El capitalismo actual
¿De
qué hablamos cuando hablamos de capitalismo?
Es la pregunta que se hace Josep Fontana en un artículo publicado en PDF en la revista L’Espill de la Universidad de Valencia.
Nosotros vamos a insistir en las tesis que defiende el profesor catalán, teoría
que ya hemos explicado en entradas anteriores. En esta ocasión, trataremos de
resumirla lo máximo posible para que no pierda inteligibilidad, para tratarla
extensamente en posteriores entradas que irán apareciendo en el blog, pero
ahora ya arropadas con argumentos históricos.
1. ¿La libre empresa?
El término (“kapitalism”) lo utilizó Karl Marx por vez primera a mediados del siglo XIX para
referirse a un modo
de producción en el que los medios de producción (dinero, tierra,
fábricas, máquinas, etc.) están en manos de una clase social propietaria (la burguesía),
en tanto que los trabajadores (proletarios) están desprovistos de cualquier
pertenencia, lo que los obliga para sobrevivir a vender lo único que poseen, su
fuerza de
trabajo, percibiendo a cambio un salario. Pero Marx sostenía que ese salario que percibe el
proletario no se correspondería con el valor del trabajo realizado, por el
contrario, una parte del mismo (la plusvalía) se la apropiaría el capitalista,
dando lugar a una acumulación de capital. El salario tan sólo permitiría
reproducir la fuerza
de trabajo (los obreros) y con él
únicamente se atenderían las mínimas necesidades de subsistencia (alimento,
vestido y poco más).
Los economistas “ortodoxos” prefieren
hablar de “economía
de mercado” para designar el capitalismo y a los países que permiten
y alientan la propiedad privada de los medios de producción (capitalistas),
frente a aquellos en los que es el Estado el único propietario de los mismos
(comunistas).
Para empezar vemos que son los mismos
capitalistas los que reniegan del término «capitalismo»,
el cual suele reemplazarse por la denominación «sistema
de libre empresa sano», porque consideran que «capitalismo»
tiene connotaciones negativas.
El término «libre
empresa», en realidad es un disfraz que utiliza la burguesía
para designar un cruel sistema de explotación del ser humano. Lo denunció George Monbiot,
quien lamenta que una palabra prestigiosa como libertad sea degradada por los
capitalistas como justificante para «disculpar cada ataque a las vidas de los
pobres, cada forma de desigualdad y de intrusión con que el uno por ciento de
los más ricos nos sujeta». En nombre de la libertad, añade, los bancos
especulan hasta llevarnos al desastre, los ricos consiguen no pagar impuestos y
las grandes industrias destruyen la biosfera. En realidad, «es la libertad de los poderosos para
explotar a los débiles, de los ricos para explotar a los pobres» (George Monbiot,
«This bastardised libertarianism makes ‘freedom’ an
instrument of opresión», a The Guardian, 20 de desembre de 2011).
El capitalismo es la
libertad de los poderosos para explotar a los débiles, de los ricos para
explotar a los pobres
También podemos encontrarnos con el término
“economía
mixta” para designar la de aquellos países en donde se compagina la
propiedad privada y la propiedad estatal o pública. Naturalmente, esto es una
entelequia que sólo existe en la mente de los propagandistas del capitalismo.
En realidad, ahora todos los sectores públicos han sido entregados por los
políticos a sus “patrocinadores”, es
decir, los individuos que les han sufragado sus campañas, para que se hagan más
ricos. Este fenómeno está ocurriendo en la mayor parte de los países
industrializados no comunistas en nuestros días. Así por ejemplo, la Sanidad o
la Educación (también otros sectores) se han entregado a los empresarios
privados (propietarios de colegios, hospitales, laboratorios, etc.) como recompensa
por haber sufragado campañas de políticos corruptos del PP o del PSOE.
El más conocido y primer teórico del
capitalismo fue Adam
Smith, el cual sostenía que
el interés y el enriquecimiento individual favorecen indirecta e
inconscientemente el bienestar general de la sociedad, pues los empresarios, en
su intento por satisfacer la demanda de bienes y con ello conseguir ganancias,
producen riqueza. El Estado no debería pues, intervenir en la economía
dejándoles que compitan entre sí en el mercado.
2. Capitalismo carroñero
Adam Smith pensaba, por tanto, como un mozo deslumbrado por el
sistema capitalista, donde sólo veía ventajas para el ser humano. Tal vez, en
la época en que vivió Adam Smith, el capitalismo podía presumir de un lado
amable muy lejos de la crueldad del sistema explotador del capitalismo actual.
Capitalismo depredador practicado, por ejemplo por la empresa Bain,
que en nuestros días se dedica a comprar compañías con problemas, las
revitaliza inicialmente, sacando todos los beneficios posibles para los nuevos
propietarios y después las dejaba, a menudo arruinadas.
Al observar este egoísmo cruel de
los capitalistas modernos, algunos “candidatos ultraconservadores” al gobierno
de los EE.UU, moderaron sus posturas. Como Newt Gingrich y
Rick Perry, quienes denunciaron las
diferencias que existen entre los buenos capitalistas que crean
trabajo y los carroñeros que lo destruyen, más conocidos como los defensores
de la “libertad de empresa” («Gingrich
toughens up on Romney’s record»,
a Foxnews, 9 de gener de 2012; E. J. Dionne, jr. «Mitt
Romney and our overdue debate about capitalism», a Washington
Post, 12 de gener de 2012; Nicholas Confessore
i Jim
Rutenberg, «PACs’ aid allows Romney’s rivals to extend race»,
a New York Times, 12 de gener de 2012).
La labor de los empresarios carroñeros está aumentando entre los jóvenes las
simpatías hacia el socialismo en el mundo occidental, con el resultado de que
un 49% tienen una visión positiva del socialismo, contra un 43% que lo contemplan
negativamente (Alexander
Eichler, «Young people
more likely to favor socialism than capitalism: Pew», a
Huffington Post, 31 de desembre de 2011.).
Un rabino judío (Aryeh Spero y su artículo
del The Wall Street Journal), sin
embargo, vino en socorro del orden establecido, asegurando que la Biblia es favorable al capitalismo, pues, al
prohibir la envidia, desautoriza los celos de los que condenan las fortunas de
los más ricos. De la Biblia
extrae, además, interpretaciones neoliberales, como la de que "el próspero
reino de Salomón se arruinó cuando su hijo decidió aumentar los impuestos» (Catherine Rampell, «What else does the Bible teach about capitalism?»,
a New York Times, 2 de febrer de 2012. Aquí).
El financiero Jeremy Grantham, que dirige un
fondo de inversión que administra alrededor de 100 mil millones de dólares, también
ataca al capitalismo actual por tener debilidades muy peligrosas para la
sociedad -la especulación-, las cuales sólo podrían curarse con una política
ilustrada que lo regulara, «lo que es
imposible que se produzca mientras no disminuya la influencia del gran dinero
en el Congreso, y muy especialmente en las elecciones».
Piensa que el capitalismo occidental no tiene
sentido de la ética ni conciencia, por lo que es necesario acabar con las
empresas que controlan los gobiernos y saquean los caudales públicos, y que se
dedican al enriquecimiento a cualquier costo, sin tener en cuenta la limitación
de los recursos naturales, lo cual conduce al suicidio planetario.
Admite que Marx tenía razón en su previsión
de que la globalización y las compañías multinacionales aumentarían el poder
del capital a expensas de los trabajadores. Por lo tanto, resumiendo, dice que,
antes de que el capitalismo no se vuelva tan arrogante que provoque una severa
reacción social, hay que domeñarlo y conducirlo hacia los cauces de la justicia
social (Al
Lewis, «Grantham wonders if Marx was right after
all» a MarketWatch, 29 de febrer de 2012. Aquí).
El financiero Jeremy Grantham
"Nuestra
economía global, imprudente en el uso de todos los recursos y sistemas
naturales, muestra muchos de los indicadores de falla potencial que derribó
tantas civilizaciones anteriores a la nuestra", escribe Grantham
en su nueva carta trimestral titulado "La
Carrera de nuestras vidas" (Business Insider, consultado el 18
de junio de 2014).
Opina Grantham que las empresas
tontamente recompensan a sus ejecutivos para salvarse. Así, el salario para
oficiales superiores ha pasado de ser 40 veces lo que cobraba un obrero en la
era de Eisenhower a más de 600 veces hoy en día, sin ninguna indicación de una
mejora general de talento de estos directivos. En realidad, las grandes
corporaciones gastan más en sobornar políticos que en invertir en sus negocios.
Por tanto,
podemos asegurar que actualmente vivimos en momentos en que crece la
insatisfacción con el capitalismo real que marca nuestras vidas, que no se
parece mucho al de la fábula idílica de los manuales, o al que todavía predican
los que hoy hablan de una «Economía social
de mercado», a la que describen –irracionalmente- como la única
que nos proporcionará la felicidad colectiva y nos "garantiza la libertad y la
igualdad de los individuos” (Carles Boix, «Capitalisme
d’estat», a Ara, 14 de febrero de 2012, p. 20. Aquí).
La prueba del excelso funcionamiento de la cacareada economía social de mercado
la tenemos en la Alemania actual que ha creado los “mini-salarios” de 400 euros
al mes que hacen la felicidad de millones de jóvenes.
¿Quién es el señor Carles Boix, la reencarnación
del mozo Adam Smith? ¡No, es una eminencia, un profesor universitario de ciencias
políticas de la Universidad de Princeton, doctor por la Universidad de Harvard,
asesor del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, miembro de la
Academia Americana de Artes y Ciencias…!
Pues para mí, que soy un analfabeto comparaedo con él, no
será nunca un intelectual, sino un técnico que defiende la burguesía y su
sistema de producción, conocido como capitalismo, pero al que él denomina –metafóricamente-
«Economía social de mercado». Ataca a lo
que queda del “socialismo real”, convertido ahora –en palabras suyas- en “capitalismo
de Estado”, que sería el modelo económico de la China, donde hay una total
falta de libertad y se ataca la “libre empresa” generadora de riquezas para el
individuo y, por ende, para la sociedad, como ocurre en el mundo occidental, o
al menos, así nos lo predica.
Carles Boix,
un elemento universitario que les sigue el juego a los grandes empresarios. No sabemos
si por auto convicción o para comer.
3. El capitalismo chino
Predica por doquier que el
sistema chino gira alrededor del mercado, en cambio, el partido comunista sigue
vertebrando todo el país, política y económicamente. Olvida que en occidente
son las grandes multinacionales las que vertebran el gobierno, colocando a sus
políticos corruptos en el gobierno, así como a los profesores universitarios en
las Universidades.
El Estado chino es el accionista principal de
miles de empresas. En Occidente, unos cuantos individuos son los amos del
gobierno y de la mayoría de las riquezas, mientras que el 99’99% de la
población es libre de subsistir como pueda o como le dejen los poderosos. En
China las empresas públicas reciben el ochenta y cinco por ciento de todos los
créditos bancarios y suman el ochenta por ciento de los valores que se cotizan
en bolsa. En Occidente, menos del 1% de
los individuos reciben el dinero del pueblo para su beneficio propio y para sus
empresas o para que lo malversen, sin que nadie les juzgue y los meta en la
prisión cuando fracasan después de especular.
El capitalismo más salvaje está en China y lo
practican las multinacionales occidentales, con el beneplácito de la corrupta
burocracia china.
Los partidarios del capitalismo
chino alaban su poder, su capacidad de sumar esfuerzos al servicio de objetivos
bien definidos, su superioridad respecto a la corrupción e inestabilidad del capitalismo liberal. Contraponen el
crecimiento imparable de China al crack financiero de Occidente. En China subrayan
el peso internacional de su economía: la suma de los activos de las ciento
veinte empresas públicas chinas más importantes equivalen a toda la economía
francesa; China controla una quinta parte de todos los fondos de inversiones
soberanos; tres de las diez empresas más grandes del mundo son propiedad de
China.
Pero este esplendor y la
superior eficiencia del capitalismo de estado tiene una contrapartida según Carles Boix:
la falta de libertad. Dice que los partidarios del capitalismo de Estada pasan
de puntillas por encima de su debilidad: el poder, inmenso, casi incontrolable,
que otorga a las instituciones estatales y, por tanto, a sus dirigentes y a
aquellos que están relacionados. Le podríamos responder que en Occidente una
minoría de los empresarios tiene todo el poder y gobierna sin tener el mínimo
respeto al pueblo que esquilma, sobornando a los políticos y poniendo a sus
esbirros en las más altas esferas de dominio.
En realidad China ha caído en
las redes explotadoras de las grandes corporaciones multinacionales
extranjeras, y, como en el siglo XIX, ha sido la misma burocracia corrupta
china la que se ha prestado como intermediaria, mientras la mayoría de la
población, recursos y territorio, son pasto que alimenta sus engranajes. No hay
varios modos capitalistas, sino un solo modo de producción capitalista: el
actual, corrupto y en manos de una minoría.
Fuente: Crisis
capitalista
La burguesía occidental ha metido sus
garras en China comprando a la corrupta burocracia. Las agencias y medios de
comunicación nos quieren hacer creer que ha nacido una nueva potencia capitalista
que explota a los trabajadores chinos. Nos quieren hacer creer que ha nacido un gigante imparable que en
pocos años se convertirá en la mayor potencia económica mundial.
En realidad, China está bajo el
control de una burocracia sobornada por las multinacionales occidentales, con
un modelo exportador irracional atrapado al final de la cadena de la división
internacional del trabajo, que está agotando rápidamente los recursos
naturales, devastando irremisiblemente el medioambiente y sometiendo a la
inmensa mayoría de su población a un régimen de explotación inhumana, como
podemos leer en Cáncer Capitalista de Crisis
capitalista, donde leemos:
“Con la enfermiza colaboración de la cleptocracia china, las
multinacionales extranjeras pueden cerrar factorías y despedir a su antojo, sin
compensación alguna, apropiarse de tierras agrícolas, suelo y edificios urbanos
a cambio de expropiaciones ridículas, contaminar y polucionar a discreción,
explotar, sibilina y concienzudamente, a los obreros, saltándose a la torera
las mínimas regulaciones existentes y reprimiendo y castigando dura e
impunemente cualquier atisbo de protesta o insubordinación”.
Economía china
Después de la crisis de 2008 el
gobierno chino reaccionó contra las multinacionales y comenzó a poner los
pilares del denominado modelo Chongqing (municipio del centro de
China con 33 millones de habitantes, el más grande del mundo) que alumbró una serie
de políticas sociales igualitarias destinadas a reducir la brecha entre ricos y
pobres, y la brecha rural-urbana. El núcleo del nuevo modelo social de
Chonqging era "la prosperidad común" o el "PIB rojo". En
contra de la propaganda del modelo neoliberal que plantea que de un pastel
creciente caen migajas para todos, lo importante en Chongqing es el reparto
equitativo del pastel más que su tamaño.
Bo Xilai intentó repartir el pastel entre los trabajadores y
acabó siendo depuesto del cargo de Secretario del Partido Comunista de
Chongqing
Evidentemente, los monopolios y
la corrupta burocracia china reaccionaron al unísono orquestando una sucia
trama contra el modelo de Chongqing y su instigador, Bo Xilai, en la que participaron
los grandes medios monopolistas occidentales (Wall Street Journal, CNN,
Financial Times,... y los chinos) acusándolo de querer reimplantar la
"revolución cultural", de corrupción y de asesinatos. La liquidación
del modelo
de Chongqing significa la renuncia definitiva a escapar de las redes
neoliberales que atenazan China. Significa el triunfo de las grandes
corporaciones y el sometimiento más abyecto del estado clepto-burocrático a
pesar del creciente descontento e inestabilidad de la sociedad china. Significa
que las élites chinas (capitalistas y burócratas) comparten el mismo interés
que las élites globales (multinacionales y colaterales) en mantener un sistema
que les beneficia a expensas de la mayoría (el 0,4% de la población acapara el
70% de toda la riqueza del país).
Chongking (antes Chunking). Es la principal
ciudad del centro de China, con más de 9 millones de habitantes en su
aglomeración.
Al final se ha impuesto el modelo Guangdong (la provincia más grande de China, con 104
millones de personas) de la provincia con el mismo nombre, situada en la costa
oriental en el delta del río Perla, donde el giro hacia las reformas de mercado
y la “apertura” permitieron por vez primera el establecimiento de zonas
económicas especiales. Capitalistas extranjeros de los países imperialistas,
así como de Hong Kong, Taiwán y Corea del sur invierten fuertemente allí y han
creado una gran industria de manufactura con bajos salarios orientada hacia las
exportaciones (El modelo Chongquing vs. Guandong.
Mundo
Obrero).
Shenzhen. Es una ciudad muy joven, creada en
los 80 como la primera zona económica especial de China, está ubicada casi en
el límite con Hong Kong. Aquí empezó el fenómeno capitalista chino, incluso
antes que en Shanghai.
Sólo los más atrasados entre los economistas
serían capaces de defender que en Occidente los agentes privados, es decir, los
grandes empresarios corruptos que viven del expolio del pueblo, son capaces de
crear libertad y prosperidad para la mayoría. Son auténticos panolis quienes encuentran
una gran diferencia entre el capitalismo chino y el capitalismo de los “agentes
privados de la libertad”. En realidad, en Occidente y en España, son cada vez
más los pequeños burgueses que han cerrado sus tiendas de barrio y hacen colas
en los organismos de caridad para poder comer. Lo mismo les sucede a los
autónomos. Sólo una minoría de burgueses, banqueros en su mayoría, gozan de
todas las riquezas que han usurpado a los trabajadores.
Esta supuesta libertad de los
agentes privados en Occidente, lejos de generar democracia, crea oligarquías
que tratan de impedir el voto de la mayoría, para poder conservar sus
beneficios. El grado de corrupción al que llegan los banqueros y los burgueses
occidentales es inmensamente superior respecto al que llegan los burócratas
chinos, que a fin de cuentas, puede perder la cabeza si no cumple con su cometido.
El señor Carles Boix es
un idealista que se inventa capitalismos según no sé qué grados o colores: capitalismo
de estado frente a economía social de mercado. El capitalismo de estado dice que lo inventó Mussolini y que lo practicó, a
través del INI principalmente, el régimen franquista. La “economía social de
mercado” la inventó Ludwig Erhard, el Ministro de Economía de Adenauer, quien
lo introdujo en la Alemania de la posguerra en reacción a la concentración de
poder político y económico del régimen nazi.
Dice Carles Boix que “el
problema, en mi opinión, es que esta diferencia de trato entre estado y agentes
privados no sólo viola las prácticas más elementales de una democracia sino que
genera, por fuerza, un grado de corrupción y una desigualdad económica
extraordinarios”. No hay mayor ciego que el que no quiere ver.
Según el ilustre articulista,
ambos modelos defienden “la maximización
de beneficios y la ganancia privada como parte inherente de la naturaleza
humana”, convirtiéndose así en psicólogo y psiquiatra adelantado, a la par
que economista excelso.
Aquí acaban las similitudes entre
ambos modelos de capitalismo que se acaba de inventar, porque según él, la gran
preocupación del capitalismo alemán es el mantenimiento de la libertad y la
igualdad de los individuos, todo lo contrario que ocurre con el chino.
Según Carles Boix, el Estado o los
gobiernos occidentales no favorecen ni discriminan a ningún propietario, al
contrario que ocurre con China. En Occidente el político de turno no se ocupa
de beneficiar o perjudicar a los “agentes privados”, excepto a los
trabajadores, a quienes no debe considerar agentes privados. Dice que en
occidente las reglas económicas son idénticas para todos y, en nuestros países,
no existen empresarios que no paguen
impuestos, ni empresas que los evadan a paraísos fiscales. Para tan ilustre
analista, esas patrañas deben ser cuentos chinos. Olvida, no lo recuerda o no
lo sabe, que en Occidente se cambian las leyes para que los empresarios
poderosos no tributen, para que no tengan que gastar en descontaminar sus
empresas, para que puedan especular sin traba alguna. Incluso han llegado a cambiar
leyes fundamentales como las Constituciones para poder despedir a los
empleados, para bajarles el sueldo y mantenerlos a un nivel de subsistencia
cercano a la mera reproducción como si fuesen animales de las granjas.
Nos quiere hacer creer que en el
sistema alemán el Estado no tiene ningún rol que influya sobre la “libertad” de
los agentes privados. Bueno, si tiene uno, el de mantener un sistema judicial
independiente e impedir la creación de monopolios u oligopolios que hagan
peligrar la libre competencia y la igualdad de todos.
Continúa el individuo susodicho diciendo: “Cabe
decir que, si –España- contara con el tipo de instituciones transparentes e
imparciales propias de una economía social de mercado, y no con el amiguismo y
las arbitrariedades estatales de siempre, España ya tendría, como mínimo, la
mitad del paro actual”.
Las arbitrariedades estatales de España son
las que proceden de los EE.UU. e Inglaterra de la época Reagan y Thatcher, así
como los beneficios otorgados a los capitalistas por los Clinton de turno, sólo
que a nuestro país han llegado con retraso y con las influencias de la Meckel,
que ha conseguido el despido libre y sin indemnizaciones de los trabajadores,
mini-trabajos de 400 euros, al tiempo que las grandes empresas son las que en
realidad gobiernan y dominan el aparato estatal para beneficio de unos pocos
individuos y en perjuicio de la mayoría del pueblo.
4. Alternativas para el
capitalismo
Josep Fontana, como ya habíamos explicado en
anteriores entradas de nuestro blog, no cree que el socialismo sea una
alternativa seria para el capitalismo. El hombre dice que es necesario
reinventar el socialismo y que se adapte a los intereses del pueblo trabajador.
Mientras tanto, para sobrevivir, nos toca ir tirando con el capitalismo y, sobre
todo, no esforzarnos en someterlo otra vez a control del pueblo y sus
gobernantes. ¡Es obligatorio acabar con los gobiernos de los políticos corruptos
del PP y del PSOE! Los gobernantes se deben al pueblo que los ha votado y no a
los especuladores financieros que los han sufragado y sobornado.
En esta línea de reformas suaves o
desbravadas –las únicas posibles por el momento, según Josep Fontana- estarían
los planteamientos de Robert Skidelsky y
de su hijo, que denuncian que "el
capitalismo es una espada de doble filo: por un lado ha hecho posible una gran
mejora en las condiciones materiales; por otra, ha promovido algunas de las más
despreciables características humanas, como la codicia, la envidia y la avaricia».
Pero las propuestas que los Skidelsky hacen respecto de cómo corregir los
defectos, no están suficientemente claras. En su libro titulado ¿Cuánto es suficiente? ¿Qué necesitamos para una buena
vida?, revisan la predicción que hizo Keynes
hizo en 1930 en un artículo titulado «Las
posibilidades económicas para nuestros nietos», en la que
preveía que el progreso tecnológico haría posible reducir progresivamente el
trabajo necesario para satisfacer nuestras necesidades, de manera que por
primera vez la humanidad debería de preocuparse por decidir cómo usar el tiempo
libre para vivir mejor, un objetivo que calculaba que se plantearía hacia 2030.
Los Skidelsky,
ante la constatación de que esta predicción no se ha cumplido, se preguntan por
qué nos hemos dejado arrastrar por la codicia, la especulación y el consumismo
en vez de optar por una buena vida. Por otra parte, no terminan de darnos
soluciones adecuadas para evitar lo que ellos denominan los aspectos
destructivos del sistema (Robert y Edward Skidelsky, How
Much is Enough?: Money and the Good Life, Other Press; First
Edition edition June 19, 2012).
Robert y Edward Skidelsky, How Much is Enough?: Money and the Good Life
Con
la misma tendencia suave se presentan las propuestas de Gar Alperovitz, profesor de
Economía de la Universidad de Maryland, en su libro, America
beyond capitalism, donde sostiene que las grandes recesiones
económicas se resolvieron como consecuencia de los aumentos de gasto público
forzados por las dos guerras mundiales y la «guerra fría» (Corea, Vietnam,
etc.). Pero ahora ya no puede haber más guerras generales, porque las armas
nucleares las hacen imposibles y, por otra parte, dice que las reformas
keynesianas son inviables por la debilidad creciente del movimiento obrero.
La solución le parece que reside en el
crecimiento de nuevas formas de propiedad colectiva de tipo cooperativo u otras
formas de organizaciones similares, como por ejemplo, las cooperativas y
sociedades municipales que en EE.UU. producen el 25% de toda la electricidad.
Gar Alperovitz, America beyond capitalism
Pero el profesor Fontana no cree que el
modelo cooperativo sea la solución, como se deduce en España de la cooperativa Mondragón
que nació hace más de medio siglo y no ha quedado claro que haya ayudado a
transformar una situación que finalmente nos ha llevado al desastre en que
ahora mismo nos encontramos. ¿Cuántos siglos se necesitan para hacerlo eficaz?
5. La burguesía pierde el miedo
Para Josep Fontana el
problema fundamental es que los defectos del capitalismo no son de naturaleza económica,
sino política y que sólo desde una acción política pueden ser contenidos y
corregidos. El profesor catalán sostiene la teoría de que, “desde los tiempos de la Revolución francesa,
las sociedades capitalistas avanzadas han vivido en una cultura de pactos y
concesiones, generalmente a través de la mediación de los sindicatos, con el
propósito de dar alguna satisfacción a las demandas de los de abajo para evitar
una auténtica revolución que girase las cosas en el terreno económico, tal como
la Revolución francesa las había invertidas en el político, acabando con la
monarquía absoluta y el feudalismo. Para decirlo sencillamente: desde la
Revolución francesa hasta hacia 1970, las clases dominantes de nuestra sociedad
vivieron atemorizadas por fantasmas que los perturbaban el sueño, haciéndoles temer
que lo podían perder todo en manos de un enemigo social: primero fueron los
jacobinos, después los carbonarios y los masones, más adelante los anarquistas,
los comunistas finalmente”.
Revolución francesa
Como ejemplo clarificador de lo que quiere
decir, Josep
Fontana nos transcribe la carta
de Joan
Maragall a un amigo en la que le
expresaba los temores que le producían los obreros cuando en 1890 iba a
celebrarse en Barcelona la primera fiesta del primero de mayo:
«Parecía que viniera el fin del mundo; unos
compraban veinte o treinta panes, varias arrobas de patatas, bacalao y otros
porquerías; los otros hacían forrar las puertas y compraban armas, y otros
huían sin saber a dónde; otros para animarse se iban a ver llegar tropa y
cuando contaban muchos soldados, muchos caballos y sobre todo muchos cañones,
ah, aquello les ponía bien de vientre, y ya temían menos al trabajador, al
bárbaro de nuestra época, al que quiere dar la vuelta al orden social, al que
pone petardos y reniega, y mira de reojo al 'señor', al que quiere disfrutar de
lo que nosotros disfrutamos...
¡Que los fusilen, que
los trinchen, que los jodan!».
Joan Maragall i
Gorina (Barcelona, 10 de octubre de 1860-Barcelona, 20 de diciembre de 1911)
Nos puede parecer absurdo este temor de
los burgueses por una manifestación que se limitó a una reivindicación pacífica
de la jornada de trabajo de 8 horas, la cual podía terminar desquiciando la
sociedad burguesa.
Este clima de miedo es lo que favorecía
que se llegara a pactos entre los sindicatos y los gobiernos. Nouriel Roubini ha escrito:
«Incluso
antes de la gran depresión las clases burguesas ilustradas de Europa reconocían
que, para evitar revoluciones, había que proteger los derechos de los
trabajadores, mejorar los salarios y las condiciones de trabajo y crear un
estado de bienestar para redistribuir la riqueza y financiar bienes sociales
(...). El ascenso del estado del bienestar fue, por tanto, una respuesta (...)
el temor a las revoluciones populares, el socialismo y el comunismo» (Nouriel Roubini,
«After the storm: the instability of inequality»,
a Project Syndicate, 15 d’octubre de
2011).
Nouriel Roubini
6. Los derechos sociales
Piensa Fontana que los capitalistas nos
estafaron conscientemente, asegurándonos que el sistema nos garantizaba un
futuro indefinido de mejora de los derechos sociales y de una prosperidad
compartida, cuando sólo era un engaño para desarmar los dispositivos residentes
mientras eliminaban cualquier peligro de subversión. La burguesía nos traicionó
en la década de los setenta del siglo pasado cuando descubrió que ni los
comunistas estaban por hacer revoluciones -1968 se habían desentendido de la de
París y habían aplastado la de Praga- ni tenían la fuerza necesaria para imponerse
en el escenario de la guerra fría. Inmediatamente se perdieron los miedos de
dos siglos de pánicos nocturnos y los burgueses decidieron que no necesitaban
seguir haciendo concesiones.
El período de 1945 a 1975 había sido en
el conjunto de los países desarrollados una etapa en la que un reparto más
equitativo de los ingresos había permitido mejorar la suerte de la mayoría. Los
salarios crecían al mismo ritmo que aumentaba la productividad y con ellos
crecía la demanda de bienes de consumo por parte de los trabajadores, lo que
conllevaba, a su vez, un aumento de la producción. Es lo que Robert Reich describe como el acuerdo tácito por el cual «los patrones pagaban a sus trabajadores lo
suficiente para que estos compraran lo que sus patrones producían" (Robert Reich,
«Honest work for honest pay? Not in America, not anymore»,
a Baltimore Sun, 29 de noviembre de 2011).
Este sistema, contemplado actualmente como
casi idílico, se ha definido como «Una
democracia de clase media» que implicaba «un contrato social no escrito entre el trabajo, los negocios y el
gobierno, entre las élites y las masas», que garantizaba un reparto
equitativo de los aumentos de la riqueza (Georg Packer, «The
broken contract. Inequality and American decline», a Foreign Affairs, noviembre/diciembre 2011, pp. 20-31).
Robert Reich y Georg Packer
Sin embargo, esta tendencia optimista se invirtió
en los años setenta, tras la crisis del petróleo, que sirvió de pretexto para
iniciar el cambio. La primera consecuencia de la crisis económica fue la
disminución de la producción industrial y que millones de trabajadores quedaran
en paro. Estos fueron años de conmoción social, con los sindicatos movilizados
en Europa en defensa de los intereses de los trabajadores, lo que les permitió
retrasar unas décadas los cambios que se estaban produciendo en Estados Unidos
y en Gran Bretaña, donde los empresarios, bajo el amparo de Ronald Reagan
y de la señora Thatcher,
decidieron que había llegado el momento de iniciar una política de lucha contra
los sindicatos, de desguace del estado de bienestar y de liberalización de la
actividad empresarial.
Como hemos visto en las entradas
anteriores, la lucha contra los trabajadores se completó con una serie de acuerdos
de libertad de comercio que permitieron deslocalizar la producción industrial
en otros países, donde los salarios eran más bajos y los controles sindicales
más débiles. Se comenzó a importar los productos, con lo que los empresarios no
sólo hacían más beneficios, al disminuir los costos de producción, sino que
debilitaban la capacidad de los trabajadores de su propio país para luchar por
la mejora de las condiciones de trabajo y de la remuneración que recibían.
7. La gran divergencia
Así comenzó lo que Paul Krugman llama "la gran divergencia” (Paul Krugman,
Después de Bush, Barcelona, Crítica, 2008, pp. 141-170), 17 el proceso
por el cual se produjo un enriquecimiento considerable del uno por ciento de
los más ricos y el empobrecimiento del resto de la sociedad.
Los resultados a largo plazo de la gran
divergencia no sólo se han manifestado en el empobrecimiento relativo de los
trabajadores y de las clases medias, sino que han dado a los empresarios, y muy
en especial a los de la banca y las finanzas, una influencia política con la
que les resulta cada vez más fácil fijar las reglas que les permiten consolidar
su poder (Chris
Hedges, «The corporate state wins again»,
a Truthdig, 15 de abril de 2011). Como ya vimos, esta redistribución hacia
arriba no es el resultado natural del funcionamiento del mercado, sino el de
una acción deliberada de carácter político, iniciada en 1971 por Lewis Powell,
en un «Memorando confidencial: ataque al sistema
americano de libre empresa» escrito para la "United States Chamber of Commerce”,
donde se recomendaba acabar con los estudiantes universitarios, los profesores, el mundo de los medios de
comunicación, los intelectuales y las revistas literarias, los artistas y los
científicos. A continuación, los empresarios deberían tomar el poder político y
utilizarlo agresivamente y con determinación contra los antes aludidos. Una de
las formas de conseguir el poder fue la liberalización de las inversiones de
las empresas en la política, decisión conocida como la Citizens United de 2009.
8. El ataque de los capitalistas
La ofensiva empresarial no se limita, por
otra parte, a buscar ventajas temporales, sino que pretende el control
permanente del sistema político mediante tácticas como las de dificultar el
acceso al voto a quienes consideran poco afines a sus principios: viejos,
minorías étnicas, pobres (Nancy A. Heizteg, «The
year of the vote», a Critical Mass Progress, 4 de gener de 2012;
Ari Berman «The GOP war on
voting» a The Rolling Stones, 30 d’agost de 2011; Ryan J. Reilly,
«Lawyer defending
South Carolina’s voter ID law thinks DOJ is biased against white people»,
a TPM, 11 de enero de 2012).
Otra de las influencias decisivas sobre
los votantes es la que ejercen los grandes medios creadores de opinión
-Periódicos, radio y televisión-, que están en su inmensa mayoría en manos de
la empresa privada, y condicionados no sólo por los intereses de sus
propietarios, sino por los grandes anunciantes, sin los cuales no podrían
sobrevivir. El resultado principal de este hecho es el de definir y limitar el
campo de nuestras opciones políticas. Aquí y hoy, por ejemplo, democracia
quiere decir que tenemos la libertad, cuando nos toque votar, de hacerlo o por
Rajoy o por Rubalcaba. Se afirma –engañosamente- que toda otra alternativa es
tirar el voto a la alcantarilla.
¿Qué ha logrado la clase
empresarial con este asalto al poder?
1. Márgenes de beneficio con niveles
que no se habían visto desde hacía décadas.
2. Las reducciones de salarios y
prestaciones sociales, así como la congelación salarial, explican la mayor
parte de estos beneficios patronales.
3. Otro beneficio ha sido la
reducción de su contribución al estado. El peso político creciente de las
empresas ha conducido a la situación paradójica de que estas escapen de la
fiscalidad por el doble juego de negociar recortes de impuestos y de tener
libertad para aflorar los beneficios a las subsidiarias que tienen en paraísos
fiscales. Las mayores empresas no han
pagado en los últimos tres años los impuestos que fija la ley y, las más
grandes, no han pagado nada en tres años.
Con estos beneficios, los grandes
empresarios han comprado el gobierno y han conseguido la desregulación de las
leyes de gastos relacionados con la contaminación y las prohibiciones de
efectuar operaciones especulativas, porque aducían que los economistas
capitalistas eran capaces de dominar sus riesgos, como lo demostraba la fórmula
Black-Scholes, por la que Myron Scholes
y Robert
Merton obtuvieron el Premio Nobel
de Economía en 1997. El verano de 1998, la quiebra de la deuda rusa, demostró
la falsedad de todas estas teorías y el fondo gestionado por los nobeles tuvo que ser rescatado para
evitar el pánico en el sistema financiero (Georg G. Szpiro, Pricing
the Future. Finance, Physics, and the 300 Years Journey to the
Black-Scholes Equation, Nova York, Basic Books, 2011).
Definiendo:
·
C es el valor de una opción de compra, opción
europea.
·
P es el valor de una opción de venta, opción
europea.
·
S es la tasa a la vista de la moneda que constituye
el objeto de la opción.
·
K es el precio marcado en la opción (Strike price).
·
T es el tiempo expresado en años que aún faltan por
transcurrir en la opción.
·
rd es la tasa de interés doméstica.
·
re es la tasa de interés extranjera.
·
σ Es la desviación típica de los cambios
proporcionales en las tasas de cambio.
·
N es la función de distribución acumulativa de la
distribución normal. N (di) y N (dz) son los valores de las probabilidades de
los valores de di y dz tomadas de las tablas de la distribución normal
|
La fórmula Black-Scholes: una receta económica estrafalaria
9. La crisis de 2008 y la austeridad
La liberación de estas actividades culminó
durante la presidencia de Clinton y las entidades financieras se lanzaron
a practicar un juego especulativo con derivados y otros productos de alto
riesgo, mientras los di dirigentes de la Reserva Federal estimulaban el
optimismo de los especuladores, rebajando los tipos de interés, y animando a la
gente a que gastara comprando casas con créditos hipotecarios.
William Jefferson
Clinton (n. William Jefferson Blythe III el 19 de agosto de 1946 en Hope,
Arkansas), más conocido como Bill Clinton
Rápidamente llegó la crisis, que no era debida
al endeudamiento público, sino al endeudamiento de las empresas financieras y
de las familias. Finalmente, las empresas se beneficiaron de rescates
multimillonarios, pero no se hizo un esfuerzo similar para ayudar a los
ciudadanos.
Para aplacar el malestar, una vez más, los
políticos corruptos difundieron la fábula según la cual la culpa de la crisis
económica era del excesivo coste del gasto social del estado, y que la solución
residía en aplicar una brutal política de austeridad, para conseguir eliminar
el déficit del presupuesto.
España, cuarto país
de la UE con mayor proporción de niños pobres. Niños de etnia gitana en un
solar de Cataluña
Steve Keen, el economista australiano que fue
uno de los pocos que previeron y anunciar la crisis de 2008, ha calificado como
"una insensata fantasía” que se quiera culpar de la crisis a la deuda
pública, cuando se debió sobre todo a una burbuja de deuda privada que terminó
estallando (Steve
Keen, «On the problems racing the World in 2012»,
a Real-world economics review blog, 30 de desembre de 2011).
Opina Fontana que lo importante no es
establecer quién tiene la culpa de la crisis, sino encontrar la manera de salir
de ella y está bastante claro que la solución no es la austeridad, como lo demuestra
cualquier revisión que hacemos del pasado, así como Richard Koo, quien sostiene que
actuar sobre una economía que ahorra pero no invierte y reduce el gasto público
no hace más que agravar su situación (Richard C. Koo, «The
world in balance sheet recession: causes, cure and politics», a
Real-world economics review, núm. 58, 2011, pp. 19-37).
Ciudadanos españoles
buscando en los basureros
La teoría legitimadora de la austeridad
sostienen tiene que los efectos negativos de los recortes salvajes vendrán
compensados por un cambio en la «confianza» que llevará a un nuevo
crecimiento del gasto de los consumidores y de los negocios que reactivará la
economía. Sin embargo, sostiene Krugman que «La austeridad fiscal ha agravado
la situación económica en todos los casos en que se ha puesto en práctica» (Paul Krugman,
«Keynes’
predictions proven spectacularly accurate», a New York
Times, 5 de enero de 2012).
La ralentización de la economía ha hecho
bajar la recaudación de impuestos por debajo de lo previsto, por tanto, habrá
que hacer más recortes. Con las que tendremos más parados, menos producción,
menos impuestos y seguiremos recortando hasta que no quede nada para recortar.
10. Los ricos cada vez más ricos
Esto conllevará unas durísimas
consecuencias sociales: aumento de los suicidios y del crimen, hospitales donde
faltan los medicamentos esenciales, incluyendo las vacunas, lo que hace temer
que reaparezcan enfermedades del pasado. Es una nueva pobreza en la que están los
que duermes en la calle, las colas en las oficinas de empleo. Hasta Hace poco dormían
en la calle hombres adultos, solteros, alcohólicos y con bajo nivel cultural.
Ahora hay divorciados, gente joven con problemas de drogas, mujeres que han
sufrido malos tratos, enfermos mentales y profesionales con nivel educativo. Y
en la foto están los propietarios de pequeños comercios haciendo cola en
comedores de caridad tras cerrar sus modestas tiendas en barrios cada día con
calles más tristes ante tanto cierre. Porque una tienda de toda la vida forma
parte del paisaje comercial y humano de un barrio. Y en la foto de grupo de la
crisis están los niños. Uno de cada cuatro niños españoles vive hoy en la
pobreza. Y en Cáritas explican que muchas familias viven de las pensiones de
los ancianos e inclusivo hay quien les esquilma los ahorros que hicieron con sus
sacrificios. Y están los jóvenes ex tutelados que al salir a la calle a los 18
años se encuentre sin trabajo y sin un mundo afectivo que las acoja. Y autónomos
que piden comida para la familia en Centros parroquiales. Esas fotos de grupo,
millones de personas afectadas por el deterioro vital de suspensión de sus
vidas, son la fotocopia de Eurostat revelando un aumento de la desigualdad que
se traduce en el dato de que en España los ricos se están haciendo más ricos y
los pobres más pobres en mayor proporciones que la media de la Unión Europea,
según afirma el periodista José Martí Gómez (Morella,
Castellón, 1937).
The Streets of Monaco.
Los yates de los ricos
The Streets of Monaco.
Una de sus 7 suits
La crisis no conlleva un desastre general,
sino que acumula beneficios en un extremo y reparte los costes entre la gran
mayoría. La remuneración de los dirigentes máximos de las mayores empresas aumentó
en los últimos tiempos y, por otra parte, al mismo tiempo aumentaron en varios
millones los niños estadounidenses y europeos sin techo.
Lo único que nos
separa de uno de estos maravillosos relojes de lujo es un millón de francos
suizos: Breguet, Patek Philippe, Piaget, Preziuso, Franck Muller, Blancpain,
Journe FP, Audemars Piguet, Gérald Genta o Jean Dunand
Los componentes de este uno por ciento de
ricos integrado por empresarios y rentistas son conscientes del hecho de que el
aumento de la desigualdad es nefasto para el crecimiento económico, en términos
generales. La recuperación no será posible si no aumenta la capacidad de gasto
de la clase media. La disminución global del crecimiento no implica una
reducción de las ganancias en sectores clave, como la banca y las finanzas, que
siguen aumentando.
Los ricos ganan más y, a contracorriente
del destino común, consumen más. The Economist informaba que las empresas de bienes de lujo (o
como se dice en el negocio, de «bienes para individuos de extremo valor") estaban
creciendo espectacularmente.
Lusail city Qatar
Josep Fontana advierte
que no estamos hablando sólo de cambios en el nivel de vida que responden a las
circunstancias temporales de una crisis, y que cabe esperar que desaparezcan
cuando esta acabe. Estamos hablando de cambios permanentes en las reglas del
juego social, destinados a persistir. Esto quiere decir, por ejemplo: reforma
laboral, limitación del derecho de huelga, ataque a los sindicatos,
privatización progresiva de la sanidad pública, desguace de la educación
pública... Y no se trata solamente de la culpa de unos políticos reaccionarios.
La amenaza a la democracia tiene sus fundamentos en el control de los políticos
por parte de la oligarquía financiera. Las elecciones que les dan el poder -a
través de la cobardía y la complicidad de los gobiernos- han acabado siendo
falsas y auténticas farsas.
Quizás parecerá que esto no es más un
exabrupto, pero el economista Michael Hudson, profesor de economía en la
Universidad de Missouri, en «La transición de
Europa la socialdemocracia a la oligarquía», nos ilustra sobre
las bases políticas de un proceso que ha dado a banqueros e inversores la
oportunidad de apoderarse del control de la política fiscal para desviar la
carga de los impuestos sobre el trabajo y el desmantelamiento del gasto social.
Y concluye que una oligarquía financiera ha reemplazando los gobiernos
democráticos y somete a las poblaciones a peonaje por deudas. Lo que hay es,
concluye, «un golpe de estado oligárquico en que los impuestos y la
planificación y el control de los presupuestos están pasando a manos de unos
ejecutivos nombrados por cartel internacional de los banqueros» («Europe’s transition from social democracy to oligarchy»,
publicado al Frankfurter Allgemeine Zeitung y reproducido al blog de Hudson
el 6 de desembre de 2011).
El economista australiano, Geoff Harcourt,
en «Un ruego ferviente por los condenados de la tierra para
el 2012 y más allá» (World Economics Association Newsletter,
2, núm. 1, febrer de 2012) dice que el mundo capitalista se encuentra en un
estado de crisis, inestable y casi fuera de control. La teoría ortodoxa en que
se basan las políticas lunáticas que se están aplicando tiene poca conexión con
el mundo real que se supone que deben interpretar y explicar. El malestar
social, el prejuicio, el racismo, el egoísmo, la falta de compasión, las
fuerzas anárquicas, o peores aún, se han desatado (...).
Fontana dice que ante la situación del
capitalismo, las propuestas de Harcourt son muy moderadas. Pero estamos en una
situación tal de impotencia, que por algún lado habrá que empezar. Necesitamos
entregarnos a la tarea de recuperar el pleno empleo y una distribución más
igualitaria y equitativa de los ingresos y de la riqueza. Necesitamos también
crear infraestructuras más verdes para enfrentarse a la realidad del cambio
climático y del calentamiento global, y diseñar instituciones que minimicen el
impacto de las operaciones de riesgo inducidas por la codicia (...), a fin
superar los efectos de la especulación a corto plazo y sacar otra vez al
descubierto las posibilidades del desarrollo a largo plazo (...).
Lo que no es admisible es la resignación.
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