Pervivencia de la diosa en Israel
Otros
autores afirman que los textos de la Biblia son más modernos y que datan de la época helenística (siglos III
y II a.C.), cuando fue definido el concepto de Israel como nación, como una
identidad étnica y religiosa, bajo el mandato de los Macabeos, como sostiene Philip Davies. Entonces los sacerdotes hebreos iniciaron una serie de
encarnizados ataque a la diosa Asherah, cuyo culto logró
perdurar entre el pueblo hebreo, incluso fue incorporada a los textos
sapienciales y a ciertas tradiciones del judaísmo como la Cabala.
En un pasaje del Libro de Josías, Dios
dice por boca de Efraín que es su Anat y Asherah quienes traen la
abundancia y la fertilidad. Asherah perduró en las creencias populares hasta el
621 a.C., fecha en que el rey Josías reformó las prácticas religiosas de
Jerusalén. Encontramos referencias a la diosa en el Cantar de
los Cantares y el Libro de Isaías.
Yahvé, Shekhina y Eva
“La
divinidad judía Yahvé –solitario, supremo, masculino y perfecto- fue una figura
extraña para las tribus cananeas conquistadas, pues estaban acostumbradas a una
diosa madre que fomentaba la actividad y el goce sexuales como parte
inseparable de su culto” (Shahrikh Husain “La Diosa”. Pág 88). En realidad, como
han demostrado arqueólogos e historiadores israelitas como Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman (La Biblia desenterrada.
Ed. Siglo XXI. Madrid, 2003), los patriarcas del Éxodo, la presencia de los
israelitas en el Sinaí, la conquista de Canaán, el período de los Jueces, la
Jerusalén de Salomón… no son hechos históricos.
El pueblo israelita deriva del cananeo.
Los antecesores de los judíos son los propios cananeos que hacia el 1.000 a.C.
habitaban las colinas que van desde la Baja Galilea hasta el desierto del
Negev. Esta gente había adoptado al dios fenicio Baal como su dios, al que
llamaron Jeho-Baal (es decir, el “Baal de los judíos”) y también le asignaron una
esposa, la diosa madre Asherah (se supone introducida
por alguna de las míticas setecientas esposas de Salomón), convertida para los
primitivos israelitas en la diosa madre del universo.
A finales del siglo XX en las ruinas de
Kuntillet Ajrud (noreste del Sinaí) y en Jirberal-Kom (Hebrón) se hallaron
restos cerámicos en los que aparece el nombre de la diosa Athira. En dos grandes pithoi o cántaros de almacenamiento de
más de un metro de altura, se encontró la inscripción: "Amaryu dijo a mi señor... Yavéh y su Ashira
te bendigan. Que Él te bendiga y te guarde y estés con mi señor". Otra
inscripción reza: "Te he bendecido
por Yavéh y su Ashira". La cerámica ha sido fechada en 800 a.C. En
Jirberal-Kom otra inscripción hallada en recipientes similares dice: "Uria, el rico, ha querido que esto se
escriba: bendecido sea Uria por Yavéh y por su Ashira; de sus enemigos ha sido
salvado". "El culto de Ashira como esposa de Yavéh era
un elemento integral de la vida religiosa en el antiguo Israel: ambos eran la
pareja divina más popular", explica el antropólogo israelí Raphael Pataï en su obra The Hebrew Goddess.
Pithoi de Kuntillet Ajrud (800 a.C.)
Inscripción del Pithoi
de Kuntillet Ajrud (800 a.C.)
Dibujos del Pithoi de
Kuntillet Ajrud (800 a.C.)
El Gnosticismo
El Gnosticismo va más lejos y postula
la hipótesis de que lo divino es la unión de lo masculino y lo femenino y de
que la búsqueda espiritual de la humanidad supone la aspiración a unirlos. El Gnosticismo no puede
ser definido como un grupo o una creencia concreta. Se trata más bien de un
conjunto de ideas paganas y enseñanzas
del tipo de que Jesús no era realmente Hijo
de Dios, ni siquiera que se hubiese realmente encarnado como hombre. Por
otro lado era un culto iniciático, esto es, mediante la práctica de ciertos
ritos más o menos complejos, se iba ascendiendo escalones hasta pertenecer a
una supuesta élite de iluminados y únicos poseedores de la
revelación divina. A sus ojos todo lo material era malo, y solo lo que
ellos consideraban como "espiritual" era bueno. En este sentido
practicaban un dualismo exacerbado. Ya que Dios es Espíritu, y por ello Bueno:
Él no podía haber creado este mundo material malo y corrompido en el que
vivimos, obra del demonio.
El gnosticismo es un grupo de creencias
místicas que influyeron en el cristianismo de los siglos II y III. Sus
seguidores consideraban que la única forma de aproximarse a lo divino era a
través del conocimiento o gnosis. Para ellos, María Magdalena como confidente, o según algunas tradiciones, consorte de Cristo,
era el receptáculo de la sabiduría espiritual. Según el texto egipcio Pistis sophia (siglo
III) Jesús alaba a María Magdalena, Juan y la Virgen como los mejores de sus
discípulos, los únicos que recibirán los misterios del Inefable.
La aparición de Cristo a María Magalena de Alexey Egorovich Egorov,
1818
Tretyakov Gallery, Moscow
San Epifanio –azote de herejes en el
siglo IV– habla de unas sectas escindidas del cristianismo que incluían a María
Magdalena en una trinidad sexual junto a Jesús y a otra mujer a la que el
Mesías había producido de un costado de su cuerpo.
Hubo sesenta o más sectas gnósticas, pero
todas intentaban unirse con dios mediante un aprendizaje intensivo y una
apasionada devoción equiparable al amor sexual. Para los gnósticos, aquellos
que aspiraban a lo divino eran espirituales y buenos, y quienes buscaban el
placer físico como fin en si mismo eran materialistas y malos.
***
Los sacerdotes judíos parodiaron esta
concepción del matrimonio divino y
presentaron a Israel como símbolo de la Diosa y la calificaron como una ramera
perversa y destructiva que traicionaba constantemente a Yahvé é, su marido, y
como consecuencia le sobrevenía al pueblo todo tipo de desgracias.
El Libro de
los Proverbios hace referencia a la forma
judaica más duradera de la divinidad femenina, la forma imprecisa de una mujer
de la sabiduría, la compañera de dios que esta junto a él desde el principio.
Esta “esposa” de Yahvé aparece en numerosos textos místicos del judaísmo. Según
el Talmud (enciclopedia de todo el saber judío) la diosa fue el aspecto
manifiesto (la epifanía) de dios, cuya presencia el pueblo solía ver y oír
además de percibir. Los comentarios de los rabinos, llamados Midrasim
la reconocen como la intercesora de la humanidad ante Dios. Se la conoce con el nombre de Shekinah, Hokhmah y Sofía. Su tamaño ocupaba millones de kilómetros y su brillo hacía que
los ángeles se tapasen los ojos, aunque también era capaz de tornarse minúscula
e invisible.
La Gloria Shekinah entra en el
Tabernáculo, ilustración de la The Bible and Its Story Taught by One Thousand Picture
Lessons.
Editada por Charles F. Horne and Julius A. Bewer, 1908
Shekhinah moraba en el templo de Jerusalén, al tiempo que deambulaba con
las tribus y encarnaba a Israel y su pueblo. Sólo era visible para los hijos de
Israel y una de sus funciones consistía en sanar y consolar. Según el
gnosticismo judío el mundo y el primer hombre fueron creados por Shekhinah. Con cada generación sucesiva
de pecadores –de Adán a los sodomitas- se replegó y finalmente se refugió en el
séptimo cielo (el más lejano) lo que evoca el paso de Inanna por los siete portales del mundo de los muertos. La
personificación de la Shekhinah se ha atribuido, en parte, a la traducción de
la Biblia al arameo o Tárgum de Onquelos, que traspone todas las formas del verbo hebreo “yo moro” a “mi Shekhina mora”. Coetáneo del Talmud es el Tárgum (explicación del significado
del texto de las Escrituras). Sólo perduró una pequeña parte de los numerosos targumim orales que se escribieron.
Entre ellos se cuenta el Tárgum
original de Judá conocido como Tárgum de Onquelos.
La escuela de psicólogos junguianos
achaca la reaparición de la diosa en Israel a la necesidad del pueblo de una
deidad que proporcionara los elementos que la humanidad consideraba que le
faltaban a un dios que estaba solo.
El descrédito de Eva
La
diosa fue venerada como la Sabiduría: la consorte
incognoscible e incorpórea de Yahvé. Cuando en el Génesis se manifiesta como una mujer de carne y hueso llamada Eva, es abiertamente degradada y privada de su divinidad. Su
descrédito comienza haciéndola nacer del hombre, concretamente a partir de una
costilla de Adán, un mito corrupto procedente de otro más antiguo de
Mesopotamia según el cual la diosa madre Ninhursag curó la costilla del
dios del agua Enki y en el procesó creó a la
diosa Nintur, que simultáneamente significa “dama de la costilla” y “dama que
da la vida”. Nintur se convirtió en la patrona de los partos y formó niños en
el útero a partir de las costillas de las futuras madres. Pese a que quiere
decir “madre de todo lo que está vivo”, Eva fue degrada como originadora de todos los males y corruptora de
los hombres, cualidades que, según creían, transmitía a todas las mortales que
son sus herederas.
Resulta revelador que, a la luz de la
otra manifestación bíblica de la diosa en tanto Shekhinah, el pecado de Eva sea
la sed de conocimiento. La caída es el símbolo de su humanización. El acto de
Eva no introdujo la muerte como precursora de la regeneración –como había
ocurrido en cualquier religión de la diosa-, sino como aterradora interrupción
de la vida. Dado que la diosa encarnaba toda la naturaleza, ésta también se
degradó a raíz de la caída de Eva.
Eva
de Gustav Klimt
El Cantar de los Cantares
Este bello poema se redactó hacia el 1000
a.C. En él existe una presencia femenina, la esposa, y se alude a rituales
de fertilidad corrientes en el Oriente Próximo. El lenguaje religioso de la
época está cargado de imágenes sexuales relacionadas con la tierra, como las
que presenta el canto nupcial de Inanna:
“..Soplad en mi jardín, que coman sus perfúmenes.
Mi amado va a venir a su jardín, a comer sus frutos exquisitos”
Y el esposo responde:
“Yo vengo a mi jardín,
hermana mía, esposa,
a coger de mi mirra y de mi bálsamo,
a comer de mi panal y de mi miel,
a beber de mi vino y de mi leche”.
La referencia constante a la hermana y
esposa recuerda tanto a Osiris y a Isis como a Baal y Anat, lo que nos lleva a
la conclusión de que los versos existían mucho antes de su recopilación en el
Cantar de los Cantares.
Marc
Chagall, 1960. El Cantar de los Cantares. Musée national Message Biblique Marc Chagall, Nice, France
Después de la unión, la esposa añade:
“Abrí a mi amado; mas mi amado
se había ido ya, había pasado.
Mi corazón salió tras el eco de sus pasos:
Le busqué y no le hallé.”
Al
igual que el hijo-amante, después del sagrado matrimonio el esposo murió y
“descendió a su jardín” –la cuna de la siguiente generación- para “recoger los
lirios” (nos recuerda al Kamasutra y su descripción del sexo femenino
“perfumado como el lirio que acaba de abrirse”). En el año 100 d.C. el Concilio
de Jamnia dijo que El Cantar de los Cantares era una alegoría de la relación entre
Yahvé e Israel. El monoteísmo pretende que sea una metáfora de la unión entre
el alma humana y lo divino, es decir, de la comunión de Cristo con la Iglesia.
Sin embargo, parece que el esposo que
muere evoca algo más tangible cuando pregunta:
“¿Quién es aquella
que se alza cual la aurora
hermosa como la luna,
brillante como el sol,
terrible como ejército en banderas?”
Es
una evocación demasiado evidente de la reina
del cielo de Oriente Próximo para interpretarla como una mera coincidencia.
Marc
Chagall, 1960. El Cantar de los Cantares. Musée national Message Biblique Marc Chagall, Nice,
France
María Magdalena
Esta mujer es la antítesis de la madre de
Cristo, la encarnación del elemento sexual totalmente erradicado de la
naturaleza de la virgen. En el Nuevo Testamento hay varias mujeres que se llaman María y no queda claro cual de
ellas es María
Magdalena. El Evangelio
según Lucas la identifica como una de
las mujeres que acompañó a Jesús cuando partió de la casa del fariseo Simón, de
la cual habían salido siete demonios. Se suele equiparar a Magdalena con la
“pecadora” regañada por Simón por cubrir los pies de Cristo con ricos
ungüentos. Sin embargo, esta untadora pecadora
aparece nombrada en el Evangelio de Juan como María de Betania, hermana de Lázaro.
Francesco Hayez (1791–1882), La Magdalena penitente, 1825
Civica Galleria d'Arte Moderna.
El teólogo Orígenes (185 -254) distinguió
entre María de Betania, María Magdalena y la pecadora anónima. La Iglesia ortodoxa griega atribuyó una
festividad distinta a cada una de estas mujeres. A partir del siglo VI la
Iglesia occidental ha combinado a las tres con el nombre de María Magdalena y
celebra su fiesta el 22 de julio.
Marcos afirma que Cristo
resucitado se apareció, en primer lugar, ante María Magdalena, de la que había
arrojado siete demonios. Juan también dice que fue la primera persona que vio a
Cristo cuando abandonó el sepulcro, si bien al principio la confundió con el
hortelano. En las narraciones mesopotámicas de Inanna e Istar se cuenta como estas diosas atravesaron los siete portales del
infierno (la entrada y salida del mundo de los muertos) y el “hortelano” era el
título que se daba al hijo-amante de Inanna -llamado Dumuzi- cuando retornó del mundo de los muertos.
María Magdalena atribuida a Leonardo por Carlo Pedretti. Con
anterioridad, se consideraba que era una obra de Giampietrino. Esta atribución
a Leonardo no es aceptada por algunos especialistas como, por ejemplo, Carlo
Bertelli, ex director de la Galería Brera de Arte en Milán, que además de
opinar que no es de Leonardo, cree que el tema podría ser una Lucrecia sin el
cuchillo.
Según Geoffrey Ashe en los
antiguos textos coptos (cristianos de Egipto) se afirma que Magdalena se apareció a alguien que dormía y le contó que ella y la virgen era una misma persona, por lo que forman una pareja que
representa aspectos distintos de una diosa compuesta que combina la dualidad de
virgen y lamenta, de la misma manera que Inanna-Istar y muchas diosas más.
En
la imaginación popular María Magdalena está imborrablemente vinculada al pecado
carnal. Suponemos que los siete demonios exorcizados representan su sexualidad.
Según Jacobo vorágine –hagiógrafo italiano del siglo XIII-, María significa “lágrimas
amargas” (en realidad significa “del mar”) y Magdalena “culpa perdurable”,
siendo la sexualidad prohibida la que convierte a Magdalena en una figura tan
impactante para el pensamiento cristiano. Jesús la amó por sus terribles
pecados y fue su compañera habitual, despertando la envida de los apóstoles
María
Magdalena en la gruta, de Jules Lefevre
La tradición postbíblica dice que huyó de
Israel y navegó a la deriva hasta que llegó a la costa francesa (la Camargue),
en la que tuvo una ilustre carrera como misionera, pletórica de conversiones y
milagros. Dean
Brown en el Código Da
Vinci popularizó la leyenda de que María
Magdalena llegó a Francia para poner a salvo la sangre de David, es decir, los
hijos que había tenido con su amante Jesús, los cuales fundaron la primera
dinastía real francesa –la merovingia-, cuya sangre se
conoce como Sángrela o Santo Grial. Se
dice que el cuerpo de María Magdalena apareció en la cripta de la iglesia de
Saint Maximin, en Aix-en.Provence. Esta leyenda fue tomada de la Leyenda Áurea de Jacobo de Vorágine, quien la describe como madre de reyes, mientras que los merovingios –anteriores a Carlomagno- la
reivindicaron como su antepasada. Dado que también creían que era consorte de
Cristo, en realidad estaban dando a entender que descendían de Dios.
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