La Titano y la Gigantomaquia


      Para convertirse Zeus en dios supremo de los griegos primero tuvo que vencer a la Tierra (Metáfora del combate contra la Diosa, como los mantenidos por Marduk y Yahvé). La batalla comienza contra los Titanes, luego contra un dragón, y por último contra los gigantes. Derrotados los Titanes con la ayuda de Gea, Zeus tuvo que vencer al dragón, es decir, al hijo menor de Gea, Tifón,  un híbrido gigantesco, medio hombre y medio bestia, de cuyos hombros crecían cien serpientes. En la última batalla contra los gigantes, Gea será su adversaria. La victoria de Zeus estableció el gobierno de los cielos sobre y contra el gobierno de la tierra.


Typhon - Le Mercure des Philosophes, Della transmutatione metallica, Giovanni Battista Nazari, Brescia, 1589

      Zeus va creciendo en Creta y, una vez llegado a la edad adulta, consigue que Crono vomite a sus hermanos (después de haber vomitado la piedra que había deglutido creyendo ser Zeus, piedra que Zeus coloca en la tierra de Pito, la futura Delfos, donde, como tal pretendida reliquia, se enseñaba todavía en el siglo II d. C., según cuenta Pausanias), ya sea mediante un vomitivo que le administra la Oceánide Metis, ya mediante alguna otra estratagema, no especificada. Libera también Zeus a los Cíclopes y Hecatonquires que, encadenados por su padre Urano, permanecían todavía en las entrañas de la tierra.



P. P. Rubens, "La caída de los Titanes" 1636-1637

       A continuación, inducido por Gea, emprende Zeus, juntamente con sus hermanos, y con la ayuda, al parecer, de algunos otros dioses (probablemente la Oceánide Estige y sus hijos la Gloria, la Victoria, la Fuerza y la Violencia, (aunque esto está sólo en la Teogonía y de un modo muy impreciso, sin seguridad de que se refiera a la Titanomaquia), una encarnizada guerra contra su padre Crono, guerra llamada la Titanomaquia por estar Crono asistido en ella por al menos algunos de los otros Titanes, si bien no consta con claridad quiénes fueron, de entre los Titanes y Titánides, los que según la tradición de la Titanomaquia tomaron parte en la lucha al lado de Crono. Hesíodo no lo dice en absoluto; pero tampoco hace excepción alguna al mencionar a los Titanes e incluirlos en la lucha en su la totalidad (Titanes, Titánides y Crónidas), ni tampoco después al referir su castigo, por lo que parece como si se refiriera siempre a los doce. Sin embargo, hay algunos de ellos frecuentemente excluidos en las otras fuentes, como es el caso de Océano y de Helio; hay otros que aparecen como los principales combatientes, como Ceo, Crío, Hiperíon, Crono y Iápeto, además de algunos de sus descendientes como Menecio y Atlas.



Suttung amenazando a los enanos. Louis Huard

      Los Titanes luchan desde el monte Otris; los Crónidas, desde el Olimpo, con lo que parece Hesíodo dar a entender que las batallas tendrían lugar en la llanura tesalia que se extiende entre ambas montañas. Que Zeus y sus hermanos ocupasen el Olimpo expulsando de allí a los Titanes, lo que significó la declaración de guerra que inicia la Titanomaquia, es algo no especificado claramente en ningún sitio, pero sí sugerido al menos en la Teogonía; en todo caso, la ocupación del Olimpo será definitiva, y desde entonces Zeus, sus hermanos y sus hijos (no todos, sino los más importantes) se llamarán los Olímpicos. La descripción de la Titanomaquia y de sus resultados ocupa los vv. 629-733 de la Teogonía; la lucha dura diez años, hasta que al fin la intervención de los Hecatonquiros, que se sabía sería decisiva según profecía comunicada por Gea a Zeus (y entonces es, según Apolodoro, cuando Zeus los libera, dando muerte para ello a una tal Campe que era su carcelera), la resuelve a favor de Zeus, que depone del trono a su padre y le sucede en el gobierno del mundo, que conservará ya a perpetuidad (gracias al trueno, relámpago y rayo que le han proporcionado los Cíclopes, Zeus «reina sobre mortales e inmortales»: Teogonía, v. 506; según Apolodoro, los mismos Cíclopes proporcionaron también a Plutón el casco y a Poseidón el tridente). Crono y los otros Titanes (sin excepción explícita en Hesíodo, pero es probable que haya que exceptuar al Océano y a otros) son expulsados del cielo y encadenados y encerrados bajo la custodia de los Hecatonquiros en las profundidades de la Tierra, en el Tártaro, tan distante, por debajo, de la tierra, como ésta del cielo.

      Con el definitivo establecimiento de Zeus en el trono supremo de los dioses y el mundo termina el mito de la sucesión. Hesíodo no menciona el reparto del mundo por sorteo, que aparece ya en la Ilíada, entre los tres hermanos Zeus, Poseidón y Plutón, que reciben así, respectivamente, la soberanía del cielo, el mar y el infierno. Sólo después de la Titanomaquia es donde, por una especie de también imprecisa elección o aclamación de los dioses vencedores, Zeus pasa a ser, explícitamente, el rey y soberano de los inmortales. Pero aun así, una vez terminada la Titanomaquia y expulsados del cielo por Zeus los Titanes, la supremacía de Zeus será ya definitiva e inalterada; pero hay, sin embargo, varias ocasiones en que Zeus está a punto de perder esa supremacía, en tres de ellas por tener que enfrentarse con temibles enemigos, y en otras dos con motivo de apetencias eróticas suyas. Las primeras son la Gigantomaquia, la Tifonomaquia y la lucha con los Alóadas Oto y Efialtes.



Los Gigantes, Dante Alighieri - Inferno - Plate 65 (Canto XXXI - The Titans) 1857. Gustave Doré.

La Gigantomaquia

      Se encuentra narrada en Apolodoro y Claudiano como la guerra de los Gigantes contra Zeus y los otros Olímpicos. Instigadora de esa lucha es, en la mayoría de las fuentes, la madre de los Gigantes, esto es, la Tierra (Gea-Gaia) quien los había concebido de Urano, la cual quiere ahora vengar la derrota y prisión de los Titanes. La lucha, encarnizada y terrible, se desarrolla en los campos de Flegra (nombre mítico de Palene, la más occidental de las tres penínsulas que componen la también península de la Calcídica, en el NE. de Grecia), y durante ella los Gigantes acumulan unas sobre otras las montañas más importantes de Grecia, intentando escalar así el cielo. Un oráculo había indicado que era condición imprescindible para la victoria de los dioses contra los Gigantes que al lado de aquéllos combatiese un mortal (así en Apolodoro), o según otros, dos semidioses. La condición se cumple, en el primer caso, en la persona de Hércules; en el segundo, en las de Hércules y Baco; este último aparece como combatiente en varias otras fuentes que no mencionan el oráculo. Con la ayuda, pues, ya sea de Hércules solo, ya de Hércules y Baco, los dioses consiguen una victoria total, dando muerte a los Gigantes, algunos de los cuales quedan sepultados debajo de islas o de montañas.



Gigantomaquia en un ánfora de figuras rojas, ca. 400- 390 a.C. Museo del Louvre. Hércules en el centro.



Illustration from Harry Thurston Peck, Harpers Dictionary of Classical Antiquities (1898)



Litografías de Bernard Picart 1673-1733. Los Gigantes preparan el ataque al Olimpo

       Esta grandilocuente lucha conocida como la Gigantomaquia, aunque posterior a la creación del hombre, se coloca generalmente aquí por ser la confirmación del poder de Zeus y sus compañeros. En ella no faltó lo anecdótico y lo imprevisto, como cuenta Eratóstenes,  que al aparecer los Gigantes asustaron el asno del sátiro Sileno y sus rebuznos fueron tan enormes que impidieron el primer asalto de aquéllos, ya que quedaron perplejos ante los extraños sonidos, creyendo que provenían de algún terrible animal. Esta historia de Eratóstenes también dice que participó el asno de Dioniso, mientras que otras refieren que este suceso ocurrió cuando Tritón empezó a hacer sonar su trompa marina.




Relieve anónimo del siglo I a.C, que representa a Sileno en su asno

      Para Eratóstenes fueron dos asnos montados por los dioses Dionisio y Sileno en su batalla contra los Titanes. Los asnos comenzaron a rebuznar con tal fuerza que los Titanes se asustaron, y así los dioses pudieron vencer en la batalla. Los asnos obtuvieron como recompensa un lugar en el Cielo junto con el cúmulo El Pesebre.



M44 es el Cúmulo de la Colmena (Beehive Cluster para los angloparlantes), pero también, más comúnmente, el Pesebre (latín Praesepe). Este nombre se debe a que está situado entre dos estrellas que tienen nombre de asnos: Al norte se encuentra Asellus Borealis (Gamma Cnc), el asno del norte, una estrella blanca de tipo espectral A1 (blanca) y magnitud +4.7 distante 155 años-luz del Sistema Solar; al sur de M44 localizamos a Asellus Australis (Delta Cnc), el asno del sur, que es amarillenta, tipo espectral K0 de magnitud +3.9 y a la misma distancia de 155 años-luz. Fuente: La Bitácora de Galileo


       Sea como fuere, aunque salta a la vista la ingenuidad de tales relatos como un intento de explicar una fantástica derrota, en Mitología (y la griega no es una excepción) hemos de acostumbrarnos a encontrar lo grandioso y lo terrible mezclado con lo infantil, reflejo subconsciente del modo de ser de los pueblos antiguos creadores de los mitos. La Gigantomaquia fue un tema favorito de la plástica, y así podemos contemplarla en muchos frontones conservados de los templos clásicos (algunos de los cuales son guardados celosamente en los museos más importantes del mundo). Los cuerpos de los monstruos, rematados en serpientes, se prestaban admirablemente a rellenar los ángulos de los frontispicios y terminar así artísticamente una composición.



Detalle del frontón del antiguo templo de Atenea en la Acrópolis, ca. 520 a.C. Atenea se enfrenta a un Gigante. Atenas, Museo de la Acrópolis.



Gigantomaquia en un friso del Tesoro de los Sifnios (525 a.C.) en Delfos, Museo Arqueológico de Delfos


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