La Diosa guerrera


      En una danza balinesa, la poderosa y destructora bruja Rangda intenta asolar al reino y mata a la mitad de la población hasta que un ser sagrado la vence.


La bruja Rangda

            A las diosas guerreras como Kali, Sejmet y Anat se las presenta como feroces luchadoras y defensoras del universo. Es la cazadora que simultáneamente protege la naturaleza, como lo ilustra el que aparezcan acompañadas por un animal salvaje (león o ciervo) y en el caso de Artemisa y de diversas divinidades celtorromanas, de un perro de caza o sabueso.


Sejmet y Anat (Astarté)



Relieve Burney o de La Reina de la Noche. Representación de Ishtar/Ianna (a veces Lilith o Ereshkigal) en el Museo Británico. Siglo XIX o XVIII a.C. La Velleta Verda


Gaston Casimir Saint-Pierre. Diana Cazadora

          La diosa suele manifestar su aspecto más feroz cuando protege los misterios femeninos. Su virginidad, su sexualidad intacta le proporciona un poder concentrado que la convierte en una enemiga invencible. Por ello, a menudo, es patrona de guerreros y soldados, los monarcas la veneran y erigen monumentos a la victoria para glorificarla en puntos tan distintos como India, África y América del Sur.

1. La destructora divina

     Desde la perspectiva religiosa, la fuerza del bien también posee una faceta terrible y la desencadena contra los transgresores morales y malvados. El dios de Abraham envía inundaciones, incendios, plagas y otras catástrofes a fin de aniquilar ciudades, naciones e incluso a la humanidad entera cuando se corrompe. Sin embargo, no es fácil personificar su cólera porque el judaísmo, al igual que el islamismo, prohíbe las imágenes de la divinidad masculina monoteísta.


El dios Yahvé, destructor de  la Humanidad. Grabado de Gustave Doré

            Podemos afirmar lo contrario de la diosa india Kali, cuya representación popular la muestra inmensa y erguida, con la lengua que asoma ensangrentada entre los dientes y con los múltiples brazos cargados de armas y trofeos de su sed de venganza: cráneos humanos, cabezas cortadas y manos amputadas. Danza frenéticamente y se arriesga a aplastar el mundo y destituirlo hasta que Siva, su esposo, repose entre los cadáveres que yacen a sus pies. Kali reconoce a su marido, sale del trance y recobra la conciencia.


Kali. Miniatura en papel hindú

           El mito indio del cataclismo comienza cuando las deidades abordan a la diosa y le piden ayuda para luchar con los demonios que, con su maldad, amenazan al mundo. Los dioses empiezan a rezar plegarias y a  pensar hasta formar una brillante montaña con los rezos y pensamientos. De esa montaña surge Mahamaya (manifestación de la presencia cósmica, la gran diosa), quien adopta la forma de Durga, armada y montada en un león, y vence a un demonio tras otro. En diversos momentos de la contienda se multiplica en distintas diosas bélicas y al final, bajo la forma de Kali, se enfrenta con  Raktavija, general de los demonios, cuya sangre, al caer gota a gota al suelo, se convierte en un centenares de demonios. Kali lo frustra recogiendo en la boca la sangre que pierde y finalmente lo asesina.


La diosaDurga luchandocontra el general de los demonios Raktavija

     Existen extraordinarias semejanzas entre los mitos indio y egipcio del cataclismo. Al igual que Durga, Sejmet se vincula con los leones (guardianes de la puerta de la cueva de la diosa) y procede de Hator, diosa más apacible, del mismo modo que Durga proviene de Mahamaya. Ambas ponen en juego fuerzas protectoras para defender a los dioses de enemigos peligrosos y malignos (Ra y el panteón indio, respectivamente) y son invencibles.

      Hator, hija de Ra, se enteró que los seguidores humanos de Set planeaban una conspiración contra su padre. Entonces adoptó la forma de Sejmet, realizó una matanza y se retiró a descansar. Temerosos de la desaparición de la humanidad, los dioses preparan siete mil jarras de vino teñido de rojo con ocre. Al despertar Sejmet ve los campos cubiertos por este líquido parecido a la sangre y lo bebe para saciar su sed de venganza. El vino sume a la diosa en un profundo sopor y la humanidad se libera de la destrucción.

      En todos los casos, el frenesí destructor de la diosa aflora transitoriamente para luchar con los enemigos de uno o varios dioses de la justicia y es la energía positiva masculina la que restablece el equilibrio.


Representación de la diosa egipcia Sejmet por Gabi Torres, 2009

     La sangre derramada por la diosa durante el frenesí bélico no es un simple efecto secundario de la destrucción. Tiene importancia en tanto materia prima de la vida y la muerte que la alquimia divina puede convertir en un nuevo ser. Al liberar al mundo del mal, la diosa también prepara el espacio para la nueva generación o raza que aparece después de todo cataclismo y que puebla nuevamente el mundo.

La diosa en armas

      Los pueblos animistas afirman que los millones de astros del firmamento pueden convertirse sin dificultad en un rutilante ejército que combate la oscuridad con sus cuerpos incandescentes. Por eso, las diosas de la guerra suelen estar relacionadas con el sol y las estrellas. La diosa de la guerra de la mitología eslava es Zaria –la diosa del alba- que nace armada para dispersar las fuerzas de la noche. La estrella matutina babilónica Dilbah también destierra la oscuridad.


 Representación de Sagitario y la diosa eslava Zaria

      Probablemente por estos motivos las diosas de la guerra se representan cubiertas de brillante armadura o de joyas, oro y plata. El Avesta –texto religioso del zoroastrismo- describe a la diosa múltiple Anahita como una deidad extraordinariamente alta y fuerte, de aspecto imponente y generosamente enjoyada. Anahita era la energía divina del bien que, según creían, fluía a través de los monarcas de Irán, a quienes protegía de los invasores del norte.


Diosa Anahita, la Señora Leona y la reina de las bestias. British Museum, 500 d. C.

            Los griegos equipararon a Anahita con Atenea. La diosa griega también era alta, imponente y se interesaba por las hazañas de los héroes. Durante la guerra de Troya defendió a Aquiles de París, ayudó a Heracles (Hércules) a cumplir sus trabajos y guió las travesías de Ulises. Su ave preferida era la misteriosa lechuza, que caza de noche, pero que nunca intervenía cuando la diosa libraba una batalla.


El Juicio de Paris. Rubens. Este concurso de belleza entre Hera, Afrodita y Atenea provocó la guerra de Troia, durante la cual cada diosa defendió a un heroe.

                  El cuervo bélico de la trinidad irlandesa de la guerra, denominada Morrigan (Ana, la virginal; Badb,  el “hirviente” caldero celta: la madre; Macha, la madre muerta), aparecía siempre como anunciador de la muerte. Morrigan tenía una risa aguda y estentórea que congelaba el corazón de los hombres valientes. En uno de los conflictos más conocidos, Morrigan desafió a Cuchulainn –héroe irlandés, protegido por la druida Scathach- adoptando diversas formas animales después de que el héroe rechazase sus insinuaciones sexuales.



La Trinidad Morrigan

     Morrigan, también conocida como Morrigu, es la diosa celta de la muerte y la destrucción, representada con armadura y armas. Está presente en todas las guerras, tomando la forma de cuervo o corneja. Su papel en la guerra es infundir en los soldados la fuerza y la ira para combatir. Su nombre significa "Gran Reina" o "Reina Espectral". Morrigan también se puede encontrar escrito como Carrie o Carrigan.

      Representa la renovación, la muerte que da a luz a una nueva vida, el amor y el deseo sexual. La vida y la muerte están muy unidas en el universo celta. Morrigan es doncella, madre y viuda. Formaba una tríada con Badb y Macha, aunque en algunas fuentes se la describe como diosa triple, incluyendo bodbh y Macha como otras manifestaciones de Morrigan.




La trinidad irlandesa de la guerra, conocida como Morrigan (Anna, la virginal, Badb, el "herviente" caldero celta: la madre, Macha, la madre muerta)


     En tanto aspecto de la diosa tierra, Morrigan simbolizó  la territorialidad y la protección de su pueblo. En la lucha con los autóctonos Fir bholg (hombres de las bolsas o sacos), ayudó a sus preferidos, el pueblo tuatha de Dannan, a conquistar Irlanda. A menudo Morrigan lavaba las mortajas de los guerreros a punto de morir en el campo de batalla, momento en que adquiría el aspecto de arpía gigante que estaba a horcajadas sobre un río o como una mujer alta sumergida hasta las rodillas en el agua enrojecida por la sangre derramada.

La guerra de Troya.

      La diosa Éride (o discordia) fue excluida de un festín celestial y arrojó una manzana de oro a las asistentes. Como iba dirigida a la más hermosa, Hera, Afrodita y Atenea la reclamaron para sí. Zeus se negó a elegir y obligó a Paris (el más apuesto) a que lo hiciese. Cada una de estas diosas le ofreció un soborno para que las escogiera. Hera le prometió el poder, Atenea la sabiduría y la victoria en la guerra y Afrodita el amor de Helena, la mujer más bella del mundo. Las opciones planteadas al príncipe troyano sólo eran una ilusión, que cumplía el destino planeado por Zeus para despoblar Grecia mediante la guerra.



Anton Raphael Mengs: El juicio de Paris. (Urteil des Paris, ca. 1757).

            Zeus había engendrado a Helena con este fin. Como era de esperar, Paris escogió a Afrodita, pero al preferir un elemento del principio femenino sobre los demás desencadenó las oposiciones inherentes a los diversos aspectos de la diosa. Al optar por el amor y la belleza no sólo rechazó la maternidad, sino la castidad y la protección y durante la guerra de Troya tanto Hera como Atenea ayudaron a los griegos.

Mujer guerrera. La amazonas

      La diosa también puede aparecer bajo la forma de mujer guerrera mortal o semidivina, como la druida Scathach, mentora del héroe irlandés Cuchulainn. Estas mujeres son aspectos de la gran diosa Soberanía (diosas que en vez de formar accidente naturales con sus cuerpos, adoptan la forma de brujas gigantescas, y someten a prueba a los gobernantes; encarnan el espíritu de la tribu o de la nación) que en sus diversos aspectos –incluido el de Morgan le Fay- tentó y sometió a prueba la valía de héroes como el rey Arturo y los caballeros de la Taba Redonda.

      Se cree que el nombre de amazos o sin pecho, procede de la práctica de extirpar un seno a las niñas pequeñas para que, al crecer, arrojasen con más facilidad las flechas o las lanzas. Las amazonas no tuvieron carácter divino. Lucharon en términos de igualdad contra los héroes griegos. Fueron devotas adoradoras de Artemisa y en ocasiones se afirma que no sólo construyeron el templo de esta diosa, sino toda la ciudad de Efeso.

      Las amazonas vivieron en el norte de África, Anatolia y las orillas del mar Negro. Utilizaron sexualmente a los hombres para quedar embarazadas y luego los descartaron o mataron (la “diosa” copulaba con el rey, que después era sacrificado). También se deshicieron de la progenie masculina nada más nacer.



Amazona herida. Franz Von Stuck, 1903

      Los mitos describen encuentros bélicos en los que el héroe, invariablemente triunfa. Así por ejemplo, durante el asedio de Troya, la reina Pentesilea condujo a sus guerreras en ayuda del rey Príamo, pero fue abatida y Aquiles violó su cadáver en un mágico intento de conquistar su colérica alma. La reina Hipólita fue asesinada por Hércules (Heracles) cuando el héroe intentó robar su cinturón mágico.


J. Heinrich Wilhelm Tischbein - Amazonas cabalgando

      Se ha postulado que la derrota de las amazonas a manos de los griegos es la alegoría del retroceso sufrido por la diosa cuando los invasores indoeuropeos introdujeron sus divinidades masculinas en los territorios recién conquistados.

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