Encefalocentrismo del alma

       Laura Bossi asegura (1) que ella no busca en la armonía del Universo la existencia de un principio creador, un dios impersonal que sería Uno con el mundo, como sostienen algunos científicos creyentes. Afirma que ella, como algunos biólogos al investigar al hombre, tan sólo busca la existencia de alguna cosa que sea personal y única, aunque común a todos nosotros como lo son la vida, la muerte o la conciencia.

Dibujo cheyenne que representa la salida del alma de un cuerpo. Fuente: Francisco Diez de Velasco

    Esa cosa tan única, piensa ella, que es el alma, un concepto que une todos los anteriores (vida, muerte, conciencia) y es el que pretende rehabilitar en su estudio. Según la neuróloga, el eclipse del alma y el abandono de su idea, hace que nos resulten incomprensibles los conceptos de cuerpo, animal, vida, muerte y persona.
      Platón, Aristóteles, Galeno, así como una larga tradición médica, propusieron el modelo de un alma tripartita: alma vegetativa común a las plantas y los animales, que se encuentra en el hígado y el responsable de la nutrición; un alma sensible ubicada en el corazón, que compartimos con los animales, y un pensamiento o alma racional, alojada en el cerebro. 

      En base a estas tres almas (o tres potencias del alma) que encajan entre sí como las muñecas rusas, se imaginaban una armonía del universo, esquemáticamente representada por la escala de los seres, que van desde la piedra al hombre por gradaciones imperceptibles.


En la versión aristotélica de la Gran Cadena del Ser, se puede ver a Dios ocupando la fase superior del "Ser". Didacus Valades, Scala Naturae aparecida en Rhetorica Christiana (1579). Fuente: Jason Bengtson


Los humanos, nacidos de Adán y Eva, ocupan el cuarto escalón. Didacus Valades, Scala Naturae aparecida en Rhetorica Christiana (1579) Fuente: Jason Bengtson


Clic en imagen para ampliar


En una reinterpretación del siglo XIX, el “hombre" ha reemplazado a Dios como presidente de la cima de la Gran Cadena del Ser. Scala Naturae de Charles Bonnet, Œuvres d'histoire naturelle et de philosophie (1781). Fuente: Museo de Nantes (Francia)


En la obra de Ernest Haeckel Natürliche Schöpfungsgeschichte (1ª edición), dibujada por el artista Gustav Müller (1868) representa la evolución de las diferentes razas, situando a los africanos en etapas inferiores más cercanos a los primates. Fuente: Strange Science


En 1870 Ernst Haeckel publica la segunda edición de Natürliche Schöpfungsgeschichte Fuente: Strange Science


Finalmente, el científico Ernst Haeckel en Anthropogenie; oder, Entwickelungsgeschichte des Menschen (1874) colocó el hombre africano en lo que parecía ser su lugar que le corresponde: entre los simios. Fuente: Strange Science


El siguiente es un diagrama básico sobre la evolución aparecido en 1992 en el libro del genetista estadounidense Ricki Lewis, Life: Beginnings of Life, Animal Life, Plant Life, Evolution of Life, Behavior and Ecological Life Fuente: eoht.info
     Este modelo de las tres almas –imaginado por Santo Tomás de Aquino-, menos ingenuo de lo que parece, en gran parte todavía impregna nuestras formas de pensar. Hablamos de personas "en un estado vegetativo", cuando uno reconoce sólo un alma inferior. Cuando se inicia la primera “reanimación” –acción de volver a insuflar el alma- empezamos actuando sobre el corazón.
      Por último, el patrón de tres almas se confirma en la embriología moderna, que distingue tres capas germinales, que dan origen al sistema digestivo (endodermo), al sistema cardio-circulatorio y el aparato locomotor (mesodermo) y al sistema nervioso y la piel (ectodermo).






     Según la filosofía de Santo Tomás de Aquino, como la materia inorgánica es incapaz de ejercer las funciones de la vida vegetal y de la sensitiva, preciso es que vegetales y animales estén constituidos de otra suerte que la materia bruta; hay, por lo tanto, en ellos un principio constitutivo en virtud del cual la materia que los compone es organizada y viviente. Ese principio es simple, es decir, indivisible y único, coincidiendo en eso con el alma humana; pero como dicho principio no posee ni entendimiento, ni libertad, ni potencia alguna superior a las que se ejercen en la materia y por la materia, desaparece en el momento en que la planta o el animal cesan de existir, porque no es otra cosa que el principio que los hace vivir, vegetar y sentir.
     El alma es una substancia que permanece idéntica a sí misma en medio de los fenómenos variables que en ella se verifican. No es necesario para esto buscar más prueba que el testimonio de la propia conciencia y la imposibilidad de darnos cuenta de lo que nos pasa si se rehusase admitir la identidad personal de cada uno de nosotros. El alma es, en efecto, el principio de nuestros pensamientos y de nuestras voliciones; ahora bien: nosotros sentimos que ese principio es siempre el mismo en nosotros, cualquiera que sea la variedad de nuestros pensamientos y resoluciones; pues por muy allá que retrotraigamos nuestros recuerdos, tiene cada cual conciencia hasta su muerte de ser él mismo quien pensaba en el tiempo a que se refieren sus recuerdos y quien piensa aun hoy día. Esta identidad personal se manifiesta bien claramente, dice M. Janet (El Materialismo contemporáneo, cap. VII), en tres hechos principales: el pensamiento, la memoria y la responsabilidad.


Diccionario apologético de la fe católica. Sociedad Editorial de San Francisco de Sales, Madrid 1890
     Nuestro pensamiento supone que nosotros, cuando pensamos, siempre permanecemos idénticos, aunque sea en dos momentos diferentes. Todo pensamiento es sucesivo y consta de varios razonamientos que nos conducen a un juicio o conclusión. Hay que admitir de evidencia que es el mismo espíritu el que pasa por todos los momentos de una demostración.
      Supongamos si no tres sujetos, de los cuales el uno piense la premisa mayor, el otro la premisa menor, y el tercero la consecuencia. ¿Resultará, por ventura, una demostración común? No, ciertamente; se necesita que los tres elementos formen un conjunto en un mismo espíritu. Según podemos leer en Espiritualidad del alma humana (2) de J.M.A. Vacant, entrada de filosofía.org, artículo que nos sirve de base para estos razonamientos.
      La memoria nos traerá a esa misma conclusión. No me acuerdo sino de mí mismo, ha dicho muy bien Royer Collard (todo el texto pertenece a Diccionario apologético de la fe católica); las cosas exteriores, las demás personas no entran en mi memoria sino a condición de que hayan ya pasado antes por mi conocimiento; de este conocimiento es de lo que me acuerdo, y no de la cosa misma. No podría, pues, acordarme de lo que un sujeto diferente de mí ha hecho, dicho o pensado: la memoria supone una ilación continua entre el yo de lo pasado y el yo de lo presente.
      Nadie, por último, es responsable sino de sí mismo; y si lo es de otros, será a proporción de lo que haya podido obrar respecto a ellos o por ellos. ¿Cómo podría yo responder de lo que otro ha hecho antes que yo naciese? Así, pues, pensamiento, memoria, responsabilidad, son otros tantos manifiestos testigos de nuestra identidad.
       Me pongo enferma –dice Laura Bossi- al ver la facilidad con la que actualmente negamos la existencia de "almas inferiores" y cuando localizamos todas las almas, toda la vida en el cerebro, como lo hacemos, por ejemplo, cuando utilizamos los criterios de muerte cerebral. Este modelo encéfalocéntrico del alma, más y más frecuente desde los años cincuenta, como resultado de la aparición de los trasplantes de órganos, es muy dualista y origina el concepto de un hombre-máquina cuyo único aliento de alma se sitúa en el cerebro. Una vez que el cerebro quede en "off", se pueden utilizar rápidamente los demás órganos del cuerpo como piezas de repuesto para injertar en un paciente con un cerebro aún en condiciones de trabajo. En cambio, la vieja noción de alma tripartita permite  que no reneguemos de nuestra naturaleza animal y la ampliación de la noción de persona humana en todo el cuerpo de su vida, en lugar de reducirlo a su cerebro solo, o incluso a su sola corteza.


Metrópolis (1927) es un filme alemán de ciencia ficción dirigida por Fritz Lang cuya trama se constituye en una distopía urbana futurista.

      El objeto conocido más complejo y el más misterioso del universo, es sin lugar a dudas la masa gris que se encuentra entre nuestros oídos. El cerebro es un objeto infinitamente más sofisticado que una estrella o una galaxia cuyo funcionamiento puede ser descrito por las leyes relativamente simples. El cerebro es el lugar del alma, que yo llamo la conciencia –dice Laura Bossi-, que es responsable de nuestro libre albedrío, de hacer que pensemos, amemos y creamos en cosas variadas y diferentes. Este proceso se llama individuación y se efectúa en el cerebro, pero es necesario remarcar que el cerebro es parte de un organismo vivo, y está en el cuerpo, y no en un cerebro dentro de un frasco.  Se encuentra en un sujeto vivo, dotado de libertad y propósito. Estoy decididamente opuesta al dualismo "alma-cuerpo" del enfoque cartesiano, reduccionista y mecanicista de la vida. Aunque no existe una relación directa entre el trabajo de un científico y el discurso religioso, un biólogo puede estar más cerca de lo que se piensa de la tradición cristiana que se basa en los conceptos de encarnación y resurrección. Santo Tomás, el gran teólogo, describió el alma como una "forma inmersa en la materia." En este contexto, es todo el hombre en su unidad psicosomática que debe ser analizado, no un espíritu inmaterial, como si nos refiriéramos a programas informáticos. Biología y genética moderna confirman que cada hombre es un ser singular, irreemplazable, único a la estructura de cada célula y su genoma. Lo que da coherencia a la vida de un organismo no es algo mecánico, la vida se desarrolla en el tiempo y en una compleja interacción con el mundo.


     Laura Bossi cree que nunca nadie conseguirá explicar completamente el cerebro, aunque sí el universo y más allá todavía. La ciencia es un proceso en curso: pensamos que nos acercamos, pero nunca sabemos totalmente. Cuanto más nos encontramos con respuestas, surgen más preguntas. Negar la complejidad de las cosas que no sabemos, como hacen muchos científicos reduccionistas, parece ser un error. Estoy sorprendida por la pobreza de las teorías en ciencias de la vida en los siglos XX y XXI en comparación con los emitidos en el siglo XIX. No es ni posible ni útil para explicar el arte o la espiritualidad de la neurociencia.

NOTAS

(1) Historia natural del alma, op. Cit.

(2) Diccionario apologético de la fe católica. Sociedad Editorial de San Francisco de Sales, Madrid 1890,       tomo 1, columnas 1130-1136)

Algunas informaciones han sido obtenidas de la entrevista realizada por Michel Eltchaninoff. Fuente: Artículo en FILOSOFÍA MAG # 33 www.philomag.com


Historia natural del alma
(Basada en la obra de L. Bossi y la historia del pensamiento de Arthur O. Lovejoy)

1. ¿Que es el alma?


2. El alma en la Antigüedad


3. El alma de los animales


4. El racionalismo y el hombre máquina

5. El Idealismo


6. Transformismo: la escala en movimiento


Comentaris

Entrades populars