Zeus y Hera
En la época clásica Hera será conocida
como la esposa de Zeus. Pero no fue así con anterioridad. En Olimpia el templo
de Hera existía mucho antes que el templo de Zeus, donde el dios aparece de
pie, como guerrero, al lado de la diosa sentada en su trono. En una metopa del
siglo V a.C. (Templo de Hera en Sicilia) la diosa se alza por encima de Zeus,
con el brazo levantado mientras él se inclina hacia atrás relajándose.
Hera
y Zeus (metopa, siglo V a.C. Templo de Hera, Sicilia)
Hera significa “Señora” y su nombre no es
indoeuropeo, como el de Zeus. Las imágenes de serpientes, leones y aves
acuáticas que le acompañan le otorgan un linaje más antiguo. Herodoto pensaba
que los griegos habían tomado a la diosa Hera de los pelasgos del norte de
Grecia.
Gimbutas sugiere que, al igual que Atenea, con
la cual aparece a menudo en las leyendas, Hera podría remontarse a la diosa
serpiente del Neolítico que gobernaba sobre las aguas celestiales. Tanto Homero
como Platón relacionan su nombre con el aire. En la Iliada es llamada “reina
del cielo” y “Hera del trono dorado”.
También es llamada “diosa de blancos
brazos”, una imagen romántica de los rayos de luna que se extienden por el
cielo nocturno. A Selene se le da el mismo epíteto y se la
describe formalmente como diosa de la luna. De hecho, todavía se asignan a Hera
las tres fases de la gran diosa de la luna de antaño (aunque interpretadas
ahora en relación con su papel de esposa, como corresponde a un punto de vista
patriarcal), bajo la forma de los tres templos que se le construyeron en
Estinfalo: la niña, la realizada y la separada. El mismo mito lunar conforma el
ritual en el que su estatua se bañaba cada año en un arroyo, en el momento
preciso de la luna creciente, para renovar su doncellez y para que pudiera ir
al encuentro de Zeus como en los orígenes, simbólicamente virgen, “una en sí
misma” como la luna renacida.
La
diosa Selene conduciendo el carro de Pegaso en una pintura (kylix
de figuras rojas) de un vaso griego del siglo V a.C., Antikensammlung, Berlín
Hera, representada en una cerámica ateniense (lehythos
de figuras rojas) del siglo V a.C., Rhode Island School of Design
Por otro lado, el epíteto que Homero
da a Hera
–boopis,
que significa “de ojos de vaca”-
sugiere que era también una diosa de la tierra, cuya imagen siempre fue la vaca
desde las épocas más antiguas: la Ninhursag sumeria y la Hathor egipcia, por ejemplo, por
no mencionar las consortes anónimas de la larga serie de toros fertilizadores.
El hogar de Hera también estaba en las llanuras fértiles, recorridas por
manadas de ganado. En sus templos se sacrificaba ganado. Diosa de Argos y Samos
se apropió de los templos micénicos y su culto se extendió por toda Grecia,
adorada como diosa del yugo y “rica en
bueyes”. A las espigas de trigo se les llamaba “flores de Hera” y se las esparcía sobre los altares cuando se
sacrificaba el ganado.
Tras el carácter demoníaco de algunos de
sus hijos también se halla la misma historia. Así Hera da a luz de manera
autónoma, como toda diosa de la tierra (según la óptica de los dioses celestes),
al dragón Tifón. La unión de Tifón y su novia Equidna, con cuerpo de serpiente,
produjeron a los monstruos más horripilantes de la antigua Grecia, como la
Quimera, una monstruosidad con cabeza de león; y el dragón Ladon, feroz
protector del jardín de las Hespérides y sus doradas manzanas. También estaban
Ortos, un temible perro cazador con dos cabezas y su hermano Cerbero con tres
cabezas. Pero ninguno era más horrífico que la Hidra, el miembro más temido de
esta vil prole que se cobijaba en la fría y húmeda cueva de Lerna, desde donde la odiosa criatura estaba matando
a la población del distrito y arruinando sus campos, transformándolos en un
lúgubre páramo pantanoso.
Tifón,
fresco etrusco de la “Tumba de Tifón” en Tarquino
Atenea,
Heracles, mordido por el cangrejo enviado por Hera, la Hidra y Yolao
Heracles
y Ladón. Terracota romana.
En una vasija de arcilla “pithos” (Tebas 680-670 a.C.) se ve a
Hera como gran diosa coronada, de la que surgen serpientes de las que cuelgan
uvas. La diosa levanta los brazos en señal de epifanía. Dos leones se alzan
hacia ella recordándonos a las diosas minoicas de la montaña y a la puerta
micénica (umbral del “más allá” chamánico). Dos sacerdotisas cuidan su túnica,
que tiene aspecto de red y que está cubierta de puntos que recuerdan a un tiempo
la semilla sembrada en los campos y las estrellas que salpican los cielos. Bajo
el cuello del recipiente aparece una procesión de ciervos moteados con cabezas
delicadamente finas. Ésta es la figura de una reina por derecho propio; muy
lejos queda la imagen de la esposa mezquina de la Iliada.
Relieve cicládico en un pithos de arcilla 680-670 a.C. de
Tebas, donde se ve a Hera coronada entre dos leones de
la que surgen serpientes de las que cuelgan uvas
En Beocia se rendía culto a la diosa de
la tierra llamada Platea, en cuyo honor se organizaba una fiesta
especial que se celebraba cada setenta años. Se simulaban los festejos de una
boda con figuras de madera de la novia y de su dama. Se sacrificaba una vaca
para Hera y un toro para Zeus. Al final, todo ello se quemaba según nos explica
Marija
Gimbutas en “The Goddeses and
Gods of Old Europe”.
Esto nos recuerda el matrimonio sagrado
que representaba el antiguo ritual del casamiento entre el cielo y la tierra,
que bendecía y regeneraba la tierra. En muchos lugares de Grecia se celebraba la
boda sagrada entre Hera y Zeus, pero su significado ya no era el del acontecimiento
divino que unía los principios complementarios del universo para regenerar,
sino servir de modelo para la mujer en el cumplimiento de los deberes del
matrimonio patriarcal (En la Iliada se
nos mostrará una Hera mezquina y un matrimonio desavenido) en una sociedad en
la que las mujeres estaban excluidas de la democracia. Hera se convirtió en la diosa de
las bodas y del matrimonio, mientras que el amor, la belleza y el deseo pasaron
a Afrodita.
El cuidado de la casa se encomendó a Hestia, diosa del fuego del hogar. Ártemis
se convirtió en diosa de la virginidad, el parto y la maternidad.
Hera ha contraído matrimonio a la fuerza,
pero nunca es realmente esposa de Zeus, al que considera un inferior, según Jane Ellen
Harrison “Prolegomena to
the Study of Greek Religión”. La Diosa Madre nunca acepta el dominio del dios ario. Zeus siempre se
acerca a Hera con engaños: un relato sobre su matrimonio cuenta que durante una
tormenta Hera queda separada de los otros dioses, sentada en una montaña. Zeus
se transformó en un cuco, mojado y maltratado por la lluvia, y se posó sobre el
regazo de Hera. Sintiendo lástima por el pobre pájaro, la diosa lo cubrió con
su túnica, momento en el que Zeus se revela.
En su transformación en diosa olímpica la
historia oficial nos cuenta que Hera tuvo por sí sola dos hijos, Hefesto y Ares
(según Homero) o un hijo, Ares (según Hesíodo), ninguno de los cuales triunfó.
Su progenie no es lo que cabe esperar de una pareja tan divina: uno feo,
contrahecho y vengativo (Hefesto, el herrero, al que su madre arroja a
la montaña; él luego la apresará en un trono mecánico), el otro es un cobarde
desvergonzado y salvaje (Ares, al que Zeus odia más que a ningún otro
dios). El implacable ascoso al que Hera sometía a Zeus, a causa de sus
escarceos amorosos, convierten algunos fragmentos de la Iliada en una parodia cómica, con una madrastra malvada,
una esposa manipuladora y una madre terrible. Otras leyendas hablan de que Hera
tuvo de Zeus a tres hijos: Ares, dios de la guerra, Hebe, ayudante de los
dioses y Eilethuia, diosa del parto.
En la comedieta se nos habla de la
intensa vida sexual de Zeus y sus múltiples conquistas, de muchas mujeres que
le rodeaban. Zeus era el hijo de Cronos y Rea, convertido en rey de los dioses
tras liderar la batalla contra los Titanes.
Hera fue su hermana y esposa aunque a lo largo de la existencia de Zeus
las conquistas sexuales fueron muchísimas, lo que hacía incrementarse los celos
de su esposa. Las amantes de Zeus no solo fueron divinas sino también humanas.
El primer amor de Zeus fue Metis,
una ninfa del mar, la cual intentó escapar de Zeus usando diferentes formas
pero aun así se quedó embarazada. Gea, diosa de la tierra, profetizó que Metis
daría a luz a una niña y después a un niño que se convertiría en el soberano de
los cielos. Zeus temiendo la profecía se comió a Metis y a su hijo nonato,
adquiriendo así su sabiduría. La niña, Atenea, nació de la cabeza de Zeus.
Nacimiento
de Atenea (Metis aparece alegóricamente bajo el asiento de Zeus). Trípode de
figuras negras, c. 570–560 a. C., Museo del Louvre (CA 616).
Otra conquista significativa del casanova
homérico fue Temis,
una titánide que dio a luz a las Horas y las Moiras; le siguió Eurónime una ninfa del mar que dió a luz a las
Gracias y
Mnemósine
otra titánide que se convirtió en la madre de las nueve Musas. Todas estas uniones
esporádicas quedaban escondidas tras un matrimonio estable con Hera.
Temis
y Egeo. Pintor de Codros, 440-430 a.C.
El matrimonio con Hera fue tormentoso y
ella lo abandonó, pero Zeus consiguió que regresara a su lado construyendo una
estatua de una mujer con un velo nupcial a la que presentó como su nueva
esposa. Hera acudió furiosa y comprobó que todo era una farsa. Cuentan las
leyendas que en una ocasión Zeus encadenó a Hera con yunques en los pies para
que no pudiese dejarle.
Hera perseguía a las amantes de su marido
constantemente. Zeus dejó embarazada a Leto de Apolo y Artemisa, Hera prohibió que
ningún lugar la acogiera por lo que tuvo que refugiarse en Delos. Hera
transformó a las amantes de Zeus, Calisto e Io en un oso y una vaca.
Famosos fueron los disfraces de Zeus para
seducir a las mujeres: llegó a la cama de Alcmene disfrazado de su esposo y engendró
de esta manera al héroe Heracles. Con Europa, se convirtió en toro; cuando
Danae fue encerrada en una cámara de bronce, Zeus se disfrazó de lluvia de oro.
Para seducir a Semele tuvo que pasar por un simple mortal.
Rapto
de Europa de Félix Valloton
En la historia no oficial vemos a un Zeus
furioso contra la diosa, una diosa del inframundo, que puede viajar por el
mundo subterráneo, una Hera en el papel de luna menguante, capaz de mover a los
dioses del Aqueronte en su favor (Virgilio en la “Eneida”
7), una diosa que sostiene, como Perséfone, una Granada. Porque Hera, aunque
Homero no se lo reconozca, es la gran diosa de los tres reinos: cielo, tierra e
inframundo.
En su relación con el héroe Heracles,
cuyo nombre significa “gloria a Hera”, alude a su antiguo
papel de gran diosa. Hera le impone doce trabajos (doce meses del recorrido
anual del sol). El héroe es el sirviente o hijo-amante de la diosa y el relato
simboliza o recuerda el antiguo ritual en el que el sol se unía con la luna
llena. En un espejo etrusco aparece la imagen de Hércules (Heracles) como
hombre adulto que mama del pecho de Hera, que recuerda a los faraones mamando
del pecho de Isis en su papel de hijos-amantes de la diosa. La leyenda cuenta
que Zeus durmió a Hera y Hermes puso a Hércules en su pecho, pero -como héroe
que era- la mordió y la despertó y, mientras la diosa se lo sacudía, la leche
se derramó por los cielos dando origen a la vía láctea.
Rubéns.
La Vía Láctea. Hera amamantando a Hércules en una vasija griega, Lecito Ca. 360
a.C.
Zeus
Es el hermano-esposo de Hera. En la
mitología olímpica la diosa pertenece a su marido y su gobierno prevalece sobre
el de Hera. Esto ocurrió con la mayoría de las diosas griegas. Zeus (hermano de
Hera y Deméter) es padre de Ártemis, Atenea y Perséfone (hija de Deméter).
Afrodita es su hija en un mito, y en otro es hija de Urano (padre de Zeus).
Zeus, al engendrar o casarse con las
diosas, añadía los poderes de éstas a los suyos, o se los apropiaba. Era la
cabeza de la familia olímpica. La sociedad se ha vuelto patriarcal: Zeus
y sus hermanos Poseidón
y Hades
gobiernan las tres dimensiones del mundo: cielo, mar e inframundo, como An,
Enlil y Ea (Enki) en Sumeria. La división lunar de antaño, las tres fases se
las reparten los hijos de Crono. Los reyes reciben la soberanía de Zeus, igual
que antes la recibían de la diosa.
Zeus
arrojando un rayo (estatuilla, c. 460 a.C., 15 cm. de altura. Dodona)
Aunque Zeus se convirtió en un dios
universal, continuó haciendo gala de una personalidad distinta con frecuentes ataques
de furia, lujuria, compasión por los mortales… Por lo tanto la distancia entre
la condición divina y la humana no se hizo tan grande como en el judaísmo.
En las leyendas sobre su infancia podemos
ver la transformación de hijo-amante a gran padre. En un sello minoico c.
700-600 a.C. (Beocia) aparece un niño en las rodillas de su madre, dando la
bienvenida a los adoradores, lo cual nos habla de un nacimiento divino. Este
niño que recibe a sus adoradores con la manos levantadas se convertiría en el kouros
(joven dios) divino, cuyo nacimiento y muerte se celebraban en Creta como
renovación de la vida.
Kouros
griego
Nacimiento
de Zeus
Una vez mutilado Urano por su hijo Crono,
éste ocupa el poder supremo, la «dignidad regia entre los inmortales” (Hesíodo). Se casa a continuación con su hermana Rea,
tiene seis hijos (tres hembras, Hestia, Deméter y Hera) y tres varones (Hades, Poseidón y Zeus), e imita
a su padre, pero con mayor dureza aún hacia sus hijos, a los que devora
conforme van naciendo. Así sucede con los cinco primeros; pero cuando está a
punto de nacer el último, Zeus, su madre Rea, que estaba desolada, pide ayuda a
sus padres, Urano y Gea, quienes le aconsejan que se vaya a la cueva del monte Dicte (Dictaean
Cave), en Creta, para dar a luz al más joven de sus hijos. Así lo hace
Rea y, después de dar a luz a Zeus, lo esconde en una profunda cueva del monte
Egeo, y a Crono le da a comer, en lugar del niño, una piedra envuelta en
pañales.
Pelike
de figuras rojas, Rea entrega la piedra a Crono, ca. 475 - 425 a.C.
Hesíodo no dice dónde dio a luz Rea a Zeus,
pero Apolodoro
y Diodoro dicen que Zeus nace en Creta, en una
cueva del monte Dicte. Tampoco el monte Egeo, así llamado en Hesíodo, es
localizable; la tradición posterior habla de Dicte, como en Apolodoro y Diodoro,
para el nacimiento, o del Ida, más o
menos confundido con el Dicte, montañas, ambas, muy conocidas de Creta; las demás
fuentes mitográficas se reparten entre el Dicte y el Ida, bien distintos en la
mayoría de ellas.
Fco.
de Goya y Lucientes (1746-1828), "Saturno devorando a uno de sus
hijos", Museo del Prado. P. P. Rubens, 1636-1637, "Saturno devorando
a sus hijos" Museo del Prado
La
crianza de Zeus tiene lugar en Creta, y sobre ella hay numerosos detalles y
variantes, ajenos todos ellos a la Teogonía
y contados en Apolodoro, Higino y muchos otros textos. Protegido por los Curetes,
que armados ejecutan ruidosas danzas para que el llanto del niño no llegue a
oídos de Crono, Zeus es criado con leche de la cabra Amaltea, o bien es criado por la
ninfa Amaltea con leche de cabra; otros nombres de nodrizas de Zeus son
Adrastea, Ida, Melisa, Temis la Titánide y Cinosura (que será caracterizada en
la Osa Menor). En Apolodoro y Zenobio son unas Ninfas,
llamadas Adrastea e Ida, hijas de un Meliseo del que nada más se dice, las que
se cuidan de criar a Zeus con leche de la cabra Amaltea; en la Ilíada es
a Temis y a Amaltea, «que era cabra», a quienes confía Rea la crianza del niño.
Ovidio
llama Náyade a Amaltea, y ninfas cretenses en general a las nodrizas de Zeus; Higino
y Lactancio
la llaman ninfa, sin mayor especificación. En cuanto a la cabra, dicen Eratóstenes
e Higino
que era hija del Sol y de aspecto pavoroso; Eratóstenes y Lactancio añaden que
con su piel se fabricó Zeus después su famoso escudo llamado égida y que uno de sus cuernos era el Cuerno
de la Abundancia.
J.
Jordaens, Infancia de Zeus, ca. 1640, Museo del Louvre
Curetes
haciendo ruido mientras la cabra Amaltea amamanta a Zeus. La ninfa Amaltea
amamanta a Zeus, relieve romano de la época de Augusto.
Otro mito dice que Zeus nació en una
caverna consagrada a las abejas, que lo criaron con miel. Esto lo relaciona con
el culto de la diosa abeja de los sellos micénicos, con un ritual de muerte y renacimiento del
año y con el dios de la vegetación. Esta versión se encuentra en los Himnos Órficos, XXX: A Dioniso, 8-9, al
cual hace hijo de Zeus y Perséfone, es decir de la nieta, la hija y la esposa
del dios. La historia contaba que cada año una gran llamarada surgía de esta
caverna, anunciando que la sangre del parto de Zeus había caído sobre la
tierra. Sobre los orígenes antiguos de Zeus dan fe relatos en los que Zeus
aparece como una serpiente para unirse a Perséfone mientras ella está sentada en una
cueva tejiendo los hilos del destino. El resultado fue el nacimiento de Dionisio,
el dios que en Creta equivalía a Zeus. Esta aparición del dios como hijo-amante
de la diosa en una cueva, así como en su imagen de sobrecogedora serpiente que
era adorada en santuarios dedicados a Zeus, nos muestran a un dios que está lejos del dios padre de los cielos de la
Iliada.
Walter Otto en su libro Los
Dioses de Grecia, nos dice de este dios:
Su espíritu arde con la bebida
embriagante que se denominó la sangre de la tierra; sensualidad primitiva,
delirio, disolución de la conciencia hasta lo ilimitado sobreviene a los suyos
como un huracán; los tesoros de la tierra se abren a los extasiados. También
los muertos se reúnen alrededor de Dionisio, vienen con él en la primavera,
cuando trae las flores. Amor y frenesí salvajes, estremecimiento frígido y
bienaventuranza se hallan lado a lado en su séquito. Todos los primitivos
rasgos de la deidad de la tierra se acrecientan en él hasta lo ilimitado, pero
también hasta la profundidad del pensamiento. Homero conoce muy bien la
admirable figura divina. Denomina al dios el "delirante".
Zeus
con el cetro y el rayo. Ánfora panatenaica, ca. 480 a.C. Zeus con el águila y
el rayo. Museo del Louvre, París.
El nombre de Zeus
es indoeuropeo y deriva de la palabra deiwos, que significa “cielo”, el mismo nombre aparece en el Diespiter (Júpiter) romano, en el dios
indio del cielo Dyaus Pita, y en el término
germánico Tuesday (dia de Thor). La misma raíz aparece en
el griego eudia (buen tiempo) y en el latín, deus,
dios y dies
(día). Zeus aparece aquí junto otros,
como el padre cielo, bajo la imagen del luminoso cielo diurno. A esta se añaden
imágenes de tormenta: la de aquel que reúne las nubes, la de aquel que amaba
los rayos y los truenos. Todas sus epifanías son espectaculares: brilla como el
sol, cae como lluvia dorada, arroja sus rayos, hace resplandecer sus relámpagos
y junta las nubes negras al fruncir el ceño. El águila que vuela en las alturas
manifiesta su presencia como el halcón manifiesta la de Horus. Este
espectacular rasgo de “fogosidad” vinculaba, para los griegos, a Zeus no con el
inicio del mundo, sino con el inicio de su propio tiempo, el nuevo tiempo que
los definía como griegos. Por de pronto, la victoria de Zeus sobre los
gigantescos Titanes supone ponerle límites a la inmensidad; es una imagen de la
mente humana estableciendo frontera en torno a espacios innombrables como
condición necesaria para que una civilización determinada se una y crezca.
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