El Idealismo Absoluto
Las categorías en Kant no tienen génesis, son
dadas, son innatas, mientras en Fichte las categorías sí tienen génesis, pues
son autopoyéticas
(neologismo, con el que se designa un sistema capaz de reproducirse y
mantenerse por sí mismo, por ejemplo, la química de las células vias), se
construyen en la interacción universal y necesaria entre el "Yo" y el
“No-Yo", y su síntesis.
Fichte
mantenía que la filosofía debe ser una ciencia que ha de desarrollarse, de modo
sistemático, a partir de una proposición simple y evidente, y que debe dejar en
claro el punto de partida de toda experiencia. Aunque en general aceptaba la
filosofía crítica de Kant, se manifestó en desacuerdo con respecto a su teoría
de la “cosa en sí” como incognoscible
y a la dicotomía entre razón especulativa y razón práctica. Fichte defendía que
el punto de partida de toda experiencia es la actividad pura y espontánea del Yo,
el cual puede ser intuido mediante procesos intelectuales por todas las
conciencias. Para Fichte, el hecho de que el ego, el “yo”, aprehenda su libre
actividad, constituye su propia afirmación, que sin remedio le lleva al
enfrentamiento con el “no yo”, el no ego, la otreidad. La conciencia consiste
en este dinámico encuentro entre el “yo” y el “no yo” por el que uno mismo y el
mundo se definen y se realizan e interrelacionan. El idealismo ético fichteano,
que subrayaba el deseo moral, es una derivación y una consecuencia de dicha
concepción acerca del “yo”. El Ego, libre en sí mismo, postula otros agentes
libres por cuya existencia su propia libertad es limitada.
Johann
Gottlieb Fichte
En su famoso trabajo Fundamento
del derecho natural, Fichte establece que la auto-consciencia es un
fenómeno social. Es decir, él afirma que aunque su existencia depende de los
objetos del mundo externo, sin embargo, la mera percepción de estos objetos
externos depende de la auto-consciencia. La solución de esta paradoja, para
Fichte, es que un ser racional adquiere su consciencia plenamente cuando es
«evocado» como consciente por otro ser racional fuera de él mismo.
Fichte (1762-1814), casi contemporáneo de Kant, da un nuevo giro hacia el yo, fundamento de su filosofía. ¿Pero
qué quiere decir su archiconocida expresión, “el yo
se pone, y al ponerse pone el no-yo”?
Como explica de manera sintética Julián Marías en
su Historia de la Filosofía, “en primer lugar, el no-yo es sencillamente
todo lo que no es el yo, aquello con lo que el yo se encuentra. El yo se pone;
esto quiere decir que se pone como existente, que se afirma como existente. El
yo se pone en un acto, y en todo acto va implícita la posición del yo que lo
ejecuta”.
En una palabra, el yo se pone como existencia real y, al hacerlo, da
existencia real al no-yo, a la
materia. Para Fichte es el yo el que,
originariamente, pone su propio ser. Se trata de un yo libre de todo límite y
determinación, subjetividad pura, que sólo es consciente a través de la
experiencia de su propia actividad. Pero a su vez, la afirmación de nuestro
propio ser conlleva la aparición de algo que es otro respecto al yo, es decir,
un no-yo. Por eso la libertad adquiere una posición destacada en la filosofía
de Fichte: el yo consiste en estar realizándose de modo continuo, es un acto
que se pone a sí mismo y, en calidad de tal, se concibe como autoactividad
libre. La filosofía topaba de nuevo con la insalvable división entre espíritu y
naturaleza, entre los principios activo y pasivo.
Johann
Gottlieb Fichte
Friedrich
Wilhelm Joseph von Schelling (1775-1854),
aunque discípulo de Fichte, reformula el concepto de naturaleza como no-yo
de su maestro, que -como hemos visto- catalogaba como un mero obstáculo para la
actividad del yo. Para Schelling, la
naturaleza es una suerte de “espíritu visible”, la manifestación inmediata de lo Absoluto, que toma conciencia de sí mismo a través del espíritu humano. Como
señala Copleston
al estudiar el pensamiento de Schelling, “la
vida de las representaciones es el conocimiento que la naturaleza tiene de sí
misma; es la actualización de la potencialidad de la naturaleza por la que el
espíritu adormecido llega hasta la conciencia”. Será a través del ejercicio
de la libertad como el hombre escapará del egoísmo y retornará a su origen
divino. Él mismo lo explicaba de esta sugerente manera en Filosofía
y religión:
“La
historia es una epopeya en la mente de Dios. Sus partes principales son dos: la
primera es la descripción de la salida de la humanidad de su centro hasta
alcanzar el máximo grado de alejamiento del mismo. En la segunda parte se
describe el retorno. La primera parte es la historia de la Ilíada, y, la
segunda, la Odisea. El movimiento en la primera parte es centrífugo, en la
segunda centrípeto”.
Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling
(1775-1854)
Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831) es quien
pone los ribetes finales al Idealismo alemán y quien provocará, definitivamente,
todo un movimiento de respuesta (en favor o en contra) a través de autores como
Schopenhauer, Kierkegaard, Marx, Feuerbach o Nietzsche, por mencionar sólo a
unos pocos. Para Hegel, la tarea fundamental de la filosofía es llevar a cabo
la disolución (o integración) de lo finito en lo Infinito, de lo particular en
lo Absoluto, en la Idea. Al contrario que otros pensadores (Kant o Fichte, por
ejemplo), el pensador de Stuttgart estima que no se ha tenido suficiente fe en
la potencia de la razón, y que se ha relegado el campo de lo Absoluto a
instancias como la religión o el sentimiento. Pero ni siquiera Dios está fuera
del alcance de la filosofía, estima Hegel, que ha de llegar a conocerlo a
través de lo particular: lo finito y temporal esconde la infinitud y la
eternidad. La tarea que la filosofía debe abordar como propia es la dar con la
síntesis entre lo finito y lo infinito, concebir el Absoluto no como un mero
constructo trascendente, más allá de nuestras posibilidades de conocimiento,
sino como la “inmanencia de la infinitud”, que se da ya aquí, en el mundo.
Hegel
Después
de todo lo visto, resumidamente, diremos que el Idealismo nunca ha dejado de
pensar la realidad haciendo hincapié en la importancia del sujeto cognoscente
en oposición al objeto conocido. Una idea que, como muchas otras, tiene su
origen en los diálogos platónicos (ilustrada de manera proverbial en el mito de
la caverna). Quedarían aún por dilucidar y exponer otras corrientes más
contemporáneas, como es el caso del llamado idealismo “objetivo”, de Hermann Cohen y Paul Natorp, que llevan el idealismo
transcendental kantiano hasta sus últimas consecuencias (el conocimiento es
pensamiento activo, y tal actividad es a la vez su contenido: la producción del
pensamiento es su propio producto).
Como resumen a lo dicho puede servirnos la explicación de Ferrater Mora en su Diccionario de
Filosofía (entrada:
“Idealismo”): “el rasgo más fundamental
del idealismo es el tomar como punto de partida para la reflexión filosófica no
‘el mundo en torno’ o las llamas ‘cosas exteriores’, sino lo que llamamos ‘yo’,
‘sujeto’ o ‘conciencia’. Justamente porque el ‘yo’ es fundamentalmente
‘ideador’, es decir, ‘representativo’, el vocablo ‘idealismo’ resulta
particularmente justificado”.
El
idealismo, como doctrina epistemológica (cómo se genera y valída el
pensamiento) se complementa con la teoría metafísica de que el objeto conocido
no tiene más realidad que su ser pensado por el sujeto. Esto vienen a decir
todos los idealistas y su estudio puede confundir a cualquiera que no tenga
presente que digan como lo digan, siempre llegan a la absurda conclusión de
creer que lo ha hecho, creado, producido… un Espíritu, una Razón, un Algo
inmaterial y celestial.
Descartes,
Hegel y Kant
Historia
natural del alma
(Basada
en la obra de L. Bossi y la historia del pensamiento de Arthur O. Lovejoy)
1. ¿Que es el alma?
2. El alma en la Antigüedad
3. El alma de los animales
4. El racionalismo y el hombre máquina
5. El Idealismo
6. Transformismo: la escala en
movimiento
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