Isis y sus avatares
Antes del
2500 a.C., cuando se escribieron los textos de
las pirámides, Isis era ya una figura
imaginada con toda precisión. Hizo su entrada en la cosmología de los
sacerdotes de Heliópolis como cuidadora de los muertos. Pero también Isis
revela la unidad de la creación, idea que proviene de la sensibilidad neolítica
de un mundo unificado.
Pectoral de oro en forma de Isis alada (III dinastía Etiope, c.
710-663 a.C. Tumba cusita del rey Amarinataki-lebre, Nuri, Sudán)
La diosa
pájaro del IV milenio a.C. (Egipto predinástico) se refleja en las alas de
Isis que todo lo protege. En los textos de las
pirámides se dice que el difunto “respira
el hálito de Isis” (Budge “The Gods of the Egyptians”
vol 1) imagen que surge del relato en la que Isis asume la forma de un milano
y, con el batir de sus alas, creaba el viento o hálito de vida para despertar a su difunto esposo Osiris y
devolverlo a la vida, concibiendo un hijo del dios mientras este yacía en su
cofre, respirando hálito de vida y apartado, por lo tanto, de la muerte. Así,
Isis revolotea con sus alas dadoras de vida sobre todas aquellos cuya alma ha
abandonado su cuerpo por la boca, ofreciéndoles la primera bocanada de la vida
eterna. El alma Ba (el alma individual y personal) también revolotea sobre el
difunto en forma de pájaro, hasta que se une con el Ka (el alma universal),
la esencia del poder de la vida.
Imagen de
Isis en forma de milano sobre Osiris. Imagen del Ba en la tumba de Inherkhau.
El Papiro
de Ani. Lámina 37 o final del Libro de los Muertos. Este papiro
ha sido redigitalizado con bellos colores y los contornos retocados por el Vassar College de Estados
Unidos.
El papiro
original es propiedad del Museo Británico en Londres, registrado bajo el nº
10.470, formando parte de las colecciones del museo desde 1888. Las 37 láminas
originales se pueden ver en: http://www.britishmuseum.org/, haciendo
click en “Research”, luego ingresando “Search the collection database,” y
finalmente ingresando
En el Neolítico la diosa pájaro de las
aguas superiores y la diosa serpiente de las aguas inferiores eran concebidas
como una gran diosa del abismo circular de aguas que rodeaba la tierra. En
Egipto, durante la Edad del Bronce, se mantiene esta unidad entre Wedjat o diosa serpiente del Bajo Egipto y Nekhet o diosa buitre del
Alto Egipto. Esta asociación entre diosa y serpiente también aparece en el ureo
real, la cobra erguida y dispuesta a escupir. El jeroglífico de la
cobra erguida significa “diosa”. El wedjat
(ojo de Horus) se asimilaba a menudo a Isis, tanto bajo su forma de serpiente
como en la de “ojo de Ra”.
Ureo en forma de cobra. A la derecha el ureo de Sesostris III
Otra de las formas de la diosa es la diosa cerdo del Neolítico. Mil años
después, en Egipto, aparece la imagen de Isis con las piernas abiertas como si
estuviera a punto de dar a luz sobre el lomo de un cerdo. Ambas imágenes
expresan el sentimiento de que el cerdo (con su constante fertilidad)
representa las fuerzas de renovación perpetua de la naturaleza. La cerda es el
animal sagrado que representaba a Deméter en Grecia.
Diosa cerda egipcia, precursora de Isis (c. 3000 a.C.)
Su relación con el chamanismo la podemos
observar en la escalera que Isis sostiene en la mano, al igual que las
escaleras que se pintaban al lado de las tumbas para que el alma ascendiera a
los cielos, después de pasar por unos niveles de transformación o purificación.
Más adelante, la virgen María recibe el apelativo de “Puerta del Cielo” y la
imagen de la escalera reaparece en el mito de Sofía.
Para los egipcios la existencia divina se
manifestaba en una gran variedad de animales, lo que le sugiere al egiptólogo Henri Frankfort “Ancient Egyptian
Religión” que el egipcio sentía una reverencia religiosa subyacente hacia
toda la vida animal, hasta tal punto que los animales en sí mismos poseían significado
religioso para los egipcios. La creencia
dominante en la religión egipcia era la de la inmutabilidad del universo: el
único gran acontecimiento tuvo lugar en los orígenes, cuando el mundo emergió
de las aguas primordiales. Los animales parece que nunca cambian y por eso
participan de la naturaleza fundamental de la creación.
Los animales carroñeros, como los
chacales y buitres, participan de la naturaleza divina de la diosa porque
transforman la carne putrefacta en alimento dador de vida. Anubis, el que conduce a los muertos al inframundo, el “juez”, tiene
cabeza de chacal, pesa el alma del difunto para decidir si es digna de entrar a
presencia de Osiris, de la misma manera que al comer, el chacal distingue con
exactitud los elementos capaces de transformarse de los que no los son.
Recordemos la diosa buitre (de la muerte y regeneración) de Çatal Hüyüyk y al
chacal Anubis como ejemplos de cómo surgen las asociaciones simbólicas.
La diosa Sekmet tiene la cabeza de león, y aparece sentada con el disco solar y
el ureo sobre la cabeza. Estos tres elementos, por separado, son imágenes de energías
poderosas y, juntas, implican una gran concentración de fuerza, que al ser
disparada, igual yerra el blanco y se convierte en destructiva: de la misma
manera que podía desencadenar la peste, podía curarla.
La diosa Sekmet tiene la cabeza de león
1. Isis como trono. La montaña.
La imagen de un trono de respaldo alto
era tanto el jeroglífico del nombre de Isis, como el objeto que se sitúa sobre
su cabeza. Según Anne Baring y Jules Cashfor (“El mito de la diosa”. Pág 294): “el trono
recuerda el orden primigenio del comienzo, porque en su forma puede verse el
montículo original, la ‘colina alta’, que primero emergió de las aguas como
tierra habitable”.
Isis, pintada en oro, con el trono de oro sobre la cabeza,
arrodillada sobre el emblema de oro, sujeta el anillo de la eternidad
(sarcófago de Amenhotep II c. 14271401 a.C. Tumba de Amenhotep –Amenofis- II,
valle de los Reyes, Tebas)
En muchas otras culturas la colina era la imagen de la Diosa
como la Tierra. En Sumeria la montaña
era imagen del inframundo (Kur), del útero de la madre, símbolo
que procede del antiguo aprisco de animales y de la cueva prehistórica, representado
por ∩. En Creta la diosa se yergue sobre su montaña, flanqueada por
leones. La montaña es el lugar más cercano al cielo y por tanto el primer lugar
que una divinidad alcanzaría al descender. Por eso los primeros templos tenían
forma de montaña: el zigurat, la pirámide...
Primer grabado del libro
de Athanasius Kircher, Sphinx Mystagoga
(Amstelodami: Ex officina Janssonio-Waerbergiana, MDCLXXVI). Recreación
bastante fantástica de Gizeh, pero con elementos reales: visitantes curiosos
capaces de encaramarse hasta lo más alto de las pirámides y abigarramiento de
caballos, camellos, arqueólogos, saqueadores y gente diversa alrededor. Fuente Mesa
Revuelta
En una extensión de este simbolismo, el
regazo de la diosa Isis se convirtió en el trono real de Egipto, de modo que subir
al trono equivalía a recibir el alimento divino que otorgaba al rey
las cualidades de la realeza y garantizaba su derecho a gobernar: “El trono ‘hace’ al rey”, como dicen
muchos de los textos. Ya en la I dinastía un faraón se llamaba a sí mismo ‘hijo de Isis”. Así, Isis es la madre del
rey que gobierna la tierra en su lugar como hijo suyo. Así era como se percibía
el orden cósmico del universo en relación con el orden social de los seres
humanos: “el derecho divino de los reyes”.
Isis con el niño Horus (Museo Egipcio de El Cairo).
2. Isis y Hathor.
Isis se funde con muchas otras diosas,
como es el caso de Hathor. Lo demuestra la semejanza
de los adornos de su cabeza: una corona con cuernos de vaca y con el disco
solar descansando sobre ellos.
Isis, con cabeza de vaca, aparece como la estrella Sothis, que
trae la inundación que hace crecer las plantas. El pájaro del alma se alza
sobre el cereal como alma liberada de Osiris (templo de Isis en la isla de
File)
Terracota de Isis-Afrodita , época romana en Egipto, II-III siglo d.C.
La diosa también tiene los atributos de Hathor. The Metropolitan
Museum of Art
Una tradición procedente del Neolítico
afirmaba que las aguas primordiales y
el dios más poderoso eran femeninos. El océano celeste se imaginaba en forma de
una gran
vaca que alimentaba al mundo con su lluvia de leche. Sus cuatro patas
apoyadas sobre la tierra marcaban los cuatro puntos cardinales del universo. Su
panza, cuajada de estrellas, formaba el cielo por el cual viajaba el sol en su
trayecto diurno y nocturno. La diosa celeste Nut también pude tomar la forma de una vaca. A veces se dibujaba al
rey mamando directamente de la vaca, como Hathor amamantaba cada mañana a su
pequeño hijo: el sol.
Isis y Osiris (el toro) tuvieron como
hijo a Horus, que creció hasta convertirse en el halcón dorado (el sol). Osiris
se identifica con el sol poniente, con la tarde, con el ayer y con todo lo
pasado. Por otro lado, Horus se
identifica con el sol naciente del este, con la mañana, con el día de hoy, con
el presente. Ambos dioses son los dos aspectos de una misma figura: lo viejo y
lo nuevo, el morir y el renacer.
Hathor (el cielo) se convirtió en el
lugar donde muere y renace el sol, fundiéndose con la historia de la diosa
Isis. En esta nueva historia, cada noche, se producía la reunión de Hathor con
Horus, cuando el hijo volaba hacia la boca de su madre. Se celebraba una fiesta
anualmente durante la cosecha, en la que se representaba un matrimonio
sagrado que duraba catorce días y comenzaba al menguar la luna.
3. Isis y Nut.
Nut
era la diosa que a menudo se fundía con Isis y Hathor. Era la diosa del
cielo y también la madre del sol, la luna y las estrellas. También como madre
cósmica es representada en un grabado de la tumba de Seti I (c. 1300
a.C.) bajo la forma de una gran vaca impasible, por debajo de la cual navegan
las barcas solares del día y de la noche, con un Shu (aire) diminuto sujetando su panza.
Nut como madre
cósmica es representada en un grabado de la tumba de Seti I (c. 1300
a.C.) bajo la forma de una gran vaca impasible, por debajo de la cual navegan
las barcas solares del día y de la noche, con un Shu (aire) diminuto sujetando su panza.
En la
escritura jeroglífica la jarra de agua es el signo de Nut, la que vierte la
lluvia de los cielos, ofreciendo bebida y comida a las almas de quienes han
muerto.
Como diosa del cielo, Nut era a menudo
dibujada como una mujer que arqueaba su cuerpo sobre el cuerpo del dios de la
tierra, su esposo Geb (a veces
llamado “toro de Nut”). Una
representación semejante puede verse en el relieve de un techo del templo de
Hathor (Dendera, c. 116 a.C.-34 d.C.) en el que la diosa del cielo Nut engulle
y da a luz al dios del sol, cuyos rayos caen sobre Hathor, que representa al
horizonte.
Nut como el cielo estrellado
Nut era a menudo dibujada como una mujer que arqueaba su cuerpo
sobre el cuerpo del dios de la tierra, su esposo Geb (a veces llamado “toro de
Nut”)
Neumann observa que en las
sociedades matriarcales el cielo diurno es el reino en el que el sol nace y
muere, no el reino sobre el que gobierna,
como sucederá más tarde. Desde la perspectiva matriarcal, Nut es la forma femenina de Nun, el océano primordial que todo lo
abarca; es la inmutable, la duradera, el receptáculo fundamental. El sol, la
luna y las estrellas son sus hijos temporales y perecederos. Desde la
perspectiva patriarcal, por el contrario, el dios del sol (Ra, manifestación visible de Atum) es
el centro, el ser primario; viaja en su barca por el “abismo acuoso del cielo”
(El cuerpo de la vaca celeste). El sol es la epifanía de la creación; como se
ve en la imagen de abajo, representando el nacimiento del sol, y unos gestos
gozosos de los brazos alzados por su renacimiento, que encontramos en el muro
norte de la cámara funeraria de la tumba de Ramsés VI, XX dinastía, c. 1150
a.C. Valle de los Reyes, Tebas. En esta visión patriarcal Nun deja de ser la
madre de Ra (la manifestación
visible de Atum, “El completo”) y pasa a ser su nieta.
Para Rundle Clark “Myth and Symbol in ancient Egypt” el punto de vista matriarcal era el más arraigado en las gentes
del pueblo, mientras que eran principalmente los sacerdotes quienes defendían
el punto de vista patriarcal. Desde este punto de vista, por ejemplo, la
historia de la salida del sol cambia radicalmente: el enrojecerse de la aurora ya
no se considera la sangre del parto de la madre, sino la sangre de la serpiente
de la oscuridad, Apofis, a quien el
sol ha dado heroicamente muerte.
El gato, representante del Sol en la noche, matando a la serpiente
Apep (Apofis) y asegurando un nuevo amanecer
En la figura de abajo Set lancea a Apofis (otra dimensión de sí mismo), mientras que el
sol permanece sentado en su barca. Esta imagen muestra el mito de la derrota de
las fuerzas de la oscuridad a manos del dios de la luz.
Set lanceando a Apofis y una escena del
Libro de los Muertos en la que El
difunto se enfrenta a Apofis.
Apofis herida por Miuty, el «Gran Gato de Heliópolis».
4. Isis y Maat.
La diosa Maat encarna el principio del equilibrio, de la compensación y de la
armonía como base de las leyes del universo. Viaja en la barca de Ra, junto con
Thot (su contrapartida masculina).
Maat y Thot
Al igual que Sofía, Maat estaba en el
“abismo primigenio” como la que da vida al corazón del ser supremo antes de que
la creación hubiese comenzado, cuando Atum deseaba que su corazón viviera. Nun
le dijo a Atum que acercara su hija Maat a su nariz y que respirara en ella,
para que su corazón viviera. A menudo se representa a Maat infundiendo el hálito
de vida en los faraones. Para ello sostiene un Ankh contra su nariz.
Maat infunde el aliento de vida sobre el comienzo de todas las cosas.
Maat es las leyes fundamentales del Universo,
basadas en el principio de la armonía: “sea
cual sea el desorden que el hombre o los accidentes naturales puedan provocar,
la naturaleza, por sí sola, volverá a ponerlo en orden a través de las
afinidades (la conciencia de armonía que habita en todas las cosas)” (“El
mito de la diosa”. Pág. 306.
Sin embargo, este “principio de la armonía” va en contra de la Segunda Ley de
la Termodinámica.
Maat encarna la verdad, el orden justo,
la legalidad y la justicia. Los faraones llevaban en la mano una muñeca que
representaba a la diosa, y los jueces un emblema de lapislázuli que
representaba a Maat. Así el orden social era un reflejo del orden divino y el
gobierno de cada día representaba el tiempo primordial (“In illo tempore” de Mircea Eliade) en que Ra (el sol) puso el Orden
(Maat) en lugar del Caos.
La pluma de Maat se colocaba en la balanza
de la justicia para comparar su peso con el del corazón del que había muerto.
Si el corazón era más pesado que la pluma, la balanza se inclinaba y el corazón
caía en las fauces abiertas de Ta Urt, el monstruo con cabeza de
cocodrilo, cuerpo de hipopótamo y pies de león, que estaba agazapado debajo. Si
el difunto había sido justo, Thot lo
llevaba ante Osiris, detrás de quien estaban Isis y Neftis. En la figura de la
página siguiente el ojo alado de Horus sujeta en sus garras de ave la pluma de
Maat y se la acerca a Osiris, que encarna a Maat en el inframundo. Las aguas
primordiales de Nun yacen bajo el
trono de Osiris y de ellas nace el loto,
que florece al sol de la mañana, convirtiéndose en la flor cósmica original cuyos pétalos se abrieron para revelar el
sol, que se alzó y echó a volar por los cielos. Los cuatro hijos de Horus que
sostienen los cuatro puntos cardinales se sostienen sobre el loto, que en
última instancia se apoya en Nun.
Ta Urt
La idea de Maat equivale a los Me de Sumer y posteriormente al Tao chino, al Dharma indio y a la Sofia de la literatura sapiencial del Antiguo Testamento y de la tradición gnóstica cristiana. Quizá
también sea equivalente al “Reino de los
Cielos” de Jesús y al “Reino” de los evangelios gnósticos.
Todos estos términos se refieren a una imagen de orden cósmico, armonía arquetípica
o ley universal de la que deriva el orden social humano. Nosotros entendemos
esta idea bajo el término Logos: “En el principio existía la Palabra” (“logos” en griego). Originariamente
esta idea se encarnaba en la imagen de la Diosa, que expresaba el orden espiritual
de la Totalidad, la ley de la
encarnación que regía los principios por los que la Unidad se manifestaba (encarnaba) como diversidad.
5. La diosa de los mil nombres.
A menudo se hace referencia a Nut, Hathor
e Isis como unidad. A las tres se les llama “diosa del sicómoro”, “madre del
cielo”, “reina de todos los dioses y diosas”... Isis es la “señora del gozo y
la abundancia”. Con el Reino Nuevo (1550 a.C.) Atum dejó de ser el dios nacional,
posición que pasó a Amon. En esa época Isis
sobrepasó en poder a todas las demás diosas que fueron apareciendo y
despareciendo. Isis fue la única diosa de los mil nombres.
La figura de Isis alberga una paradoja,
pues era adorada como gran madre de la vida, la muerte y la regeneración, pero
también sufría dificultades y pérdidas como los seres humanos. Es posible que
este perfil humano de su semblante explique lo duradero de su atractivo. Como
Inanna en Mesopotamia, Isis vincula a la humanidad con el rostro incognoscible
de la divinidad al hacerse casi humana. Es la mediadora entre los dos reinos,
como la virgen María habría de serlo para muchas personas miles de años
después.
Isis sufre y supera las pruebas de la
condición humana (muerte de los seres queridos) y, por lo tanto, puede servir
de imagen de reconciliación de las condiciones de la existencia humana.
6. Diosa de la palabra del poder.
Uno de los mitos que tratan de la Diosa
comienza relatando que al principio era una mujer y acabó siendo diosa, con
poder incluso sobre el dios sol Ra,
el señor que se creó a sí mismo.
Este relato revela la coexistencia de las
tradiciones neolíticas del culto a la Diosa y al dios, el cual pervivió entre
las gentes del campo y allí donde la religión oficial perdía su dominio central.
Finalmente, en los siglos II y III d.C. casi llegó a superar a la religión
oficial con la expansión de los Misterios de Isis.
En Heliópolis, donde predominaba el
planteamiento ortodoxo, Ra
(manifestación visible de Atum) era el bisabuelo de Isis y el creador de todo.
Isis conocía la “palabra de poder” (el secreto del nombre de Ra) lo cual la
condujo a desear convertirse en una diosa similar en rango y poder a Ra. Se
cuenta esta historia.
El dios Ra se había hecho viejo y baboso,
y su saliva cayó a tierra. Entonces Isis amasó parte de su saliva y construyó
una serpiente sagrada y la puso en el camino del gran dios, y al pasar éste, la
serpiente le mordió. El dios moribundo reunió a su lado a todos los hijos de
los dioses y también vino Isis, cuya boca estaba llena de aliento de vida y cuyas palabras hacen vivir de nuevo las gargantas
de los que han muerto. “Yo te curaré”
-le dijo a Ra-, “pero dime tu nombre,
padre santo, porque todo lo que se traiga al mundo en tu nombre se curará”
Y Ra dijo: “He hecho los cielos y la
tierra, las montaña y el agua. Soy el que hace la luz cuando abre los ojos, y
si los cierra, viene la oscuridad”. Isis dijo: “Pero lo que has dicho no es tu nombre; dímelo y el veneno se irá”.
El veneno quemaba como fuego y el gran dios dijo: “Consiento que Isis busque
dentro de mí y que mi nombre pase de mí a ella”. Entonces dijo Isis: “Veneno, vete, sal de Ra. Que Ra viva y el
veneno muera”.
En este mito el poder supremo del culto a
la diosa consigue imponerse al del dios Ra, el de la postura ortodoxa. Por otra
parte, el secreto que rodea el nombre del “altísimo” anticipa el carácter
impronunciable del nombre santo de Yahvé.
7. Madre e hijo.
“El niño solo e indefenso, acunado tan
sólo por la naturaleza en un lugar salvaje lejos de la compañía humana, es un
motivo constante en los mitos del mundo que reaparece cada vez que nace un
héroe” (Pág. 313). El chamán prehistórico -y los actuales también- solían transmitir sus conocimientos a un
discípulo al que aislaban del contacto social, metiéndolo en lo más hondo de
los bosques, en las cuevas, o en lo alto de los montes o acantilados, donde se
daban las condiciones necesarias para alcanzar el éxtasis.
La Isis Lactans como
modelo de la virgen María. Pedro Berruguete Virgen
de la leche
Horus
nació en secreto en un matorral lleno de serpientes vene venenosas, en los pantanos
del delta, donde Isis lo cuidadaza. Pero tuvo que irse para buscar comida y
cuando regresó, el niño se estaba muriendo, pues había sido envenenado. Isis
clamó a Ra, apostado en su barca y cuando éste llegó a la altura de la diosa,
el sol se detuvo. Entonces bajó Thot, pronunció las palabras mágicas de poder y
Horus se recuperó.
En un relato similar, la propia Isis cura
la picadura de escorpión de un niño, el de la señora rica que le denegó albergue
cuando Isis, acompañada de siete escorpiones, iba huyendo de Set, el cual le
había apresado después de la muerte de Osiris. Los escorpiones, ofendidos por
la negativa, picaron a su hijo.
Una de las imágenes que más tiempo
perduró es la de la diosa como madre vulnerable y sola que se enfrenta a
fuerzas peligrosas, a las que finalmente derrota con la ayuda de grandes
poderes provenientes de si misma o del exterior. ¡Ay, hijo mío! ¿Está ardiendo,
pajarito mío? ¿Tienes demasiado calor, ahí en el arbusto? Tu madre no puede
estar contigo, ni hay hermana que te abanique, ni nodriza que te asista?
(Pág. 315).
8. La Isis helenística.
Alejandro Magno conquistó Egipto en el
332 a.C. Los sucesores de Alejandro fueron los reyes tolemaicos, que fomentaron
la fusión de la religión egipcia y griega. Así Isis se convirtió en la esposa
del dios de los tolomeos Serapis (el
antiguo dios toro, bajo una nueva forma). Comerciantes egipcios llevaron a
Grecia la religión egipcia, donde se vinculó a Isis con Deméter, Osiris con
Dionisio, con Plutón y Hades. Isis y Serapio tenían un templo en la ladera
meridional de la Acrópolis de Atenas. En Délos también había un templo de Isis.
Serapis, como toro y un Serapis helenístico
En el siglo II d.C. se compuso un himno
en honor de Isis, en Cimi, el cual recuerda al himno Akathists a Maria (s. V d.C.) y el himno gnóstico a Sofía.
Himno a Isis, siglos III o IV, descubierto en Nag Hammadi
Porque soy la primera y la última,
yo soy la venerada y la despreciada,
yo soy la prostituta y la santa,
yo soy la esposa y la virgen,
yo soy la madre y la hija,
yo soy los brazos de mi madre,
yo soy la estéril y numerosos son mis hijos,
yo soy la bien casada y la soltera,
yo soy la que da a luz y la que jamás procreó,
yo soy el consuelo de los dolores del parto,
yo soy la esposa y el esposo,
y fue mi hombre quien me creó,
yo soy la madre de mi padre,
soy la hermana de mi marido,
y él es mi hijo rechazado.
Respetadme siempre,
porque soy la escandalosa y la magnífica.
A continuación un fragmento del himno a Isis que se encontró en la
ciudad de Salónica.
HIMNOS A ISIS
Traducción y estudio preliminar Elena Muñiz Grijalvo, Trotta, 2006
Ilustración de la portda: A. Kircher ,Oedipus Aegyptiacus, Roma,
(1652-1654)
HIMNO DE SALÓNICA
(I-II d.C.)
1. …Yo soy la primera que descubrió los frutos de la tierra para
los hombres.
2. Yo soy la madre del rey Horus
3. Yo soy la que se manifiesta en la estrella en Canis Maior.
4. Yo soy a la que llaman “diosa” entre las mujeres.
5. Me construí la ciudad de Bubastis.
6. Yo separé la tierra del cielo.
7. Yo establecí los caminos de las estrellas.
8. Yo dispuse los caminos del sol y de la luna.
9. Yo inventé la navegación.
10. Yo engrandecí lo que era justo.
11. Yo uní al hombre y a la mujer.
12. Yo dispuse que alumbrara cada diez meses un feto.
12. Yo establecí que lo justo era que los padres fueran amados por
sus hijos.
13. Yo establecí que se castigara a los padres que se comportaban
mal con sus hijos.
14. Yo puse fin, junto con mi hermano Osiris, a la antropofagia.
15. Yo di a conocer los misterios a los hombres.
16. Yo enseñé a los hombres a honrar las estatuas de los dioses.
17. Yo fundé los santuarios de los dioses.
18. Yo acabé con el crimen.
19. Yo dispuse que las mujeres fueran amadas por los hombres.
20. Yo hice que lo justo fuera más preciado que el oro y la plata.
21. Yo establecí que es justo que se tenga por hermosa la verdad.
22. Yo inventé los contratos matrimoniales.
Apuleyo (siglo II d.C.) identifica a Isis con Ceres, Venus y Proserpina.
Nos cuenta cómo los sistros se seguían agitando hasta que salía el sol durante
las fiestas celebradas en su templo de Roma. Apuleyo era un iniciado en los Misterios
de Isis, en su libro “El asno de oro” la diosa transforma
a Lucio de asno en hombre, en lo que constituye una precisa metáfora de
iniciación: “soy la divinidad única a
quien venera el mundo entero bajo múltiples formas, variados ritos y los más
diversos nombres”.
Los misterios
egipcios se celebraban en secreto en las cámaras internas de los templos,
cuyo acceso estaba prohibido a la gente ordinaria. En ellos se escenificaba la
pasión de Osiris, su muerte, la necesidad de protección en el inframundo, la
ayuda de Isis y Neftis y su resurrección. Es una fiesta que marcaba el paso del
año. En el relato de Apuleyo, casi un mileno después, el centro de atención se
ha desplazado a Isis. La historia de “El
asno de oro” la cuenta un iniciado llamado Lucio (Luz). Primero había sufrido una muerte voluntaria –la condición universal
para la iluminación mística-, hasta llegar a perder la conciencia de saberse
humando. Sumergido por siete veces bajo las olas del mar, llega a la
culminación de sus sufrimientos, cuando se le aparece una deslumbrante luna
llena que se alza del mar, la diosa: “ante
todo y sobre todo deslumbraba mis ojos era su manto de un oscuro tan intenso
que irradiaba reflejos de puro negro”. Esta es la aparición de la Reina de
la Noche, que en “La Flauta Mágica” se hace visible como epifanía de la naturaleza,
que es la madre de todo.
Escenografía para la ópera, de Schinkel, para el estreno en
Berlín, en el año 1815, con La Reina de la Noche
En la nueva manifestación del mito de la
diosa lo que más quedó grabado en la imaginación fue la visión de la diosa
madre y de su hijo salvador. El cristianismo, en cambio, vetó y escondió el
carácter divino de la Naturaleza, como epifanía de la divinidad.
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