Inanna-Ishtar: la Diosa mesopotámica

      Su corona astada albergaba en el centro un cono que representaba la montaña sagrada, símbolo de las divinidades sumerias, así como el vestido de flecos y franjas. La estrella de ocho puntas del cilindro superior es el planeta Venus, considerado “hija” de la luna. La diosa apoya un pie sobre un león. Lleva un bastón con serpientes entrelazadas, junto con sus alas, símbolos que demuestran que desciende de la Diosa pájaro y de la Diosa serpiente neolíticas.


Inanna como reina del cielo y de la tierra (sello cilíndrico período acadio, c. 2333-2154 a.C.)




Cilindro mesopotámico con la imagen, en el centro de la diosa Inanna-Istar



An-Ki, la “montaña cósmica”, el templo sagrado


       Inanna o Istar (llamada así en el norte de Sumeria) es una de las tres grandes diosas de la Edad del Bronce, junto con Isis de Egipto y Cibeles de Anatolia. Inanna es el eslabón que conecta a la Gran Madre del Neolítico con la Eva bíblica (su nombre recuerda al de Ana, la madre de la Virgen), con Sofía y con María. Su iconografía conforma las raíces de Sofía -la Hokmá o “Sabiduría” hebrea-, la Gran Madre de los gnósticos e, incluso, de la Sekiná medieval de la cábala judía. Veamos un himno sumerio dedicado a la diosa y veremos como nos recuerda a los himnos de la virgen María:

“¡Digo ‘¡salve!’ a la sagrada que aparece en los cielos!
¡Digo ‘¡salve!’ a la sagrada sacerdotisa del cielo!
¡Digo ‘¡salve!’ a Inanna, gran señora del cielo!”

      De la misma manera, la cultura sumeria es la fuente de la que surgirán el “jardín del Edén”, el  diluvio universal, la tradición sapiental y el Cantar de los Cantares. En Sumeria se cuenta la historia de que al principio existía Nammu  -la diosa de las aguas primordiales- sobre las que se formó (en el mar) una montaña cósmica que procedía de la unión del dios del cielo, llamado An (Anu en acadio) y de la diosa de la tierra, llamada Ki (es decir, que parió a An-Ki: cielo-tierra). An y Ki trajeron al mundo a Enlil (dios del aire o del aliento) y a Enki (señor de la tierra); el primero separó el cielo de la tierra y se llevó a su madre (Ki) para desposarla.  De esta manera Enlil ocupa el lugar de la Diosa como creador y su morada es ahora el templo que antes fue el cuerpo de la Diosa, es decir, la “montaña primordial”. La creación no nace de la madre, ahora es obra de la “palabra” (aliento) que otorga a todas las cosas su ser al nombrarlas.




Imagen del dios Enki, portando sus símbolos característicos el ave, la cabra y las corrientes de agua.



J. Brueghel I y P. P. Rubens, ” El paraíso terrenal y la caída de Adán y Eva”, c. 1615

      Enlil y Ki crearon los animales y las plantas. Los hombres fueron creados por Enki  para servir a los dioses. Enki,  conocido como Ea en las mitologías acadia y babilónica, señor de la tierra, es hermano del dios Enlil, e hijo de An. Su misión será la de crear a los hombres (junto con su esposa Ninmah) e impulsar a otras divinidades para que los creen. Ofrece a los humanos las artes, oficios y medios técnicos para la agricultura. Llamado Ea por los acadios, es el guardián de las leyes divinas y del me -el orden sin el caos, el gran atributo de la civilización el poder de los dioses-. Su ciudad era Eridu. Se le representa a menudo como un ser con cuerpo de pez del que surge una cabeza humana y con pies similares a los humanos.



Sello sumerio con Enlil, Ninmah, Enkí y Isimud (el dios mensjero)

  
       Ki creó con  la costilla de Enki una diosa, Nin-ti, que significa mujer de la costilla (Eva). Una mala traducción añadió todo lo demás. Enki creó un lugar donde el hombre podía vivir sin miedo a los animales (serpientes, hienas, escorpiones o leones) un lugar sin terror, pero Enki descubrió un comportamiento inadecuado en los humanos y los expulsó del paraíso (Dilmun).



Ninti, conocida como la madre de todos los vivientes, es la Eva del cristianismo


       Enlil encargó el verano (dios Eles) y el invierno (Enten), adjudicándole a uno las cosechas y la agricultura y al otro los animales y el ganado, pero terminaron disputando por ello. Lo mismo que sucedió entre Ashnan (diosa del grano) y Lahar (diosa del ganado) quienes se pelearon después de una borrachera y Enlil y Enki tuvieron que mediar entre ellos. Estos personajes nos recuerdan la historia de Caín y Abel. En la mitología sumeria se habla de un Diluvio Universal, una historia que nos cuenta la historia a que durante 7 días y 7 noches llovió sin parar, comenzando a inundarse la tierra, pero Ziusudra, avisado por el dios Utu, creó un barco donde guardó ejemplares de semillas y animales, pudiendo salvarse de la inundación. Cuando dejó de llover, y apareció el sol, Ziusudra hizo el sacrificio de una oveja al dios Utu.



Los cilindros de estampación nos dan información sobre la cultura sumeria

      Inanna es la diosa del cielo y de la tierra. Sus joyas de lapislázuli  reflejan el azul del cielo y el azul de las aguas insondables del espacio que los sumerios llaman las “profundidades”. Lleva en la cabeza los cuernos de la luna. Se le conoce como la “verde” por el ondulado mar de verde cereal que la tierra luce como un manto en primavera. Otra de sus epifanías es como conductora de un carro tirado por leones. 




      Los himnos sumerios de la Diosa anunciaban los que hoy todavía se ofrecen a María, reina virgen del cielo. Los atributos de la diosa eran, al igual que los de María, la luna creciente y la estrella matutina y vespertina (Venus). El consorte de Inanna (Dumuzi, semidiós y héroe de Uruk) moría, y descendía al inframundo cada año, fulminado por los rayos abrasadores del sol de julio que resecaban y achicharraban la tierra. Ascendía de nuevo bajo la forma de los primeros brotes de cereal que anunciaba la renovación de la fertilidad de la tierra. María tiene un hijo que sufre una muerte sacrificio, desciende al inframundo y resucita de entre los muertos. La diosa doliente y el dios agonizante que aparecen juntos en el mito lunar, ha sido conservado en los rituales de la Iglesia que saludan el nacimiento del hijo de una madre en Navidad, llora su muerte en Viernes Santo y celebra su resurrección el Domingo de Pascua.




Relieve Burney o de La Reina de la Noche. Representación de Ishtar/Ianna (a veces Lilith o Ereshkigal) en el Museo Británico. Siglo XIX o XVIII a.C.

      Se han conservado cinco sellos del periodo acádico (2334-2154 a.C.) que representan a una diosa y su hijo: uno muestra a la diosa alzando al niño sobre su regazo. La presencia de la estrella de ocho puntas y la luna indican que se trata de la Diosa. Las dos figuras que se aproximan a la madre y al hijo, junto con la estrella, anticipan la imagen del Belén y la adoración de los Reyes Magos.





Sumeria.

      Como hemos dicho la diosa sumeria Inanna tiene su equivalente semítico en Babilonia: Ishtar. La cultura sumeria, conocida desde hace 150 años, es importante porque el Antiguo y Nuevo Testamento están plagados de imágenes procedentes de Sumer a través de las culturas babilónicas, asiria y cananea. La mitología de griegos y romanos es testigo del legado de las imágenes sumerias.



Reconstrucción de la civilización sumeria al lado del río Tigris

      Smith descubrió en Nippur las tablillas que contienen el relato del Diluvio; Layard excavó Nínive y Woolley descubrió los enterramientos de Ur. Los orígenes de los sumerios y de su lengua, que no es semítica ni indoeuropea, son todavía un misterio. Llegaron al sur de Mesopotamia absorbiendo las habilidades técnicas de los pueblos indígenas que allí estaban asentados. El área en torno a Basora, en la frontera de Irán-Irak fue testigo del nacimiento de esta civilización. Woolley resalta la intensidad del influjo sumerio en el IV milenio sobre Egipto. Uruk, la ciudad de Inanna, surgió en el 5000 a.C. El norte (Nippur, Acad, Babilonia…) tenía una población semita ya asentada en la zona cuando llegaron los sumerios, aceptando su dominio. Pero terminaron rebelándose y hacia 1750 a.C., con Hammurabi, el sur sumerio fue eclipsado. Los babilónicos (Hammurabi) conservaron la cultura sumeria, traducida a su lengua, el acadio. Así fue como Ishtar heredó la iconografía y los dramas rituales de Inanna. En principio, el Diluvio era una historia asiria, hasta que se encontró su origen babilónico y, finalmente, sumerio.




Ídolo primitivo mesopotámico que nos recuerdo a una diosa-huevo

       La mitología sumeria surge de la fusión de cuatro culturas distintas. Se encuentran muestras de la iconografía de la Diosa madre en la cultura de El Obeid, pueblo desconocido asentado en la zona en el VI milenio a.C., con alfareros y artesanos de enorme talento. A parte de ellos está la cultura sumeria, que se llaman así mismos el pueblo “negro” o “de cabeza oscura”. Hasta hace poco en los manuales de historia se afirmaba que llegaron en la segunda mitad del IV milenio de una región no identificada con precisión, sin embargo, entre las numerosas hipótesis sobre su origen, la más aceptada hoy en día es la que argumenta que no hubo una ruptura cultural con el período de Uruk, es decir, que nadie llegó de fuera. En tercer lugar estaban los pueblos semíticos de lengua acadia (al norte) y, finalmente, en el III milenio a.C. se produjo una invasión de tribus indoeuropeas (arias) que introdujeron el carro de guerra tirado por caballos, y los guerreros a caballo. La llegada de tribus que adoraban a dioses celestes explica la triada sumeria de An, Enlil y Enki y el progresivo avance de Enlil (dios del cielo, del aire) hasta alcanzar la supremacía. Su ciudad era Nippur (acadios) y su poder era el de la “palabra” creadora, lo cual nos recuerda al dios bíblico Yahvé.



     Hacia 2400 a.C. aumenta el poder semítico acadio, en el norte, y la Diosa pierde poder, igual que las mujeres. Es la época en la que parece haber dos mitologías: la de la Diosa y otra reciente en la que empieza a dominar el Dios. Kramer dice que hacia 2400 a.C. la madre tierra (Ki) dejó de ser adorada como madre del cielo (Enlil). Todavía no está claro como y en qué fecha el dios hijo evolucionó hasta convertirse en dios padre.

      Los sumerios en el IV milenio a.C. descubrieron que el firmamento nocturno y las trayectorias de los planetas y las estrellas están sometidos a una regularidad matemática, la cual sería deseable como modelo para regular la vida humana. Se concibió el universo como ser viviente, como gran madre dentro de cuyo vientre existían todos los mundos, tanto el de la vida como el de la muerte. En los primeros poemas sumerios se refleja la alegría humana por el disfrute de la riqueza y el gozo del mundo material.

El templo sumerio como axis mundi.

      Los zigurats son torres escalonadas, símbolo del axis mundi, que en la Biblia son caricaturizados en la Torre de Babel. El templo sumerio estaba coronado por los cuernos de la luna creciente y del toro: su interior abarcaba las tres dimensiones del cielo, tierra y el inframundo. A comienzos de la civilización sumeria los mundos visible e invisible se consideraron una unidad. El zigurat servía para conectar la tierra con el cielo, lo visible con lo invisible. En su cúspide estaba el lugar en el que las dos dimensiones se encontraban, donde se celebraba el matrimonio sagrado (Hierosgamos) que las reunía, liberando así los poderes generativos que renovaban la tierra.




Zigurat de Ur-Nammu




Los restos del de la antigua ciudad de Dur - Kurigalzu,  en las cercanías de la actual Bagdad, que los viajeros antiguos identificaban con la Torre de Babel.
A la derecha, representación de la Torre de Babel de Abel Grimmer (1570-1619).

      El templo evolucionó a partir del establo de vacas y el aprisco de ovejas, imágenes del cuerpo de la Diosa, santuario donde tenían lugar los grandes misterios de la fertilidad. De ahí evolucionó al zigurat, montaña sagrada, como símbolo del cuerpo de la Diosa. El templo simboliza la montaña cósmica primordial que existía antes de la creación del cielo y de la tierra. También en el Neolítico, un montículo o montaña simbolizaba a la Diosa. Robert Graves nos habla del montón de cenizas que mantenía el fuego en su interior, del que deriva el omphalos griego. En la Edad del Bronce las tumbas colmena y el onfalós pertenecen a esta iconografía.

      Como la cueva paleolítica y el templo megalítico, el templo sumerio era a la vez útero y tumba. El santuario hueco bajo el templo –la cripta- era el inframundo y simbolizaba el útero de la diosa, donde misteriosamente tenían lugar los procesos de gestación y regeneración, y donde el dios sacrificado descansaba durante su sueño invernal “en la montaña”. De esta manera los animales que invernan, como el oso, la serpiente… pueden ser símbolos del inframundo.




Recreación de la vida sumeria al pie de un templo

La diosa Inanna: Nammu y Ki-Ninhursag.

      Antes de narrar la historia de Inanna es necesario mencionar a otras dos diosas. La primera de ellas es Nammu, diosa del océano o mar primordial, de la que deriva la diosa madre babilónica Tiamat. Los sumerios creían que el mar primordial era la fuente de la que emergió toda la creación. Nammu se representaba originariamente como diosa serpiente (su jeroglífico era el mar). La segunda en Ninhursag prototipo de la acadia Aruru.

      Nammu puede compararse con la imagen hindú de Ananta, la “interminable”, la gran serpiente del abismo cósmico, sobre cuyos anillos “descansaba” el dios Visnú entre avatar y avatar. La imagen de la Diosa como gran serpiente reaparece en el Budismo Mahayana (la salvación por la fe y la devoción), donde la serpiente Mucalinda sirve de trono a Buda, protegiéndolo de las fuerzas destructivas del universo. Esta imagen es la que subyace en la diosa sumeria Nammu como la gran diosa serpiente del abismo y su hijo Enki, que se convirtió en uno de los tres dioses principales: el dios de la sabiduría.



Visnú durmiendo sobre la serpiente Ananta (“Infinito”). Relieve del 425 d.C.



Visnú durmiendo sobre la serpiente Ananta




Diosa con cabeza de serpiente y su hijo en brazos (c. 4000-3000 a.C. Ur). La serpiente Mucalinda sirve de trono a Buda, protegiéndolo de las fuerzas destructivas del universo

      En Khafaje (Irak) se encontró un cuenco de esteatita labrado que muestra a la diosa de las serpientes y a la diosa de la regeneración (c.2700-2500 a.C.) La primera sujeta dos serpientes entre sus manos, como las diosas cretenses, y la segunda sujeta arroyos de aguas en cada mano (la serpiente simboliza el agua). También aparecen leopardos y leones, como en Çatal Hüyük.






Cuenco de esteatita labrado que muestra a la diosa de las serpientes y a la diosa de la regeneración (c. 1700-2500 a.C., Khafaje, Irak)


      La otra diosa es Kininhursag, hija de Nammu, o Ninhursag como se la conocerá posteriormente, era la diosa de la vida y la fertilidad. En Acad era llamada Aruru. En su origen fue la gran madre de un pueblo agrícola diestro en la artesanía, que había sido adorada como creadora antes que los dioses. En el 3000 a.C. en El Obeid tiene un templo dedicado. Dos leones de bronce custodiaban su entrada. En los frisos decorativos aparece como un águila con cabeza de león, entre dos ciervos, epifanía de la diosa como descendiente de la diosa de los animales y la diosa pájaro neolíticas.



Ninhursag, en  Tell al Ubaid, c. 2400 a.C.

      Ki-Ninhursag es la madre de todo ser viviente, además la del propio planeta, de la tierra y del suelo rocoso. Regía el nacimiento de todo, por lo que su emblema o ideograma es la (la u invertida o herradura) que simboliza el útero, el aprisco o el establo.  La comadrona divina de dioses, reyes, mortales y animales. Se ha sugerido que el lugar donde las mujeres se recostaban para dar a luz estaba asociado con el templo. Era la propietaria de todos los alimentos que se administraban y repartían desde el templo. Como dadora de leche se le representaba como la gran vaca, igual que en Egipto, que ofrecía su leche a todo el pueblo.



Diosa madre con su hijo (sellos cilíndricos c. 2300-2000 a.C. que pueden estar representando a Ki-Ninhursag en su papel de gran madre de todo ser viviente.



Friso del templo de El Obeid que muestra los sacerdotes y el ganado de la diosa Inanna junto a la puerta de su templo (c. 3000 a.C.)

      El útero de la diosa también era el mundo subterráneo o morada de los muertos, pues no olvidemos que era la gran madre de la vida y la muerte.

Inanna como Gran Madre

      Inanna es una diosa lunar que da la vida como luna creciente para luego arrebatarla como luna menguante, igual que Isis y Cibeles. Es una Gran Madre reina del cielo y tierra. Además de la Luna, se encarna también en Venus y en Sirio. Aparece tocada con cuernos y el bastón de serpientes, tiene un hijo-amante muerto y resucitado, que desciende anualmente al inframundo y vuelve a ascender (mito lunar). Encarna el principio de la justicia derivado de la idea del dualismo de la fuerza lunar: el poder de dar y quitar la vida. Encarna el aspecto cíclico del tiempo. Su mitología gira alrededor de la conexión trazada entre las fases luminosas y oscuras de la luna y la alternancia rítmica de fertilidad y esterilidad de la tierra. Su carácter triple de diosa como madre, esposa y hermana del joven dios refleja la trinidad de las fases lunares luminosas. La cuarta fase, la oscura, está personificada por su hermana Ereshkigal, reina del inframundo, papel que heredará la hebrea Lilith y la Hécate griega, la reina de la noche.

      La virginidad pertenece a la gran madre, porque la diosa es la vida misma y la vida, como los ciclos de la luna, nace de sí misma sin necesidad de unión con algo externo.



Sello que muestra el rostro de Inanna, su flor o imagen estelar en forma de roseta de ocho puntas (Venus), y los postes de las puertas de su templo (c. 3000 a.C. Tell Agrab)

      Los símbolos majestuosos del poder de Inanna son el caduceo y el hacha de doble filo, que representan el poder de otorgar y arrebatar la vida. Encarna sentimientos tanto amables como llenos de odio, tanto el amor con la cólera. Siempre cambiante, es a la vez siempre la misma.



Inanna con el caduceo de serpientes entrelazadas en su mano.




El origen de la serpiente enroscada en el árbol (Biblia) procede de Sumeria



Diosa de las amapolas de la antigua Creta, sentada bajo un árbol frutal y rodeada de devotos que ofrecen azafranes. Dos serpientes flotan más allá del sol, a su derecha la Luna y a su lado de una "diosa escudo". Un hacha de doble toma posición central, y en el suelo una pequeña figura femenina con un azafrán que parece estar de pie en el símbolo de la montaña.

      En el mito acadio posterior Ishtar desciende al inframundo para despertar a su hijo-amante Tamuz. Cuando está en el inframundo, la fuerza que impulsa la fertilidad desaparece: “El toro no monta a la vaca, el burro no se inclina sobre la burra…, el hombre duerme en su cuarto, la mujer duerme sola” (El mito de la Diosa, pág. 230).

      Los templos de la diosa estaban adornados con grandes cuernos en forma de luna creciente, imagen de la capacidad de la luna para fertilizar la tierra y, como la vaca, para nutrir a su progenie.

      Es una tierra donde los rayos abrasadores del sol ocasionaban la muerte de la vegetación, la gente agradecía la aparición de la luna y los frescos rayos lunares que proporcionaban el refrescante –así lo creían los sumerios- y fertilizante rocío. Ishtar era llamada “llena de rocío”. La leche, el agua, el semen, la lluvia y el rocío estaban relacionados con la luna como fuente de vida. La iconografía sumeria, derivada de la Neolítica, veía el cielo como la diosa y las nubes cargadas de agua como sus pechos, semejantes a las ubres de una vaca.


       'El Libro de la Vaca Divina' o 'Libro de la Vaca Celeste' se encuentra representado en el primer féretro de Tutankamón y en los muros de las tumbas de Sethy I,  Ramses II, Ramses III y Ramses VI.




Representación de la vaca celeste del primer féretro en la tumba de Tutankamón, según Erik Hornung, Der Ägyptische Mythos von der Himmelskuh. Imagen actual del féretro. Museo de El Cairo. Fotografía del Francisco Lopez




Tumba de Sethy I.  Dibujo realizado por Robert Hay. Fotografía actual de la pared




La diosa Nut (la Rea griega). Nut con el cuerpo arqueado a modo de bóveda celeste, bordeando la estela de la Revelación, una tableta funeraria de Ankh-af-na-Khonsu, de la dinastia XXVI (apx. 725 aC) 



Audhumla, la vaca alimentadora

      En la mitología nórdica el gigante Ymir u Olgelmir, la personificación del océano congelado, el Gigante de Hielo, andaba a tientas en la oscuridad en busca de alimento, y se encontró con una vaca gigantesca llamada Audhumla (la alimentadora). Ymir observó con placer que de sus ubres fluían cuatro grandes arroyos de leche, que le proporcionarían alimento más que suficiente.

      Inanna es diosa de la fertilidad, guardiana de los animales domesticados y diosa de los animales salvajes, como lo demuestra su carro tirado por leones. La entrada al establo o aprisco de Inanna era la entrada al útero del que procedía todo ser vivo; la diosa regía este lugar como pastora. La entrada estaba enmarcada por una puerta especial, simbólicamente la vulva de la diosa.



Puerta del inframundo de la Diosa Inanna

      Como reina de la tierra Inanna era la diosa de los cereales y vegetales cultivados, así como de los árboles frutales y silvestres. Una de sus epifanías era el manzano. Uno de estos árboles siempre se plantaba en su templo como símbolo de su capacidad para dar la vida. Sus principales imágenes animales eran el león y la vaca, pero también la paloma y la golondrina (diosa pájaro); la víbora y el escorpión, la serpiente y el dragón, como diosa del inframundo.

      Todos los alimentos y bebidas se asimilaban al cuerpo de la diosa y se celebraban rituales que honraban esta procedencia. Ver el jarro de Uruk en el que se ve a un hombre que ofrece una cesta de productos de cosecha a la Diosa.





Jarro de Uruk o vaso de Warka en el que se ve a unos hombres realizando ofrendas a la Diosa. 


Comentaris

Anònim ha dit…
¡Joder! Menudo cacao mental te has montado mezclando churras con merinas. Te señalaré algunas de las burradas que has colado:

- La diosa Inanna no se llamaba Ishtar en el norte de sumeria, sino en Akhad, que conquistó a sumeria.

- La diosa Inanna JAMÁS fue una diosa madre. ¡Coño, que ni siquiera tuvo hijos! La diosa madre sumeria es Ninhursag (Ki).

- el mito que cuentas de la bajada al infierno es de la época babilónica. En la época sumeria el mito era distinto. Inanna bajaba al infierno para probarse a sí misma. Cuando volvía triunfante al mundo, descubría que Dumuzi había estado de fiesta y lo mandaba al infierno de una patada en los huevos. La Inanna sumeria era una feminista radical, y la Ishtar babilónica una mujercita sumisa. Te has colado en varios siglos.

- Inanna no lleva las alas por ser hija del dios serpiente neolítico, vaya gilipollada. Las lleva por ser señora de demonios, como otros dioses (los demonios llevan patas de ave de rapiña). Y porque es la vencedora del pájaro Abzu.

- Inanna no tiene nada que ver con la agricultura en sumeria. La diosa de la agricultura es la hermana de Dumuzi, su cuñada.

- Inanna no es una diosa de fertilidad, sino del sexo. A ver si os enteráis panda de pecatos. DEL SEXO, FOLLAR, CHAKA CHAKA... ¿te queda claro así? Lo sumerios separaban el sexo de la procreación. Eso de juntar sexo y procreación es una majadería judeocristiana que nada tiene que ver con esa cultura.

Suspenso. Para septiembre.
Si te hubieses leído las entradas referentes a la Diosa sabrías que son un resumen del libro Anne Baring, Jules Cashford (Siruela, 2005 - 856 páginas) El mito de la diosa: evolución de una imagen.

No te líes con los diferentes nombres que adquiere a través de los tiempos la Diosa Madre: siempre se refieren a la misma Señora, la que da la vida y la muerte. La humanidad adoró durante muchos milenios a esta diosa, su religión fue descrita por Carlo Ginzburg como la Oscura Religión, cuyas pervivencias llegan hasta nuestros días en las manifestaciones de la brujería.

Esta teoría no esta libre de controversias, pero si quieres tumbarla tendrás que estudiar un poco más e insultar menos. James Frazer (autor de La rama dorada) y aquellos a quienes influyó (como Robert Graves y Marija Gimbutas) avanzaron la teoría de que todo el culto en Europa y la civilización egea que incluyó cualquier tipo de diosa madre tenía su origen en los matriarcados neolíticos preindoeuropeos , y que sus diferentes diosas eran equivalentes.


No obstante, solamente con una consulta simple Wikipedia se lee: “En la mitología sumeria Inanna era la diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Con la llegada de los acadios Inanna se sincretiza con la diosa Ishtar (…) Asociada con el planeta Venus, se le identifica con la diosa griega Afrodita y con la Astarté fenicia. Entre los acadios fue conocida como Ishtar”.

Una diosa madre es una diosa que sirve como deidad de fertilidad general. En algunas culturas además es representada como la Madre Tierra, siendo la generosa personificación de la Tierra.

Se trata de seguir su evolución iconográfica a través del tiempo hasta nuestros días con el culto a a Virgen María o a las diosas que se adoran en Brasil.

Si hubieses leído más, sabrías que los mitos referentes a los viajes al infierno, al subsuelo, al más allá, los que se realizan a través de túneles, por debajo del mar o volando… nos llegan de época prehistórica y se corresponden con las experiencias alucinógenas de los chamanes.

La Diosa Madre se representa con garras, patas de aves, rasgos reptilescos… porque es la diosa de la vida y la muerte, como indicación de que ha estado en el reino de los muertos, en el más allá, A lo mejor, si continúas estudiando, un día descubras lo que te estoy diciendo, individuo anónimo.
Anònim ha dit…
Toma. Ahora vas a por mas. Suspenso y repites para el siguiente curso por los insultos.
utraj ha dit…
Hola. Entrar en debates que no conducen hacia el camino del conocimiento no tiene fundamento. Lo importante es permitir que este tipo de información se comparta, para que entre tod@s reescribamos la historia humana.
Voy siguiendo los pasos de gente que comparte sus investigaciones, rigurosas desde mi punto de vista, para ofrecernos sus conocimientos sobre la rama de la mitología comparada y otros campos. Gracias por compartir.
Por supuesto, Utraj, tienes toda la razón. Gracias por aportar tu sentido común.
La frase “Inanna no fue jamás una diosa madre como algunos creen, de hecho, ni siquiera tuvo hijos” -como prueba de su falsedad- se repite una y otra vez en internet, demostrando que lo que impera en esos círculos es “copiar y pegar”.
Con un poco de investigación, nos podemos encontrar con la teoría de que todas las diosas y sus nombres, incluida la Virgen María, no son más que diferentes formas iconográficas de representar a una única Diosa: la que da la vida y la muerte. La Diosa Madre –no de hijos particulares- sino de todo lo creado.
Para comenzar os podrías leer EL MITO DE LA DIOSA, ANNE BARING y JULES CASHFORD, SIRUELA, 2005. ISBN 9788478447329. Pag. 227 y ss.
Las manifestaciones folclóricas, los mitos, los relatos, las narraciones orales… siempre encierran una explicación, generalmente muy sencilla. A veces, el intentar explicar algo que a nosotros nos resulta fantástico, deviene en una teoría todavía más fantasiosa y falsa.
Carlo Ginzburg demostró como la mayoría de las tradiciones, fiestas, carnavales… -como queráis llamarlas- hacen referencia a la creencia de que durante el Año Nuevo regresaban los muertos del Más Allá. Así mismo, dejó claro que todos los relatos de aventuras siguen las mismas pautas y reflejan el viaje extático de los chamanes al Más Allá en busca de la bienaventuranza, el bienestar y la fertilidad para su tribu. Casi dedujo lo mismo el ruso Vladímir Propp en su Morfología del cuento. Durante ese viaje por túneles oscuros, laberintos, por el fondo del mar o las bajadas a los Infiernos, el héroe (el chamán) debe superar varias pruebas (iniciáticas) y luchar contra monstruos horrorosos. Para salir triunfante, muchas veces el héroe utiliza utensilios mágicos o se disfraza de lobo, oso o de cualquier animal poderoso. Al final del viaje está la recompensa, en forma de alimento o fertilidad, o con el paso del tiempo, en forma de princesa, mujer amada o tesoro.
Otra de las constantes en los ritos del Año Nuevo son las acciones de los hombres encaminadas a ayudar a que el año moribundo pueda renacer de sus cenizas. Se traducen en el encendido de grandes hogueras, la iluminación de las cumbres de los montes, colocación de faroles en las casas…etc, pues es creencia que el calor y la luz puede ayudar al sol naciente a su triunfo sobre la oscuridad. Con la llegada del invierno la naturaleza reducía sus síntomas vitales al mínimo, por lo que el hombre realizaba una serie de rituales para ayudarla a que se produjera el renacimiento del Año Nuevo. Ya hemos visto los fuegos, pero también era tradición que los jóvenes copularan con la tierra, o parejas de jóvenes mantuvieran relaciones sexuales encima de los campos para conseguir su fertilidad. Estos ritos están extendidos por todo el mundo, siendo la misión del historiador buscar su íntima unidad desde el origen de los tiempos (a pesar de las variaciones históricas producidas por el paso del tiempo) y proporcionarles una explicación válida, al menos, hasta que alguien proponga otra teoría mejor.
Lo que no puede hacer un científico es lo que hacen muchos eruditos aficionados que sólo son capaces de recitar nombres, como lo hacen los loros, sin encontrar ninguna relación entre los hechos, cosas o fenómenos que estudian. Contar y contemplar los árboles, uno a uno, nos dificultan la visión del bosque.
Marta Uma Blanco ha dit…
Hola Gonçal, el libro de El Mito de la Diosa es mi libro de cabecera. Gracias por difundirlo. Es una investigación formidable que compila por primera vez los diferentes mitos de la Diosa. Gracias por ser constructivo y amante de la belleza. Y por favor (fíjate tú, recogiendo un dicho cristiano pero que viene muy al caso), no demos margaritas a los cerdos, porque no lo saben apreciar. Una persona destructiva y grosera nunca comprenderá dónde está la herencia en las alas de Isthar ni por qué son tan hermosas sus garras.
gabriela ha dit…
Robert Graves, en su Diosa Blanca, recalca el carácter tripartito de la Diosa como diosa del nacimiento, la vida y la muerte, teniendo a sus lados al dios del año menguante y al dios del año creciente que se disputan su atención. Es una doncella, una mujer plena y una anciana oracular.

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