El monismo de Haeckel
Reciben el nombre de monismo las
posturas filosóficas que sostienen que el universo está constituido por un solo
arjé,
causa o sustancia primaria. Así, según los monismos materialistas, todo se
reduce, en última instancia, a materia, mientras que para los espiritualistas o
idealistas (especialmente el idealismo hegeliano), ese principio único sería el
espíritu, y para los panteístas sería Dios mismo.
Para los antiguos filósofos hindúes, lo
observado por los sentidos y las relaciones de causalidad son una ilusión; solo
hay una realidad: Dios. Por tanto, Dios será esa causa primera que explica el
resto del universo.
Para
los filósofos monistas materialistas contemporáneos, la materia formada en la
Gran Explosión dio lugar al universo y solo esta materia explica la realidad. Los
planteamientos monistas, al contrario que los dualistas, consideran que el ser
humano es una única realidad, que es unitario, negando así la existencia de la
mente como realidad distinta del cerebro.
¿Acaso el monismo y la naturalización del
ser humano conducen necesariamente a la barbarie? Y la valorización del
determinismo biológico, la herencia, la sangre, la necesidad, el
encadenamiento, el pasado, ¿conducen acaso necesariamente a la negación de ese “espíritu de libertad” que
caracteriza a Europa? Esta es la cuestión.
Emmanuel
Levinas (1906–1995)
Y es,
en todo caso, la tesis que defiende Emmanuel Lévinas en Quelques
réflexions sur la philosophie de l’hitlerisme (1934). La supremacía
del cuerpo biológico, la aceptación de la subordinación del presente al pasado,
estarían en la raíz de la ruptura con el espíritu de libertad que caracteriza
al judaísmo (el perdón como superación del pasado), al cristianismo (la gracia,
la salvación y el libre albedrío como superación del pecado original) y la
Ilustración (la autonomía de la razón como superación de la condición
biológica).
Miembro
de Estado Islámico se fotografía con la cabeza decapitada de una mujer soldada
kurda
Masacre
de palestinos por los judíos
Los
cristianos europeos no ayudan a los inmigrantes, a quienes les saquearon y
continúan robando sus medios de vida
Inmigrantes
ahogados en Lampedusa
Se
construyen vallas con cuchillas en Melilla para impedir la entrada de
inmigrantes
Cuando se razona de esta manera tan
académica, a veces uno piensa que esta gente no vive en el mundo real. ¿De qué
judaísmo o cristianismo nos hablan? Del que existe allá en el cielo de las
ideas será, pues el real no tiene nada de libertad, ni de perdón, ni gracia que
valga. Sólo tenemos que contemplar las salvajadas que cometen los más ortodoxos
creyentes (musulmanes, cristianos o judíos) para darnos cuenta de que Emmanuel
Lévinas o la escritora que vengo siguiendo en este estudio, Laura Bossi, están
más de allá que de aquí, o sea, no es correcto explicar el comportamiento
humano por el determinismo biológico, ni siquiera por el religioso. El hombre
es el resultado de sus relaciones sociales.
Sin embargo, son estas cuestiones de
actualidad, si tenemos en cuenta la gran difusión que están teniendo de nuevo
hoy en día las tesis “monistas” y deterministas inspiradas en Haeckel,
recicladas y puestas al día por la genética y el resurgimiento del eugenismo.
El neobiologismo
Muchos individuos que se autocalifican de
“científicos” o de “biólogos” olvidan a menudo que la genética no determina el
comportamiento humano.
“Dos cosas son inmutables: la inteligencia de
los hombres bien nacidos y la estupidez de los
plebeyos”
Confucio
En el caso del hombre, su comportamiento
apenas está influido por el programa genético. La evolución le ha otorgado al
ser humano un nivel muy bajo de especialización, por lo que puede adaptarse a
cualquier medio o nicho ecológico. El hombre extrae su información del medio,
la procesa y da respuestas adecuadas, las cuales le han conferido
potencialidades enormes, como la capacidad de adquirir el lenguaje o la de
utilizar diferentes medios de transmisión.
El hombre “perfecto”,
el ser platónico de Leonardo Da Vinci
Muchos tienen la tentación de hablar del “hombre”
en abstracto, como la idea platónica. Sin embargo, cada ser humano es diferente
y sus capacidades se adquieren en el medio y, sobre todo, en el ejercicio de
sus relaciones sociales. El hombre es un producto histórico del trabajo y de
condiciones sociales muy precisas, lo que llamamos sociedad de clases y su
naturaleza surge por la división en clases. No existe una naturaleza humana
ideal, un ente eterno e inmutable, el cual, si tiene existencia es solamente en
la mente obtusa del metafísico.
Hasta el día de hoy la ciencia no ha podido
distinguir en la naturaleza del hombre la parte que es producto biológico -de
la herencia-, de la parte determinada por el medio social en el que se
desarrolla. La genética moderna puede establecer una correspondencia entre
fenotipo y genotipo en los caracteres simples, pero no ha conseguido nada en
los caracteres complejos como la llamada “agresividad” o la “inteligencia”, que
son determinados por la interacción de numerosos genes.
Joan Senent Josa en el Nuevo
biologismo, nuevo fascismo, publicado en El Viejo topo (Nº 1, 1976, aquí)
Los “científicos” recurren a los test
para averiguar cuáles son los determinantes biológicos en el comportamiento
social del hombre. Por supuesto, estos test son únicamente instrumentos
ideológicos, sin ningún fundamento científico, como los utilizados por Galton,
con su “Genio hereditario”, hasta
los trabajos de Burt, Eysenck, Jansen… etc. Como miembros de la clase
dominante, tratan de explicar “biológicamente” los fracasos de adaptación o de
inteligencia de ciertos grupos marginados, por ser inferiores genéticamente.
La obra de Francis Galton es un compendio
de errores que poseen su repercusión todavía hoy en día. En su capítulo IV pretende
estudiar estadísticamente o “científicamente” por qué hay países más
inteligentes que otros. En el caso de España escribe lo siguiente:
"El grado con el que la
persecución ha influido en las razas de Europa puede valorarse fácilmente a
través de una serie de cálculos estadísticos.
Así, por ejemplo, con respecto al
martirio y el encarcelamiento, la nación española ha purgado a 1.000 libre pensadores
por año entre 1471 y 1781, es decir, durante tres siglos.
Los españoles han ejecutado a 100 de
esos 1.000 individuos y han encarcelado al resto.
Los datos dicen que, durante esos tres
siglos, se han quemado a 32.000 personas, se han quemado simbólicamente a otras
17.000 (que seguramente murieron en prisión o huyeron del país), y se ha
condenado a 291.000.
Es imposible que un país pueda soportar
esta situación sin pagar un alto precio con respecto a su capital humano.
Estos hechos explican por qué los
españoles son tan supersticiosos y por qué en el momento actual puede
concluirse que los españoles conforman una nación poco inteligente".
Por supuesto, como suele ocurrir en tantos
autores de la Gran Bretaña, el autor analiza otros países europeos, pero España
es el peor parado, con diferencia. Galton demuestra ser un auténtico
falsificador de la historia, pues saca conclusiones de datos que desconocía.
Francis
Galton, autor de 'Hereditary Genius'
Actualmente sabemos todos sus datos son
estrictamente falsos, como podéis comprobar en Magnitud
de la caza de brujas o en La
Leyenda Negra de España. En los países mediterráneos de Europa –los
reinos españoles y los Estados italianos- hubo unos 10.000 procesos, entre 1560
y 1700, la mayoría efectuados contra formas secundarias de magia y
superstición, en los que muy pocos concluyeron en ejecución. G. Parker, Some
Recent Work on the Inquisition in Spain and Italy, en Journal of
Modern History, 54, 1982, da una cifra de 3.687 personas juzgadas en España
entre 1560 y 1700; esta cifra parece haber sido menor en Italia. En España, Italia
y Portugal no se llegó a ejecutar ni a 500 brujas.
Quema
pública de tres brujas en Derneburg (Harz, Alemania), Octubre de 1555. Grabado
que se reproduce en miles de páginas web, achacando dichas quemas a la
Inquisición española. La quema la realizan ciudadanos civiles y autoridades
locales alemanas. Lo normal es ver como pie de página: “Torturas barbáricas en extremo utilizadas por la "Santa
Inquisición", institución de la Iglesia Católica Romana”
Crónica
de Núremberg. Alemanes quemando judíos durante la Peste Negra
En
cambio, las comunidades europeas ejecutaron alrededor de 60.000 brujas durante
la Edad Moderna, según Brian P. Levack. Estas
cifras se aproximan a las de Monter, The Pedestal and
the Stake: Country Love and Witchcrafgt, en Becoming Visible: Women in European History (Boston, 1977). W. Behringer,
Erhob sich das ganze Land (Hexenprozesse und Hexenverfolgungen in
Europa, en Hexenvelten: Magie und
Imagination vom 16.-20. Jahrhundert, Francfort, 1987) calcula menos de
100.000 ejecuciones. J. Klaits, Servent
of Satan: The Age of the Witch-Hunt,
Bloomington, 1985, calcula un total de 200.000 juicios. Algunas
actas de tribunales eclesiásticos en las que personas calificadas de brujas
presentaron acusaciones por difamación contra sus acusadores nos hacen saber
que la cifra de acusaciones por brujería fue muy superior al número real de
procesos por tal delito.
Brian
P. Levack, The Witch-Hunt in Early Modern
Europe
Estos
“estudios” o test sirven para tratar de demostrar la existencia de diferencias
genéticas inter-raciales o inter-clasistas; pero en realidad, hasta la fecha de
hoy, no han podido determinar la proporción y el papel de los factores
genéticos y de los factores sociales.
Los componentes ideológicos de estos test
son difíciles de separar de la práctica real de la ciencia. Sin embargo, sólo
con echar un vistazo a las relaciones existentes entre estas investigaciones y
la ideología dominante, nos proporciona luz sobre el asunto. La clase dominante
ejerce una verdadera “explotación” ideológica de la Biología, lo que se conoce
como biologismo moderno, que trata de explicar las inadaptaciones de las
minorías, o los fracasos escolares, por la existencia de genes inferiores en
estos grupos.
El biologismo moderno, como ya hicieron
estudiosos anteriores, trata de legitimar las injustas relaciones sociales
actuales presentándolas como un “estado natural” de acorde con las “leyes de la
naturaleza”. Este analogismo biológico que trata de justificar el orden
establecido ya existía en las antiguas sociedades esclavista de Roma y la
China.
Ideólogos como Confucio trataban de
justificar la división del trabajo entre propietarios y esclavos por razones
biológicas, aduciendo que estos últimos eran intelectualmente inferiores a los
propietarios, los cuales poseían un “genio innato” que los capacitaba para
acceder al poder y dirigir el Estado.
Esta filosofía perdurará a lo largo del
tiempo hasta lograr un sólido apoyo en la “ciencia” de la Biología, que surge
precisamente en los momentos de mayores conflictos sociales, consecuencia de la
Revolución Industrial y la nueva lucha de clases. Muchos biólogos justificaran
la desigualdad biológica entre las clases sociales y las razas en función de
sus capacidades intelectuales determinadas por la herencia.
Gobineau en su “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas”
formula la primera teoría racista moderna que se convierte en un arma
ideológica en manos de la burguesía francesa en su lucha contra los progresos
del proletariado (revolución de junio de l848) y será utilizada en USA contra
la rebelión de los esclavos negros del Sur.
Los biólogos justificarán la acumulación
de capital en unas pocas manos, así como la expansión colonial, acudiendo a
supuestas superioridades biológicas. La teoría de la evolución de Darwin, el
concepto de selección natural y la lucha por la existencia, aportaran un sólido
apoyo biológico a las desigualdades sociales.
Con
la aparición de la Biología moderna surge el biologismo y el racismo científico
que concentraran sus primeros esfuerzos en el plano de la inteligencia. La
explotación de la Biología por la ideología dominante pretenderá legitimar las
normas sociales impuestas por el capitalismo y por el colonialismo.
Clasificación
de tipos raciales el el mundo, según un libro
escolar estadounidense de 1906: New Complete Geography. Ver Lord
Monboddo y Rousseau
Otra supuesta “ciencia”, la sociología,
hará su aparición –separada de la economía clásica- apoyando sus conceptos en
el darwinismo. Su variante “de izquierdas” con Kropotkin y el pensamiento
anarquista, utilizaran ciertas nociones de etología (la ayuda mutua, la
sociabilidad de los animales) para atacar la doctrina de Marx.
Todos estos supuestos “científicos” harán
gala de un gran desconocimiento de la complejidad de la realidad histórico-social,
recudiéndola a un esquema biológico, explicando el comportamiento humano por determinantes
biológicos.
En el ámbito de la
filosofía, la opción que defiende este biologismo es el positivismo, abanderado del
progreso científico y técnico con el que la ciencia se convierte en la base y
el motor de la historia en sustitución de la lucha de clases.
La explotación de la Biología por la
ideología dominante desembocara finalmente en las teorías del racismo y del
nacionalismo, que buscaran un renovado apoyo en las nuevas aportaciones de la
ciencia genética y que conducirán al fascismo. Chamberlain (Houston Stewart) que
puede ser considerado como el fundador del racismo moderno, será la figura
puente entre la antigua reacción y el fascismo posterior, según afirma Joan Senent
Josa en el Nuevo biologismo,
nuevo fascismo, publicado en El Viejo topo (Nº 1, 1976, aquí),
ensayo que estamos exponiendo.
Houston
Stewart Chamberlain (1851–1927)
En su obra Los
fundamentos del siglo XIX, publicada en 1899, ya expuso el
principio del pangermanismo. Propugnaba la conservación de la pura sangre
germánica gracias a la lucha para mantener apartados a todos los elementos
extraños, y sobre todo al judaísmo y al catolicismo romano. Según Chamberlain, Ignacio
de Loyola encarnaba al tipo de antigermano.
Y escribió frases como ésta: «La
corrupción de la sangre y la influencia desmoralizadora del judaísmo, he aquí
las causas principales de nuestros fracasos».
Nuevas ciencias, como la Psicología y la
Lingüística, se apoyaran en gran manera en la Biología, buscando una
cientificidad de la que carecen. Según
Joan Senent Josa, estas “ciencias” ignoran la naturaleza histórico-social del
hombre y se basan exclusivamente en sus determinantes biológicos.
En
la Alemania nazi el culto al cuerpo propició la aparición de imágenes de
cuerpos atléticos, tanto masculinos como femeninos. Gerhard Riebicke (Alemania,
1878-1957) fue quizás el exponente más notable de esta fotografía asociada al
naturismo alemán conocido internacionalmente por sus iniciales FKK (acrónimo de
Cultura Libre del Cuerpo). Fue el fotógrafo del deporte, danza y naturismo
Surge una nueva filosofía que únicamente
cree en el progreso científico y técnico. Este neopositivismo, actualmente
hegemónico, viene a ser, como toda filosofía de la ciencia, una filosofía de la
historia. Ellos creen en una historia cuya base y motor son las ciencias. Una
historia que posee una ética, o más bien carece completamente de ella, como lo
expuso Jaques
Monod en “la ética del conocimiento”: el hombre sabe al fin que está
solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido por azar.
Igual que su destino, su deber no está escrito en ninguna parte. Lo único
válido en este mundo es, según Konrad Lorenz, “el ideal de la ciencia”. Una
historia que exige una política que busque soluciones “científicas” y
“técnicas” a partir de la Biología para resolver los problemas planteados por
la lucha de clases.
Jacques-Lucien
Monod (1910-1976)
En l953, Darlington escribía: “Los materiales de la herencia contenidos en
los cromosomas son la sustancia viva que en última instancia determina el curso
de la historia”, y también: “la
estructura de una sociedad se basa en la sustancia de los cromosomas y en las
modificaciones que sufre”. En Human Variation:
The Biopsychology of Age, Race, and Sex (1978) dijo que no sólo
existían diferencias en carácter y cultura entre los individuos, sino que estas
diferencias afectaban también a las razas
Cyril
Dean Darlington (1903-1981)
Investigadores como Shockley, Herrnstein,
Jensen, Eysenck y muchos otros, partían del mismo apriorismo idealista de
Darlington para tratar de demostrar que las diferencias de coeficientes de inteligencia
entre razas y clases sociales diferentes, dependían en un 80% de los
determinantes genéticos y, en segundo lugar, que los resultados de los test demostraban
la superioridad intelectual de los niños de los medios más favorecidos sobre
los niños de familia proletaria.
El biologismo actual pretende descubrir los mecanismos y las
exigencias orgánicas que explicarían el comportamiento de los individuos, sustituyendo,
poco a poco, al análisis de los individuos desde el punto de vista
histórico-social. Es más fácil controlar esos ““cuerpos dóciles” (como diría
Foucault) exclusivamente sometidos a los mecanismos biológicos, que controlar
los mecanismos histórico-sociales a los que están sometidos estos cuerpos,
estos individuos.
Toda una tecnología coercitiva del
comportamiento esta ya a punto de nacer, dice Joan Senent Josa, y pone como ejemplo a William
Shockley que para salvar a la población americana, propone una
solución radical: la esterilización “voluntaria” de todo individuo que tenga un
coeficiente intelectual demasiado bajo. De esta manera, sería posible evitar la
regresión intelectual en los Estados Unidos. Otras técnicas eugenistas, como la
fecundación artificial, las manipulaciones genéticas, etc., han sido igualmente
propuestas por otros autores.
La cadena de los antepasados
Pero volvamos a la obsesión de Haeckel por los árboles genealógicos. En
su Historia de la creación de los seres organizados según
las leyes naturales, que tiene la ambición de sustituir a la
historia bíblica, descubrimos un bosquejo de una veintena de árboles, los
cuales podéis encontrar en El
primer árbol filogenético que hemos
estudiado anteriormente.
El primero (véase figura abajo) reúne
plantas y animales en dos grandes ramas procedentes de antepasados unicelulares
comunes, los “protistas”. Los dos grabados siguientes ilustran por separado los
árboles genealógicos de las plantas y de los animales. A continuación, se
presentan todos los órdenes y todas las familias con sus antepasados: celentéreos,
pulpos, gusanos estrellas de mar, crustáceos, insectos, peces, reptiles,
mamíferos. Cada uno cuenta con su árbol genealógico, incluso los monos, cuyo
árbol incluye al ser humano en una rama lateral. Los dos últimos arboles
distinguen 12 especies humanas con 36 razas, describiendo a los semitas y a los
indogermanos como las dos razas principales (con los caucasianos y los vascos)
de la especie mediterránea.
Árbol de Haeckel (1866) Taf. I. Fuente: phylonetworks.blogspot
Árbol genealógico de las razas humanas, a
partir de Haeckel Natürliche Schöpfungs-Geschichte (1868) [digitalizado por Kurt Stüber ((http://www.biolib.de)].
Subrayemos sin embargo que todas estas
“especies humanas” son consideradas evidentemente primas. Además, en la época
reinaba cierta confusión sobre los conceptos de “especie” y de “raza” (salvo
para los cristianos, para quienes las especies son creaciones divinas, y no hay
más que un única especie humana, la que desciende de Adán y Eva). Darwin, de
hecho, constató con bastante ironía la confusión de la ciencia a este respecto:
“Se ha
estudiado al hombre con más detenimiento que a ningún otro ser organizado; sin
embargo, los sabios más eminentes no han sabido ponerse de acuerdo sobre si
forma una única especie o dos (Virey), tres (Jacquinet), cuatro (Kant), cinco
(Blumenbach), seis (Buffon), siete (Hunter), ocho (Agassiz), once (Pickering),
quince (Bory Saint Vincent), dieciséis (Desmoulin), veintidós (Morton), setenta
(Crawford) o sesenta y tres, según Burke” (Darwin, El origen del hombre y
la selección en relación al sexo).
Hay de qué sorprenderse, ante tal profusión
de primos y de ancestros.
El antepasado original, el Urmensch,
el Protanthropus
atavus, que Haeckel describía como un ser intermedio entre el
pitecántropo y el aborigen wedda contemporáneo de Ceilán, queda ilustrado de
manera bastante original por “el genial Gabriel von Max
de Munich”.
El
Urmensch de Haeckel, Pitecanthropus
alalus pintado por Gabriel von Max, que se lo regaló a Haeckel en su
sexagésimo cumpleaños. El cuadro se encuentra actualmente en el despacho de
Haeckel en Villa Medusa, Jena.
Lámina
de Pithecanthropus alalus, incluída
en Natürliche Schöpfungs-Geschichte
(1898), Placa XIX, pp. 104 y 105. Sobre la base de una pintura de 1894 de
Gabriel Max [digitalizada por Google (disponible en Hathi Trust)]
Lo más interesante lo encontramos sin
embargo en la observación de la “cadena de los antepasados” (véase fig.
de abajo: desgrana veintidós “eslabones perdidos”, desde protozoarios (Urthiere
unicelulares parecidos a las amebas) hasta invertebrados, peces, anfibios y
reptiles, así como mamíferos, monos, monos antropoides, pitecántropos, y por
fin los seres humanos, que se distinguirían esencialmente de sus antepasados
simiescos, de sus “parientes de sangre” por el desarrollo del lenguaje. Esta
especie de nueva versión de la cadena de los seres no deja de recordarnos a Oken
y a los Naturphilosophen, pues sigue
los principios de graduación, de continuidad y de progreso.
La
cadena de los antepasados del hombre según Haeckel, Histoire de la
création naturelle (1908)
De los Naturphilosophen Haeckel retoma la idea de una jerarquía del alma,
que define sin embargo, según su filosofía monista, como una suma de fenómenos
vitales relacionados, como los demás, con un sustrato material concreto: una “abstracción
fisiológica” que representa una suma de funciones del “psicoplasma”.
El alma también dependería pues de los procesos mecánicos (físicos y químicos)
presentes en toda célula viva. En los animales superiores, que poseen cerebro y
órganos sensoriales, el “psicoplasma”, al diferenciarse, habría dado lugar al “neuroplasma”: la sustancia nerviosa, el órgano
del alma.
En
las genealogías haeckelianas, las formas evolucionan pues de una manera
paralela a las almas. Existe un alma celular, una psicología de la mórula y de
la blástula (las primeras fases del desarrollo embrionario en los animales), un
alma de los
tejidos, un alma de las plantas, un alma del sistema nervioso de los
animales superiores, una “historia del alma” en los mamíferos… El
descubrimiento de los cristales líquidos por Otto Lehmann en 1904 conducirá a
Haeckel a pensar que incluso los cristales están vivos. Su última obra, Die Kristallseelen. Studien über das anorganische Leben
(Las almas de los cristales. Estudios
sobre la vida inorgánica, 1917) está dedicada al alma de los cristales.
Debido a la ley de recapitulación, el desarrollo progresivo del alma del
recién nacido hasta la edad adulta resulta paralelo al desarrollo del alma
animal en la filogénesis. La diferencia entre el alma animal más desarrollada y
el alma humana menos desarrollada es por lo tanto escasa; es una diferencia
cuantitativa, no cualitativa. Compara, por ejemplo, a los “pueblos naturales”
con los niños y con los animales.
Ernst Haeckel, Die Kristallseelen.
Studien über das anorganische Leben (Las almas de los cristales. Estudios sobre la vida inorgánica,
1917)
En esta nueva Scala naturae, que parte de la Urzelle (la célula primitiva) y
llega al ser humano, no hay lugar para la creación divina, que es sustituida
por la generación y las generaciones, el sexo y la muerte, la sangre, las
entrañas, la penosa evolución de las formas orientadas, en su avance a
trompicones al filo de las eras, por las “leyes férreas de la selección
natural”. En esta retrospectiva hacia la larga serie de ancestros, el ser
humano se gira, por así decirlo, hacia su animalidad, hacia la dimensión
anterior al nacimiento, la herencia biológica y las oscuras fuerzas del pasado.
Los psicoanalistas y los poetas, como era de prever, no fueron indiferentes a
toda esta fantasmagoría de la filiación. Nos referimos a Gottfried Benn y a la “era de la
genealogía”.
“Marx y Engels siguieron de cerca, estudiaron y
comentaron a Darwin, aunque lo malinterpretaron. Su creencia en el progreso, en
una evolución que contiene en sí misma las leyes de su propio desarrollo,
procede más bien de Hegel (especialmente de su Philosophie de
la Nature) y del romanticismo, antes que de Darwin”
Laura Bossi en su Historia Natural del Alma.
De hecho, en Dialéctica
de la naturaleza, Engels permanece fiel a la idea de la Scala naturae: “Todas las diferencias se basan en escalones intermedios, entre todos
los contrarios hay una serie de eslabones…” Se diría estar leyendo a Leibniz
o a Charles Bonnet. Lo único novedoso es el papel preponderante que atribuye a
la “mano portadora de utensilios”, al trabajo, a la techné. Así, en el curioso pasaje “El papel del trabajo en el
proceso de transformación del mono en hombre”, sugiere que es el
trabajo y no la razón o cualquier “grado superior del alma” lo que determina la
hominización. El lugar del ser humano en la Scala
naturae no es entonces el de un animal rationale
sino el de un animal laborans.
Continúa diciendo Laura Bossi. Veamos lo que dice Marx:
"Podemos distinguir al hombre de los animales
por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo
se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir
sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización
corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su
propia vida material"
Marx, La ideología alemana
“Los
marxistas no se interesan por el animal en sí mismo, no lo consideran más que
un producto para la industria”, insiste L. Bossi. En realidad Marx dice que
los animales son considerados como mercancía por los capitalistas. Marx distingue
entre valor de uso y valor de cambio. El valor de uso es lo que la cosa vale en
sí misma o en relación a la necesidad humana que satisface (Por ejemplo, el
valor del uso del agua consiste en su utilidad para saciar la sed, apagar un
fuego, lavarse...) El valor de cambio, también llamado mercancía, es el que
impone la ley de la oferta y la demanda, se traducen en precios. Marx denuncia
que a lo largo de la historia se ha tendido a anular los valores de uso y a ser
sustituidos por los valores de cambio, es decir, se ha tendido a valorar a los
objetos, animales y hasta los seres humanos y sus actividades por su precio en
el mercado. El mismo obrero ya no es considerado como un ser humano, sino como
una mercancía…
Para los materialistas históricos del pasado, al
igual que para los liberales de hoy en
día, el valor del animal se limita a su utilidad para el ser humano: los
rebaños, los humildes pecus son considerados
riquezas, bienes de explotación, con valor “pecuniario”. Recordemos que en el
paraíso sobre la Tierra evocado en El capital,
cuando llegue “el reino de la libertad” de mano del socialismo, Marx piensa en
la caza y en la pesca como las “actividades libremente escogidas” por las
personas.
Otra vez insiste L. Bossi, poniendo de
manifiesto su ideología conservadora, sus críticas al marxismo. Oculta que
actualmente son muchísimos los marxistas que están preocupados por el maltrato
animal. En la revista Viento sur, Número 125/Noviembre 2012, pp. 59-67, vemos
un artículo de Renzo
Lorente sobre Los otros
animales: vida o mercancía. El marxismo y la cuestión de la especie, donde pide que los marxistas incluyan a los animales en
la etapa de “emancipación universal” (Marx, C., 1982. En torno a la crítica de
la filosofía del Derecho de Hegel. Introducción. En W. Roces ed. C. Marx, Escritos de Juventud. México,
D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 501; cf. pp. 499-500), que vendrá
después de la liberación del proletariado. Esta etapa suele identificarse con
un mundo en el que ha sido eliminada toda expresión de explotación, dominación
y opresión (o al menos las manifestaciones sistémicas de estos males):
“Si bien
esta tesis de Marx ha sido discutida y criticada en repetidas ocasiones, tanto
por los detractores del marxismo como por los que pertenecen a grupos oprimidos
distintos del proletariado, muy pocas personas parecen haber reparado en la
exclusión implícita de los animales no humanos de la esperada emancipación
universal. Millones de animales no humanos son sometidos a la explotación,
dominación y opresión, y por tanto sería de esperar que ellos también se
beneficiaran de una emancipación universal, entendida en el sentido marxista”.
Renzo Lorente
sobre Los otros animales: vida o mercancía.
Los historiadores están de acuerdo en
señalar la resistencia que se dio en Francia al darwinismo. El propio Darwin
se quejaba de la “conspiración de silencio” de los franceses. Es cierto que el
darwinismo entró en Francia sobre todo en su versión haeckelina, y que las
tradiciones lamarckiana y vitalista persistían, así como el rechazo al papel
del azar en la evolución, lo que aportó a la variante francesa del
evolucionismo connotaciones originales.
Pero los alumnos más entusiastas no son
siempre los más fieles ni los más brillantes. Si ya está hoy en día admitido
que la escuela neolamarckiana francesa, que se concentró principalmente en los
aspectos químicos y moleculares de la herencia, tuvo una importancia
considerable para el desarrollo de la biología molecular, en cambio los
filósofos y biólogos franceses post-darwinistas (aunque no necesariamente
pro-darwinistas) hicieron unas aportaciones cuanto menos sorprendentes a la
conceptualización del árbol como imagen de los seres animados.
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