Artemisa
Es la diosa cazadora,
la hermanan carnal de Apolo, con su arco de oro y sus flechas, que
deja a su paso a los animales aullando y a la tierra estremeciéndose, es la
diosa de la naturaleza salvaje y virgen y de los lugares inviolados de la
tierra donde los humanos no se atreven a penetrar. Ella comprende la naturaleza
de los animales. Tiene unas siervas que se llaman Ninfas, las divinidades que
moran en los arroyos y en las flores, el alma viva de la naturaleza toma forma
de doncella, que baila y canta como las voces susurrantes de los arroyos, el
murmullo de la brisa y de las flores rumorosas.
Artemisa,
lekythos figuras rojas V a.C., Museo Estatal del Hermitage
Según la leyenda más generalizada y que
sólo de un modo muy somero recordaremos aquí, Artemisa fue la hermana gemela de
Apolo y ambos hijos de Zeus y de Leto, quien los alumbró en la isla de Delos
(la Brillante), después de superadas numerosas dificultades, todas derivadas de
la persecución implacable a la que la sometió la celosa Hera quien, además, no
consentía en enviar a su hija Ilitia, la diosa de los partos, en su auxilio.
El doble alumbramiento se produjo, por
fin, en la ladera meridional del monte Cintio, bajo una frondosa palmera
datilera, a la que se abrazó Leto haciendo presión en el suelo con las
rodillas, para facilitar el parto. La primera en nacer fue Artemisa o Ártemis
quien, recién nacida, ayudó a venir al mundo a su hermano, aunque en otras
versiones del mito se dice que nació en la isla de Ortigia (la codorniz),
actualmente identificada con Rinia, islote situado al occidente de Délos, punto
central de las Cícladas, protegida por Míkonos al este y por Tínos al Norte.
Cerámica
griega representando el nacimiento de los gemelos Artemisa y Apolo
En la isla de Rinia se acogían tanto a
los muertos como a las mujeres a punto de dar a luz (lo que es muy
significativo), ya que en la de Délos, dotada por los dioses de la
inmortalidad, se evitaban tanto los nacimientos como las muertes. Estos trances
supremos estuvieron siempre en manos de la Diosa de la fecundidad y de la
tierra, divinidad de raíces neolíticas que, en forma de ídolos alabastrinos,
pobló, como segura y última compañía, las tumbas de los pueblos marineros de
las Cícladas. Esta misma diosa era, asimismo, pariente indiscutible de las
ancestrales divinidades anatolias de Çatal Hüyük y Haçilar, de las que fueron
sus principales descendientes, ya en tiempos históricos, la Magna Mater (la Cibeles frigia),
y la Artemisa
Efesia.
Antefija
Afrodita. El rostro de Afrodita, arcáico y con peinado hathórico (decorado con
la cabeza de la diosa hathor), centra este amuleto inspirado en las antefijas
griegas.
Artemisa
Efesia. Anónimo, siglo II, en alabastro y bronce. Italia, Campania, Nápoles:
Museo Arqueológico Nacional.
En Tínos, el 15 de Agosto, la fecha
consagrada especialmente a la Virgen (la Virgen de Agosto) en la cuenca
mediterránea, aún se celebra la gran fiesta de la Panaghia, de la Tiniotissa,
la de las curas milagrosas, por la que toda Grecia y pueblos de los Balcanes,
sienten una gran devoción. Sin embargo, lo que existió en Tínos fue uno de los
santuarios de curación más conocidos del mundo antiguo, dedicado a Poseidón
y Anfitrite.
Es decir, un centro salutífero consagrado a este dios de origen indoeuropeo,
que o bien se sobrepuso o compartió culto con una divinidad femenina anterior.
Sin embargo, es muy probable que, en un remoto pasado, la divinidad venerada
fuera esa poderosa patrona del mar y de
los marineros con los que navegó de Oriente hacía Occidente, y a los que
acompañaba, incluso, en el mundo del más allá, en forma de geométricos ídolos
yacentes sobre barcas de alabastro o de terracota, tal y como han aparecido en
algunas en tumbas de las islas Cícladas, correspondientes a la Edad del Bronce.
El vocablo griego más sentido por el pueblo heleno, Qavlassa (la mar), fue un término preindoeuropeo
y de género femenino. En numerosos sellos minoicos ya aparecen representadas
procesiones marineras –lo que demuestra un innegable culto a Señora
del mar– semejantes a las que se siguen celebrando en muchos puntos
costeros del ámbito mediterráneo.
Iglesia
de la Panaghia (virgen) de Kera
(Creta), del siglo XIII, dedicada a la Dormición de la Virgen. Imagen de la
virgen (panaghia) del siglo XIV
Día
de la Asunción en la isla de Tinos las Cícladas, en la iglesia de Panagia
Evangelista, tradicionalmente visitado por miles de peregrinos. Fotografía: Hara Kaminara
Sobre la fiesta de la Virgen del Carmen,
dice la revista digital Andalucía
de viaje: Andalucía huele a mar y sal esta semana con motivo de la
festividad de la Virgen del Carmen. El día de la patrona de multitud de pueblos
y barrios andaluces es este sábado 16 de julio, un día grande para la infinidad
de devotos de la Virgen marinera que hay en la comunidad. Los marineros hacen
sonar las sirenas y engalanan sus barcos para una procesión digna de ver y
disfrutar. La "Salve Reina de los Mares” suena en cada rincón
de cada municipio marinero.
La presencia
diferenciada de Artemisa se encuentra ya documentada en el mundo creto-micénico,
haciendo su aparición en el ámbito griego, como una diosa cazadora
identificable, tal vez, con la Dictina prehelénica, vestida con falda corta,
idónea para practicar la actividad cinegética, o como Povtnia
Qhrwvvn (pótnia therón)
(señora de los animales), acompañada de serpientes, ánades o aves acuáticas,
peces, ciervos, molosos, leones, etc. De hecho, en la Puerta de los leones de Micenas, lo que se representó fue una
cratofanía (piedras fetiches de
carácter mágico o religioso) de la Diosa-Madre, es decir un betilo
o columna sagrada (tal vez un meteorito tallado), flanqueada por dos felinos,
custodios de la realeza.
Artemisa,
Theron
Potnia. Pintura de cerámica etrusca, siglo VI a.C. Colección del Museo
Archeologico Nazionale di Firenze, Florencia, Italia. Figura ática negra sobre crater.
Pintor Kleitias. Fecha: ca 570 a 560 aC. Detalle
de Artemisa, aquí representado como la Theron Potnia (Señora de las Bestias.
La diosa alada agarra una pantera (o leona) y un ciervo por el cuello.
Placa
calada de bronce, posiblemente de un bocado de caballo, representando a una pótnia therón o "señora de los
animales", probablemente Astarté, como pensó A. Blanco. Peinado hathórico
y una fecha entre 625-525 a.C., con muchos paralelos en otros puntos del
Mediterráneo. De los agujerillos del borde inferior colgarían cadenitas con
campanillas, como en otros ejemplares más completos.
Artemisa se convirtió en diosa de los animales
salvajes, heredando esta función de la diosa paleolítica. Las diosas
neolíticas, como la diosa oso, la diosa pájaro y la diosa hilandera de los usos
de la vieja Europa pueden redescubrirse en las historias y en las imágenes que
la rodean.
Diosa pájaro alada, posteriormente conocida como Artemisa con
pájaros (placa de marfil de una horquilla de pelo, mediados del siglo VII a.C.
Santuario de Artemisa Ortia -órthios, erguido, alto- en Esparta). Potnia Theron
o Artemis alada con dos leones. Pequeño terracota, de Tarentos o Locrae
Artemisa Orthia de una placa de marfil, ex-voto encontrado en su
santuario de Esparta.
Con el paso de los siglos, y conservando
siempre su condición de diosa lunar y cazadora, Artemisa pasó a ser venerada
bajo múltiples advocaciones: Pitia,
Hymnia, Brauronia, Aktaía, Paralia, Limena, Táurica, Ortia, diosa de los
muertos (por lo general alada), de la salud, de las aguas termales y de los
manantiales, etc. Como señora de los
animales aparece también en una urna procedente de Arcades, en Creta (Museo
de Heráklion). En este caso está representada con un ánade a cada lado, lleva
una peluca semejante a las egipcias y viste un peplos ajustado, ceñido por un
ancho cinturón, semejante al que lleva la Dama
de Auxerre, destacando su capelina o toca sobre los hombros y el peinado de
tirabuzones dispuestos en pisos y,
como tocado, un alto polos o birrete.
Urna de Arcades. Artemis con dos ánades. Siglo VII a.C. Museo
de Iraklión o Heráklion. Diosa de
Prinias (Creta) siglo VII a.C
De
aspecto similar es la figura de caliza de un relieve que decora la parte
inferior del conjunto escultórico denominado Diosa de Prinias, en
Creta (Museo de Heráklion), decorado con cérvidos pasantes y en el que se encuentra
una divinidad femenina entronizada (67 cm. de altura) (fig. 12). La fecha
propuesta para dicho conjunto escultórico ha sido la de mediados del siglo VII
a.C.
Dama
de Auxerre , arte dedálico, del 640-630 a.C. Creta, y Diosa de Prinias siglo
VII a.C.
Diosa de Prinias,
en Creta (Museo de Heráklion)
El nombre de Ártemis no es griego. Se
encuentra por primera vez en las tabillas escritas en lineal B de Pilos, lo que la relaciona, a través de los micénicos,
con la antigua diosa minoica de Creta, donde se le transfieren las leyendas de
las diosas Dictina
(la de la red), Britomartis
(la dulce virgen) e Ilitía, la diosa del parto. En las fiestas de
primavera de Éfeso en Anatolia los ritos de sacrificio en su honor incluían una
especie de corrida de toros, que recuerda las fiestas minoicas del toro.
También recibe el nombre de Ártemis en
Grecia y Asia Menor la imagen de toda diosa alada y de pie entre dos aves o
animales salvajes, normalmente colocados de forma simétrica.
La
diosa Artemis en un plato corintio del 590 a.C.
Diosa
de la caza.
Es la diosa de la caza y de los
cazadores, lo que supone que el mito nos pida que entendamos como la que es
madre de sus animales es, al mismo tiempo, quien les de muerte. El cazador
afortunado colgaba la piel y los cuernos de su presa de un árbol o columna
consagrado a la diosa como señal de agradecimiento, y en el templo de Despeina en Arcadia su estatua estaba
cubierta por una piel de ciervo.
Collar
de placas de oro de Rodas mostrando la alada Artemis con leones. Este estilo de
la diosa entre animales rampantes se originó en el oeste de Asia y se extendió
a la región del Egeo en el siglo octavo.
Pero como señora de los animales a menudo
camina junto a un ciervo o gamo, o conduce un carro tirado por dos ciervos, o
incluso aparece ella misma como gama u osa, puesto que los animales salvajes son
la diosa misma encarnada en forma animal.
Artemisa
en su carro. Cerámica de Italia del 430 a.C.
En el Paleolítico matar a un animal
equivalía a deshacer un vínculo sagrado, y la unidad primigenia tenía que
restaurarse para que el pueblo pudiera vivir en armonía con la naturaleza, lo
que al mismo tiempo significaba vivir en armonía con el propio ser. La pureza
del cazador es un ritual de caza muy antiguo, como lo es el ritual de
restitución de la vida arrebatada consistente en sacrificar alguna parte del
animal muerto o reconstruirlo a través del arte. Pero si el animal cazado como la persona que
lo caza están bajo la protección de la diosa (o son dos aspectos de la propia
diosa que representan las dos dimensiones necesarias de la vida), el orden
sagrado no puede realmente vulnerarse, porque es la diosa quien da y quien
arrebata, y el animal humano sólo puede tomar en su beneficio y por el
consentimiento de la diosa a los otros animales.
Diosa
virgen del parto. Diosa de los instintos.
La mujer desea que Ártemis la asista en
el parte porque la diosa es conocedora de los instintos animales, los cuales
reaparecen en el drama del nacimiento y relacionan la madre con el recién
nacido. Ártemis enseñaba a la mujer que daba a luz a abandonar sus
conocimientos culturales y a permitir que la guiase la sabiduría del cuerpo,
más profunda. La imagen leonina de Ártemis vuelve a expresar el miedo ante el abandono
a las fuerzas de la naturaleza, que –especialmente en el parto, con su
necesario momento de entrega- `puede experimentar como don o como maldición.
Este salvaje grito que resuena a lo lejos anuncia la llegada de Ártemis,
escribe Ginette
Paris, indicando de forma muy bella el significado de Ártemis
durante el nacimiento de un niño (Ginette Paris “Pagan
Meditations”. Ver también su discusión sobre el aborto como
sacrificio a Ártemis). Como reconocimiento, las ropas de las mujeres que morían
durante el parto, abatidas como fieras por las flechas de oro de la diosa, se
presentaban como ofrenda a Ártemis en Braurón.
Como “madre osa” la diosa también cuida del recién nacido, puesto que la
lactancia de las crías de toda especie pertenece a la esfera de los instintos
de la naturaleza. La osa que está criando a sus pequeños es el animal más fiero
del mundo. Las jóvenes danzaban en honor de Ártemis ataviadas con máscaras y
disfraces de osos, explorando así la libertad de su propia naturaleza de oso,
por lo que se las llamaba arktoi “osas”. En la Creta
contemporánea, María, en su papel de madre, sigue siendo adorada como “virgen
María del oso”.
Y sin embargo, Ártemis no era madre. Era la
virgen intacta cuya túnica corta y ejercitada musculatura le daban el aspecto
de un muchacho. Como diosa de las chicas solteras y de las madres parturientas,
Ártemis media entre dos polos opuestos y expresa la ambivalencia en que la
mujer experimenta los cambios vitales que dejan atrás la libertad indomable e
irresponsable de la niña, que se sustituye por la dedicación constante que se
necesita para cuidar a un hijo. El hecho de que una sola diosa gobernase ambos aspectos
de la vida ayudaba a las niñas a mentalizarse para el cambio de un estado al
otro. Es probable que sirviese como recordatorio en las relaciones de pareja
que también la niña independiente y autónoma está presente, incluso si se tiene
un hijo.
Gaston
Casimir Saint-Pierre (1833-1916), Diana (Artemisa) cazadora
El Hipólito
de Eurípides dramatiza la
relación auténtica de Ártemis y Afrodita. La primera encarna la soltería libre
y orgullosa, la segunda el anhelo de unión Hipólito se ha dedicado
exclusivamente a Ártemis, a pesar de las advertencias de su viejo criado para
que no ignore a Afrodita. Finalmente, esta diosa le da muerte. El mito sugiere
que es imposible ser completamente fiel a ambas realidades simultáneamente, y
también que entregarse de forma demasiado exclusiva a cualquiera de las dos
significa sacrificar la posibilidad de alcanzar la totalidad.
Ártemis
y el sacrificio.
Ártemis era quien recibía los sacrificios
más cruentos. Se le arrojaban toda clase de animales salvajes que eran quemados
en una hoguera. Parecía que la diosa personifica el lado salvaje de la
naturaleza, las fuerzas que están más allá del control de los seres humanos, y
el miedo que produce el que, sin darse cuenta, el hombre pueda violar esas
leyes y que las fuerzas terribles recayeran sobre ellos. Se creía posible que
la propiciación de la diosa podía aplacar estas fuerzas terribles de la
naturaleza
El poema épico sobre la guerra de Troya
(la Iliada)
comienza con la muerte de un ciervo por Agamenón en una arboleda consagrada a
Ártemis, por lo que la diosa le exige el sacrifico de su hija Ifigenia. Su tío
Orestes sacrifica una gama en su lugar, pero la imagen de la diosa necesita
sangre humana, por lo cual Orestes carga la estatua de la diosa y la lleva a
una fiesta donde se derramaba sangre de la garganta de un hombre: la fiesta de Ártemis taurópolos. De esta manera se
creía vengada la sed de venganza de la diosa por la desobediencia de sus leyes.
Tetradracma
de Macedonia. Busto de Ártemis taurópolos.
Ártemis
y Hécate: diosas de la luna creciente y de la oscura luna nueva.
Como virgen Ártemis personificaba la luna
creciente que renacía. Hécate personificaba
la oscura luna nueva y Selene (a
veces Deméter) era la luna llena. La reina de la noche (Hécate) lleva una
diadema brillante y sujeta en sus manos dos antorchas, los ojos le resplandecen
en la oscuridad. Es la imagen de la intuición que presiente la forma de las
cosas que todavía no son visibles. Por eso, junto a Hermes (dios de la imaginación) es la guardiana de los cruces de
caminos, donde aún no se sabe cual dirección tomar. Sus compañeros son los
perros, animales que encuentran y siguen los rastros “ciegamente”. Nos
recuerdan al chacal de Anubis del
inframundo egipcio y a Cerbero, el
perro de tres cabezas que guarda el inframundo de la antigua Grecia.
Hécate se identifica con la faceta oscura
de Ártemis, cuando ocultaba su luz se convertía en un ser infernal. La diosa
originaria de la luna contiene el aspecto oscuro y luminoso en una sola unidad.
Aunque finalmente, durante la Edad del Hierro, la oscura luna nueva se separa,
asumiendo personalidad propia (Échate) Ya en época cristiana se consideraba a
Hécate una diosa terriblemente amenazadora.
Artemisa de Éfeso
Efeso, en Asia Menor, fue el hogar de la
diosa madre anatolia que daba a luz apoyada en sus leopardos. Allí se le dio el
nombre de Ártemis a una inmensa estatua, ennegrecida, con el cuerpo cubierto de
cabezas de animales y enormes pechos en forma de huevo. Es probable que se
tratase de una representación de Cibeles, a la que luego los griegos dieron el
nombre de Ártemis. También en Éfeso, mil años más tarde, María, madre de Jesús,
fue proclamada theotokos “madre de dios”.
Artemisa de Efeso
Artemisa y Apolo. Versión olímpica.
La
versión olímpica nos dice que Zeus y Leto tuvieron como hijos a los gemelos
Ártemis y Apolo, siendo la diosa la primera en nacer. Se convirtieron en la
luna y el sol. Pero en realidad Ártemis es la diosa y Apolo su hijo-amante. El
santuario de Delos, que se convertiría en santuario de Apolo en torno al 700
a.C., pertenecía a Ártemis. Harrison dice que Ártemis, como madre, tenía un
dios varón o hijo como consorte, al igual que Afrodita tenía a Adonis, pero
cuando el patriarcado expulsó al matriarcado la relación de la pareja se
concibió como una relación estéril de hermana y hermano (Harrison “Themis”)
La
diosa y su hijo-amante
El mito de Ártemis como gran madre que se
une a su consorte para después sacrificarlo en el rito del matrimonio sagrado puede
observarse más claramente en el relato de Acteón,
cazador que vio desnuda a Ártemis mientras se bañaba, lo que la diosa consideró
como una intrusión humana en sus ritos sagrados y una profanación y lo castigó
convirtiéndolo en ciervo que despedazaron sus propios perros. Su madre Autónoe asumió el papel de Isis y
reconstruyó su cuerpo desmembrado, volviendo a unir los huesos de su hijo.
Acteón
metamorfoseado en ciervo. De Pietro Francesco Albana, 1617
Artemis
y Actaeon (crátera ática de figuras rojas del 470a.C.)
Esta sería la versión más moderna del
relato que narraba el matrimonio mítico entre Ártemis como cierva y su
hijo-amante como ciervo (Acteón se vestía con una piel de ciervo para acercarse
a Ártemis disfrazado). Lo cual recuerda la fiesta minoica del matrimonio sagrado
entre el dios toro y la diosa vaca, celebrados por el rey y la reina o
sacerdotisa al reunirse el sol y la luna.
Tácito
en su “Germanía” afirma que el baño de la diosa sólo podía ser visto
por hombres condenados a morir. Los sacerdotisas de Ártemis llevaban máscaras
con rostro de perro cazador, lo que sugiere que quizás el desmembramiento era
escenificado o imitado por las sacerdotisas (Barbara Walter “The Woman’s Enciclopedia of Myths and
Secrets”).
Diana
y Acteon de Rembrandt
Giuseppe
Cesari, Diana y Acteón (1603-1606), Szépmûvészeti Múzeum, Budapest
El
paso del matriarcado al patriarcado implica mucho más que el simple hecho de
que los hombres arrebatasen el poder a las mujeres. Lo que se perdió fue una
historia que articulaba una percepción intuitiva de la psique. Afirma Cassirer
que el hombre sólo puede llegar a descubrir y adquirir conciencia de su propio
interior, pensándolo en conceptos mitológicos e instruyéndolo en imágenes
mitológicas (E. Cassirer “The
Philosophy of Sybolic forms”). Cualquier disminución en las imágenes de
los dioses provoca una disminución aún mayor de la capacidad de los seres humanos de conocerse a sí mismos.
La historia del matrimonio sagrado de la diosa y el dios es la historia de la
unión de “zoé” y “bíos” escenificada la relación entre la
vida infinita y la finita, entre las partes divinas y humanas de la psique.
François
Boucher, El baño de Diana (1742), Museo del Louvre, París
Ártemis, como alma de lo salvaje,
simboliza el lugar de la psique donde la humanidad se siente libre de las
preocupaciones humanas, y abierta a los inmensos poderes indómitos de la
naturaleza.
Comentaris
Echo de menos un comentario más amplio, por ejemplo sobre la Ártemis efesia esculpida en un xoanón del s. V a.e.c. (Museo de Atenas) en la que los glóbulos del pectoral conforman un triángulo equilátero y la controversia sobre si se trata de glándulas mamarias, o bien testículos de toro (me inclino por esto último). También un comentario crítico sobre la "inevitabilidad del patriarcado", y el macho cuyo destino es el sacrificio.