Transformismo: Lamarck y Darwin

     Dediquemos un momento a analizar las últimas etapas del transformismo, la teoría de Lamarck y  la teoría de la evolución de Darwin. Hemos seguido sucintamente el artículo Darwin: el genio de los orígenes, publicado en Sin Dioses.




Fuente: Sin Dioses


     En 1809, Jean Baptiste Lamarck propone la idea del transformismo en la evolución. Este proceso fue explicado como una progresión continua, desde los organismos más sencillos y pequeños, pasando luego a las plantas y animales más complejos, hasta llegar al máximo de la perfección: el hombre. La teoría evolutiva de Lamarck fue formulada tomando en consideración los siguientes principios evolutivos: existencia de un impulso interno haca la perfección en todos los seres vivos; la capacidad de los organismos para adaptarse a los cambios ambientales y, finalmente, el principio de uso y desuso de los órganos.

     La teoría de Darwin se basa en la herencia de los caracteres adquiridos. Darwin regresó de su viaje en 1836 y en sus notas expone tres observaciones claves que le hacen dudar de todas las concepciones transformistas existentes hasta ese momento. La primera observación determinante la hizo en las Islas Galápagos: en ellas se encontró que los pinzones diferían de isla en isla y presentaban, en general, un parecido con los de Sudamérica. Se supone que toda esta variedad se originó desde una especie ancestral que llegó desde el continente. Estos pinzones diferían en su tamaño, en la forma de sus picos y en el nicho ecológico. El más grande se alimentaba de semillas y vivía sobre el suelo y el más pequeño se alimentaba de insecto y vivía sobre los árboles.



Fuente: Sin Dioses


     Uno de los hechos que dio a Darwin pistas sobre el proceso evolutivo fue el hallazgo de mamíferos fósiles en Argentina y Uruguay durante su viaje en el Beagle. El genial naturalista se da cuenta que estos animales, ya desaparecidos, guardaban un parecido con animales vivos lo que lo llevó a preguntarse si sería posible que, a lo largo de generaciones, los animales se pudieran transformar, es decir, evolucionar.



Fuente: Sin Dioses


     Darwin notó que el parecido que tienen las especies dentro de un género refleja un antepasado común. De igual manara el parecido que tienen los diferentes géneros dentro de una familia reflejan un ancestro común para toda la familia. Y así, de esta manera, cada jerarquía taxonómica tiene unas características propias que fueron legadas por un ancestro común. Es así como Darwin supo que la clasificación taxonómica, adelantada por el naturalista Carlos Linneo en el siglo XVIII, en realidad reflejaba la evolución en grandes cantidades de tiempo (macroevolución). Descubrió que cuanto mayores sean las similitudes entre taxones (géneros, familias, ordenes, clases, etc.), mayor será la relación que existe entre ellos y menor su divergencia en el tiempo.



Fuente: Sin Dioses


      Darwin también vio en las semejanzas de los embriones de los animales una evidencia indirecta de la ascendencia común. Las etapas iniciales del desarrollo embrionario de los peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos son muy similares, y los embriones sólo se diferencian en las etapas finales. La única explicación científica posible es que un antepasado común ha transmitido un mismo plan de desarrollo da todas estas especies.



Fuente: Sin Dioses


     En palabras de Darwin:

     "Metafóricamente puede decirse que la selección natural escudriña, cada día y cada hora, por todo el mundo, las más ligeras variaciones: rechaza las que son malas, conserva y acumula las que son buenas…"

El Origen de las Especies. Pág. 118. Capítulo 4.


     Con frecuencia ocurre que las personas no entienden la selección natural y piensan que la evolución ocurre como consecuencia de la intención o necesidad de un individuo para adaptarse al medio. Las ideas del público en general se aproximan más a la idea de Lamarck que a la de Darwin. El siguiente ejemplo clarifica ambas posiciones.



Fuente: Sin Dioses


Transformismo: ovistas y animaculistas

       De nuevo regresemos al siglo XVIII y contemplemos a los naturalistas ocupados en la cuestión de la generación, ya sea espontánea por gérmenes o por creación de Dios. Según el pensamiento mecanicista que dominaba las ciencias de la vida entre 1650 y aproximadamente 1740, los seres vivos eran vistos como máquinas puestas a punto por las manos del Gran Relojero, el Dios creador. Y ese es el problema: una máquina es capaz de funcionar, pero no de modificarse, y menos aún de reproducirse. Fontenelle lo expresó con cierta malicia, arremetiendo contra los cartesianos:

      “¿Pretendéis que las bestias son máquinas como los relojes? Pero si ponéis una Máquina de Perro junto a una Maquina de Perra, pueden dar lugar a una tercera máquina más pequeña; mientras que podéis juntar dos relojes durante toda su vida sin lograr jamás obtener un tercer reloj. Y tanto a Madame de B--- como a mí, debido a nuestra Filosofía, nos parece que todas las cosas que siendo dos tienen la virtud de convertirse en tres, tienen una nobleza mucho más elevada que las máquinas”  (Fontenelle, “Lettres galantes”, carta XI)

      Lo sabios más destacados de comienzos del siglo XVII eran mecanicistas, por lo que afrontaron las cuestiones relativas a la generación y al desarrollo (3), como si de un enigma irresoluble se tratara. La mayoría pretendía ignorar el problema acudiendo a una teoría que hoy en día nos resulta cuanto menos sorprendente: la “preexistencia de los gérmenes”. 

      Propuesta por Swammerdam (Histoir générale des insectes, 1669) y Malebranche (De la recherche de la vérité, 1675), platea que no sólo la inmutabilidad de las especies, sino también la creación individual es obra del Dios creador. Todos los seres “animados” han sido pues creados al mismo tiempo: es el Deus creavit Omnia simul (Dios creó todo a la vez, fórmula tomada del Eclesiastés Qui vivit in aeternum creavit Omnia simul, “El que vivió en la eternidad creó todo a la vez”) de Agustín.



Preformacionismo, en el huevo (o en el
espermatozoide) está ya preformado el futuro  
Individuo

Epigenismo, en el origen, cada ser vivo no está
preformado, sino que su estructura se va
configurando y  completando durante el
desarrollo



     Todavía en 1762 el suizo Charles Bonnet (1720-1793) publica sus Consideraciones sobre los cuerpos organizados, donde expone su preformacionismo. Según la teoría sobre la preexistencia de los gérmenes, la producción de un nuevo ser vivo se debe a la evolución de un germen preexistente. Esta teoría permitía explicar la aparición de los seres sin contradecir a la Biblia, pues todos los gérmenes habrían sido creados en el Génesis.   

      Los gérmenes de vida ya creados y formados de todas las criaturas (Se trata de la teoría de la “preformación”, aunque estos gérmenes preformados no tienen por qué ser necesariamente homúnculos –humanos en miniatura- ni animálculos –animales en miniatura-) estarían pues alojados ora en el óvulo (según los “ovistas”) ora en el espermatozoide (según los “animaculistas”), por lo que no les quedaría ya más que crecer y desarrollarse. Ver la introducción a la Historia natural del alma de Laura Bossi.



Homúnculo espermático, según N. Hartsoeker (1656-1725) en su Essay de Dioptrique (1694, 4 vol.) Es la primera vez que se representa un feto miniaturizado en el interior de un animálculo seminal



El problema de la generación

 Preformacionistas

 Ovistas: Malpighi, Swammerdam, Bonnet,
Spallanzani, De Graaf, Réaumur

 Animalculistas: Leeuwenhoek, Malebranche

 Epigenistas

 Needham, Geoffroy, Harvey, Buffon, Wolff



      La teoría del encajonamiento de los gérmenes, que complementa la teoría de la preformación, plantea que en el interior del óvulo (o del espermatozoide) el germen posee elementos que a su vez contienen óvulos, etc. Así, desde la creación del mundo, todos los seres vivos ya creados estarían esperando su turno para nacer sucesivamente, encajados unos en otros como muñecas rusas, hasta el agotamiento de las reservas previstas por Dios, que coincidiría con el Juicio final.



Ex ovo omnia. Detalle de la portadade Richard Gaywood para el libro de William Harvey, Exercitationes de generatione animalium: Quibus accedunt quaedam de partu: de membranis ac humoribus úteros y de conceptione, Londres: Octavio Pulleyn, 1651. Biblioteca de la Universidad de Cambridge.


    De esta manera, según Swammerdam, que era “ovista”, todos los óvulos humanos ya estaban contenidos en los ovarios de Eva (me recuerda la Hipótesis de la Eva africana), y el semen masculino de todas las generaciones serviría para ir dándoles vida.



Jan Swammerdam (Amsterdam, 1637- id., 1680)

    Según la tendencia animalculista, encabezada especialmente por Leeuwnhoek (autodidacta nacido en Delft, Países Bajos, que gracias a un microscopio que se fabricó él mismo, descubrió los espermatozoides humanos en 1677), el individuo estaría contenido en el espermatozoide, y la única contribución de la mujer consistiría en “recibir la simiente y alimentarla”. Pero la gran cantidad de espermatozoides suscitó el asombro: “¡Cuánta simiente perdida!”. No se podía pretender que el soberano Creador hubiera “cometido una infinidad de asesinatos o de seres inútiles formando innumerables homúnculos que jamás verán la luz del sol”.



Anton van Leeuwenhoek  (1632-1723)

     Además, semejante teoría implicaría lógicamente que los lazos de parentesco son pura apariencia, presentando, por otra parte, una curiosa concepción del tiempo, pues todos los seres nacidos y por nacer serían de alguna manera contemporáneos. Hay que señalar, de todas formas, que esta teoría, que hoy en día nos puede parecer tan absurda, fue producto de las más novedosas observaciones del saber de la época: del descubrimiento con el microscopio de un inesperado mundo de seres vivos invisibles a simple vista, y del cálcalo infinitesimal. Todavía en 1744 era defendida por el gran biólogo Albrecht von Haller, bajo el nombre de “teoría de la evolución”, entendiendo por “evolución” (de acuerdo además con evolvere, la etimología latina de la palabra) el “desenvolvimiento” del homúnculo preformado durante el desarrollo embrionario.



Animalculos observados  por Anton van Leeuwenhoek, c1795

      En cualquier caso, el transformismo no caía en esta visión del mundo. Para poder plantearlo hacía falta imaginar, al contrario, una naturaleza autónoma y activa, una naturaleza viva que evoluciona en el tiempo, dotada de historia. Esto fue, precisamente lo que hicieron los primeros transformistas, acudiendo a corrientes filosóficas antiguas y reconociendo a la naturaleza una fuerza propia. Se inspiraron primero en el materialismo atomista epicúreo, revisado por Lucrecio y rehabilitado por los eruditos libertinos del siglo XVII, resultó de nuevo marginado entre 1680 y 1740 a favor del mecanicismo, debido sobre todo a los experimentos de Francesco Redi -1668- que demostraron que los gusanos no nacen por generación espontánea, y a las primeras observaciones con microscopios que mostraron la gran complejidad de los seres infinitamente pequeños, y después en ciertas ideas de Leibniz, sobre todo en su visión de la Creación en desarrollo a lo largo del tiempo y en su “mónada dominante”, unidad básica de todo ser vivo independiente de los átomos que lo forman.



    Francesco Redi puede considerarse el padre de la Teoría de la Biogénesis sobre el origen de la vida, teoría que sostiene que la vida solamente se origina de una vida preexistente. Todos los organismos visibles surgen sólo de gérmenes del mismo tipo y nunca de materia inorgánica. Si la vida alguna vez se originó de materia inorgánica, tuvo que aparecer en la forma de una célula organizada, pues los investigadores establecieron que la célula es la unidad más simple y pequeña de vida independiente visible.

      Maupertuis, cuya vocación era más de matemático y de astrónomo que de biólogo, publicó sin embargo unos eruditos estudios sobre las salamandras y los escorpiones. Era un deísta, seguidor de Lucrecio y de Leibniz, amigo de Buffon y, durante un tiempo, de Voltaire, que no quería limitarse a admirar la obra divina en la variedad del universo y en el detalle de la Creación, pues buscaba las reglas universales, las “Leyes que Dios ha depositado en la Naturaleza”. Fue él quien planteó una primera formulación explícita del transformismo:

      “¿No sería acaso esta una buena explicación de cómo se han multiplicado las especies más diferentes partiendo de dos únicos individuos? El origen primero de este fenómeno reside en producciones fortuitas, en las cuales las partes elementales del animal no reproducirían el mismo orden que el presente en su padre y madre; así, cada grado de error daría lugar a una especie nueva  y, a fuerza de desviaciones repetidas, se produciría la infinita diversidad de los animales que conocemos hoy en día, y que tal vez se acrecentará aún más con el paso del tiempo” (Maupertuis, OEuvres, 1756).





Esquema sobre el origen de la vida que se imparte en el sistema educativo actual. Fuente: gobiernodecanarias

      En su Essai de cosmologie (redactado en 1741, publicado en 1750) desarrolló las ideas leibnizianas de que la unidad de la naturaleza, al afirmar que “los seres vivos forman una sucesión de seres que no son más que, por así decirlo, partes contiguas de un único Todo”, y al considerar el alma una propiedad de la materia, plateando que “las partes más pequeñas de la materia” están dotadas de inteligencia. El mundo, incluso el inorgánico, presentaría una “sensibilidad sorda” y la propia alma humana no sería sino un conjunto de fenómenos elementales. Pero la insuficiencia de sus conocimientos biológicos limitó su transformismo a una afirmación de principios, puramente filosófica.

     Según Maupertuis, las primeras formas de vida aparecieron por generación espontánea a partir de combinaciones azarosas de materias inertes, moléculas o gérmenes. A partir de estas primeras formas de vida, una serie de mutaciones fortuitas engendraron nuevas especies. Maupertuis llega incluso a postular la eliminación de los mutantes deficientes, convirtiéndose así en un antecedente de la teoría de la selección natural.



La Teoría de Alexander Ivánovich Oparin (1894–1980) sobre el origen de la vida.

      Diderot por su parte, era básicamente un filósofo. Pero estudió las ciencias naturales para intentar resolver las cuestiones metafísicas. Así, acudió a la biología de su época para responder a “la única pregunta importante”: la explicación de la unidad y la variedad natural. “¿Qué es un animal?”, se pregunta en el artículo “Animal” de la Enclyclopédie:

      “Según M. de Buffon, Hist. Nat. Gen. Et part., es la materia viva y organizada que siente, actúa, se mueve, se alimenta y se reproduce. Así por ejemplo, los vegetales son materia viva y organizada, que se alimenta y se reproduce, pero no siente, actúa ni se mueve. Y el mineral es materia muerta y en estado bruto, que no siente, ni actúa, ni se alimenta, ni se reproduce. De lo que se deduce que el sentimiento es la principal característica diferenciadora del animal. Pero, ¿hay constancia de que existan animales sin lo que llamamos sentimientos?, o más bien, como plantean los cartesianos, ¿hay otros animales aparte de nosotros que tengan sentimientos? Parece que se puede discernir en las bestias signos de sentimientos, pero tan sólo el hombre está claramente dotado de ellos. De hecho, ¿acaso el hombre mismo no se queda a veces sin sentimientos, sin dejar por ello de vivir o de ser un animal. En dichos casos el pulso bate, la sangre sigue circulando y todas las funciones animales se cumplen, pero el hombre no se siente a sí mismo ni a los demás seres: ¿qué es pues el hombre? Si en tal estado sigue siendo un animal, ¿quién nos dice que no se dan este tipo de fenómenos en el paso de la planta más perfecta al animal más estúpido? ¿Quién nos dice que dicho paso no está lleno de seres más o menos aletargados, adormecidos con mayor o menor profundidad? De manera que la única diferencia que habría entre esta clase y los demás animales, como nosotros, es que están adormecidos mientras que nosotros estamos despidos, que nosotros sentimos y ellos no. ¿Qué es por lo tanto el animal?

      En este texto, Diderot, abiertamente continuista, insiste en los matices, las transiciones, las gradaciones. Aunque inspirándose en la teoría de las moléculas orgánicas de Buffon, llega más lejos que éste, pretendiendo incluso suprimir la barrera entre la naturaleza viva y la materia en bruto:

 “Parece evidente que la materia en general se divide entre materia muerta y materia viva (…) Pero, ¿cómo es posible que la materia no sea toda una, o toda viva o toda muerta? ¿La materia viva está siempre viva? ¿Y la materia muerta está siempre realmente muerta? ¿Acaso la materia viva no muere?”

      Y concluye, como ya había hecho Robinet, que toda la naturaleza está por lo tanto viva y es sensible, pus no se puede concebir cómo lo vivo puede surgir de lo inanimado.

      En su obra Sobre la interpretación de la naturaleza, se pregunta si los vegetales y los animales siempre han sido y siempre serán tal como son, y añade:

      “Igual que en los reinos animal y vegetal un individuo nace y, por así decirlo, crece, evoluciona, decae y desaparece, ¿no ocurrirá lo mismo con las especies enteras? Si la fe no nos dijera que los animales son obra de las manos del Creador tal como los conocemos, y si pudiéramos albergar alguna duda sobre su comienzo y su fin, el filósofo, libre de conjeturar, ¿no podría pensar que los elementos particulares de los animales se hallaban desde la eternidad desaparecidos y confundidos en la masa de la materia; que lo que ha ocurrido es que estos elementos se han reunido, porque era algo posible; que el embrión formado por estos elementos ha pasado por una infinidad de organizaciones y de desarrollos; que ha experimentado sucesivamente movimiento, sensaciones, ideas, pensamientos, reflexiones, conciencia, sentimientos, pasiones, signos, gestos, sonidos, sonidos articulados, una lengua, leyes, ciencias y artes; y que han transcurrido millones de años entre estos desarrollos, etc.?


Denis Diderot (1713 - 1784) fue una figura decisiva de la Ilustración como escritor, filósofo y enciclopedista francés. Retratado por Louis-Michel van Loo, 1767.


     Sin embargo, no llegó a concebir una auténtica teoría general del transformismo. Se limitó a imaginarse modificaciones de las formas vivas. Así, en El Sueño de D’Alembert retoma la teoría de la generación espontánea propia del materialismo epicúreo: “El elefante, esa masa enorme, organizada, ¡producto de la fermentación! ¿Por qué no?” Y defiende también el proceso inverso, la posible degeneración de los “grandes animales” o del ser humano hacia formas inferiores:

      “El imperceptible gusanillo que se agita en el fango tal vez se encamine hacia el estado de gran animal; el animal enorme, cuyo tamaño nos espanta, tal vez acabe como un gusanillo. (…)

      ¿Quién sabe si ese bípedo deforme que se alza a apenas cuatro pies de altura, que aún es llamado, en los alrededores del polo, “hombre”, y que no tardará en perder dicho nombre deformándose aún más, no es al fin y al cabo más que la imagen de una especie pasajera?


Historia natural del alma
(Basada en la obra de L. Bossi y la historia del pensamiento de Arthur O. Lovejoy)

1. ¿Que es el alma?


2. El alma en la Antigüedad


3. El alma de los animales


4. El racionalismo y el hombre máquina


5. El Idealismo


6. Transformismo: la escala en movimiento

Comentaris

Entrades populars