La magia y la brujería
4. La magia y la brujería
"La
creencia en la Mágia, el pensamiento mágico, es para muchos autores, como A. L. Kroeber en ´Anthropology', un índice cultural,
es decir, cuanto más se admita la realidad objetiva de los hechos mágicos, más
retrasado se considera que está un pueblo, una sociedad" (Julio Caro Baroja en Las
Brujas y su mundo).
Yo diría que más vivas mantienen
las tradiciones culturas prehistóricas. Rompamos una lanza a favor de las
creencias irracionales y en contra de una racionalidad que surge del
desconocimiento y el desprecio del fenómeno que estudia. Los pueblos celtas y
germanos, las sociedades que habitaron las estepas y climas fríos, habitaban un medio hostil. Eran gente que
llegó a Eurasia procedente de África,
pongamos que hace unos 70.000 años. En un principio colonizaron las
mejores regiones climáticas, mientras que las tribus que no pudieron optar a
estos territorios se desplazaron hacia el interior del continente europeo. En
las tierras favorables climáticamente, surgió la agricultura y los poblados,
comenzando una civilización urbana que creó la escritura, la navegación y el
intercambio comercial en las riberas del Mediterráneo. La revolución
intelectual griega apeló a la razón y comenzó a despreciar los cultos
comunitarios paleolíticos como algo primitivo y del pasado.
Chamanes siberianos
Por otro lado, los hombres que habían quedado aislados en el interior
del continente europeo continuaron con sus creencias primitivas y sus ritos mágicos,
los cuales impregnan durante largo tiempo la mente de estos pueblos. Estos
hombres creían en la magia, mediante la cual pretendían conseguir poderes
extraordinarios con la voluntad de dominar o controlar la naturaleza, a través
del principio de simpatía o repulsión de unos objetos respecto a otros. El
origen de la magia se remonta, según J. Frazer, a la supervivencia de los antiguos rituales paganos y, según M. Murray, se centraba esencialmente en el culto a la fertilidad. Al
principio no se diferenciaba entre magia, ciencia y religión. A partir
del siglo XIII la magia se fue alejando de la religión y la ciencia con la
progresiva divergencia entre la cultura sabia y la cultura popular.
El
historiador observa que en los ritos de las brujas existe una absoluta
identidad en la configuración mental de los diferentes practicantes de épocas
distintas, una especie de base común para las “creencias” brujeriles, la cual
se ha fijado en la psique de los europeos de épocas y sociedad diferentes.
Estas creencias no surgen solamente de la transmisión cultural, sino de las
sensaciones y emociones que han sufrido los hombres al contemplar la inmensa
bóveda celeste de las estepas, el cielo azul, el sol, la luna, la noche… Al
principio, la humanidad se sentía fascinada por los ciclos lunares,
convirtiendo a la Luna en la representación material de la Diosa Madre, la que
adoraban los pueblos agricultores.
Josephine Wall (1947) “Moon Goddess”.
Sus pinturas se inspiran en Arthur Rackham , pero también vemos
influencias surrealistas de artistas como Magritte y Dalí.
Sin
embargo, los pueblos nómadas de las estepas, ganaderos y guerreros, se sentían
más fascinados por la contemplación de la bóveda celeste, llena de estrellas
luminosas. El pobre cazador de las estepas comparaba su inmensidad con su
insignificancia, e inmediatamente le venía a la cabeza que allí residía un ser
superior, un dios de los truenos y relámpagos, un ser masculino al que llamaban
“nuestro Padre”. Los pueblos de los desiertos y las estepas se regían por
sistemas patriarcales, al contrario que los adoradores de la Diosa Madre. Para
los nómadas, el siguiente ser en importancia era el Sol, dios creador de vida,
y en una posición inferior estaban la Tierra, la Luna y la Noche, es decir, los
representantes de los principios femeninos.
En las sociedades primitivas, la agricultura y
la recolección era un trabajo que realizaban las mujeres. Los hombres
salían a cazar y las mujeres recolectaban plantas, raíces e insectos,
aprendiendo a lo largo del tiempo que plantas eran buenas para comer y cuales
producían trastornos al comerlas. De la observación de los fenómenos
naturales, del clima, las estaciones y del crecimiento de las plantas, las
mujeres aprendieron a cultivar los alimentos, a la vez que engendraban hijos y
se erigían en las encargadas de ayudar a parir a los animales. Esta sabiduría
le dio una preeminencia social a la mujer,
y la sociedad fue gobernada por un matriarcado, lo que despertó un
recelo inconsciente en el hombre al ver aumentar la autosubsistencia de la
mujer. A Julio Caro Baroja esta afirmación le parece una generalización
excesiva y no digiere lo de la pervivencia de un culto prehistórico, ni la
existencia de dioses cornudos, tesis que defendía Margaret Murray y Pennethorne Hughes, para quienes la mujer gozó
de gran libertad sexual durante la celebración de estos cultos de fertilidad.
a. Pervivencias de la magia primitiva
El primer significado que daban los
europeos a la brujería era el de una práctica de la magia nociva, negra o
maligna. Creían en la magia simpática y estaban convencidos de que se podía
asesinar una persona clavando agujas en un muñeco realizado a imitación de
la víctima, estaban convencidos de que
había personas que provocaban granizadas sobre las cosechas, la impotencia de
un recién casado...
Así pues, la brujería tendría algo que ver
con las primitivas creencias mágicas y en la afirmación en los maleficia
(maleficios). Además, aquí podemos encontrar el mayor parecido entre la
brujería europea y la práctica actual de la brujería en sociedades primitivas
no europeas o en culturas modernas como el vudú.
La primera característica de los maleficia consiste en ser actos mágicos,
más que religiosos. La segunda es que son actos nocivos, más que benéficos. En
la práctica de la religión los hombres se limitan a suplicar a los espíritus o
deidades de quienes esperan o confían que provoquen los resultados deseados. Si
la petición fracasa es porque dios no se ha dignado a satisfacer su demanda.
Otra de las características de la religión es que se trata de una actividad
comunitaria y organizada, al contrario que la magia. La religión se sirve de
las artes de la persuasión, tratando a los seres superiores con un sentimiento
referencial. Muchas religiones han evolucionado progresivamente a partir de la
magia, mientras que otras han degenerado en magia. Los efectos de la actividad
religiosa son muy a menudo beneficios empíricos y profanos, exactamente iguales
a los de la magia, lo que provoca la
confusión entre religión y magia. En la magia, los dioses no intervendrían y
los objetivos serían inmediatos, profanos y empíricos, mientras que la religión
tendría un carácter organizado, público, suplicatorio y teológico: sus
objetivos no serían empíricos ni mundanos, buscando la inmortalidad, en el más allá. También
existiría una magia que tendría carácter público, como la practicada en Roma y
supondría la intervención de dioses y otros espíritus; pero también existen
diferentes formas de religión que presentarían características mágicas, con
actividades en las que el ser humano
domina o manipula fuerzas misteriosas y sobrenaturales. Las actividades en las
que se suplica y se deja el poder en manos del espíritu o la divinidad serían
fundamentalmente religiosas.
La
segunda característica esencial de los maleficia
es que por definición son nocivos. Existe una magia blanca cuyo propósito es
generar algún beneficio para uno mismo o para otro. Se trata de una magia
productiva que quiere estimular el crecimiento de las cosechas o ayudar a las
mujeres a engendrar hijos. También es curativa, pues pretende sanar las
dolencias de las personas. Los actos de magia amorosa caen a menudo dentro de
la llamada magia gris, pues las ganancias amorosas de uno pueden muy bien
significar pérdidas para otros.
También existen los llamados hechizos, como
la destrucción de la imagen de una persona para ocasionarle una enfermedad o la
muerte, la pronunciación de maleficios y la utilización de brebajes. La
hechicería se puede distinguir del maleficium por dos principales razones.
La primera es que el hechizo puede ser tanto benéfico como nocivo. La segunda
consiste en que algunos actos maleficios no suponen la utilización de ninguna
técnica, sustancia o parafernalias particulares para producir sus efectos, como
el aojamiento o “mal de ojo”, que supone una actitud interna del brujo o la
bruja, destinada a desear la muerte de una persona. Estos actos son
esencialmente maleficia, y no constituyen actos de hechicería.
Imagen: Ulrich Molitor.
De lamiis et phitonicis mulieribus.
[Cologne, Cornelis de Zierikzee, ca1500]; quarto. Grabado en el que dos brujas
paradas alrededor de un caldero producen una tormenta.
También existe la alta magia, que es un
acto complejo y teórico que requiere cierto grado de educación. Tenemos como
ejemplo la alquimia, que pretende la
transmutación de metales base en metales preciosos. La adivinación, que utiliza diversos conocimientos secretos, como la astrología que estudia la posición de
las estrellas y la necromancia que
se sirve de los espíritus de los muertos, son los métodos de adivinación más
conocidos, sin olvidar la escapulomancia
(adivinación por el examen de los omóplatos de los animales), la dactilomancia, mediante anillos y la oneiroscopia o interpretación de los sueños.
La magia
baja se difunde por transmisión oral. Adopta la forma de encantamiento y
ensalmos sencillos. Casi todos los maleficia
atribuidos a las brujas en la Edad Moderna entran dentro de esta categoría. La
mayoría de brujos y brujas procedía de los estratos bajos de la sociedad. La
mayor parte de la alta magia es magia blanca, mientras que la magia baja
utilizaba los hechizos y maleficios con la pretensión de ocasionar daños a los
demás.
El desarrollo de la creencia en las
brujas en la Europa medieval resultó notablemente influido por un tipo
particular de magia erudita o semierudita: el arte ceremonial de evocar a los
demonios. La práctica del maleficium como
un poder obtenido por el pacto de una bruja con el demonio fue creación de los
demonólogos, conocedores de esta magia erudita. Así en la definición de
brujería intervendría el maleficium y el pacto con el diablo. La brujería era demonismo, adoración del
diablo. La bruja adquiría sus poderes con un pacto con el diablo. La supuesta
vinculación entre magia y demonismo data desde el siglo IV, fecha en la que se
creía que los magos, al igual que otros herejes, rendían culto al diablo como
dios suyo, en concurridas asambleas nocturnas a las que solían acudir volando.
En estos aquelarres o sabbats, rendían homenaje al diablo, practicaban la
glotonería, realizaban bailes impúdicos, practicaban infanticidios y
canibalismo infantil... es decir, todos los actos que representaban una
inversión de las normas morales de la sociedad.
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