El dualismo de los gnósticos
5.1 Significado de la palabra.
Los historiadores de la religión
han definido y convertido el término dualismo en un término técnico para caracterizar una determinada
visión del universo, la creación y del propio hombre, que determinadas
tradiciones religiosas consideran a Dios y al Diablo como los dos principios
coeternos que existen desde siempre.
Jesus Satan teufel armdrücken
Duell versus 666 Devil. Fuente: Lowbird
Satán. Fuente: Lowbird
Estos principios opuestos no han sido
credos, son independientes, irreductibles y antagónicos, uno del Bien y otro
del Mal, por cuya acción se explica el origen y evolución del mundo. Esto es lo
que conocemos, en sentido estricto y como termino más usual, como dualismo, diferenciando
entre dualismo teológico, cosmogónico o religioso.
También son dualistas las doctrinas que
afirman dos órdenes de ser esencialmente distintos, con más o menos
radicalismo: por ejemplo, ser ideal y ser real, Dios y mundo, naturaleza y
gracia; en el plano cognoscitivo razón y fe o constatación y valoración ética; materia y espíritu, orden físico (de la
necesidad) y orden moral (de la libertad y el deber), conocer y querer (plano
de la actividad consciente), bien y mal (plano de la actividad moral), etc. En
este caso, hablamos de un dualismo filosófico o metafísico, que se opone de
modo irreductible al panteísmo y el holismo (del griego ὅλος [holos]: todo,
entero, total; es la idea de que todas las propiedades de un sistema dado -
biológico, físico, químico, social, económico, político, mental, o lingüístico-,
no pueden ser completamente determinadas o explicadas por las partes que los
componen por sí solas, o sea consideradas aisladamente y por separado. Contempla
el sistema como un todo integrado y global, el cual determina exactamente cómo
se comportan las partes).
Fuente: Zoozofía
También se utiliza para expresar las
religiones que consideran al alma y al cuerpo como dos sustancias distintas. En
filosofía se refiere a aquellas teorías que introducen dos principios en la
constitución de lo real y su explicación (mente/cuerpo).
5.2.
Algunos dualismos históricos
a). Dualismo iranio.
Llamado Zoroastrismo o mazdeísmo
(Zaratustra): en el origen del mundo se sitúa un dios bueno y un dios malo. La
historia del mundo y de los hombres se encuentra determinada por las
vicisitudes del conflicto entre estas dos potencias. En un momento dado el dios
bueno, ayudado por los hombres (que han sido esclavizados por los secuaces del
dios malo) y algunos seres semidivinos que se vuelven contra él, consigue
vencer al dios malo.
Rito funerario parsi, grabado
del siglo XIX. Fuente: Kalipedia
La religión mazdeísta es una
religión de origen indoeuropeo que todavía perdura en la actualidad entre los
parsi. Su nombre se debe a su dios supremo, Ahura Mazda.
b). Órfico.
El orfismo es
un culto de carácter mistérico, posiblemente cargado de influencias orientales,
cuyo origen es extremadamente confuso, siendo muy influyente en el mundo
griego. Nos encontramos frente a una religión de Salvación.
En el siglo IV a.C. se descubre en el sur
de Italia unas láminas de oro, en donde se describe el viaje del alma del
difunto órfico por los infiernos. El alma, que tiene un origen celeste, ha caído
a este mundo siendo apresada en un cuerpo carnal y sometida a los vaivenes del
destino:
“Soy
hijo de la tierra y del cielo, pero mi origen es el cielo, pero estoy consumido
por la sed y me muero. Dadme pronto el agua fresca que fluye del lago de la
memoria” (Lámina de oro de
Petilia, siglo IV
a. C.).
Lámina de oro de Petelia
(Museo Británico). Fuente: Ted Jenner
El cuerpo es un mero vestido, un
habitáculo temporal, una prisión o incluso una tumba para el alma, que en la
muerte se desprende de esa envoltura terrenal y va al más allá a recibir sus
premios o sus castigos, que pueden incluir algunas reencarnaciones o metempsicosis en
otros cuerpos (y no sólo humanos), hasta lograr su purificación definitiva y
reintegrarse en el ámbito divino.
El alma abandona esta tierra y su
envoltura carnal para regresar a su lugar: el cielo. Existe pues en el hombre un germen de
salvación. Esta alma inmortal que es una porción de la divinidad puede
recuperar su consciencia por medio de la memoria. El alma debe expiar en el
cuerpo la culpa de sus orígenes mediante la ascética, es decir, una vida
espiritual y de búsqueda del Bien.
Saṃsāra
La palabra Saṃsāra
(sánscrito: संसार, saṃsārí, que significa 'fluir junto', 'pasar a través de diferentes
estados', 'vagabundear') es el ciclo de nacimiento, vida, muerte y reencarnación
(renacimiento en el budismo) en las tradiciones filosóficas de la India;
hinduismo, budismo, jainismo, bön, sijismo y también en el gnosticismo, la masonería, los Rosacruces
y otras religiones filosóficas antiguas del mundo. Según estas religiones en el
transcurso de cada vida el karma (acciones hechas para bien o para mal)
determina el destino futuro de cada ser en "el proceso del llegar a
ser" (evolución o devolución). Este proceso cíclico termina con el logro
del moksha.
Según el hinduismo, si uno vive de manera extremadamente malvada, uno renace
como un animal u otro ser desafortunado.
Un
mito dionisíaco explica el carácter patético de la vida humana en una condena del
alma que debe purgar un crimen titánico. Según este mito, los antiguos Titanes,
bestiales y soberbios, mataron al pequeño Dionisos, hijo de Zeus y Perséfone,
atrayendo al niño con brillantes juguetes a una trampa. Lo mataron, lo
descuartizaron, lo cocieron y lo devoraron. Zeus los castigó fulminándolos con
su rayo (sólo el corazón del dios quedó a salvo, y de él resucitó entero de
nuevo el hijo de Zeus). De la mezcla de las cenizas de los abrasados Titanes y
la tierra surgieron luego los seres humanos, que albergan en su interior un componente
titánico y otro dionisiaco. Nacen, pues, cargados con algo de la antigua culpa,
y deben purificarse en ella en esta vida, evitando derramar sangre de hombres y
animales, de modo que, al final de la existencia, el alma, liberada del cuerpo,
casi tumba y cárcel, pueda reintegrarse al mundo divino del que procede.
c). Dualismo platónico.
Es un dualismo filosófico, surgido de Platón, que supone dos niveles de lo real:
a) El mundo de las Ideas eternas, el único
verdadero y eterno.
b) El mundo fenoménico: formado por las copias
espacio-temporales de ese mundo eidético (de las Ideas), copias imperfectas,
perecederas, sometidas a la muerte.
Esta filosofía tuvo un nuevo
florecimiento en el neoplatonismo (Plotino), en Agustín y ejerció un influjo notable sobre todo el pensamiento
occidental. Su doctrina está contenida en los Diálogos, que en su mayor parte
son auténticos. Platón completa la doctrina de los conceptos, propuesta por su
maestro Sócrates, dándole un fundamento metafísico.
Los conceptos verdaderos son
realidades subsistentes en un mundo divino («el mundo de las Ideas»), separado de la mente del sujeto cognoscente y de las
cosas contingentes o mundanas. El verdadero conocimiento filosófico consiste en
la aprensión de las Ideas, como realidades absolutas, inmutables y eternas («el
mito de la caverna», expuesto en la República de Platón). Consciente
de que la verdadera felicidad consiste en la contemplación del mundo de las
ideas, el alma anhela ardientemente conseguir esta meta. Este anhelo,
especialmente por la idea del Bien y de la Belleza, se lleva a cabo a través
del amor (“el mito del eros”,
del Banquete).
Platón y Plotino
En oposición al mundo de las ideas existe
el Caos: el espacio lleno de materia prima y privado de toda forma o
determinación. El «Demiurgo», como realidad intermedia, es el artífice divino
que infunde las formas en la materia
y construye el cosmos, tomando como
modelo las ideas. El mundo visible es el resultado de dos elementos: la
determinación (el elemento racional o la forma
que se deriva del mundo de las ideas), y la materia (el elemento irracional
y la raíz del mal).
Para explicar el conocimiento de las ideas
por parte del alma, Platón recurre a la
teoría pitagórica de la preexistencia. Las almas existen desde toda la
eternidad junto con las ideas; expulsadas del mundo de las Ideas debido a
cierta transgresión, las almas llevan dentro de sí mismas el conocimiento de
las ideas. Desde el momento de su unión sucesiva con el cuerpo, este
conocimiento cavó en un estado de sueño profundo. Será tarea de la sensación
despertar al alma y hacerla nuevamente consciente de la presencia de las Ideas
en ella misma (anámnesis=reminiscencia).
Antología o Florilegio de Juan de Stobi. Primera
página de la edición de 1536, obra de Vittore Trincavelli (1496–1568).
¿Pero qué transgresión cometieron las
almas? La respuesta nos la proporciona el Kóre
Kósmou, uno de los textos que se
integran en la Antología o Florilegio de Juan de Stobi o Estobeo, que habría vivido en Macedonia entre los siglos V y VI
d.C. En él se nos habla de la existencia de dos mundos, el que está arriba (el
cosmos) y el que está abajo (nuestro mundo), afirmándose que solamente a través
de la revelación puede el hombre llegar a conocer el mundo superior. Esta es la
doctrina hermética, la cual afirma que estos misterios eran conocidos por Isis
y Osiris, los cuales fueron revelados a Hermes,
que lo conoció todo, habría grabado esos misterios en libros sagrados que
quedaron luego silenciados y ocultos, constituyéndose desde entonces en objeto
de búsqueda por parte de las generaciones que habrían de ir naciendo.
Retrato funerario de dama
egipcia con una cruz ansada. Procede de Antinoópolis. Arthur M. Sackler Museum
(Cambridge). Fuente: Historiaweb
El Kóre
Kósmou nos muestra que Isis y Osiris fueron considerados en el
mundo antiguo como dioses emanandos del Supremo habrían realizado en la tierra,
en un momento en que los hombres estaban inmersos en el salvajismo más feroz,
tres tipos de funciones: acabaron con los asesinatos; dieron leyes, alimentos y
abrigo a los hombres; crearon las artes y las ciencias; consagraron templos...
Enseñaron a amortajar debidamente a los difuntos (rituales de momificación);
igualmente, a través de la filosofía y la magia mostraron que el hombre podía
fortalecer su alma y gracias a la medicina enseñaron que el enfermo podía
restablecer la salud de su cuerpo. Enseñaron la importancia del aliento
exterior en el cuerpo de los hombres, la energía del cosmos, emanada de Dios
que introduce la "chispa" de la vida en el cuerpo y en el alma de los
hombres viene a ser lo que los antiguos egipcios conocían como ka.
El rapto, la gente del mundo
exterior . Fuente: Hasenonkel
Afirma el Kóre
Kósmou que hubo un momento en que el Supremo deseó que el mundo
superior no estuviera inactivo, sino que decidió llenarlo de espíritus, es
decir de criaturas dotadas de pneuma divino
(almas-astros), buscando con ello el movimiento y la acción en el cosmos. Hizo
así nacer miríadas de almas, creando un total de 60 grados de ellas (todas, eso
sí, inmortales) cuyo destino sería poblar las distintas regiones del cosmos,
cada una de ellas en un lugar concreto, adecuado a su propia naturaleza.
Insistió el Creador en que las almas
debían situarse en el lugar que él las había asignado, advirtiéndolas que
"si cometiereis algún acto de rebeldía contra mis propias resoluciones os
juro por mi sagrado aliento que con la misma mezcla de la cual habéis nacido y
con mis mismas manos creadoras de almas, fabricaré de inmediato cadenas y
suplicios para vosotras".
Rosa Celeste:
Dante y Beatrice mirada a las alturas, El empíreo (Siglo XIX)
Fuente Alighieri, Dante,
Cary, Henry Francis (ed.) (1892) "Canto XXXI", de La Divina Comedia,
ilustrada, Londres, París y Melbourne: Cassell & Company. Autor: Gustave
Doré (1832-1883)
Desgraciadamente, las almas no tardaron en
transgredir las disposiciones divinas y dotadas de una audacia indiscreta e
impía, llenas de curiosidad, abandonaron sus propias secciones y no
permanecieron en los lugares que tenían asignados. Ante esta situación, Dios no
dudó en castigar a las almas: resolvió crear al hombre para que en él sufriesen
castigo eterno las almas, que no habían seguido sus deseos.
El destino de las almas fue el de ser
encarceladas en los cuerpos de los hombres y, cuando lo supieron, comenzaron a
gemir y lamentarse de modo similar a como lo hacen los animales salvajes cuando
son obligados a vivir en cautiverio:
"Sufrimos
la terrible desgracia de ser separadas de todos vosotros (el cielo y los
astros) y, lo que es peor, tras ser arrebatadas de las cosas grandes y
luminosas, de lo sagrado envolvente, de la opulenta bóveda celeste y de la
felicidad participada con los dioses, vamos a ser de este modo encerradas en
unos indignos y abyectos cuerpos. ¿Pero qué acto tan vergonzoso hemos podido
cometer, desgraciadas de nosotras?".
La Divina Comedia: El
Purgatorio. Gustave Doré (1832-1883)
Las almas eran conscientes de que habían
quedado atrapadas en unos cuerpos acuosos y rápidamente disolubles, nos dice
este texto hermético, a través de los cuales ya solo podrían contemplar, en
tamaño ínfimo, a su progenitor del cielo. Con los ojos de los hombres, las
almas ya no podrían disfrutar contemplando la Luz de Dios. Los ojos de los
humanos, por si mismos, no la pueden ver.
La meta de
la vida humana –impulsada por las ánimas- es hacerse semejantes a Dios, la Idea
perfecta del Bien. Las condiciones para alcanzar este objetivo suponen una
adecuada formación y educación dentro de y por medio de una comunidad
organizada según la razón. Esta comunidad o Estado es el que se describe
detalladamente en la República. Puesto que son múltiples las necesidades de la
sociedad, los miembros tienen que organizarse en tres clases: a) los filósofos,
que dirigen el Estado; b) los guerreros, que defienden el Estado; c) los
productores, que proporcionan los bienes materiales del Estado. El Estado
concebido de esta forma es eminentemente aristocrático. La filosofía es
esencialmente la vida del espíritu: el anhelo de la visión del Absoluto y de lo
Divino que se consigue a través del amor profundo a la sabiduría.
El purgatorio, visto por el
ilustrador Gustavo Doré de La divina comedia
d). Dualismo gnóstico.
El dualismo gnóstico tiene un carácter
específico, aunque en muchas ocasiones se ha afirmado que las concepciones
gnósticas participan de un platonismo algo modificado. El dualismo gnóstico se
diferencia de los otros dualismos en dos puntos principales:
a) Un
dualismo anticósmico: el gnosticismo concibe una distinción radical entre
Dios y el mundo. Este mundo estaría separado por un abismo con respecto al ámbito
divino, interponiéndose distintos obstáculos (esferas, cielos, murallas) que
dificultarían el acceso por parte del hombre a este ámbito divino. El Dios
bueno no podría ser directamente el creador del mundo, ya que significaría para
la gnosis
que este Dios (absolutamente bueno) ha realizado una obra defectuosa,
introduciendo el mal en el mundo; por tanto, la creación debe ser atribuida a
un dios malo (agazos), aunque también puede ser obra de potencias intermedias,
que aunque han nacido de Dios no lo conocen, dice Manuel González
Pérez diplomado en Ciencias Religiosas por la Facultad de
Teología e Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Madrid San Dámaso, cuyo
estudio sobre La herejía
gnóstica puedes consultar en Sabiduría.
b) Valoración
negativa del mundo visible y de su creador. Hay que recurrir a seres
intermedios a los que hacer responsable de una creación terrestre observada
bajo el signo del pecado y la imperfección. Esto suponía una valoración
negativa del mundo visible y de su creador (Demiurgo), de tal manera que el
gnóstico designa a este mundo como reino del mal y las tinieblas. En la
práctica esta consideración negativa, supone identificar el mal con la materia
(esto es un rasgo original del gnosticismo), que posteriormente veremos en los
cátaros.
El propio Plotino,
máximo representante del neoplatonismo, criticará en la 2ª Eneada esta
concepción gnóstica, defendiendo la concepción griega procósmica del mundo
fenoménico formado por las copias espacio-temporales de ese mundo eidético (de
las Ideas).
La concepción platónica y neoplatónica, y
el dualismo que se desprenden de ellas, son sensiblemente distintos del
dualismo gnóstico: las entidades y nociones del neoplatonismo se derivan unas
de otras mediante un criterio de necesidad, mientras que en la gnosis su
explicación del universo aparece más como una novela metafísica, en la cual la
lucha y las pasiones de las distintas potencias y fuerzas explican (fantástica
o metafóricamente) el funcionamiento del universo y la posición del hombre en
él.
Parménides de Elea
Toda la historia de la reflexión
filosófica y religiosa de la humanidad está marcada por la percepción, a veces
contradictoria, entre lo Uno (permanencia) y
lo múltiple (cambio). Los primeros filósofos griegos (jonios o
milesios) observaron como la realidad se caracterizaba por el movimiento y el
cambio, pero como debajo de todos esos movimientos el hombre era capaz de
percibir algo que siempre permanecía igual. Los milesios presentaron una visión
de la naturaleza en términos de entidades metodológicamente observables, con lo
que puede considerarse a la suya la primera filosofía científica. Ellos
pensaban que la permanencia y regularidad aparecían como garantía de verdad,
siendo la mutación, el cambio y la mudanza síntoma del error (lo uno frente a
lo múltiple), según Parménides de Elea.
Este filósofo hablaba de la
vía de la verdad, donde se ocupa de «lo que es» o «ente», exponiendo
varios argumentos que demuestran sus atributos: es ajeno a la generación y la
corrupción y por lo tanto es inengendrado e indestructible, es lo único que
verdaderamente existe —con lo que niega la existencia de la nada— es homogéneo,
inmóvil y perfecto.
Heráclito de Éfeso
Heráclito de Éfeso
afirma que el fundamento de todo está en el
cambio incesante. El ente deviene y todo se transforma en un proceso de
continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa. Es común incluir a
Heráclito entre los primeros filósofos físicos (φυσικοί, como los llamó
Aristóteles), que pensaban que el mundo procedía de un principio natural, como
el agua
para Tales
de Mileto, el aire para Anaxímenes y el Ápeiron - significa lo indefinido, lo, lo que no tiene fin, concepto
utilizado para designar la materia infinita, indeterminada- para Anaximandro, y este error de clasificación se debe a que, para
Heráclito, este principio es el fuego, lo cual no debe leerse en un
sentido literal, pues es una metáfora como, a su vez, lo eran para Tales y
Anaxímenes.
Tales de Mileto y Anaxímenes
Anaximandro
El
principio del fuego se refiere al movimiento y cambio constante en el que se
encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura
de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas. Todo este
fluir está regido por una ley que él denomina Λόγος (Logos). Este Logos no sólo
rige el devenir del mundo, sino que le habla (indica, da signos) al hombre,
aunque la mayoría de las personas «no sabe escuchar ni hablar». El orden real
coincide con el orden de la razón, una «armonía invisible, mejor que la
visible», aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas viva
relegada a su propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no
desprecia el uso de los sentidos (como Platón) y los cree indispensables para
comprender la realidad, sostiene que con ellos no basta y que es igualmente
necesario el uso de la inteligencia.
Retrato medieval de Ptolomeo
Pero sobre la cuestión del dualismo gnóstico
debemos ser cautos: como hemos dicho, el supuesto dualismo gnóstico tiene una
fuerte raíz monista, es decir, todos los sistemas gnósticos (en especial el de Valentín) tienen una profunda sospecha sobre la multiplicidad,
observando ésta como síntoma de lo malo, la imperfección etc. Toda la teoría de
la Salvación gnóstica se centra en el regreso a lo Uno, al Pleroma (reino de la
luz, donde mora el Dios bueno, origen del hombre y hacia donde este se debe
encaminar). Así la unidad-verdad es
la fuente de perfección y permanencia (alejados del tiempo seréis seres de luz
y no de muerte), pasando de la ignorancia (completa o relativa) al conocimiento
perfecto. Todas las cosas tienen un único origen, ingénito, inmortal y bueno (Ptolomeo,
Carta a Flora).
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