, Sulcis y Tharros, en el sur y
suroeste de la isla, que fueron el núcleo de expansión fenicia hacia el interior
durante los siglos VIII y VII, con el objetivo de controlar la producción
agrícola y metalúrgica. Sulcis, por ejemplo, creó durante el siglo VII una
amplia red de fortificaciones -Monte Sirai, Pani Loriga- destinada a garantizar
el control sobre el territorio circundante rico en plomo y plata. La
construcción de estos enclaves fortificados, fundados a veces sobre poblados
devastados, sugieren que los fenicios practicaron una política de conquista
violenta sobre la población autóctona.
Barco
fenicio
La manifestación cultural más conocida de
las colonias fenicias del Mediterráneo central fue el tofet, un recinto sagrado
situado en la periferia de las colonias, donde se practicaban sacrificios
humanos y se inmolaban niños en honor de las divinidades Baal, Astarté o Tanit.
Esta práctica tiene su origen en Fenicia e Israel, pero su máximo desarrollo se
dio en Sicilia, Cartago y Cerdeña donde se practicaba el sacrificio de niños,
sobre todo primogénitos de las familias más ilustres de la ciudad. Los
cartagineses lavaban los cuerpos de sus difuntos y los untaban con aceites
olorosos antes de maquillar el rostro. El cadáver era entonces presentado a los
familiares y amigos, quienes organizaban un banquete y una procesión funeraria,
ofreciéndole al difunto ofrendas de
comida y bebida en un altar especial. Finalmente, el cadáver era enterrado con
objetos que se creía le serian útiles en la otra vida: herramientas, armas,
perfumes, cerámica, etc. Amuletos y otros objetos también se introducían en la
tumba, para proteger al muerto en su último viaje.
Tumbas cartaginesas en las Islas Baleares. Puig des Molins.
Fuente: Historia
para no dormir
Santuario púnico de Puig des Molins, siglo VI a.C.
Orantes de Puis Des Molins (Eivissa)
En el Mediterráneo occidental, Gadir desempeñó el mismo papel que
Cartago. Su influencia se extendió desde Ibiza, posiblemente una fundación
gaditana de los siglos VIII-VII a.C., hasta Lixus y Mogador, en la costa
atlántica marroquí. Los fenicios de Gadir se establecieron en diferentes puntos
de la isla de Ibiza. El asentamiento fenicio en Gaidr estaba emplazado en la
isla más pequeña (Erytheia) de un archipiélago que hoy se encuentra unido a
tierra formando la península de Cádiz. Los objetivos de Gadir eran canalizar
las riquezas procedentes de su territorio inmediato -Tartessos- y controlar el
acceso a la ruta atlántica a través del estrecho de Gibraltar, donde los
fenicios obtenían estaño, oro y marfil a través de la colonia de Lixus, que
conducía directamente a unos territorios interiores ricos en marfil, oro, sal,
cobre, hierro y plomo. Más al sur, la isla de Mogador estaba situada en aguas
ricas en pesca y atún. Gadir mantuvo una intensa explotación de la plata
tartésica, exportada a Oriente y a Grecia en lingotes. La importancia de Gadir
no radicó tan sólo en su monopolio sobre la plata de Tartessos, sino también en
su célebre templo de Melqart, cuyo prestigio está recogido en todos los
escritores clásicos del mundo antiguo. El dios Melqart, más tarde asimilado a
Herakles-Hércules, era el patrón de Tiro y, por tanto, el representante de la
monarquía tiria en Gadir.
El
castillo de Santi Petri, situado junto el mar
en una zona intermedia entre el término municipal de San Fernando y el
de Chiclana. Aquí se supone estuvo el Templo
de Melqart en Gadir
Herakles-Melqart chipiotra. C. siglo V a.C. Museo Barracco, Rome,
Italy
La mayor concentración de colonias fenicias
del Mediterráneo occidental se localiza entre Almería y el río Guadalhorce, en
Málaga, situadas en las desembocaduras de los principales ríos de la Andalucía
oriental, lo que permitía a sus pobladores dominar las vías de penetración
hacia las vegas de Granada y Almería y explotar los valles de aluvión que
garantizaban el abastecimiento agrícola. Uno de los enclaves más importantes
fue el del Cerro del Villar, en la desembocadura del río Guadalhorce, en la
actual Málaga. Los yacimientos arqueológicos muestran que allí se desarrolló
una industria especializada en la producción de ánforas y grandes contenedores.
El enclave dominaba la entrada hacia las campiñas de Sevilla y Córdoba y
desarrolló una agricultura intensiva de regadío.
Durante la Segunda Edad del Hierro (900-550
a.C.), la red de colonias fenicias se convirtió en un imperio comercial merced
a su dominio sobre el tráfico del hierro. Por ello, los imperios mesopotámicos -asirios,
babilonios y persas- trataron en repetidas ocasiones de someter a las ciudades
fenicias orientales, con el fin de asegurarse el control sobre el comercio
mediterráneo, hasta que Fenicia sufrió las invasiones de los Pueblos del Mar,
que terminaron con su autonomía.
En 875 a.C., el rey asirio Assurnarsipal
II sometió a tributo a las principales ciudades fenicias, incluida Tiro,
tributo que fue renovado en tiempos de Salmanasar III mediante sucesivas
incursiones militares. Por su parte, Egipto, que vivía un periodo de
recuperación bajo los faraones de la XXII dinastía, pugnaba por recuperar su
influencia sobre Fenicia. Los faraones apoyaron la resistencia anti-asiria de
las ciudades cananeas e impusieron su protectorado sobre algunas de ellas, como
fue el caso de Biblos. Tras la muerte del asirio Salmanasar III, la crisis de
su imperio favoreció las ambiciones de Egipto, que pudo ampliar su dominación
sobre Fenicia.
Ciudad
fenicia de Tiro. Área de excavación de Al Mina.
La competencia de estos dos imperios por
el control sobre las ciudades cananeas produjo graves tensiones en el interior
de las mismas y surgieron dos facciones: la realeza de las ciudades y los
sectores aristocráticos formaban la tendencia filo-asiria. Para esta facción,
el pago de tributos a los asirios era preferible a la dependencia
administrativa y política del Imperio egipcio. Por su parte, las clases urbanas
de artesanos y comerciantes propugnaban la alianza con Egipto como medio de
desembarazarse de los onerosos tributos debidos a los asirios, que recaían
principalmente sobre el producto del comercio. Estas tensiones produjeron
luchas internas en el seno de algunas monarquías, y en el caso de Tiro dieron
lugar a la escisión de la dinastía. La hermana del rey de Tiro, Elisa, se
alineó con la facción filo-egipcia de la ciudad y, tras luchar por el gobierno
de la ciudad, se exilió junto con sus partidarios. Del periplo de Elisa surgió
en 814 a.C. la fundación de Cartago, que habría de convertirse en la principal
metrópolis colonial fenicia.
Con la subida al trono asirio de
Tiglat-Pilaser III se inició un nuevo periodo de sometimiento de las ciudades
cananeas. Los asirios abandonaron su antigua estrategia de imposición de
tributos para pasar a una política de conquista y ocupación del territorio que
consiguieron en 743 a.C. Durante el reinado del asirio Senaquerib, una
coalición de ciudades protagonizó una importante revuelta, a la que siguió una
represión y al sito de Tiro; siguió otra rebelión apoyada por Egipto durante el
reinado del asirio Asarhadón que concluyó con la destrucción de Sidón en 667
a.C. y con la anexión de los territorios aledaños a Tiro, ciudad ésta que quedó
reducida a su territorio insular. Buena parte de Fenicia fue sometida a la
administración directa del Imperio asirio y repartida en provincias. Desde
entonces, sólo Biblos, Arvad y el islote de Tiro conservaron una cierta
autonomía, aunque sometidas al pago de tributos y a la presencia de
gobernadores asirios.
La destrucción del Imperio asirio por la
coalición de las fuerzas babilonias y medas en 612 a.C. supuso el fin de la
dominación asiria sobre Fenicia, un período de violencia que obligó a gran
parte de la población fenicia a huir de las devastaciones, convirtiendo las
plazas fenicias de en auténticas ciudades.
En las ciudades fenicias orientales, la
desaparición del Imperio asirio fue seguida por el apogeo del Imperio
babilónico y la dominación de Nabucodonosor II, que acabó con la monarquía y la
claudicación de Tiro. Finalmente, la unificación de todo el Oriente Próximo por
el Imperio persa afectó también a las ciudades cananeas, que pasaron a formar
parte de una de las satrapías o unidades administrativas del imperio. La
dominación persa parece que fue mucho menos onerosa para los fenicios
orientales que las anteriores, puesto que no se han conservado noticias de
rebeliones y las ciudades gozaron de una amplia autonomía local. Después
llegarían el período helenístico y el romano.
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