Zeus, esposo de la Diosa


Apetencias eróticas de Zeus: Metis y Tetis.

      Si recordáis lo que estamos comentando, el valiente Zeus casi se muere del susto al enfrentarse con los gigantes, según menciona la Gigantomaquia, o con los Titanes de la Titanomaquia y la lucha de Tifoeo contra los dioses llamada Tifonomaquia. Sobre las otras ocasiones de peligro para Zeus que habíamos comentado, ambas ocurren con motivo de las apetencias eróticas suyas. La primera amenaza contra su poder surge de su relación (matrimonio según Hesíodo) con la Oceánide Metis, pues Urano y Gea le habían profetizado que el hijo que naciera de esa unión derrocaría a su padre como él había hecho con su padre y éste con su abuelo. Ellos mismos le aconsejan que, para evitarlo, devorase a Metis y así lo hace, pues ella estaba ya en avanzado estado de gestación. Poco después nacería de la cabeza de Zeus el fruto de esta unión, la diosa Atenea.


Kylix de figuras negras: Hefestos abre la cabeza de Zeus con un hacha para que surja Atenea.  La Diosa armada naciendo de la cabeza de Zeus, con Ilitía (?) a la derecha. Detalle de la cara A de un ánfora ática de figuras negras, 550–525 a. C.


       La segunda es simplemente una profecía que no llegó a cumplirse: Zeus pretendía a Tetis, hasta que un oráculo le predijo que el hijo que naciera de ella sería más fuerte que su padre, profecía que le disuadió de tener un hijo con ella; Zeus entregó a Tetis como esposa a Peleo, y efectivamente se cumplió el oráculo, pues el hijo de Tetis fue el temible héroe Aquiles.



Ingres, Jean-Auguste-Dominique "Júpiter y Tetis", 1811. Esta pintura enuncia una concepción sobre la Diosa más acorde con la visión semita que con la griega, pues expresa claramente el dominio masculino sobre lo femenino

      Sin embargo, en ninguna de las cinco ocasiones que hemos visto, llega a consumarse la amenaza, como tampoco en varias rebeliones, al parecer no muy peligrosas, de diversos dioses como Prometeo, Hera, Poseidón, Apolo y otros y el poder de Zeus se considera en la mitología como eterno e inquebrantable.

      Por fin Zeus, cuya última evolución de las creencias lo identifican con la potencia universal que encarna el Cosmos, pudo dedicarse a organizar su reino, terminadas las grandes guerras contra Titanes y Gigantes. Se relata que en la morada terrenal del Olimpo y en la cúspide de tan alta montaña erigió el padre de los dioses una ciudadela. Los mitólogos historicistas quieren ver en Zeus a un rey helénico o indoeuropeo, quien apostado con sus súbditos en la fortaleza olímpica rechazó varios asaltos de pueblos invasores, así como de malvados bandidos. Intentan dar así una explicación real y humana, en especial a la Gigantomaquia, para justificar esta deidad. El nombre de Olimpo no solamente se dio a la parte del Cielo donde Zeus estableció su morada y al monte tantas veces mencionado, sino también en sentido más metafórico, a la reunión de dioses que deliberaban en asamblea.



De izquierda a derecha: Zeus, Atenea, Hermes, Artemisa, Apolo, Afrodita, Dionisio



Detalle de la Infancia de Zeus de Nicolas Poussin


      Los dioses estaban sujetos como los hombres a la necesidad de alimentarse, pero no con los mismos elementos. En el banquete divino se servían como manjar la ambrosia y el néctar como bebida, ambos destilados de los cuernos de la cabra Amaltea, que alimentó a Zeus cuando era niño. Los dos elementos recreaban los sentidos, embalsamaban el ambiente, otorgaban la juventud y la dicha y aseguraban la inmortalidad. La ambrosia era nueve veces más dulce que la miel, de forma que comiendo miel se prueba la novena parte del placer que se sentiría tomando ambrosia. Según Homero, el néctar era de color rojo y no menos aromático y grato al paladar. Las dinastías de Urano y Crono significaron la época de los grandes cambios y trastornos en la naturaleza, período de formación de los elementos en que nada podía ser estable ni duradero. El gobierno de Zeus -tercera dinastía divina- es el período de la estabilización. La Tierra ha alcanzado la madurez y el aire y el mar han llenado los espacios vacíos dando a la naturaleza los principios vitales, germen de nuevos seres que habían de poblar el mundo terrestre. Pero Zeus no puede con todo y decide el reparto del Universo. Dos son los hermanos que más han ayudado al triunfo final: Poseidón, a quien cederá el gobierno del mar, y Hades, al que confiará las profundidades terráqueas. La nueva organización está ya en marcha y ya nadie podrá destruir el mito del invencible Zeus, de sus hermanos y de los olímpicos: Hera, Atenea, Apolo, Ártemis, Hermes, Hefesto, Hestia, Leto, Deméter, Ares y Afrodita... además de Dionisio, divinidad errante terrestre.




Generaciones de dioses griegos. Fuente: Josamotril

      Según los tratadistas de mitologías comparadas, existieron unos trescientos dioses en los panteones de los pueblos que pueden identificarse con el Zeus helénico. Los cretenses, ya en la antigüedad, no se contentaban con mostrar el lugar donde, según ellos, había nacido el dios, sino que también mostraban la “tumba de Zeus” en Cnosos con la inscripción Ci git Zan (aquí yace Zan = Zeus), lo que producía una gran curiosidad entre la mayoría de la gente que iba a visitarla y un gran escándalo para los mitógrafos y poetas.

      Teniendo en cuenta esta importancia, se comprenderá que quizá los fragmentos mitológicos helénicos más extensos se hallen dedicados a la figura de Zeus, que aparece en casi todos los relatos. De éstos probablemente los más conocidos sean las innumerables aventuras amorosas que tuvo con sus esposas y amantes, unas divinas y otras mortales. Los escarceos amorosos de Zeus describen el proceso de absorción de este dios de los poderes de las diosas que lo antecedieron. Los numerosos hijos e hijas de Zeus, concebidos con estas diosas reflejan una capacidad mayor de orden en la psique de aquella época. Todos los dioses antiguos se convierten en hijos del dios todopoderosos.

      James Hillman (“And Huge is Ugly” en Jhon Button (ed) “The Green Fuse”) propone que la imagen de Zeus en relación  con los Titanes es la de poner orden y medida en el exceso. Los gigantes de sexo masculino y femenino de los cuentos de hadas reflejan las emociones desatadas que amenazan con pisotearlo todo, que deben ser engañadas mediante la astucia, la previsión y la estrategia por el nuevo orden de consciencia. Hermes, llamado argofonte (el que mata a Argos Panoptes, el gigante de múltiples ojos) es el prototipo de este arte en el reino de los dioses, como Ulises lo es entre los mortales, al engañar al cíclope Polifemo al llamarse a sí mismo “Ninguno”. También encontramos la misma moraleja en el Sastrecillo Valiente o David frente a Goliat.




Hermes matando a Argos Panoptes. Colección del Museo: Museum fur Kunst und Gewerbe, Hamburgo, Alemania. Figura roja ática, atribuida al pintor Eucharides, ca 490 AC. Período: Arcaico

      Pero el “exceso” (los gigantes y dragones) no se identificaría erróneamente con lo femenino, como lo fue en la tradición judeocristiana. Zeus nunca perdió por completo su relación con el modo de ser femenino, ni con la Diosa, como lo demuestra su matrimonio con Hera. Marduk-Elohim no se relacionó nunca con lo femenino, sino era para destruirlo.

      Las dificultades de la relación entre Hera y Zeus son símbolo de lo difícil que resulta unir las tradiciones lunares y solares en la psique humana. La percepción solar y lunar no se personifican de manera invariable como diosa y dios en todas las culturas. En Alemania y Japón hemos visto como el sol se concibe como femenino y la luna como masculino.


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