La diosa de las aguas primigenias
Hemos visto
como el hombre primitivo creía que el mundo donde vivía estaba rodeado por las
aguas primordiales: las de arriba, regidas por la diosa pájaro, y las
subterráneas, donde gobernaba la diosa serpiente. El pensamiento científico
moderno sostiene que la Tierra, el sistema solar y las galaxias se desplazan
por el espacio, sin embargo, en las cosmologías arcaicas se imaginaban un mundo
que flotaba en las aguas primigenias ilimitadas.
En muchas cosmogonías antiguas el
principio creador de todo es la propia agua, identificada como la Diosa, quien
con su voluntad da existencia al mundo. En otros casos, se trata de un demiurgo
o de una entidad creadora, que ha coexistido eternamente en su seno, la que
origina el Universo. Para muchas cosmogonías del agua surge el llamado espíritu creador, lo cual queda simbolizado en la ceremonia del bautismo que
supone el “renacimiento” en una nueva fe o estilo de vida. El cristianismo ha
descrito la pila bautismal como el útero de María.
Grabado
japonés que representas a Izanagi e Izanami coocándose sobre el puente que
flota en el cielo, puente que relaciona el mundo de arriba con el de abajo y
sumergen la lanza en el océano. Al sacarla, una de las gotas que caen otra vez
en el océano se transforma en una isla.
Veamos algunas de estas diosas del agua.
En Japón está la diosa Izanami y su consorte Izanagi
que formaron la tierra a partir de las aguas primordiales y luego parieron a
sus hijos, las constelaciones y todo lo demás. En Arizona los indios hopis
dicen que la tierra fue creada por dos diosas del mar -una de ellas la Diosa Araña-, mientras meditaban sobre el arco iris. En Nigeria la diosa Yemonja (del agua dulce y de la sal) dio a luz al sol después de yacer
con su hermano el Suelo. El culto a
esta diosa fue llevado por esclavos a América, donde se la conoce como Yemanja, la diosa del agua, representada muchas veces como una sirena. En
Egipto la diosa Neit, el “agua de arriba y agua
de abajo” es la señora del mar. El mundo y todos sus seres permanecen
suspendidos en su interior.
La
diosa Yemanja
El mito australiano de Imberombera narra que la Diosa, así llamada, emergió de las aguas, creó la
tierra y la pobló con animales, vegetales y seres humanos que extrajo de su cuerpo.
Todo comenzó cuando Imberombea, muy activa y con un inmenso vientre lleno de
vástagos, pidió ayuda al dios de la fertilidad Wuraka para que la acompañara a viajae por el mundo. Sin embargo,
este dios tenía un pene muy pesado y los trayectos eran demasiado largos para
él, por lo que se desplomó agotado por el peso y se convirtió en el monte Tor
Rock, al tiempo que la diosa continuaba su viaje engendrando hijos y les
enseñaba las lenguas aborígenes (algo reservado en su mayoría a los dioses) y
el arte de cultivar ñames a los hombres.
A medida que los mitos evolucionan y
vuelven a redactarse, seguramente por razones políticas (conquistas,
paternalismo…), las deidades de las aguas primigenias que contienen el mundo o
lo crean a partir de su propio ser, son desplazadas por dioses que producen el
universo al margen de sí mismos, como algo externo a ellos.
La historia de Tiamat y Marduk se considera el primer
ejemplo de “política religiosa”, por la cual las divinidades de una cultura
anterior conquistadas se convierten en los demonios de la nueva cultura. La
cultura patriarcal suele representar la destrucción de la antigua Diosa utilizando
el mito de la destrucción de la serpiente a manos de un héroe, imponiendo así
su visión patriarcal, en la que el hombre siempre domina a la mujer. El mito se
extendió desde el Oriente Próximo y se convirtió en un acto simbólico casi
universal que representa el triunfo de la luz (y lo masculino) sobre las
tinieblas (y lo femenino).
Impresión de un Cilindro-sello mesopotámico en la que se aprecia la
lucha de Marduk contra el monstruo serpentiforme Tiamat
Alto
relieve asirio que representa la lucha del dios sol (Marduk) contra el monstruo
del caos (Tiamat)
1. El origen del dragón
En El Mito
de la Diosa, las autoras Anne Baring y Jules Cashford afirman que las diosas
de una religión pueden ser incorporadas a otras teologías como demonios,
monstruos, dragones y serpientes, de las que generalmente se dice que moran en
las oscuras profundidades de las aguas primigenias. En diversas mitologías, se
describe la lucha de un elemento heroico, viril, solar, celeste y espiritual
contra un elemento subterráneo, telúrico, ctónico, lunar y material,
generalmente en forma de reptil. Así, encontramos las siguientes parejas de
combatientes: Indra vs. Vritra (India), Krishna vs. Kaliya (India), Fereydun/Thraetaona/Garshasp
vs. Azhi Dahaka (Persia), Teshub o Tarhunt vs. Illuyanka (Mitología hitita), Perún
vs. Veles (Mitología eslava), Dobrynya Nikitich vs. Gorynych (Mitología eslava),
Thor vs. Jörmungandr (Escandinavia), Sigfried vs. Fafnir (Escandinavia), Beowulf
vs. el Dragón (Escandinavia), Cronos vs. Ophion (Grecia), Zeus vs. Tifón
(Grecia), Apolo vs. Pitón (Grecia), Heracles vs. las dos serpientes de Hera, la
Hidra de Lerna y Ladón (Grecia), Perseo vs. Medusa y el monstruo marino Ceto
(Grecia), Marduk vs. Tiamat (Sumeria y Babilonia), Ra vs. Apep/Apophis (Egipto),
Hadad vs. Lotan (Mitología ugarítica), YHVH vs. Leviatán (Judaísmo), Miguel vs.
Satán/Dragón (Judaísmo y cristianismo) y San Jorge vs. el Dragón (Cristianismo).
Esta lucha constituye el motivo folclórico más prolífico
y antiguo del mundo, denominado a veces como "Chaoskampf", la "Batalla
del Caos".
Nosotros, en cambio de acuerdo con Jean Clottes y David Lewis-Williams en "Los chamanes de la prehistoria" y Carlo Ginzburg, en su Historia oscura, pensamos
que el dragón es el monstruo o monstruos
con los que luchaban los chamanes prehistóricos. Los chamanes del todo el mundo afirman que
vuelan hasta lugares lejanos o a otros mundos del más allá donde existe la
abundancia y toda clase de alimentos, pero una serie de por espíritus y
monstruos se lo quieren impedir, iniciándose una lucha de la que sale vencedor
el brujo, convertido en héroe.
Pintura
griega que representa la lucha de Zeus contra Tifón
Antonio
Pollaiuolo, Hércules y la Hidra. 1475. Viktor Vasnetsov, Dobrynya Nikitich
matando al dragón Gorynych
Gustave
Doré, La Destrucción del Leviatán. 1865. En aquel día YHVH castigará con su
espada firme, grande y pesada a la serpiente Leviatán, que siempre sale
huyendo, a Leviatán, serpiente astuta, y matará al dragón del mar. (Isaías,
27:1). Hans von Aachen, San Jorge matando al Dragón. s. XVI.
Dos
ejemplos de paganismo disfrazado de cristianismo.
La
diosa Tiamat, según la escultura Cristina Biaggi, 1990
Hemos visto como la primera diosa antigua que
sufrió esta suerte fue la sumeria Tiamat, como podemos observar en la lectura
de otro relato político llamado Enuma Elis, compuesto en Akad (Mesopotamia) hacia el 1750 a.C. (II milenio
a.C.), cuando el pueblo acadio superó al sumerio, y la diosa sumeria Tiamat dejó
de ser una madre devota, convirtiéndose en la malvada procreadora de dragones del
poema aludido. Ti significa vida y ama, madre (Palmer, Abram Smythe
"Babylonian influencia on The Biblia and popular creencia: "Tĕhôm and
Tiâmat", "hades and satán": a comparativo Study of Genesis I. 2,
London, 1897).
La diosa del agua
salada Tiamat y su consorte Apsu (el agua
dulce) engendraron dioses, como Lahmu (Marte) y Lahamu (Venus), que
permanecieron el seno de Tiamat y luchaban por la supremacía, hasta que Apsu,
molesto por sus estruendosos ruidos, tomó la decisión de matarlos. Los hijos de
Tiamat se enteraron del plan y Ea (la “sabiduría terrenal”) sometió a su padre Apsu bajo un gran sopor, por
eso es que el agua dulce está quieta. Con el fin de vengar la muerte de su
marido, Tiamat engendró una nueva camada de dragones gruñones y una legión de
demonios liderados por Kingu, que era su amante y uno de sus hijos, para que
combatiesen a Ea. Su hijo Marduk le disparó en el vientre y le partió el útero
a fin de utilizar su cuerpo desmembrado para rehacer el mundo que ella había
creado.
Los dioses decidieron darle todos sus
poderes a Marduk (Nibiru), este venció a Kingu (Luna), quien se quedó
paralizado de miedo al verlo llegar, y luego a Tiamat, a la que hizo dejar la
boca abierta con un vendaval y lanzó una flecha dentro del estómago. Después de
esto, de la sangre de Kingu (Luna) nacieron los humanos y a partir del cuerpo
de Tiamat, que Marduk (Nibiru) encadenó en los pozos del abismo y partió por la
mitad, se creó, de su mitad superior el cielo y de su mitad inferior la tierra
firme. Sus lágrimas se convirtieron en las nacientes del Tigris y el Éufrates.
Esta leyenda es paralela con las de Vitra
(junto a Rudra, diosa de la tempestad) en la mitología hindú; Cipactli de la
religión Azteca y Tifón en la mitología griega.
2. La diosa del mar
Pero volvamos a la Diosa madre –el
universo como un todo- que surgió del mar o del Caos: desde la Mammu Sumeria, pasando por la Isis egipcia, la Afrodita griega, hasta la María cristiana, cuyo nombre
significa “mar” en latín. En muchas
mitologías, como hemos visto, la diosa y las “aguas primigenias” eran la misma
cosa. Entre los pueblos costeros e isleños, las aguas primigenias se
identificaban con el mar o el océano. Muchas de las diosas madres, como la
egipcia Isis, o Venus, se describen como el mar o nacidas del mar.
El nacimiento de Venus, Alexandre Cabanel (1863) Museo de Orsay, París
Pompeya, Casa de Venus, 79 a.C., copia del famoso retrato de Campaspe, la amante de Alejandro Magno
La relación entre la luna y las mareas ha
llevado a casi todas las culturas a atribuir poderes sobre el mar a las diosas
lunares. “La diosa vaca de cuernos con
forma de luna creciente es el símbolo del satélite en la mayoría de las
mitologías indoeuropeas y suele decirse que está casada con un toro que es su
hijo y amante” afirma Shahrukh Husain en “La Diosa. Creación, fertilidad y abundancia. Mitos y arquetipos
femeninos” (Editorial Taschen. Köln,
2006. Pág. 50), lo que dicho así, no hay manera por dónde coger de los cuernos
el asunto, de modo que nos quedamos sin saber el porqué de la forma de luna
creciente de los cuernos de una vaca. Otro asunto sería afirmar que la diosa es
todo lo que existe y que su epifanía es la luna. La diosa nos proporciona
alimentos a todos los seres del mundo –su cuerpo es la tierra y todo lo
existente-, alimentos que emanan de su cuerpo como la leche emana de la vaca,
de ahí que la vaca con sus cuernos que recuerdan la luna, sirva también para
simbolizar a la diosa.
El faraon Seti I y la Diosa Hathor en el Louvre. Fragmento mural
del pilar de la tumba de Seti I en el Museo del Louvre. Foto del catálogo de la
exposición Les artistes du Pharaon. Dier el-Médineh et la Vallée des Rois, París, 2002, Fig. 29, p. 61
La diosa del mar de Ugarit, conocida como
la “señora del mar”, se llamaba Asherah (diosa cananea del 1750 a.C.), y los
judíos la conocieron como Astarté, a la que los griegos llamaron Afrodita,
nacida de la espuma del mar que había producido el semen del pene castrado de
Urano. Esta diosa nació en el útero marino y se convirtió en la deidad del amor
sexual, en virtud del vínculo metafórico entre el mar y el deseo, pues ambos
son imprevisibles, misteriosos y potencialmente irresistibles.
Cuando llegó el primer milenio antes de
Cristo existió el culto a una diosa denominada Tanit, la pervivencia de la
antigua Diosa de Laussell y de Çatal Huyuk, que en las tierras ribereñas del mediterráneo
septentrional y oriental recibió otros muchos nombres: Isthar, Isis, Astarté,
Astorat, Asherah, Shekinah, etc. O simplemente la Señora de la Serpiente, la
Diosa Celeste, la Diosa del Mar, la Señora de la Tierra y del Inframundo, etc.
Era una diosa de la vida, el amor,
la muerte y la regeneración. Con
la llegada de los indoeuropeos (griegos, romanos, celtas, etc) la fraccionaron
en múltiples aspectos, atribuyendo cada uno a una diosa.
Tanit en el arte minóico de Creta, Edad del Bronce. Pictograma de
Tanit, de aquí surgió el ank de los egipcios. Petroglifos de Tanit. Aquí ya
aparece incorporado el símbolo lunar que la cubre
Más
imágenes de Tanit, con los cuernos (la luna) de Hathor al revés
Estela
representando a la diosa Tanit. Pintura rupestre de la comarca de los Vélez,
cueva de los Letreros (4500 A.C.), donde fué encontrado El Indalo (imagen de la izquierda)
Imagen
actual del Indalo colocado en las puertas de las casas de Almería
3. Sirenas y ondinas
La diosa del mar perdura de forma
degradada en tanto ondina o sirena, y en toda la variedad de “damas
de los lagos”, “dones d’aigüa” catalanas... etc. Ver Los
Monstruos Marinos.
Johann Ulrich Krauss.
Proserpinas Companions changed into Sirens (1690)
Probablemente las primeras sirenas fueron
imágenes de Afrodita con cola de pez -aunque muchos afirman que eran sirenas
aladas, y que las sirenas con cola de pez son de origen medieval- y son famosas
por su capacidad de seducir a los hombres, alejarlos de la tierra y
arrastrarlos a su reino submarino, el inframundo, donde habitan los muertos. El
recuerdo de la pérdida del carácter divino está presente en los relatos de la
sirena llamada Ran por los pueblos teutónicos,
que recibe las almas de los ahogados. En el folclore europeo las hadas como Morgan le Fay (“Morgana el destino”), lo mismo que las ondinas de Bretaña
llamadas morganas, toman su nombre del
vocablo “mor”, que en celta significa “mar”.
Mujer con cola de
pez. Representación de Escila del siglo V a. de C. Crátera beocia
Morgan le Fay, en un grabado de Dan Beard de 1889 (Imagen
Universidad de Rochester)
Sirenas
del Roman de Troie de Benoît de Sainte-Maure, que lo escribió hacia el año 1170
Las sirenas de la época homérica son tres
hermanas, hijas del dios río Aquelaos y de la musa de la poesía Calíope. Lidia
toca la flauta, Partenopea la lira y Leucosea lee los textos y los cantos.
Antiguas compañeras de Perséfone, hija de Zeus y de Deméter, raptada por Hades,
el dios de los Infiernos, pidieron a los dioses que les otorgaran alas para
poder salvar a la joven y traerla de vuelta sobre la Tierra. Según otra
versión, le deben su apariencia a Deméter, que quiso castigarlas por haber sido
negligentes en el cuidado de su hija. Su nombre proviene del término latino siren,
que a su vez proviene del griego seirên, de la palabra seira,
lazo, cuerda, recordando sin dudas el poder «cautivador» de las sirenas.
Ilustración de Marc Chagall para la Odisea (1974)
Las sirenas eran especialmente abundantes
en las proximidades de Sicilia. En alguna parte de aquel mar se hallaba la isla
de las Sirenas. Con sus cantos dulces atraían a los incautos marinos, haciendo
que sus naves se despedazasen contra las rocas y escollos. Aquel que oía sus
voces se olvidaba para siempre de su patria, hogar, mujer e hijos, y se
arrojaba al mar en pos de ellas. Ulises se liberó de ellas haciéndose atar al
mástil de su embarcación y taponar los oídos de sus compañeros con cera.
Las arpías tenían enormes alas. Eran las
divinidades de las tempestades y de la muerte. Cuando los cansados marineros se
disponían a descansar en una costa poblada por Arpías, estas se abatían sobre
ellos, llevándose sus provisiones con las garras de ave. Las sirenas medievales
ya no son las aves de presa de los griegos. Gerardo Lyon en su "Diálogo de las criaturas moralizadas" (Ginebra, 1481) las describe con medio cuerpo de mujer y
una cola de pez. En el "Bestiario del Amor" (1250) de Ricardo de Fournivel aún se
recordaba a la sirena griega con cuerpo "medio mujer y medio ave". La
concepción de sirena moderna como medio mujer, medio pez, arranca en la época
medieval con la aparición de la mermaid inglesa, la lady
of the lake de Escocia, la meerfrau alemana, la mor-greg
bretona, la dona d'aigua catalana y la rusalka eslava.
Mermaids medievales
Ondina Nixe
Evolución de la representación de la sirena: mermaids inglesas, ondina
Nixe
y representación clásica
El hada Morgana le Fay fue la diosa multiplicada por nueve de las islas
Afortunadas, donde iban los héroes muertos (el Paraíso). Fue degradada a la
condición de hechicera malvada cuando los clérigos cristianos medievales
transcribieron los ciclos artúricos. En ocasiones se considera que Nimue, la
“dama del lago”, es la personificación de Morgan le Fay y fue quien arbitró el
éxito de Arturo como monarca y la que le salvó de la muerte
Walutahanga,
la diosa melanesia del mar, tenía una forma serpenteante y fue cortada en ocho
trozos por su padre, pero al cabo de ocho días de lluvia su cuerpo se
reunificó. Los aterrorizados isleños volvieron a desmembrarla y la devoraron.
Walutahanga recuperó la integridad en el lecho del océano y desencadenó ocho
olas gigantes que sumergieron las islas y prácticamente destruyeron la vida
humana. Sólo sobrevivieron dos mujeres que se negaron a probar su carne, a
quienes la diosa recompensó con los dones de la vegetación los frutos marinos.
4. La diosa del río
Las diosas fluviales eran veneradas en
todo el mundo antiguo como dadoras de vida, siendo simbolizadas por el propio
río, pues este, simultáneamente, da la vida y la quita: las inundaciones que
fertilizan el suelo circundante también pueden provocar la destrucción
generalizada. Por este motivo, donde quedan vestigios del culto a la diosa
suelen verse -a modo de súplicas-
guirnaldas y otros regalos flotando en los ríos. La diosa del río no tiene imagen propia, es anicónica, y la
simbolizan el propio río (en las mitologías hindúes y celtas los ríos se
denominan simplemente “la madre”), otras veces se muestran como seres humanos
con el fin de emparejarse, como ocurre en la epopeya india Mahabarata con la diosa Ganga; con Boann en el ciclo mitológico irlandés y con Oya (río Oja) en la mitología de los yorubas.
Los ríos se relacionan con el misterio de
la vida y la muerte, con los juicios del alma. El Ganges recibe peregrinaciones multitudinarias para
obtener el perdón de los pecados en la vida presente y futura, en sus orillas
se llevan a cabo cremaciones; el río Estige separaba el inframundo del mundo de
los vivos. Hades castigaba a los pecadores infligiéndoles una dolorosa agonía
mientras recorrían la laguna de camino a la vida futura. Durante la festividad
del Año Nuevo (“akitu”) babilónico, la diosa del agua y jueza Nanshe, que presidía el desfile, aguardaba en Lagash la llegada de los
participantes en la procesión con sus barcas, a quienes juzgaba para que
empezasen bien el nuevo año.
Baño
en el rio Ganges
El
río Estige o Estigio (vierte sus aguas en la laguna Estigia) y desemboca en
el Acheron, río infernal que rodea el palacio de Hades. Las almas lo cruzan
sobre la barca de Caronte, que percibe un peaje, y penetran en el palacio de
Hades por una puerta en que vigila un perro de tres cabezas, bestia pérfida
llamada el Cerbero que nunca más les permitirá salir, devorando a los que lo
intenten. En su palacio, Hades preside un tribunal compuesto además por Minos,
Radamante y Aqueo, que juzga a los grandes culpables enviándolos a Tartaria,
donde padecerán crueles castigos. Allí, las Danaidas, hijas de Danaos rey de
Argos, que por orden de su padre devoraron a sus maridos porque un oráculo
había prevenido al rey que sería muerto por uno de sus yernos, están condenadas
a verter eternamente en un tonel sin fondo, un agua que deben recoger en una
fuente inagotable. Las almas de los justos, son enviadas a los Campos Elíseos,
lugares de delicias iluminados por un sol especial, que embellecen bosques de
mirtos y rosales, por los cuales atraviesa el río Leteo cuyas aguas hacen olvidar
a quienes las beben, todos los males de la vida.
Caronte cruzando la laguna Estigia. Grabado de Gustave Doré (1861)
El vínculo entre las diosas fluviales y
las vacas –cuya producción de leche se compara con el flujo dador de vida del
río- aparece en mitologías de todo el mundo. La diosa irlandesa Boann
(personificación del río Boyne) es la “vaca dadora de sabiduría”. Authumla, la
vaca divina de los mitos suecos de la creación, lamió la primigenia masa de
hielo salada y la convirtió en cuatro grandes ríos. Hathor, asociada a las
crecidas del Nilo, era venerada como vaca o como mujer con tocado de cuernos,
en lo cual se asemeja a Isis, la diosa del Nilo.
Boann, La Diosa Vaca, 1976
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