Encefalocentrismo del alma
Laura Bossi asegura (1) que ella no busca en la armonía del Universo la existencia de un principio creador, un dios impersonal que sería Uno con el mundo, como sostienen algunos científicos creyentes. Afirma que ella, como algunos biólogos al investigar al hombre, tan sólo busca la existencia de alguna cosa que sea personal y única, aunque común a todos nosotros como lo son la vida, la muerte o la conciencia.
Esa cosa tan única, piensa ella, que es el alma, un concepto que une todos los
anteriores (vida, muerte, conciencia) y es el que pretende rehabilitar en su estudio. Según
la neuróloga, el eclipse del alma y el abandono de su idea, hace que nos resulten
incomprensibles los conceptos de cuerpo, animal, vida, muerte y persona.
Platón, Aristóteles, Galeno, así como una larga tradición médica, propusieron el modelo de un alma tripartita: alma vegetativa
común a las plantas y los animales, que se encuentra en el hígado y el
responsable de la nutrición; un alma sensible ubicada en el corazón, que
compartimos con los animales, y un pensamiento o alma racional, alojada en el
cerebro.
En base a estas tres almas (o tres potencias del alma) que encajan entre sí como las muñecas rusas, se imaginaban una armonía del universo, esquemáticamente representada por la escala de los seres, que van desde la piedra al hombre por gradaciones imperceptibles.
En base a estas tres almas (o tres potencias del alma) que encajan entre sí como las muñecas rusas, se imaginaban una armonía del universo, esquemáticamente representada por la escala de los seres, que van desde la piedra al hombre por gradaciones imperceptibles.
En la versión aristotélica de la Gran Cadena del Ser, se puede ver a
Dios ocupando la fase superior del "Ser". Didacus Valades, Scala Naturae aparecida
en Rhetorica Christiana (1579).
Fuente: Jason
Bengtson
Los humanos, nacidos de Adán y Eva, ocupan el cuarto escalón. Didacus Valades,
Scala Naturae aparecida en Rhetorica
Christiana (1579) Fuente: Jason Bengtson
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En una reinterpretación del siglo XIX, el “hombre" ha reemplazado a
Dios como presidente de la cima de la Gran Cadena del Ser. Scala Naturae de
Charles
Bonnet,
Œuvres d'histoire naturelle et de philosophie
(1781). Fuente: Museo
de Nantes (Francia)
En la obra de Ernest Haeckel Natürliche
Schöpfungsgeschichte (1ª edición), dibujada por el artista Gustav Müller (1868) representa la evolución de
las diferentes razas, situando a los africanos en etapas inferiores más
cercanos a los primates. Fuente: Strange Science
En 1870 Ernst Haeckel
publica la segunda edición de Natürliche
Schöpfungsgeschichte Fuente: Strange Science
Finalmente, el científico
Ernst
Haeckel en Anthropogenie;
oder, Entwickelungsgeschichte des Menschen (1874) colocó el
hombre africano en lo que parecía ser su lugar que le corresponde: entre los
simios. Fuente: Strange Science
El siguiente es un diagrama básico sobre la evolución aparecido en 1992
en el libro del genetista estadounidense Ricki Lewis, Life:
Beginnings of Life, Animal Life, Plant Life, Evolution of Life, Behavior and
Ecological Life Fuente: eoht.info
Este
modelo de las tres almas –imaginado por Santo Tomás de Aquino-, menos ingenuo
de lo que parece, en gran parte todavía impregna nuestras formas de pensar.
Hablamos de personas "en un estado vegetativo", cuando uno reconoce
sólo un alma inferior. Cuando se inicia la primera “reanimación” –acción de
volver a insuflar el alma- empezamos actuando sobre el corazón.
Por último, el patrón de tres almas se
confirma en la embriología moderna, que distingue tres capas germinales, que
dan origen al sistema digestivo (endodermo), al sistema
cardio-circulatorio y el aparato locomotor (mesodermo) y al sistema
nervioso y la piel (ectodermo).
Según la filosofía de Santo Tomás de
Aquino, como la materia inorgánica es incapaz de ejercer las funciones de la
vida vegetal y de la sensitiva, preciso es que vegetales y animales estén
constituidos de otra suerte que la materia bruta; hay, por lo tanto, en ellos
un principio constitutivo en virtud del cual la materia que los compone es
organizada y viviente. Ese principio es simple, es decir, indivisible y único,
coincidiendo en eso con el alma humana; pero como dicho principio no posee ni
entendimiento, ni libertad, ni potencia alguna superior a las que se ejercen en
la materia y por la materia, desaparece en el momento en que la planta o el
animal cesan de existir, porque no es otra cosa que el principio que los hace
vivir, vegetar y sentir.
El alma es una substancia que permanece idéntica a sí misma en medio de
los fenómenos variables que en ella se verifican. No es necesario para esto
buscar más prueba que el testimonio de la propia conciencia y la imposibilidad
de darnos cuenta de lo que nos pasa si se rehusase admitir la identidad personal
de cada uno de nosotros. El alma es, en efecto, el principio de nuestros
pensamientos y de nuestras voliciones; ahora bien: nosotros sentimos que ese
principio es siempre el mismo en nosotros, cualquiera que sea la variedad de
nuestros pensamientos y resoluciones; pues por muy allá que retrotraigamos
nuestros recuerdos, tiene cada cual conciencia hasta su muerte de ser él mismo
quien pensaba en el tiempo a que se refieren sus recuerdos y quien piensa aun
hoy día. Esta identidad personal se manifiesta bien claramente, dice M. Janet
(El Materialismo contemporáneo, cap. VII),
en tres hechos principales: el pensamiento, la memoria y la responsabilidad.
Diccionario
apologético de la fe católica. Sociedad Editorial de San Francisco de Sales, Madrid 1890
Nuestro pensamiento supone que nosotros, cuando pensamos, siempre
permanecemos idénticos, aunque sea en dos momentos diferentes. Todo pensamiento
es sucesivo y consta de varios razonamientos que nos conducen a un juicio o
conclusión. Hay que admitir de evidencia que es el mismo espíritu el que pasa por
todos los momentos de una demostración.
Supongamos si no tres sujetos, de
los cuales el uno piense la premisa mayor, el otro la premisa menor, y el
tercero la consecuencia. ¿Resultará, por ventura, una demostración común? No,
ciertamente; se necesita que los tres elementos formen un conjunto en un mismo
espíritu. Según podemos leer en Espiritualidad
del alma humana (2) de J.M.A. Vacant, entrada de filosofía.org,
artículo que nos sirve de base para estos razonamientos.
La memoria nos traerá a esa misma conclusión. No me acuerdo sino de mí
mismo, ha dicho muy bien Royer Collard (todo
el texto pertenece a Diccionario apologético de la
fe católica); las cosas exteriores, las demás personas no entran
en mi memoria sino a condición de que hayan ya pasado antes por mi
conocimiento; de este conocimiento es de lo que me acuerdo, y no de la cosa
misma. No podría, pues, acordarme de lo que un sujeto diferente de mí ha hecho,
dicho o pensado: la memoria supone una ilación continua entre el yo de lo
pasado y el yo de lo presente.
Nadie, por último, es responsable sino de sí mismo; y si lo es de otros,
será a proporción de lo que haya podido obrar respecto a ellos o por ellos.
¿Cómo podría yo responder de lo que otro ha hecho antes que yo naciese? Así,
pues, pensamiento, memoria, responsabilidad, son otros tantos manifiestos
testigos de nuestra identidad.
Me pongo enferma –dice Laura Bossi- al
ver la facilidad con la que actualmente negamos la existencia de "almas
inferiores" y cuando localizamos todas las almas, toda la vida en el
cerebro, como lo hacemos, por ejemplo, cuando utilizamos los criterios de
muerte cerebral. Este modelo encéfalocéntrico del alma, más y más frecuente
desde los años cincuenta, como resultado de la aparición de los trasplantes de
órganos, es muy dualista y origina el concepto de un hombre-máquina cuyo
único aliento de alma se sitúa en el cerebro. Una vez que el cerebro quede en
"off", se pueden utilizar rápidamente los demás órganos del cuerpo
como piezas de repuesto para injertar en un paciente con un cerebro aún en
condiciones de trabajo. En cambio, la vieja noción de alma tripartita
permite que no reneguemos de nuestra
naturaleza animal y la ampliación de la noción de persona humana en todo el cuerpo
de su vida, en lugar de reducirlo a su cerebro solo, o incluso a su sola
corteza.
Metrópolis (1927) es un
filme alemán de ciencia ficción dirigida por Fritz Lang cuya trama se
constituye en una distopía urbana futurista.
El objeto conocido más complejo y el más
misterioso del universo, es sin lugar a dudas la masa gris que se encuentra
entre nuestros oídos. El cerebro es un objeto infinitamente más sofisticado que
una estrella o una galaxia cuyo funcionamiento puede ser descrito por las leyes
relativamente simples. El cerebro es el lugar del alma, que yo llamo la
conciencia –dice Laura Bossi-, que es responsable de nuestro libre albedrío, de
hacer que pensemos, amemos y creamos en cosas variadas y diferentes. Este
proceso se llama individuación y se efectúa en el cerebro, pero es necesario
remarcar que el cerebro es parte de un organismo vivo, y está en el cuerpo, y
no en un cerebro dentro de un frasco. Se
encuentra en un sujeto vivo, dotado de libertad y propósito. Estoy
decididamente opuesta al dualismo "alma-cuerpo" del enfoque
cartesiano, reduccionista y mecanicista de la vida. Aunque no existe una relación
directa entre el trabajo de un científico y el discurso religioso, un biólogo
puede estar más cerca de lo que se piensa de la tradición cristiana que se basa
en los conceptos de encarnación y resurrección. Santo Tomás, el gran teólogo,
describió el alma como una "forma inmersa en la materia." En este
contexto, es todo el hombre en su unidad psicosomática que debe ser analizado,
no un espíritu inmaterial, como si nos refiriéramos a programas informáticos.
Biología y genética moderna confirman que cada hombre es un ser singular,
irreemplazable, único a la estructura de cada célula y su genoma. Lo que da
coherencia a la vida de un organismo no es algo mecánico, la vida se desarrolla
en el tiempo y en una compleja interacción con el mundo.
Laura Bossi cree que nunca nadie
conseguirá explicar completamente el cerebro, aunque sí el universo y más allá
todavía. La ciencia es un proceso en curso: pensamos que nos acercamos, pero
nunca sabemos totalmente. Cuanto más nos encontramos con respuestas, surgen más
preguntas. Negar la complejidad de las cosas que no sabemos, como hacen muchos
científicos reduccionistas, parece ser un error. Estoy sorprendida por la
pobreza de las teorías en ciencias de la vida en los siglos XX y XXI en
comparación con los emitidos en el siglo XIX. No es ni posible ni útil para explicar
el arte o la espiritualidad de la neurociencia.
NOTAS
(1) Historia natural del alma, op. Cit.
(2) Diccionario
apologético de la fe católica. Sociedad
Editorial de San Francisco de Sales, Madrid 1890, tomo 1, columnas 1130-1136)
Algunas informaciones han sido
obtenidas de la entrevista realizada por Michel Eltchaninoff. Fuente:
Artículo en FILOSOFÍA MAG # 33 www.philomag.com
Historia
natural del alma
(Basada
en la obra de L. Bossi y la historia del pensamiento de Arthur O. Lovejoy)
1. ¿Que es el alma?
2. El alma en la Antigüedad
3. El alma de los animales
4. El racionalismo y el hombre máquina
5. El Idealismo
6. Transformismo: la escala en
movimiento
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