Las primeras exploraciones conocidas: Egipto
3.
Egipto
Nave de carga para navegar por
mar. (1250 a. C.).
Wells, H. G. (1920). The Outline of History. Garden City,
New York: Garden City Publishing Co. Inc.
Los egipcios utilizaban la navegación de
cabotaje, es decir, costeando de puerto en puerto. Las naves eran grandes
barcos con remos y velas cuadradas, que se utilizaron para las expediciones
marítimas comerciales que traían resina y madera del Líbano, así como marfil e
incienso del país de Punt.
Los barcos utilizados en el Mediterráneo
se llamaron kebenit (de Keben, Biblos) y eran comprados en Biblos o construidos en los
astilleros egipcios con madera importada siguiendo el modelo fenicio: un largo
casco curvado con espolón en la proa y una popa elevada, con dos casetas a cada
extremo. Una soga pasaba por cuatro apoyos y unía los extremos, y en el centro
se instalaba un mástil que portaba una vela rectangular. En popa había dos
timones, uno a cada costado. Cuando el viento amainaba, la tripulación tomaba
los remos. Además de los marinos en los barcos viajaban soldados y los siempre
presentes escribas, encargados de registrar cualquier aspecto del viaje.
Ambas líneas marítimas podían unirse: los
barcos llegados del Mediterráneo subían por el brazo Tanítico
hasta Bubastis y se desviaban por un canal hasta alcanzar
el uadi Tumilat, que era navegable en épocas de grandes crecidas por
naves de poco calado. Atravesando los Lagos Amargos la vía alcanzaba
el golfo de Suez.
También los antiguos egipcios realizaron
grandes exploraciones facilitadas por el transporte fluvial en el Nilo, que ya
en época predinástica consiguieron dominar. Las exploraciones egipcias no tienen,
como las mesopotámicas, el carácter de expediciones militares de conquista,
sino de viajes comerciales impulsados -cuando no dirigidos- por el faraón. El
esplendor de la corte faraónica requería gran cantidad de oro, piedras
preciosas, marfil, ébano, etc., que no se producían en Egipto y que era preciso
procurarse mediante expediciones al Alto Nilo, Nubia, Sudán o a lo largo de las
costas del Mar Rojo o al Sinaí. Las exploraciones egipcias ya en época
prehistórica descubrieron a los pueblos negros y a los pigmeos.
Fuente: Historia de
la Humanidad. Tomo 9. Grecia Helenística. Rebeca Rubio et alia. Arlanza
Ediciones, 2.000 (Sofiaoriginals)
La ruta de Biblos (Keben)
era esencial para el comercio egipcio y sus barcos siempre fueron bien
recibidos allí, llegando el rey de Keben a tener el título de príncipe de
Egipto. Sólo se
interrumpió este comercio en la época de los hicsos, produciéndose una escasez
de resina y madera de abeto que afectaba tanto a la momificación como a la
construcción de barcos y objetos decorativos.
La Ruta
del mar Rojo tenía
como destino Pwnt (Punt) para conseguir ébano, mirra, electrum (una aleación de oro y
plata) y animales exóticos, que pagaban con objetos de adorno, espejos y armas.
Su existencia está documentada desde el año 2500 a. C., durante el reinado de Sahura.
Desfile de africanos con lujosas
ofrendas para los egipcios (circa 1358-1350 aC). Mural de la tumba de Heje
(Tebas)
Los beduinos del desierto árabe
intentaron cortar esta ruta, competencia directa de sus caravanas, y parece que
se interrumpió durante el reinado de Pepi II y durante la dominación hicsa.
Hatshepsut volvió a recuperarla,
enviando una expedición de cinco barcos que trajeron todas las buenas maderas
aromáticas de la Tierra del dios (Ta
necher, la tierra del dios: se refiere
al sol naciente), montones de resina de mirra, jóvenes árboles de mirra, ébano, marfil, oro verde de Amu, madera de
cinamomo, incienso, pintura de ojos, monos, babuinos, perros, pieles de pantera
del sur, y varios siervos con sus hijos.
Ramsés II, que residía en el Delta,
restauró el canal entre los dos mares, pasando por las ciudades de Pi-Ramsés, Bubastis y Pi-Atum, y en sus márgenes levantó
estelas de granito que proclamaban su gloria.
a. Viajes famosos
El sistema de viajes en aquel tiempo se
basaba en el conocimiento de los oasis, de gran relevancia como enclaves
comerciales y estratégicos. Este control egipcio sobre los oasis se mantuvo
hasta el Imperio Nuevo, cuando era una de las grandes potencias del
Mediterráneo Oriental. Sin embargo, en épocas de crisis del poder egipcio, se
ponía de manifiesto el peligroso carácter del territorio donde estaban
enclavados los oasis, pues entonces aprovechaban los tjehenu o tjemehu –como
eran conocidos los libios por los egipcios- para penetrar hacia la tierra
prometida que suponía para ellos el valle del Nilo.
El templo de Amon en
Siwa (Egipto). Foto de G. STEINMETZ / CORBIS / CORDON PRESS. Fuente: National Geographic
Una de estas crisis supuso el dominio
asiático del Delta, durante el Segundo Período Intermedio (1786-1633 a.C.),
época en que los hicsos
controlaron el norte de Egipto. En la época de Ramsés II los pueblos del mar comenzaron a ser un peligro para la navegación, por
lo que los barcos egipcios iban protegidos; según la descripción de Ramsés III, navegaban en flotillas protegidas por soldados.
Los
últimos faraones de la dinastía XVII, con sede en Tebas, se enfrentaron a ellos
en una guerra por hacerse con el control de todo Egipto, y varios documentos
(la Primera y la Segunda Estela de Karnak, además de la Tablilla Carnarvon) nos
hablan de la importancia de los oasis en la contienda que enfrentó al rey
tebano Kamose y al
soberano hicso Apofis.
El oasis de Dakhla, situado a 350 kilómetros del Nilo, entre los oasis de
Farafra y Kharga, Dakhla es uno de los cinco oasis del desierto occidental de
Egipto. Fotografía de C. Sappa / Dea
/ Age Fotostock. Fuente: National Geographic
Los hicsos fueron derrotados en Nefrosi y
sus ejércitos se retiraron de nuevo al Delta, a su capital Avaris. Viendo su
posición comprometida, el hicso Apofis decidió enviar un mensaje al rey de
Nubia con la intención de que éste atacara por la espalda a los egipcios y
poder así derrotarlos. Ordenó a su mensajero que tomara el camino de los oasis.
Sin embargo, los tebanos mantenían patrullas por la zona y su mensaje fue
interceptado y descubiertos los planes hicsos.
Ruta de los oasis y el
camino Darb al-Arbain («El camino de los cuarenta días», en verde)
La situación de los oasis del sur fue algo
distinta. Las rutas caravaneras que pasaban por ellos en dirección al interior
de África, de donde se importaban numerosos bienes, no dejaron nunca de
emplearse y, por tanto, esos oasis contaron desde muy pronto con presencia
faraónica. Una de esas rutas se adentraba en el desierto a partir de la región
próxima a Abydos, desde
donde llegaba al oasis de Kharga. Allí,
un nuevo camino partía hacia el sur convertido en la ruta que hoy se conoce en
árabe como Darb al-Arbain («El
camino de los cuarenta días») y terminaba en el oasis de Selima, en pleno desierto nubio, a la
altura de Kerma,
ciudad de descanso.
Desde Kharga, otro camino partía hacia el
noroeste para conectar con el oasis de Dakhla, cuyo
tamaño y riqueza explican la temprana presencia de un importante núcleo de
población. Se trata del yacimiento de Ayn
Asil, que parece haber alcanzado su máxima extensión a finales de la
dinastía VI, durante el reinado de Pepi II. Por recientes excavaciones se sabe
que en él vivieron los administradores faraónicos de los oasis, enterrados en
grandes mastabas emplazadas en la necrópolis
de Qilat al-Dabba, situada en las cercanías.
Atlas ilustrado del
Antiguo Egipto. Arte, historia y civilización. MC Guidotti, V. Cortese. Susaeta
Ediciones (Sofiaoriginals)
Los faraones tenían relaciones con Arabia,
y el comercio se efectuaba por la ruta del valle de Coptos al Mar Rojo. Desde
tiempos remotos los antiguos egipcios habían abierto un camino para establecer
una comunicación con la tierra de Punt, e importar sus productos -raras y
valiosas mercancías- hacia el valle del Nilo. El camino es el mismo que
utilizaban los Ptolomeos romanos, partiendo de Coptos en dirección al puerto de
Leucos Limen (ahora Qossier, Quseir o El Qusary) en el Mar Rojo, la gran
autopista y carretera comercial de los comerciantes de todos los países que
comercializaban con los maravillosos productos de Arabia y la India.
Como habíamos dicho, la primera referencia
de expediciones a estas tierras se remontan a 2500 años a.C. enviada por el
faraón Sahure de la
V dinastía, de la cual se relata que trajeron mirra, maderas preciosas, monos,
una aleación de oro y plata llamada electrón y “enanos” (pigmeos) que eran
utilizados en las danzas religiosas.
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