El “modelo” del árbol. Ernst Haeckel
El discípulo de Darwin más entusiasta en
Alemania fue sin duda Ernst Haeckel (1834-1919). Tras unas investigaciones
de biología marina, en condiciones de gran austeridad, y unas estancias en
Francia, Italia e Inglaterra, se instaló como profesor en Jena (1862), donde
fundó la cátedra de zoología filética y fue galardonado con numerosos honores
académicos. Desde la aparición de El origen de las
especies se convirtió en un apasionado evolucionista. El árbol
genealógico se convirtió para él en una auténtica obsesión, piedra angular de
una nueva visión del mundo.
Guías
de viaje Baedeker
En el ámbito científico, Haeckel es famoso
por sus trabajos experimentales con invertebrados marinos (le encantaban las
expediciones científicas al estilo de Humboldt, sirviéndose de las guías de
viaje Baedeker) y por su invención de un número impresionante de términos
técnicos. Le debemos, entre otros, los términos de “filo”, “filogénesis”,
“ontogénesis” y “ecología”. Y sobre todo, en el plano teórico, fue él quien
formuló la “gran ley biogenética fundamental” según la cual “la ontogénesis
recapitula la filogénesis”, desarrollada en su principal obra Morfología general de los organismo
(1866).
Pero sus intereses y su influencia no se
limitaron al mundo de la ciencia, su legado fue vasto y heteróclito.
Gran amante del arte, como buen heredero
del romanticismo alemán, estaba convencido de la unidad de las artes y de las
ciencias, partiendo de las formas más sencillas de la naturaleza viva. Según
él, los organismos unicelulares ya estarían animados por una especie de
instinto artístico que les llevaría a
crear una multitud de formas. Los maravillosos grabados de su libro sobre las
“formas artísticas de la naturaleza” (Kunstformen der
Natur, 1899-1904, es un hermoso libro reeditado en 1998, que se
puede contemplar en la página http://biolib.mpipz.mpg.de/haeckel/kunstformen/natur.html.
Puedes descargarte el libro en PDF
aquí) que ilustran la variedad de formas de la vida microscópica y de los
animales marinos, tuvieron una gran influencia en el nacimiento del Art
Nouveau, que destacó por el uso de motivos, ornamentos y decoraciones
florales y animales.
Ernst
Haeckel. Grabados que muestran la belleza de las formas naturales, en Kunstformen der Natur, Leipzig-Viena, Bibliographischen
Institus, 1899-1904, grabados 8, 17, 23 y 85
Ernst
Haeckel. Muscinae
Por otro lado, su fe en el progreso, su
liberalismo, su anticlericalismo así como su entusiasmo por Bismarck y por la
Gran Prusia, le condujeron a una implicación política militante. Llegó a una
curiosa mezcla de visión materialista de la naturaleza (gran amigo del
“materialista vulgar” Moleschott), de evolucionismo modificado y de
obsesiones (unidad de vida, plano unitario, et.) heredadas de la Naturphilosophie romántica alemana, y
sobre todo de Oken y de Goethe. Se sintió llamado a fundar una
especie de nueva religión, la “religión monista de la naturaleza”, que había de sustituir al “papismo” que tanto
detestaba, y que su panfletaria pluma cubrió de sarcasmos.
Filicinae
en las cascadas de Taj Burrum cerca de Tjibodas, Monte Gede, Java (Ernst
Haeckel, 1904)
Ernst
Haeckel (1834-1919 en Ceilán (1881)
“Antes de que el microscopio electrónico pusiera al desnudo las escenas
más bellas de la naturaleza, ahí estaban Ernest Haeckel (1834-1919) y sus
ilustraciones. Visualmente explosivas, despertadoras del asombro y de una
diversidad descomunal –desde dibujos de embriones a esbozos gráficos de
microorganismos de nombres ríspidos–, fueron mancilladas por un solo defecto:
el de ser increíblemente falsas. Así fue: el biólogo alemán alguna vez alabado
por Darwin, el mismo que popularizó la fórmula “el hombre viene del mono”,
quien le puso nombre a la ecología y pergeñó términos como “protoplasma” y
“filogenia”, empleó toda su creatividad e inteligencia para producir sonados
fraudes –impulsado por el fanatismo y el odio racial– y para defender una causa
que desembocaría con el tiempo ni más ni menos que en el genocidio”.
Pablo Capanna, El doberman de Darwin. Página
12
El monismo era el único método acertado
para toda la ciencia natural, rechazando en absoluto el método dualista. Consideraba
el principio de la vida mediante el origen espontáneo de formas simples
protoplasmáticas a partir de la materia orgánica inicial, a las que Haeckel
llamó móneras, que al diferenciarse dieron lugar a los protistas, los vegetales
y animales.
El origen
de la vida
Sus ideas obtuvieron una amplia audiencia tanto en Alemania como en
otros países. Engels,
por ejemplo, estudió detalladamente sus planteamientos, si bien a veces
ironizaba sobre su escasa competencia filosófica. Su “monismo” se convirtió así
en una de las fuentes de inspiración de la filosofía marxista sobe la
naturaleza. Por otro lado, la pasión de Haeckel por Goethe y su inclinación romántica
sedujeron a Rudolf
Steiner, que retomó muchas de sus ideas en su antroposofía (Ver Metempsicosi),
y en 1900, le dedicó su libro Welt-und
Lebensanschauungen im 19. Jarhhundert. El espiritualista Steiner,
excusando el “materialismo ingenuo” de Haeckel, que atribuía a su ignorancia en
filosofía, consideraba sus trabajos sobre la evolución como el mayor logro del
espíritu alemán en la segunda mitad del siglo XIX. Se pueden encontrar
referencias a Haeckel en por lo menos veinticinco de sus obras, así como en innumerables
conferencias.
El
centro essencial, de Rudolf Steiner
Finalmente, es bien sabido que la asociación
del cientificismo y misticismo de Haeckel, su creencia en las leyes inexorables
de la evolución y en el determinismo biológico y hereditario, fueron retomados
tras su muerte por el nazismo. Su “Liga Monista” (1906) se convirtió en uno de
los pilares ideológicos de los nazis (El principio del Haeckel según el cual
“la política es la biología aplicada” fue ampliamente desarrollado por la
propaganda nazi). Pregonó el evangelio de la evolución y la selección natural
en los círculos obreros alemanes. En este contexto, Haeckel también se
convirtió en vocero de la eugenesia como clave para una nueva humanidad
unificada y biológicamente apta.
Muchas
alemanas participaron activamente en los crímenes nazis. Enfermeras y madres de
día, nazis y asesinas de noche
En 1904 se funda la “Sociedad de Higiene Racial”, siendo
Haeckel su presidente honorario, institución
que a comienzos del siglo XX ya tenía más de cien filiales en Alemania. Así,
después de la primera guerra mundial, muchos eugenistas y biólogos raciales se
sumaban al creciente consenso de que el futuro político de Alemania requería un
socialismo de Estado. Sostenían que una de las prioridades de ese Estado futuro
tendría que ser una política eugenista de “selección controlada” para preservar
la raza alemana.
El Dr. Josef
Mengele en su “laboratorio” (1944) rodeado de cadáveres de deportados
En su Historia
de la creación de los seres organizados según las leyes naturales,
el prestigioso Ernst
Haeckel (formaba parte de noventa academias y sociedades
científicas, alemanas e internacionales) adapta las tesis darwinistas a la
antropología y a la sociología, dando lugar a lo que se conocería como
“darwinismo social” o “darwinismo racial”, cuya tesis nuclear es que “el hombre
no es sino el animal vertebrado más desarrollado y todos los aspectos de la
vida humana tienen su paralelo en el reino animal”. Así, propone clasificar las
razas humanas jerarquizándolas en un marco evolucionista, desde los negros,
considerados cercanos al mono, hasta lo que, según él, era la forma humana más
evolucionada, los Indo-Germanos (es decir, los alemanes, los anglo-sajones y
los escandinavos). Como señala André Pichot, este aspecto de la obra de Haeckel
lo dejan en silencio quienes se interesan por su figura, ya sea A. Huxley o la
Unesco (cf. A.
Pichot, La société pure. De Darwin a Hitler,
p. 25-26).
Midiendo la
nariz de un hombre para determinar si tiene ancestros judíos. Los nazis
utilizaron una amplia gama de tácticas y métodos para determinar los ancestros
de sus potenciales víctimas.
Cuesta
creer que "Die
Welträtsel” (Los enigmas del universo, 1899), el manifiesto
materialista “monista” de Haeckel, se convirtiera en uno de los grandes éxitos
de la época, reeditado en 19 ocasiones y traducido a 25 idiomas. Releyéndolo
hoy en día suscita sentimientos encontrados, como tantas otras figuras del
siglo XIX, tan desmesuradas, rebosantes de energía y de confianza en el
progreso, convencidas de la capacidad humana para “tomar en sus manos la evolución”,
pero aún inconscientes de las trágicas consecuencias que se derivarán, a lo
largo del siglo XX, cuando se intente poner en práctica sus teorías.
Laura
Bossi, Historia natural del alma.
La
nueva filosofía de Haeckel, “fundada
sobre las sólidas bases de la zoología comparada”, ambicionaba sacar a la
humanidad “de la barbarie social en la cual
aún estamos inmersos, a pesar de la tan vanagloriada civilización de nuestro
siglo”. Si toda la historia de la humanidad, así como la del universo
entero, podía considerarse “un proceso
físico-químico dependiente de la interacción entre Adaptación y Herencia en la
lucha por la vida”, era entonces necesario enterrar la moral tradicional e
“inventar una nueva moral basada en la
biología”.
Razas
Humanas (1955). Editorial Bruguera
Haeckel concibe la evolución como un
proceso lineal, de progreso. Tiene la imagen de una cadena, donde cada especie
es un eslabón. Una cadena que va desde lo simple a lo complejo. Es una idea
fácil de asimilar, con la que podemos sentirnos cómodos.
Esta visión de la evolución como una
cadena de progreso es antigua, como hemos visto. Pero en esta ilustración del
biólogo alemán Ernst Haeckel queda muy bien expuesta:
De
la ameba al hombre: E. Haeckel, 1874 (Fuente: commons.wikimedia.org)
En esta línea, Haeckel criticaba la
guerra, no por prurito pacifista, sino porque supone una selección inversa,
pues envía a la muerte a los hombres más
sanos y fuertes. Criticaba también la medicina cuando prolonga la vida de los
enfermos y permite la transmisión de
numerosas enfermedades hereditarias. Se oponía a la abolición de la pena de
muerte, que impediría “arrancar las malas
hierbas” de la sociedad. Evocaba con admiración las costumbres de los
espartanos y de los indios americanos que mataban a los recién nacidos débiles,
enfermos o deformes, permitiendo sobrevivir y “propagar la raza” tan sólo a los
individuos más fuertes.
Lo que no se atrevió a proponer, por temor
a la indignación de “nuestra supuesta
civilización humana”, se iba a llevar a cabo veinte años después de su
muerte, con el consentimiento de gran parte de la comunidad médica alemana,
mediante la puesta en marcha de los programas de eugenesia y de eutanasia del
nazismo. La lectura de ciertos pasajes de Haeckel sobre el “valor de la vida” y
los “pueblos naturales” evoca poderosamente lo que, años más tarde, se
convertiría en la fórmula nazi del "Lebensunwertes
Leben", “la vida que no vale la pena ser vivida”.
El
cartel representa un alemán fuerte y saludable que lleva sobre sus hombros la
carga de dos personas con enfermedades
hereditarias. La inscripción dice: "Mantener un Erbkranker (enfermo hereditario) hasta que alcancen la edad de 60
años, en promedio, cuesta 50.000 marcos alemanes"
Cartel del NSDAP con el mismo
significado que el anterior
Pero lo que no se suele contar es que las
esterilizaciones masivas en Estados Unidos inspiraron a los nazis. La eugenesia
fue una práctica generalizada en cerca de 30 estados de EE.UU. luego de la
Primera Guerra Mundial, práctica destina a perfeccionar la especie humana a
través de la “mejora” de características genéticas. En 1914 Harry Laughlin
de la Oficina de Registro de Eugenesia publicó un modelo de Ley
de Esterilización para autorizar este procedimiento forzado para los
“socialmente inadecuados”, es decir, los débiles mentales, locos, criminales,
epilépticos, alcohólicos, enfermos, ciegos, sordos, deformes y dependientes
–incluidos los huérfanos, vagabundos y mendigos, según la lista.
Esto lo cuenta Edwin Black, escritor y
columnista del New York Times, autor de “La guerra contra
los débiles”, investigación sobre la eugenesia en EE.UU. Una de
las leyes pioneras y más radicales basadas en este modelo fue implementada en
Virginia, a partir de 1924. Amparadas bajo el “Acta de Esterilización Forzada
de Virginia”, se realizaron entre 7.000 y 8.000 esterilizaciones forzadas en
este estado.
Sin embargo, el asunto ya era un viejo
conocido para las mentes americanas. En 1907 Indiana aprobó la primera ley de
esterilización obligatoria de los
criminales, idiotas, violadores e imbéciles. Decenas de estados seguirán su
ejemplo y 60.000 americanos serán esterilizados. “Tres generaciones de imbéciles son suficientes” dirá, en una de sus
páginas más negras, el Tribunal Supremo.
Estos individuos
infames son “hombres respetables”
William
Howard Taft, Oliver Wendell Holmes, Jr., Willis Van Devanter, James Clark
McReynolds, Louis Brandeis, George Sutherland, Pierce Butler, Edward Terry
Sanford, Harlan Fiske Stone. Esos son los nombres de esta página de
la historia universal de la infamia
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