La Diosa y el Cosmos
Al comienzo
había un caos o un espacio oscuro ilimitado y amorfo, que en ocasiones
describen como aguas primigenias. De aquí surge la primera conciencia, deseosa
de crear el orden a partir del caos: la Diosa. Con su voluntad y esencia forma
el cosmos y lo puebla con dioses y humanos.
En todas los mitos de los orígenes la
diosa se manifiesta a través de una gran variedad de elementos que van de los
cuerpos celestes a plantas concretas. Por consiguiente es múltiple y, a la vez,
inmutable. La tierra es su cuerpo, organismo vivo en el que participa toda la
materia, sea orgánica o inorgánica.
Aunque el cosmos es imperecedero, las
formas de vida que contiene están sometidas a un ciclo constante de nacimiento
y muerte. La creadora contiene la vida, la muerte y otros pares indivisibles de
opuestos, como el caos y el orden, la oscuridad y la luz, la sequía y la
humedad.
1. Los tres mundos
Las mitologías y religiones de todo el
mundo suelen dividir el universo en tres partes: el cielo, la tierra (el mundo
de los mortales) y el infierno (el reino de los muertos, que en algunas casos
se extiende bajo el mar). Los pueblos de la antigüedad creían que les estaba
vedado el conocimiento del mundo de los muertos, al que temían. Esto les llevó
a crear imágenes de un reino extraño, plagado de oscuridad y miedo, y a
concebir la muerte como sufrimiento, pérdida y castigo. Esto es lo que ocurrió
en el II milenio a.C. en Sumeria y lo que creían los pueblos indoarios y
semitas. Pero con anterioridad, cuando los pueblos creían en la diosa, la
muerte y la vida eran las dos caras opuestas de la misma moneda, la diosa, y el
hombre no temía a la muerte, pues creía que con ella se producía el regreso al
útero materno para su renacimiento.
El árbol cósmico
representa la unión entre los tres
mundos existentes: Cielo, Tierra, Inframundo.
La pérdida del poder de la diosa se
observa en los relatos de Sumeria y Egipto que nos cuentan como las creadoras y
gobernantas de los tres mundos (Ereskigal y Neit) fueron desterradas por una
divinidad masculina que las confinó en el infierno. Existen muchas
descripciones de diosas que visitan los infiernos, por lo general en su
juventud, como un viaje de autodescubrimiento. Estos viajes son los que
realizan los iniciados para completar su
iniciación, y descubren que la diosa es útero y sepulcro, por lo que no hay
fin, sino un nuevo cambio de ser. La vida, la muerte y el renacimiento son
partes de la totalidad (la diosa) más que fragmentos discontinuos de la
existencia.
2. El secreto de la inmortalidad y el viaje al inframundo.
Algunas mitologías cuentan que la Diosa
ocultaba a los hombres el secreto de la inmortalidad, mientras que las mujeres –hechas a su imagen y semejanza-
podían reproducirse a sí mismas. Por eso, muchos hombres iniciaron “viajes” en
busca de la inmortalidad, como lo hizo Gilgamesh, quien buscó la vida eterna
descendiendo al inframundo, pero no la consiguió por su arrogancia. La muerte
suele humillar a muchos de los héroes y dioses, como al dios japonés Izanagi y
al bardo griego Orfeo, quienes negociaron las condiciones del retorno del
inframundo de sus esposas, pero al no cumplir el pacto, tuvieron que regresar a
la vida solos. Quienes visitan el inframundo regresan con algún defecto físico
como cojeras, cegueras…etc. porque el muerto no puede jamás regresar íntegro al
mundo de los vivos.
El portico torii de los templos sintoístas
es el emblema de la vulva o yoni y representa la continuidad entre la vida y la
muerte.
El Torii de la isla
Miyajima, santruario de Itsukushima
Como viajeras de los tres mundos, a
menudo las figuras de las diosas trasportaban o guiaban las almas humanas, es
decir, eras diosas psicopompas. Muchos animales nocturnos, como las aves
rapaces y los leones, las panteras y los leopardos y, por defecto el resto de
felinos, están vinculados al más allá por ser cazadores nocturnos, capaces de
ver en la oscuridad, por lo que, según creencias populares antiguas, sirven de
guía a las almas de los muertos.
3. El origen de la diosa
Hace
20.000 años aparece la Diosa Madre y su culto se extiende desde los Pirineos
hasta el lago Baikal en Siberia, representado por efigies con signos arañados
en ellas, normalmente líneas, triángulos, zig-zags, círculos, redes, hojas,
espirales, agujeros... Algunas tribus de
cazadores se establecieron de manera permanente en los Pirineos (Dordoña,
Vézère, Ariège…) y en la cornisa cantábrica: por aquel entonces se pintaron las
paredes de las cuevas y se tallaron estatuas de las diosas, sin embargo, la
Diosa nunca aparece pintada. Se han encontrado más de 130 esculturas, apoyadas
sobre tierra y en rocas; otras cinceladas sobre salientes y en terrazas de las
cuevas. Representan siempre mujeres desnudas, de pequeño tamaño, muchas
salpicadas de ocre rojo, como sustituto de la sangre. Su base se estrecha hasta
formar una punta carente de pies, lo que facilita su inserción en las entradas
(exterior) de las cuevas y los santuarios.
La
más antigua tiene 22.000 años y se
conoce como diosa de Brassempouy
(Las Landas), esculpida en marfil de mamut, de la que sólo se conserva la
cabeza de 3’65 cm.
En el refugio rocoso de Laussel (Dordoña) cerca de Lascaux, se encontró
una estatuilla cincelada sobre la caliza que representa a una mujer con un
cuerdo de bisonte en forma de luna creciente, con muescas que representan los
trece días de la fase creciente de la luna y de los 13 meses del año lunar.
En Lespugue, en los Pirineos, se
encontró una estatua de 14 cm. De marfil de mamut. Tiene grabadas diez líneas
verticales que han sido trazadas desde debajo de sus glúteos hasta la parte
trasera de sus rodillas, dando la impresión de ser las aguas del parto que caen
profundamente de la matriz, como la lluvia. Las diez líneas sugieren los diez
meses lunares de la gestación en el útero.
Estas estatuillas ¿representan mujeres o
diosas? Se observa en todas ellas falta de proporción humana, por lo cual trascienden
la simple representación del cuerpo de la mujer y parece que son una
historia sobre el origen de la vida, que
representen el misterio del cuerpo femenino: el misterio del parto, lo cual nos
conduce al misterio de la vida. Por
otra parte, no se ha encontrado ninguna figura masculina similar. El
considerarlas como ídolos de la
fertilidad trivializa su esencia y el llamarlas “Venus” reduce la universalidad del concepto MADRE a un diosa romana
del amor.
Anne Baring y Jules Cashford consideran que “lo
sagrado no es una etapa en la historia de la conciencia, sino un elemento de la
estructura de la consciencia que pertenece a todos los pueblos de todas las
épocas. Es, pues, parte del carácter de la raza humana, quizá la parte esencial” (Pág. 28). Por
eso, en todas las culturas, se repiten las imágenes que se utilizan para
representar lo sagrado.
La Venus de Hohle Fels (Alemania)
El origen de la religión
podría encontrarse en el culto de la fertilidad de la Diosa Madre, muy
difundido en las orillas del Mediterráneo. Vemos por todas partes estatuillas
de mujeres con los órganos sexuales muy exagerados que serían representaciones
de la Diosa u ofrendas a la Diosa Madre para fomentar la multiplicación de los
hombres y de los animales. Carlo Ginzburg afirma que los ritos de
fertilidad asociados a la Diosa Madre -los cuales puede rastrear incluso en el
siglo XVI-, derivan de los antiguos cultos chamánicos. Se trataba de una
religión extática, principalmente mantenida por mujeres, dominada por una diosa
nocturna con muchos nombres, cuyo origen se perdía en el Paleolítico Superior y
que había sido reintroducida y difundida en Europa por los celtas, que a su vez
habían sido influidos por las creencias escitas que habían aprendido de los
chamanes euroasiáticos. En los ritos interviene la sangre, a la que se le
supone dotada de un poder vivificador, y suele estar representada por el
almagre, con el que se confeccionaba una pintura roja con la que se pintaban
los órganos femeninos.
Imagen de Diego
Fernandez. El
tiempo es breve…
En la noche de los tiempos el hombre
primitivo pensaba que sus bienes más apreciables –la comida y los hijos- los
obtenía a través de unas fuerzas
misteriosas –a las que llamaba Madre o Providencia- que le proporcionan la
nutrición y la propagación. A veces se expresaba este concepto con el símbolo
del “seno que mana leche”. Estas fuerzas
tienen un carácter sagrado y se les debía reverencia, al mismo tiempo, se
debían controlar mediante técnicas
rituales para que resulten favorables al hombre. Estas técnicas acabaran
siendo dominadas por los chamanes, brujos o
sacerdotes de la religión, al mismo tiempo que impondrán su dominio
sobre los otros hombres.
La Vía Láctea. Rubens. Como broma, Zeus puso a mamar al
bebé Heracles de Hera. Cuando ésta se percató, lo arrojó de su lado. De la
leche derramada se formó la Vía Láctea
4. El arquetipo de la gran madre
Primera Mujer es la diosa que aparece en
muchos mitos sobre la Diosa madre y el ritual por el cual es arrastrada por un
campo se repite entre los celtas y germanos y los adoradores de Cibeles.
La diosa de los penobscott de América del Norte era
conocida como Primera Mujer, la que
pobló el mundo con muchos hijos, pero sucedió que hubo una gran hambruna y, al
ver que sus hijos eran desdichados, convenció a su marido para que le cortase
su cuerpo en trozos y los arrastrase por un campo antes de enterrar sus huesos
en el centro. Tal como prometió, siete meses después el campo se llenó de maíz
con el que sus hijos se alimentaron. Primera Mujer dijo que el maíz era su
carne y que debían de volver una parte a la tierra para perpetuarlo.
A.
La diosa
símbolo de la maternidad. El inconsciente colectivo.
Según Carl Gustav Jung
(1875-1961) el mundo tuvo su origen en un ser sobrenatural a la que se llamaba Gran Madre,
un concepto que es innato a la mente humana, el cual se forma antes del
nacimiento en el interior del vientre de la madre. Esta idea prenatal se
refuerza después del nacimiento, a medida que la madre nutre a su hijo con
alimento, afecto y calor. En esta fase el niño considera “numinosa” –envuelta
en una sensación de divinidad- a su madre. Distingue entre la “madre buena”
dadora y protectora, y la “mala madre” que amenaza y castiga. A medida que el
niño crece observa como la madre se convierte en un todo y, por consiguiente,
en un ser ambivalente e individual que combina cualidades benéficas y
perjudiciales.
Representación romana
de Isis lactans. La Virgen María asumía muchos aspectos de las divinidades
femeninas, especialmente de Isis. la diosa nilótica, amamantando a Horus
Este proceso infantil ser refleja en los
relatos míticos de los orígenes del mundo, que suelen representarse como la
conciencia que emerge del caos. El caos primigenio también suele describirse
como al totalidad de las fuerzas potenciales existentes, simbolizadas por el uroboros,
la serpiente que se muerde la cola, el círculo interrumpido. El círculo
contiene los pares aparentemente contradictorios: lo masculino y femenino –boca
matriz, que recibe la cola fálica-, la conciencia y el inconsciente, lo
productivo y lo destructivo… De esta totalidad caótica surgen múltiples
entidades que la mente humana clasifica como buenas y malas, femeninas y masculinas…
etc.
Uróboros. En la
iconografía alquímica el color verde se asocia con el principio mientras que el
rojo simboliza la consumación del objetivo del Magnum Opus (la Gran Obra).
La mente que mitologiza, lo mismo que la
del niño, imagina madres buenas (Sofías, la virgen…) y madres males, como las
gorgonas, las arpías, las sanguinarias Sejemet y Anat…, pero al crecer se
elaboran figuras maternas más poderosas y ambivalentes, con aspectos positivos
y negativos.
Nuestra religión judeo-cristiana proclama
que la naturaleza, la tierra, los animales, mares, ríos, pájaros y montañas
están a nuestro servicio y no son sagrados. No existe unión de ellos con el
Todo. Pero esta visión es muy reciente. La visión de la unidad y del carácter
sagrado de la vida ha vivido en las raíces de la psique humana durante millones
de años.
“Y
el dios padre creó el cielo y la tierra…” es decir, ese dios está más allá
de su creación, no está dentro de ella.
“Sed
fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces
del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra”
(Gn. 1, 28),
Jung nos enseña que el conocimiento de
toda la raza humana está almacenado en la psique, por lo que es potencialmente
accesible para cada uno de nosotros. Los seres humanos estamos habituados a
pensar el pasado histórico como algo ya acabado y, por así decirlo, superado a
medida que la especie avanza hacia su futuro. Jung propuso la idea de que los
seres humanos no sólo tienen un inconsciente personal exclusivo para cada
individuo, sino también lo que denomina un “inconsciente colectivo”,
una mente inconsciente heredada por cada miembro de la raza humana, junto con
todas las otras características físicas, mentales y espirituales en virtud de
las cuales nos proclamamos humanos. De esta idea se deduce que unja experiencia
de la especie nunca se pierde, sino que se transmite a miembros futuros de la
humanidad, al igual que los procesos instintivos y aprendidos más básicos.
Toda la historia de la humanidad está
siempre viva en la psique, como parte del ser humano. Es lo mismo que dice
Laurens van der Post cuando nos pide que busquemos al bosquimano que hay en
nosotros mismos.
Jung, metafóricamente hablando, nos
presenta esta consciencia humana como “un ser humano colectivo, más allá de la
singularidad sexual, más allá de la juventud y de la vejez, del nacimiento y la
muerte, y dispondría de una experiencia humana poco menos que inmortal de uno a
dos millones de años. El presente significaría par él lo mismo que un año
cualquiera del siglo XX antes de Jesucristo, tendría sueños seculares y,
gracias a su incalculable experiencia, sería un pronosticador incomparable.
Porque habría vivido incontables veces la vida del individuo, de las familias,
de las tribus y de los pueblos, y poseería como algo intrínseco el ritmo del
nacimiento, del desarrollo y de la muerte” (C.C. Jung, Collected
Works, vol 5, Symbols of Transformation, p. XXIV- tra. Cast. pp.
16-7).
La Diosa Madre es el origen de todo y su
destino final. Es el principio de donde surge la vida y la morada de los
muertos. Es lo que transforma la vida que sacó de sí misma y que tomó de nuevo
para sí, en un ciclo temporal tan perpetuo y continuo como la luna. Jung afirma
que existe un ser humano de dos millones de antigüedad –mujer y hombre. Que
está presente en cada uno de nosotros.
B. La Diosa Madre: fuente creativa de
vida
Los seres humanos se reconocían como
hijos de la naturaleza, vinculados con todas las cosas, formando parte del
todo. La fuente creativa de la vida se concebía en la imagen de una madre,
con imágenes de parto, amamantamientos, o figuras que reciben al muerto de
nuevo en el útero para que pueda renacer.
La diosa de Willendorf (Austria), de 11
cm. de altura, tiene una peculiar cabeza bulbosa, formada verticalmente por siete capas, cada una de
ellas separadas por hendiduras horizontales que le dan toda la vuelta,
semejando 7 círculos alrededor de la cabeza. Algunos se preguntan si estas
hendiduras simbolizaban la órbita de los planetas. Durante la Edad del Bronce
(c. 3500 a.C.) el 7 era el número sagrado que representaba la TOTALIDAD, pues 7
eran los días de un cuarto del ciclo lunar, 7 los planetas conocidos. También encontramos este esquema en la cabeza
de Mal’ta, cerca del lago Baikal.
Cabeza de la figura de
Mal'ta con 7 líneas de puntos
La confianza en el universo, en
la naturaleza, se expresa con el “seno que mana”, incluso la Vía
Láctea se considera como leche que mana del seno materno de la Diosa. En la
estatuilla de marfil de Pavlov (República Checa, cerca de Dolmi Vestonice) los
pechos son el centro principal. “Parece increíble que cuando esta imagen fue
encongtrada en 1937 se describiese como pornográfica plástica del diluvio” (Alexander Marshack The Roots of Civilización
p. 290). Ver la hipótesis del “consolador” o “bastones de mando”.
Estatuillas esculpidas en marfil, Aurignaciense-Gravetiense
(c. 24,800 BC), de Dolní Vestonice, Mikulov, Moravia, Czech Republic; en el
Moravian Museum, Brno, Czech Republic. Altura (izquierda) 8.3 cm y
(derecha) 8.6 cm.
Ishtar,
Inanna (Astarte, Ana, Ashtoreth). Diosa de Israel. Diosa cretense (Museo de
Heraclion)
Triangulo
genital de Mezin (Ucrania) 20-23.000 a.C. Bastón incompleto con morfología fálica procedente de
la cueva de Cueto de la Mina (Asturias).
Vulva grabada en piedra de la
época paleolítica, Musée des antiquités nationales, Saint-Germain-en-Laye
Hierogamia grabada en la Cueva de los
Casares (Guadalajara, España), la escena completa incluye un mamut y varios
antropomorfos. Según CABRÉ AGUILÓ, J. (1934): Las
cuevas de los Casares y la Hoz. Archivo
español de Arte y Arqueología, nº 30. Madrid.
Vulva
de Tito Bustillo, Asturias c. 20.000 a.C.
En
muchas ocasiones se hace abstracción del cuerpo para construir un símbolo, cuyo
significado se concentra en la ranura profundamente marcada desde donde nacen
las piernas. Lo podemos ver en la diosa tallada en hueso de Teyjat (Francia) de
hace 10.000 años. También los vemos en las diosas talladas en marfil de mamut
de Mal’Ta (Siberia) del 16 al 13.000 a.C., junto al lago Baikal, donde se
encontraron al menos veinte figuras de diosas en huesos de mamut de 3,2 a 13,3 cm.,
una de ellas vestida con la piel de un león.
1.
Diosa de Teyjat (Francia). 2 y 3 diosas de Mal’Ta (Siberia) del 16 al 13.000
a.C
Las
cuevas franco-cantábricas han cobijado especies de hombres diferentes y
generaciones de ellos. En la cueva del Castillo vivió antes de las
glaciaciones, hace 190.000 años, el Hombre de neandertal. Entre hace 30,000 y
10.000 años la cueva paleolítica fue el lugar más sagrado, el santuario, de la
Diosa Madre y la fuente de su poder regenerador. Entrar en una de esas cuevas
es como adentrarse en un mundo que está dentro del cuerpo de la Diosa. Los
hombres veían en su forma ahuecada el vientre de la Diosa que traía al mundo a
los seres vivos y acogía de nuevo a los muertos. La cueva era un lugar de
transformación y regeneración, donde queda anulado el transcurrir del tiempo y
donde se produce el nexo que enlaza el pasado y el futuro de los hombres y
mujeres que vivían en su parte anterior y celebraban sus ritos religiosos en
las profundidades de su santuario interior. Al fondo de las cuevas se colocaban
las piedras que representaban las almas de los muertos que renacerían de su
matriz. La imagen de la Diosa se esculpió en las paredes exteriores, en las
interiores se pintaron animales machos y hembras, que pudieron haber encarnado
los diferentes aspectos de su ser, así como los artistas chamanes que podían
escuchar su voz en la voz del animal. También encarnaban a los espíritus de sus
antepasados, tanto benignos como malignos, que eran los que visionaban en sus
viajes extáticos los chamanes de la prehistoria.
La Cova del Parpalló (Gandia). Dibujo Gonçal Vicens
La Cova del Parpalló (Gandia). Fotografía Gonçal Vicens
En
1914 se descubrió en Ariège un vastísimo complejo de cuevas laberínticas a 18
metros bajo tierra, el cual se extiende desde Tuc D’Audoubert hasta Les Tríos
Frères. Se utilizó durante 20.000 años y es el mayor centro religioso del
mundo. Hace 30.000 años con lámparas de piedra hueca, mechas de ramitas de
enebro y aceite de grasa animal recorrieron los estrechos laberintos, oscuros,
respirando entrecortadamente, recorriendo cavernas lo suficientemente amplias
como para contener una catedral, hasta los santuarios que se hallaban a 2 o 3
kilómetros de la entrada.
16. La Vieja Europa
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