Historia natural del alma
Historia natural del alma según la neuróloga Laura Bossi
El
voluminoso libro de la italiana Laura Bossi: Historia natural
del alma (1), es un libro eminentemente
erudito en el que la neuróloga recorre, en busca del “alma”, las
tradiciones míticas, el pensamiento filosófico y los estudios de biología antiguos
y modernos. Sus conclusiones, en cambio, son poco innovadoras y termina defendiendo
una especie de eclecticismo entre el cristianismo y el cientificismo.
Al final de
todo el recorrido no consigue demostrar que el “alma” exista realmente, aunque
sí es cierto que existe su concepto en el interior del ser humano, cosa que no
implica su existencia efectiva. A mí, particularmente, me hubiese gustado que
el conocimiento y la consciencia que tengo de mí mismo pudiese perdurar en el
tiempo de manera que fuese una especie de inmortalidad, si bien no física, al
menos, mentalmente. Desgraciadamente, me temo que con la desaparición del
soporte físico que alimenta y sustenta la mente, también desaparecerá nuestra
conciencia del “yo”, de ser único entre todos los seres y cosas de este mundo.
Para Laura
Bossi el “alma” es un concepto que distingue lo vivo (lo animado) de lo
inanimado. Además, propone una división tripartida del concepto “alma”, como
hacían los antiguos y los escolásticos.
En el hombre existen las tres almas: la vegetativa (de los vegetales) que nos permite desarrollar las
actividades vitales básicas, como la reproducción o la nutrición; el alma sensitiva, presente en los
animales, nos permite el conocimiento o percepción de lo sensible, los apetitos
inferiores (sexuales, ganas de comer) y el desplazamiento local; y por último,
el alma intelectiva, la parte más
elevada del alma humana, que no se encuentra en los vegetales ni en los
animales. Gracias a ella el hombre posee la voluntad o apetito superior y el
intelecto o entendimiento.
Fuente: cmapspublic
La autora se introduce, en la última parte
del libro, en laberintos éticos y jurídicos sobre el cuerpo y los transplantes
de órganos, las técnicas de reanimación, el prolongamiento de la vida por
medios mecánicos… etc., así que he de confesar que me resultó fatigosa su lectura,
entre otras cosas, por dejar entrever demasiado sus credos religiosos.
La neuróloga alardea de su espiritualidad,
hasta el punto de que durante un dialogo que mantuvo con el físico nuclear Trinh
Xuan Thuan, budista de
creencias, éste tuvo que acotar su vehemencia religiosa recordándole lo que
significa ser científico:
“Como
budista, considero que el hombre no es puramente neural y de que hay algo más
que no sea la pura materia. Es una corazonada, pero nada en la ciencia actual
me lo permite creer. Me resulta difícil concebir que el amor que sentimos por
nuestros hijos o la emoción que siento en mi telescopio ante la belleza del
universo, sean sólo el resultado de la
transmisión de corrientes eléctricas y químicas neuronales. Pero yo soy un
científico, y si la ciencia demuestra, alguna vez que el pensamiento, las
emociones y el amor derivan de las corrientes electroquímicas, voy a aceptar su
veredicto” (Traducción del autor: Laura
Bossi y Trinh Xuan Thuan. Mi viaje cósmico. Rencontres de Fès, Marruecos, publicado por Philosophie
Mag, nº 33)
Estas mismas creencias
religiosas vuelven a aflorar cuando se ocupa del aborto. Por supuesto, Laura Bossi
defiende la presencia del alma –de la vida, según ella- en el feto desde el
momento mismo de la concepción. Puedes ampliar la doctrina católica al respecto
en el artículo ¿Cómo se debe tratar al embrión humano? de Infovaticana.
Tan sólo uno de estos fetos es un embrión
humano de 7 semanas
Nos cuenta que hace tiempo la
doctrina de la Iglesia católica no consideraba al aborto un pecado, ni estaba
mal visto. Sin embargo, según los católicos, en la actualidad cualquier embrión
es considerado humano; por lo tanto, es pecado interrumpir la vida del mismo.
Fetos humanos de 2 y 7 semanas
Al respecto de la generación de individuos, durante tiempo hubo posturas diferentes. Para los ovistas todo estaba en el óvulo, y la función del espermatozoide era apenas excitarlo. Para los animalculistas ocurría todo lo contrario: la semilla (no en vano se llama semen) era el gameto masculino, y el óvulo servía sólo para nutrirlo. Sin embargo, las teorías más antiguas, desde Empédocles, Demócrio, Aristóteles, Paré, Bacon, Van Helmont y Descartes habían defendido la teoría de la "doble simiente", que daba intervención a ambos sexos en la creación del feto.
Fetos de Leonardo Davinci
Sin embargo todos reservaban el papel protagónico para el varón, amparándose en los prejuicios de su tiempo. Para Galeno, el primero que describió los ovarios, la simiente femenina tenía un rol secundario “por ser menos cálida”. Van Helmont, por su parte, pensaba que el feto nacía de la unión de la sangre menstrual con el esperma. En cuanto a Aristóteles, la hembra ponía la causa material y el macho la formal (hoy diríamos: el “hardware” y el “software” del embrión), según leemos en La guerra de los homúnculos de Pablo Capanna (publicado en Página 12). Laura Bossi, sin aceptar el dualismo (por ejemplo, de las corrientes gnósticas), tampoco acepta el mecanicismo que compara al ser humano con un autómata, o el cerebro con el ordenador. Según ella, el concepto de “alma” es mejor que el de “forma”, “idea”, “esencia”… etc., para comprender que es el hombre.
Los fetos masculinos se animaban antes que los femeninos porque esta tesis se basaba en la teoría aristotélica que creía en la superioridad del hombre sobre la mujer. Aristóteles, en su Historia de los animales, afirmaba que los fetos masculinos se articulan con mayor precocidad en la scala naturae que los femeninos. Según la tradición del Antiguo Testamento (Levítico, 12, 1-5) la mujer es impura hasta 40 días después del nacimiento de un hijo y 80 días después del nacimiento de una hija. Lo que quiere decir que, pasada la cuarentena de rigor, las mujeres se van equiparando en lo que al alma se refiere a los hombres.
Scala naturae del libro de Ramon Llull De nova logica (escrito en 1304, publicado en 1512). Fuente: biologydirect
Los ovistas pensaban que los mamíferos debían tener un “huevo” análogo al de las aves, que crecía cuando era activado por el “fluido” masculino, que Fabrizio D’Acquapendente describió como “aura seminalis” (el cual podía actuar a distancia), sin embargo, para el fisiólogo suizo Albrecht von Haller (1708-1777) este fluido –que daba fuerza y vigor al macho- le pareció nauseabundo, lleno de partículas fétidas, que impedían comer la carne de los animales recién castrados, y provocaban náuseas y vómitos en las embarazadas (2).
Albrecht von Haller
Hacia 1680 el holandés Leeuwenhoek y
el italiano Vallisneri
lograron ver con microscopios los primeros espermatozoides, calificados de “animálculo”
o “vermes” repugnantes por el holandés y de “auténticos gusanos” por el
italiano.
Pero Buffon (1707-1788), el
naturalista, le restó importancia al flagelo surgido del testículo, y trató de
encontrar el semen femenino dentro del ovario, imaginándolo como “un humor
semejante a la clara del huevo” que era “eyaculado en el acto venéreo”. En la segunda mitad del siglo XVIII, ovistas y
animalculistas, incrementaron sus esfuerzos por descubrir en uno de los gametos
una especie de embrión miniaturizado, un “hombrecillo” semejante al homúnculo
de Paracelso.
Harvey, el descubridor de la circulación de la
sangre, creyó que el embrión miniaturizado era el huevo, al que no relacionó
con la fecundación, el cual nacía dentro del ovario, que había sido descrito
por Nicolás
Stenon (1638-1687), quien lo había señalado como el “testículo
femenino”, aunque el primero en llamarlo “ovario” fue Regnier de Graaf (1641-1673).
Regnier de Graaf,
De Mulierum organis
generationi insevientibus
El descubrimiento de que existían ciertos
animales y plantas que se reproducían sin fecundación (partenogénesis) fue utilizado
por los ovistas para desacreditar a los “animálculos” (espermatozoides). La
escritora feminista Charlotte Perkins Gilman escribió su utopía Herland (1915) apoyándose en la
partenogénesis (y en sus escasos conocimientos de biología). Imaginó en
Amazonia una sociedad de mujeres que se reproducían solas.
Danza Xingú
(Amazonia)
Aunque reacios a recrear conceptualmente el
objeto de sus estudios, finalmente algunos biólogos pensaron como los filósofos
y se preguntaron en qué consistía este embrión: ¿era un conjunto de partes o
una totalidad?, ¿qué se formaba primero, el órgano o el organismo?. Buffon
se sirvió de la metáfora del escultor, quien, al crear su obra puede elegir
entre tallar un bloque de mármol o apilar trozos de arcilla. Según el
científico, la naturaleza obraba de este último modo: el organismo se construye
ensamblando moléculas que abundan en la naturaleza. “Cada órgano actúa como un
“molde” que filtra las moléculas que le son afines y envía el sobrante al
testículo. Los animálculos no son pues organismos sino componentes, que se
ensamblan en el útero como en la fábrica de Ford” (La
guerra de los homúnculos, por Pablo
Capanna, publicado en Página
12)
La gran pregunta la planteó Maupertuis
en 1745: ¿si el feto es apenas un gusanillo que nada en el líquido seminal del
padre, por qué habría de parecerse a la madre? Y si no fuera más que el huevo,
¿por qué tendría que tener rasgos del padre?
Mientras tanto los animalculistas andaban
buscando al germen que suponían “preformado” en el espermatozoide. Se atribuye el
término “homúnculus” al holandés Hartsoeker, cuando supuestamente escribió en 1694: “si fuera posible verlo,
descubriríamos que en el espermatozoide hay un ‘homunculus’, un
hombrecito microscópico de gran cabeza encogido como un feto”. En realidad, él
dijo que con los instrumentos adecuados podrían verse “pequeños animales” y “niños” en el interior
de los espermatozoides, pero nunca dijo que los vio. Sin embargo, al realizar
un dibujo de ellos, muchos creyeron que los había visto.
Un
grabado preformista publicado por primera vez en A
ground-plan of the origin of man (Anthropogeniae ichnographia) por el anatomista holandés Thomas
Kerckring en 1671. Los embriones con sólo unas unas semanas de vida están igual
formados que los niños. La Figura I muestras dos huevos humanos de diferente
tamaño, la II son embriones, la III es la placenta. La Figura IV el esqueleto
de un embrión de tres semanas, la V un embrión de un mes y la VI el esqueleto de un embrión de seis semanas. Fuente: The pardoxal (sic) discourse of F. M. Van
Helmont, part 2, London: printed by J.C. and Freeman Collins for Robert
Kettlewel, at the Hand and Scepter near St Dunstan’s Church in Fleetstreet,
1685, f. 22. 19 x 11.5 cm. Wellcome
Library, London. hps
Figura
humana en la cabeza de un espermatozoide, publicado en un libro escrito por el
físico holandés y microscopista Nicolas
Hartsoeker. Fuente: Nicolaas Hartsoeker,
Essay de dioptrique, Paris: Jean Anisson, 1694, p. 230. 24.5 x 18.5 cm. (By
permission of the Syndics of Cambridge University Library). hps
El más fantasioso fue François de
Plantade (secretario de la
Sociedad Real de Montpellier) quien aseguró en 1699 que había visto al
homúnculo: era “un espectáculo admirable e increíble”. Aseguraba haber visto
brazos, piernas y torso del hombrecito, aunque por desgracia no los genitales,
debido a su reducido tamaño.
Los preformistas -la mayoría de los
biólogos de entonces- creían que el organismo estaba preformado, con todos sus
órganos en miniatura, en alguno de los dos gametos. Así pues, siguiendo a
Buffon, pensaban que nuestros antepasados y nuestros descendientes estaban
contenidos en un solo germen, de Adán o de Eva según unos u otros.
Gulielmus Harvey en Exercitationes
de Generatione Animalium (c.1651) concibe la teoria de la
muñecas rusas. Photo © The
Hunterian Museum and Art Gallery, University of Glasgow 2014
Detalle del “ovo omnia” de Harvey
Estos huevos estaban encapsulados o embutidos
uno dentro del otro como las muñecas rusas. Esto planteaba el problema de
averiguar el tamaño del primer huevo. El que contenía todos los huevos del
pasado, presente y del futuro. Tanto Hartsoeker como Buffon calcularon su
tamaño partiendo de un espermatozoide y concluyeron –absurdamente- que sería
igual grande que el universo.
Sin intención de alargarnos, concluiremos
que ganaron los partidarios del homúnculo, según el biólogo Richard Lewontin,
al que ahora se llama “genoma”. Sin embargo, la concepción mecanicista no podía
saber que lo que se miniaturiza no es el organismo sino la información
codificada en el ADN. Sin embargo, actualmente se discute sobre el “estatus”
del embrión, mezclando conceptos biológicos y jurídicos. En la sociedad actual
existe un debate sobre si el feto es un ser humano desde el momento de la fecundación
del óvulo por el espermatozoide o, por el contrario, esta categoría se alcanza posteriormente
o en el nacimiento. Se plantean discusiones sobre la existencia de consciencia
en el feto, sobre si es una persona o una cosa y sobre su propiedad o su
carencia de propietario: ¿Puede la madre disponer del feto como quiera?
Antes de exponer el debate sobre el origen del
embrión, vimos anteriormente como la Iglesia consideraba al feto como un ser
sin alma. Fue en
1869 cuando Roma dejó de distinguir entre un faetus
animatus e inanimatus, justo
cuando Pío
IX estaba a la cabeza del Vaticano. En 1864 condenó todos los
«errores» del mundo moderno mediante el Syllabus
(que incluía la proscripción del liberalismo, el racionalismo y el cientifismo)
siguiendo las opiniones del obispo alemán Ketteler, destacado propulsor del sindicalismo
obrero católico, del aumento de salarios y la disminución de las horas de
trabajo, así como la obligación del descanso dominical y la prohibición del
trabajo a los menores.
NOTAS
(1) Antonio Machado Libros, colección La balsa de la Medusa, traducción de Eric Jalain, Madrid, 2008, 522 páginas. La edición original francesa se publicó con el título Histoire naturelle de l’âme (PUF, París, 2003)
(2) La guerra de los homúnculos, por Pablo Capanna, publicado en Página 12
Historia natural del alma
(Basada en la obra de L. Bossi y la historia del pensamiento de Arthur O. Lovejoy)
1. ¿Que es el alma?
Historia natural del alma
El eclipse del alma
Inteligencia artificial vs alma
Persona y alma
Persona o animal
Solos en el Universo
Encefalocentrismo del alma
¿Muerte digna?
2. El alma en la Antigüedad
Almas y metamorfosis
Ànimes i metamorfosis
El Mite de Cupido i Psique
Cojeras y malformaciones
Asimetrías y anomalías deambulatorias
Cuerpos asimétricos
El alma como pájaro o mariposa
Quimeras modernas
Quimeres modernes
La metempsicosis
La metempsicosi
Batallas por la fertilidad
Chamanes
Xamans
3. El alma de los animales
El paraíso y el rechazo de los animales
La resurrección de los muertos
Los animales expulsados del paraíso
De los mundos infinitos y los extraterrestres
La gran escala de los seres
La gran escala dels éssers
El alma de los animales
4. El racionalismo y el hombre máquina
Del positivisme d’Auguste Comte a la “metafísica” de Wittgenstein
El Hombre Máquina
Descartes
La Ilustración: eslabones perdidos y taxonomías
Lord Monboddo y Rousseau
5. El Idealismo
Los románticos: la escala en movimiento
La Naturphilosophie
Berkeley y su idealismo extremo
Dónde existe lo que existe
Immanuel Kant
Johann Gottlieb Fichte
Panteísmo y Pandeísmo idealista
El Idealismo Absoluto
6. Transformismo: la escala en movimiento
La dialéctica de Hegel
Lorenz Oken
El alma del mundo
El transformismo
Transformismo: Lamarck y Darwin
De vuelta con Buffon
El papa Pio IX (1846-1878)
La doctrina actual, consagrada en el derecho canónico en 1917 y de nuevo en 1983, durante el papado de Juan Pablo II, es la misma que imperó en el seno de la Iglesia desde el siglo IV, cuando Basilio el Grande y Gregorio de Nisa defendieron la tesis de origen estoico de la animación en el momento de la concepción (el alma se “inyecta” en el útero con el esperma”).
Santo Tomás de Aquino, de Carlo Crivelli (circa 1435–circa 1495)
El naturalista Alberto el Grande (fallecido en 1280 y maestro de Tomás de Aquino) también era partidario de la “animación simultánea”, aunque su propio discípulo Tomás y san Agustín se subieron al carro de la animación progresiva del embrión, defendida por Aristóteles. Durante largo tiempo la Iglesia defendió la postura de que el embrión es una especie de homúnculo, un ser que en la alquimia se consideraba como anterior al ser humano.
"Tolle, lege!" de Benotius Gozzoli, representando a San Agustín . En la Iglesia de Sancti Augustini de San Gimignano (Siena, Toscana)
Caricatura del Doctor Dan (los alquimistas) creando un homúnculo. Grabado del siglo XIX para la II parte del Fausto de Goethe
De hecho, según Paracelso, la creación de un homúnculo en el interior de una probeta sería mejor que la concepción natural de un embrión, porque podrías mantenerlo puro, ya que según imaginaba Paracelso, los fetos reales estaban corrompidos con los fluidos femeninos.
Homúnculo
Según Paracelso, la única forma de crear un hombre puro sería fabricar un homúnculo, para lo cual era necesario tomar algo de semen, ponerlo en una botella y sumergirlo en estiércol de caballo durante 40 días. Después, cuando el diminuto humano que has creado comience a formarse y a agitarse dentro de la botella, Paracelso aconsejaba alimentarlo con sangre durante otros 40 días.
NOTAS
(1) Antonio Machado Libros, colección La balsa de la Medusa, traducción de Eric Jalain, Madrid, 2008, 522 páginas. La edición original francesa se publicó con el título Histoire naturelle de l’âme (PUF, París, 2003)
(2) La guerra de los homúnculos, por Pablo Capanna, publicado en Página 12
Historia natural del alma
(Basada en la obra de L. Bossi y la historia del pensamiento de Arthur O. Lovejoy)
1. ¿Que es el alma?
Historia natural del alma
El eclipse del alma
Inteligencia artificial vs alma
Persona y alma
Persona o animal
Solos en el Universo
Encefalocentrismo del alma
¿Muerte digna?
2. El alma en la Antigüedad
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3. El alma de los animales
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