La creencia en el diablo
b. La creencia en el diablo
El fenómeno de la brujería y la creencia férrea en el diablo
tuvo una especial incidencia en aquellas zonas de Europa que habían sufrido
guerras de religión y que, en muchos casos, eran zonas de tensión política y
social, que padecían las consecuencias de la Reforma: Suiza y Alemania, después
de la guerra de los Treinta Años; la revuelta de los Países Bajos contra España
y la reforma anglicana en Inglaterra. En general, son los años de las revueltas
populares.
Poco a poco los magos y hechiceros fueron
convirtiéndose en brujos y brujas, adoradores del demonio, herejes y apostatas
de su fe cristiana. Muchos juristas llegaron a considerar el pacto
como la esencia de la brujería, muchos teólogos, sobre todo los del campo
protestante, afirmaron que la brujería era un delito puramente espiritual,
contra Dios. Muchos individuos juzgados por brujería no fueron, en absoluto,
acusados de realizar maleficios, su delito fue simplemente el de rendir culto
al demonio.
Ilustraciones del libro de Jules Michelet La Sorcière (1862), de Martin van
Maële, 1911
Esta es la principal característica que
distingue la brujería de Europa de las sociedades primitivas del mundo actual:
su componente demoníaco. La magia nociva existe prácticamente en todas las
sociedades primitivas, pero la creencia en el demonio cristiano es exclusiva de
la civilización occidental. Ninguna de ellas ha desarrollado un conjunto de
creencias que reproduzca o se aproxime siquiera a la teoría que crearon los
demonólogos de la baja edad media, con sus sectas de magos voladores que
rendían secretamente culto a los demonios en orgías caracterizadas por el
infanticidio caníbal.
«Brujas asando un
niño», xilografía del libro de Francesco Maria Guazzo, Compendium
maleficarum, Milan : Apud Haeredes August Tradati,
1626.
Así pues, dos tipos de actividad muy
distintas están englobadas con el término brujería: la práctica del maleficium y el demonismo. Algunas
personas eran acusadas de brujería simplemente por haber asistido a un
aquelarre, sin evidencia ninguna de que hubiesen realizado maleficia o practicado la brujería. Por otra, ciertos individuos
eran objeto de la acusación de llevar a cabo algún maleficium, pero eludían el cargo añadido de demonismo. Este tipo
de acusación siempre surgían de abajo, es decir, de los convecinos de las
brujas y, cuando no, eran realizadas por jueces y fiscales locales obsesionados
por fantasías diabólicas. Los vecinos de las brujas se interesaban mucho más
por los infortunios que creían haber padecido a causa del poder mágico de una
bruja, que por su pacto con el diablo. Esta acusación se la reservaban los
jueces “ilustrados” y los teólogos fanáticos.
En Inglaterra todas las acusaciones
provenían de abajo, por lo que el delito de brujería consistió fundamentalmente
en el ejercicio de la magia nociva y no en la adoración al demonio. En Rusia y
Noruega las ideas de demonismo corrientes en Francia, Alemania y Suiza, nunca penetraron del todo, por lo que los
pocos juicios que hubo lo fueron por maleficios.
Ya hemos visto como el termino brujería
incluía los maleficios y el demonismo, pero había otros dos tipos de actividades
muy íntimamente relacionados con la brujería. Primero, la evocación, mediante la cual una persona conjuraba al diablo o
demonios menores, con el fin de obtener información o ayuda para conseguir sus
propósitos. La relación entre mago y demonio se asemejaba a la de siervo y
señor. Se solían hacer a estos demonios
ofrendas, acompañadas de signos reverenciales. La segunda actividad es la brujería banca, cuyo objetivo es la
práctica de la curación mágica o el empleo de formas de adivinación para
predecir el futuro, localizar objetos perdidos o identificar a los enemigos.
Hubo
en los orígenes de la Humanidad un culto extendido a la diosa de la noche o a la madre Tierra. Este culto estaba
dirigido por mujeres, que además conocían las propiedades ocultas de las
plantas. Según Pennethorne Hughes,
en los rituales primitivos, estos grupos se servían de la danza servía para
mantener la unidad emocional y rítmica del grupo. La danza la dirigía y la
convocaba el sacerdote y la utilidad de la danza residía en que evitaba la
soledad y el miedo del individualismo. La religión surgiría de la
danza.
El cristianismo, en sus inicios –tal vez
debido a su debilidad- fue tolerante con el paganismo, pero cuando se sintió la
religión dominante comenzó el ataque despiadado contra las antiguas religiones
y, sobre todo, contra las mujeres que adoraban a la Diosa Madre: las
brujas. Tampoco les agradaba a los cristianos el que la Tierra
fuese considerada la “madre” de todas las cosas y la que engendraba en su
interior la vida. El cristianismo primitivo, influido por el mitraísmo, se
decantó por el culto solar: el sol era el padre, el germinador, el principio
masculino; la luna, la noche, la Tierra eran el principio femenino. Los Padres
de la Iglesia se encargaron de denigrar lo femenino: aprovechando que muchos de
los ritos de la primitiva religión tenían un carácter nocturno, se aprovecharon
del temor de la psiqué humana a la oscuridad y la noche. Todo lo relacionado
con la mujer era oscuro, húmedo, terrenal, asociado a las serpientes y
dragones. La Iglesia asociaba los
elementos que adoraban las sacerdotisas primitivas con la muerte;
intuitivamente asociaban la noche y la oscuridad con el mal, con lo contrario
de la vida normal. En el cielo estaba el sol y la luz, en la tierra la noche y
las cuevas. Pero aún existía un lugar peor: debajo de la tierra, posibilidad
que alcanzamos cuando morimos, sin duda en este lugar habitan las criaturas más
horribles y terroríficas y el hombre lo llamó infierno y su rey era el demonio.
Hans Memling.
Visiónes del Infierno del “Juicio Final”
BRUIXES: INDEX
Comentaris