El alma de los animales
Durante el siglo XVI otras
ideas comenzaron a amenazar el orden racional del mundo cristiano así como el
lugar central del ser humano en la creación según la Scala naturae tomista.
Leonardo
da Vinci y el llamado Hombre de Vitruvio simbolizan el Humanismo
La escuela averroísta de Padua, y
especialmente Pietro
d’Abano, rehabilitó al Aristóteles naturalista, despojado de su
interpretación tomista, tema que hemos podido tratar en la anterior entrada del
blog.
Antes de continuar, es necesario realizar
una recapitulación del tema que tratamos.
Presentábamos el olvido del alma (la psyché
de los griegos, el anima de los
romanos) y estudiamos las controversias entre materialistas y espiritualistas,
monistas y dualistas, defensores de un alma mortal o inmortal, única o
compuesta de diversas facultades, localizada en un nidus anatomicus concreto (generalmente, el cerebro) o dispersa por
todo el organismo y escalonada en varios niveles (vegetativo, sensitivo y
racional).
Tuvimos
ocasión de estudiar a los escolásticos que negaban el alma a los
animales y, aquellos que se la otorgaban, decían que se trataba de un alma
inferior incapaz de alcanzar la inmortalidad.
Sin embargo, etimológicamente la palabra
animal procede de anima, lo cual nos
revela el parentesco imborrable del ser humano con el resto de los seres vivos
y la irreductibilidad de lo vivo o lo animado a los diversos tipos de dualismo:
filosófico (entre res cogitans y res extensa), teológico (entre espíritu
y materia), jurídico (entre persona y cosa) y científico (entre cerebro y
cuerpo).
Los animales fueron adorados en la
Antigüedad, pero demonizados por el cristianismo en la Edad Media. Dotados de
alma inmortal, según la metempsicosis, fueron privados de su inmortalidad
individual por Santo Tomás. Fueron clasificados siguiendo una scala naturae lineal y gradual,
relegados al rango de autómatas por los cartesianos. Finalmente, el darwinismo
los reconoció como parientes cercanos nuestros, lo mismo que la genética moderna,
pero al mismo tiempo, son explotados como “productos de consumo” por la
industria alimentaria.
Cyborgs,
de Zbigniew Lenard
Hoy por hoy destacan las teorías que
afirma que el alma “pensante” funciona como un ordenador: el cerebro sería un
hardware especializado y el alma pensante (mente), un software. Según esta
réplica moderna del hombre-máquina de La Mettrie, los fenómenos mentales serían de
naturaleza “computacional” y estarían basados en “instrucciones” (Instruccionismo).
Después de siglos de discusión, llegamos
a la tesis, actualmente vigente, que afirma que el individuo es un mero
instrumento al servicio de la reproducción de la especie (teoría expuesta por
Schopenhauer y desarrolladas por los darwinistas).
Anastasia
Chernyavsky y su foto censurada en Facebook, autorretrato de Anastasia con su
hija menor en brazos y la mayor, Ethel Sofia parada junto a ella. Las tres
están desnudas y de los pechos de Anastasia corren gotas de leche.
Sobre la localización del alma, se ha
impuesto la presunción del encefalocentrismo,
la concepción actual del ser humano, que identifica el alma con la
actividad neuronal del cerebro y reduce el resto del cuerpo a un conjunto de
órganos cosificados y manipulables, prescindiendo así de la vieja noción
tripartita del alma (vegetativa, sensitiva y racional); y, por último, la
doctrina médica y jurídica sobre la muerte cerebral, que se ha impuesto en las
últimas décadas para facilitar el trasplante de órganos.
Esta sería una sinopsis de lo expuesto y de
lo que veremos a continuación. Pero ahora, regresemos a nuestra exposición y, piano piano, ("Piano piano va lontano") estudiemos el pensamiento de los
hombres del siglo XVI.
Pomponazzi en
Tractatus de immortalitate animae (1516)
afirmaba que el alma racional es inseparable del alma sensible, y por lo tanto
mortal. Su moral, de inspiración estoica (Zenón de Citio), se dirigía a toda la
Humanidad, pues consideran a cada individuo partícipe del Logos divino a través
de la razón humana.
Pomponazzi, Tractatus de
immortalitate animae (1516)
Los estoicos decían que la libertad y la
tranquilidad se alcanzan rechazando las comodidades materiales, la fortuna
externa, y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la
virtud, es decir, la ataraxia.
Tenian una concepción materialista de la
naturaleza, como Heráclito y su creencia en que la sustancia primera se halla
en el fuego y en la veneración del Logos, que identificaban con la energía, la
ley, la razón y la providencia que encontramos en la naturaleza, concepto este
que fue sustituido por Dios por Tomás de Aquino.
Jean-Léon
Gérôme, Diógenes, 1860
La razón de los hombres es parte
integrante del Logos
divino e inmortal, por eso, cada persona es miembro de una familia universal.
Con esto, los estoicos contribuyeron a romper las barreras regionales, sociales
y raciales, y preparar el camino para la propagación de una religión universal.
En Francia los “libertinos” divulgaron la
materialidad del ser humano “hecho de
aire y de barro”, cercano, e incluso inferior, a los animales que ignoran el mal. El
libertinismo se extendió en Francia en el siglo XVII, pero su origen se remonta
al siglo XIII entre Francia, Alemania e Italia con las sectas del
"espíritu libre" que seguían las profecías de Joaquín de Fiore.
Grabados sobre el
Marqués de Sade
Para los libertinos, la vida humana es
estrictamente natural y la naturaleza es la perfección divina; los instintos no
pueden ser restringidos y no hay pecado si el hombre se comporta de acuerdo a
la atracción natural de placer físico. Algunas de estas sectas, como la del
neerlandés David
Joris, practicaban la anarquía moral.
Michel de Montaigne (1533-1592) también se
ocupó de la cuestión del “alma de los animales”, declarando que los animales
superan a menudo al hombre en habilidades e ingenio. Los animales sirven, aman
y defienden a sus bienhechores, persiguen y ultrajan a los extraños y a los que
les ofenden.
Así pues, podemos decir que Montaigne
se mostró a favor de un acercamiento a las otras criaturas. Opinaba que el
instinto hace a las bestias más interesantes que a los humanos, y no tanto por
ser fieras sino por ser menos dañinos que los hombres enfurecidos y
enloquecidos por una fe que les hace perder la recta razón y una razón que les
aparta de la serena fe. Aparte de todo esto, Montaigne siente efectiva
admiración por los animales, por ese instinto que les impulsa a permanecer y
fijarse en el presente, en vivir alejados de la imaginación y en no sentir, ni
prevenir, el devenir.
Michel
de Montaigne (1533-92). Fragmento del Portrait de
Montaigne au chapeau, dit de Larochebeaucourt. Pintor
desconocido (hacia 1800-1820?), basado en un grabado de Agustín Saint- Aubin
del original, atribuído a Palma Vecchio (1581)
Muchos lo criticaron y siguen criticando,
por esta admiración que sentía por las bestias, cuando lo propio del ser humano
es liberarse de los instintos animales y procurar regirse únicamente por la
razón.
Pierre
Charron, (1541–1603) encuadrado dentro del grupo de
los libertinos franceses, anticipa la identificación entre Dios y la Naturaleza
que hará Spinoza. También se preguntaba si “los animales tienen
raciocinio”, y concluyó que sí, que razonan y se comunican. Estas ideas
cercanas a las de Montaigne, provocaron un encendido debate.
Según Charron, el alma se localiza en los
ventrículos del cerebro por lo que se ve afectada por el temperamento del
individuo: el temperamento seco produce la inteligencia aguda; el húmedo,
memoria; el caliente, imaginación.
Pierre Charron, (1541–1603)
de Thomas de Leu. París, circa 1603
Decía, críticamente, que la creencia en la
inmortalidad del alma es la más universal de las creencias, pero la más
flojamente apoyada por la razón. En cuanto al poder de un humano de alcanzar la
verdad, declara que ninguna de nuestras facultades nos permite distinguir la
verdad del error. En la comparación de la gente con los animales, Charron
insiste que no existen rupturas en la naturaleza, y aunque las bestias son
inferiores en algunos aspectos, en otros, los animales son superiores al hombre
que sufre de vanidad, debilidad, inconstancia y presunción.
Jean
de Sihon, De L’Immortalite De L’Ame (758 p., Kessinger Publishing, 1 Jun. 2009)
y De La Certitude Des Connaissances Humaines (684 p, Kessinger Publishing, 23
May 2010)
Estas aportaciones hicieron tambalear los
conceptos de la mortalidad de los animales, un dogma intangible hasta entonces,
por lo que una aproximación entre el ser humano y el animal tan sólo podía
rebajar al ser humano. Como afirmaba explícitamente Jean de Silhon: “Si se admitiera que las bestias pudieran
tener un principio de razón y de inteligencia como el hombre, como algunos
pretenden, (…) ¿cuántos no deducirían de ello que, puesto que admitimos que las
almas de las bestias son mortales (…) habría que reconocer que el alma del
hombre es igualmente mortal?”.
Los griegos estudiaron la naturaleza del
alma (psyche) y la definieron como el
principio
de vida. Los primeros filósofos afirmaron que la materia tenía una
animación propia, que en su interior había un principio de vida. Por eso los
animales, que también eran materia, estaban animados y tenían alma.
Platón pensó que el alma no se conocía
sólo por las actividades propias del cuerpo, sino por las actividades de la
mente. Apreció una graduación en las facultades del alma: hay una facultad que
se ocupa de la supervivencia y la nutrición; la voluntad se encarga de desear
el bien; el intelecto se encarga de contemplar el bien para conocerlo y
después, por voluntad, obtenerlo.
Aristóteles profundizó en las capacidades
de cada facultad del alma, así como los organismos en los que se podían
encontrar. En este sentido, por la graduación de las facultades de la vida:
nutrición, deseo y entendimiento, dice Aristóteles que los organismos vivos
tienen un alma con más o menos capacidades. Los animales tienen alma, pues
poseen en sí mismos su principio de movimiento y pueden sentir, moverse,
imaginar, y desear por sí mismos. Los animales son seres vivos y creaturas de
Dios. Por tanto tienen una dignidad en tanto a su naturaleza. Esta dignidad
debe ser respetada, pero no debe pretenderse dar a los animales una dignidad
impropia de su naturaleza.
¿Tienen un alma semejante seres humanos y animales?
Hemos visto que los animales tienen alma
porque en ellos mismos está su principio de movimiento y tienen facultades -no
sólo nutricias (propias del cuerpo)- sino otras que no son sólo el cuerpo, como
la sensación, imaginación, etc. Recordemos que los animales están animados.
Ambas palabras, “animales” y “animación” provienen del latín, anima que se
traduce como alma.
Sin embargo, el alma humana se abre el
desarrollo espiritual, mientras que el alma de los animales no. Es verdad que
el hombre tiene un alma que tiene bases animales, pero además, posee facultades
psíquicas que provienen de la esfera espiritual. Estos filósofos primitivos
hacían una distinción entre un mundo
espiritual, perfecto y eterno, donde habitaba Dios, y un mundo material, imperfecto
y perecedero, donde habitaban los hombres. Su filosofía era del tipo dualista y
metafísica.
La perfección del hombre consiste en
desarrollarse plenamente como un ser
hecho de cuerpo y alma. El espíritu nos
permite tener un alto grado de autoconciencia, intelecto y capacidad de
reflexión. Muchos pensadores actuales afirman que el alma es tan sólo el
cerebro.
Sin embargo, los primitivos filósofos
pensaban que el alma procedía de Dios, que era inmaterial, aportando como
pruebas, en primer lugar, la capacidad
de negación. Decir “no” implica separar con la mente una cosa que no existe
en la realidad material. Por ejemplo, si decimos: “la blusa no es roja”, lo “no
rojo” no existe en la realidad, sólo en la mente. Claro que, si alguien te
pregunta entonces de qué color es la blusa, no podrás dar esta contestación,
sino que dirás que coloración tiene (aunque sea incolora), pues de lo contrario
te tomarán por estúpido. Estos “razonamientos” únicamente sirven para los
pensadores metafísicos, es decir, para aquellos que no se ocupan de la realidad.
Otro “razonamiento” para demostrar que el
alma es inmaterial lo encuentran en la capacidad de abstracción, capaz de
apreciar en los objetos las características que les trascienden. Por ejemplo:
el concepto de silla como mueble para sentarse. Reconocer esta naturaleza
trasciende a las sillas particulares de montar, a la silla de paja, de madera,
de oro, de piedra, etc.
En
realidad, desde el punto de vista de la teoría del conocimiento, lo que hace el
cerebro es crear un modelo del objeto, para poder explicar su funcionamiento o
sus utilidades. Un tercer argumento sobre su inmaterialidad, la capacidad de reflexión, sostiene que el
alma es capaz de autoevaluar la realidad o nuestros actos, estudiando el pasado
y realizando proyecciones en el futuro, lo que nos permite hacer predicciones.
Actualmente, esta capacidad se reconoce al conocimiento humano que proporciona
el cerebro.
Y por último, la explicación más absurda,
consiste en sustentar la inmaterialidad del alma en la “búsqueda” de Dios que
hacen los hombres, en la búsqueda de lo inmaterial, la Causa de todas las
cosas… Esta búsqueda de lo etéreo denota la inmaterialidad del alma humana,
dando por finalizados sus argumentos sin otra explicación.
En suma, los más grandes pensadores
metafísicos, se autoconvencen de esta forma tan vaga de que el alma humana es
de naturaleza espiritual, mientras que el alma de los animales no lo es.
El papel de los animales, a partir de
ahora, será el de compañeros leales y criaturas útiles al hombre, su dueño y
señor, que podrá matarlas hasta llegar a su exterminio, o las hacinará en
granjas para alimentarse, llegando a destruir los excedentes, como si de hojas
de tabaco se trataran.
Este pensamiento primitivo, desarrollado
por grandes personas hace miles de años, ha enraizado en algunos “modernos”
pensadores, hijos de la Iglesia, quienes sostienen que todo lo expuesto
anteriormente “nos mueve a reflexionar
sobre las actitudes exageradas que se toman con los animales. Si bien muchos de
ellos pueden ser nuestros compañeros leales, esto no significa que sean
idénticos a nosotros y que deban recibir las mismas atenciones espirituales que
un ser humano” (¿Tienen alma los animales?,
de Gabriel González Nares, en Ecuentra.com,
Portal católico, 2013).
Esto es así porque el hombre es espíritu y
cuerpo animado, mientras que los animales son cuerpos animados que no han
alcanzado un desarrollo espiritual. Pero, ¿Qué pasaría con los animales que, en
cierto grado de evolución llegaran a tener un desarrollo mental como el de los
seres humanos y se abrieran a la vida espiritual? En este caso, parece,
tendrían facultades semejantes a las de los seres humanos y tendrían la
dignidad humana según su naturaleza de facultades espirituales.
Es decir, se supone que los seres más
desarrollados mentalmente, están casi obligados a dedicar su existencia a la
búsqueda de Dios o a entregarse a la vida espiritual. Espiritualidad que bien
podría consistir en negar una idea simple, como la de Dios y, en su lugar,
ocuparse de buscar el origen de todo lo que existe, en averiguar si existe
alguna finalidad en el Universo y en saber por qué el hombre es consciente y se
puede plantear estos interrogantes.
Historia
natural del alma
(Basada
en la obra de L. Bossi y la historia del pensamiento de Arthur O. Lovejoy)
1. ¿Que es el alma?
2. El alma en la Antigüedad
3. El alma de los animales
4. El racionalismo y el hombre máquina
5. El Idealismo
6. Transformismo: la escala en
movimiento
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