La odisea de los arroceros valencianos
Hace
demasiado tiempo que no he visitado Sevilla: ¡imperdonable por mi parte! Conozco
de primera mano la odisea que protagonizaron los valencianos en los pantanos de
la Isla Mayor. Un amigo estuvo viviendo muchos años en aquellas tierras, donde
no se mezclaban andaluces y valencianos por culpa del idioma.
Dedicado a Joan Puchol Torrens
Jorge Molina autor de 'Doñana. Todo era nuevo y salvaje'
Jorge Molina (Cumbres Mayores,
Huelva, 1964) es periodista y escritor. Formó parte de la redacción de El Correo de
Andalucía y ha colaborado en
agencias de noticias, radio, televisión y diversas revistas.
Los andaluces se colgaban medallas por una
colonización que no habían protagonizado, arrebatando a los valencianos la
gesta que habían protagonizado. Allí había bares valencianos donde se
congregaban los agricultores de la Huerta, de la Safor, de la Marina y, sobre
todo, de la Ribera para añorar su tierra degustando las tapas típicas de sus
pueblos: la absenta, la cazalla, la sangre encebollada, la sepia a la plancha,
las habas cocidas picantes… Las fiestas patronales seguían en todo los
protocolos de las valencianas, incluso se hacían fallas. Todo ello contando con
la hostilidad de unos supuestos “andaluces” que, a juzgar por sus apellidos y
su lugar de procedencia, nada tenían que ver con las marismas.
Los primeros tractores de la marisma, los 'ratas'. |
Fotos: Fundación J. M. Lara. El Mundo
Allá por
los años 40 del pasado siglo acudieron un millar de agricultores valencianos y
sus familias, la mayoría de ellos de Sueca, para plantar arroz en las marismas
del Guadalquivir. Fueron los protagonistas de la mayor transformación agraria
de la historia de España. La inmigración valenciana continuó hasta bien
entrados los años 70.
Preparando el arrozal. Fuente: El
Cultural
Ellos
tenían su alma valenciana y jamás olvidaron su tierra de origen. Cuando
regresaban a sus tierras les llamaban “sevillanos” y, en tierras andaluzas eran
los “valencianos”, llegando a perder su identidad. En las marismas eran
observados de manera extraña por los andaluces, que no llegaban a comprender
por qué hablaban tan “raro”. Sin embargo, aquella gente de las marismas
andaluzas imitó muchas de sus costumbres y algunas de sus comidas. Mi amigo me
contaba que su padre -el “señor Batiste” como lo conocían los sevillanos- se hartó de traer persianas pegolinas para
proteger las puertas de las casas Sevillanas.
Arroceros valencianos tomándose
un descanso para la fotografía. Fuente: El
Cultural
Cuando
llegaron allí, lo primero que hicieron para soportar el caluroso verano fue
instalar las típicas persianas de madera en la puerta de entrada, dejando
abiertas de par en par la puerta de la casa para que corriese el aire, como
hacían los valencianos en sus pueblos. La persiana actuaba a modo de celosía.
El señor Batiste se acostaba encima de una manta, tumbado en la puerta de
entrada de su casa andaluza, como hacía en Pego, para refrescarse. Niños y
mayores sevillanos intentaban escudriñarlo por las rendijas de la persiana sin
darse cuentas de que los espiados eran ellos. Los valencianos tuvieron que
explicarles la función de las persianas –los andaluces, al parecer, se habían
olvidado de la cultura árabe y de las celosías andaluzas-, cachivache que
habían heredado de sus antepasados moriscos, expulsados en 1609 de tierras valencianas.
Estos
valencianos de la Ribera y, algunos de Pego, protagonizaron la mayor
transformación agraria que jamás se ha realizado en España. Pusieron en cultivo
alrededor de 30 mil hectáreas de la Isla Mayor y las marismas sevillanas, transformando
en arrozales los pantanos donde reinaba el paludismo, convirtiéndose aquellos
terrenos en los mayores arrozales de Europa, según cuenta el diario Levante en su artículo La odisea de
los ´sevillanos´ de Sueca (2011). Eran los tiempos del franquismo duro y
represor.
Helicóptero en la Isla Mayor. Fotografía: Fundación José María Lara
La caza de animales, hoy
protegidos, era un divertimento. (Foto: FJML)
"Después de la guerra había muchos que no tenían ni
comida. Franco, con Queipo de Llano, no sabían qué hacer con esto, lo había
comprado una compañía inglesa pero todo lo que sembraban se perdía y contactaron
con Rafael Beca Mateos, un industrial, que fue el promotor de lo que hay
hoy", cuenta Fernando Baranco Utrilla, nacido en 1943 en el poblado Queipo
de Llano, en Isla Mayor. Por supuesto ,lo que no dice es que, debido a los fracasos obtenidos por los andaluces, el industrial italiano tuvo que buscar a los agricultores valencianos para que pusieran las marismas en funcionamiento para el cultivo del arroz.
Compuertas de distribución y regulación del nivel de las aguas construidas por los valencianos. Fuente: eldiario.es
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