Diosa de los animales durante el Neolítico

     Al comenzar el estudio sugerimos que las  cuevas paleolíticas, con paredes cubiertas de animales pintados o grabados, simbolizaban la matriz de la Diosa. Gimbutas afirma que los animales esculpidos encontrados en la “vieja Europa” son epifanías de la Diosa Madre y que encarnan diferentes aspectos de sus poderes. Buffie Jonson en “Lady of the Beast: Ancient Images of the Goddes an Her Sacred Animals” nos introduce en el estudio de estos animales.



Diosa y bebé, como osa madre y su cachorro (cultura de Vinca, c. 4500 a.C., 5,7 cm de altura. Kosovska Mitrovica, ex Yugoslavia).



Figuras de la cultura Cucuteni (Polonia)

      El oso es el animal sagrado más antiguo, como vimos en el culto a los cráneos apilados en las cuevas de los Alpes por neandertales en torno al 75.000 a.C. Hacia el 4500 a.C. aparece una diosa y su bebé, representados por la figura de una osa y su osezno en brazos (cultura de Vinca, Kosovska Mitrovica, ex Yugoslavia). Esta imagen de maternidad no ha sido encontrada en el Paleolítico. Sin embargo, hasta nuestros días  la osa y su osezno simbolizan el amor materno, siendo el osito de peluche uno de los objetos preferidos por los niños para expresar su amor. El Oso de Salcedo también estaría vinculado con este culto según el etnólogo francés Jean-Dominique Lajoux y el arqueólogo japonés Tetsuya Amano.



El Oso Salcedo en el municipio lucense de A Pobra do Brollón

      La imagen de la madre animal con su cría ilustra la imagen de la Gran Madre. Después pasaría por la imagen de la diosa cretense que sostiene a su hijo, a la Isis egipcia con su hijo Osiris en el pecho... etc.

      Dice Josefina Roma Riu en “Aragón y el carnaval” (Ed. Guara 1984) que el “onso” es un símbolo del inframundo, mensajero de los muertos, habitaba en las entrañas de la tierra, donde "muere" en su hibernación durante el periodo de frío, y custodia en su interior las almas de los difuntos. En febrero, coincidiendo con la fiesta del día dos, cristianizada en la Candelaria -históricamente, la primera fiesta litúrgica dedicada a la Virgen debido al fuerte arraigo de la celebración pagana- el oso sale de su cueva. La creencia asegura que si es luna nueva y el animal lo ve todo oscuro, libera las almas de los muertos, y lo hace expulsándolos a través del ano por medio de un descomunal pedo. Si por el contrario hay luna llena, el oso vuelve a su hibernación y el ciclo anual de la primavera debe esperar cuarenta días más.



El onso de Bielsa

     En Bisecas (Aragón) los mozos se disfrazan de "trangas" con piel y cornamentas de buco y cuelgan en su espalda grandes esquirlas, que hacen sonar para alejar a los muertos que ha soltado el oso, representado por un mozo con una piel de carnero. 



“Trangas” de Biescas

      En muchos otros lugares el oso fue protagonista de este tipo de fiestas, pero se han perdido la mayoría, aunque queda constancia de que en Otal y en el Valle del Matriz se disfrazaban poniéndose unas alpargatas en las orejas. En el carnaval de Plan y en el de Torla puede adivinarse también la participación del oso, en la figura de personajes cubiertos con pieles. La leyenda de  Juan el Oso es muy conocida en la Ribagorza, y ha dado lugar a diferentes versiones, una de las más arraigadas en el País Vasco, donde se le conoce como Harz Kume. El mítico Juan el Oso es realmente un semidiós, hijo de un Oso y una mujer, es un héroe clásico y, por lo tanto, alguien que ha viajado al inframundo.  Todas estas cuestiones de los viajes al más allá los trataremos cuando hablemos de Carlo Ginzburg y su “Historia nocturna”. En Arizkun, un bonito pueblo baztanés, se celebra un carnaval que tiene como protagonista el «Hartza» o feroz oso que, rabioso y atado con una cadena, recorre las calles con su cuidador que a duras penas puede controlarlo.



El "hartza" y el "hartzazain" asustan a un grupo de vecinos en febrero de 1982.

      Los vecinos de Ituren y Zubieta eran los protagonistas de una “batalla por la fertilidad” entre los «ioaldunak», personas que foman el «zanoantzar» o cortejo de combatientes, quienes entablaban una batalla “simulada” (en estado de éxtasis) con el objeto de conseguir la prosperidad para su aldea. Otra pervivencia de estos ritos de lucha la encontramos en Alsasua, donde el «momotxorro» es el protagonista central: se trata de un ser mitad hombre, mitad toro, que recorre las calles manchado de sangre a las personas, y lo hace con una fiereza que nos recuerda  las bandas iniciáticas de los jóvenes guerreros extáticos, los europeos guerreros lobo como los berserkir del mundo antiguo islandés, guerreros terribles, que saltaban al combate semidesnudos, cubiertos de pieles (la palabra berserk significa "camisa de oso") en estado de trance, aullando como bestias, los berserker se lanzaban al combate con la boca espumeante y mordiendo salvajemente sus escudos. Su sola presencia aterrorizaba a sus rivales. Existían diferentes categorías entre ellos: algunos eran guerreros oso; otros, no menos terribles, eran conocidos como ulfhednar ("pellejos de lobo"), es decir,  guerreros lobo. Carlo Ginzburg reconoce en ellos las apariciones del “ejército furioso”, de “la caza salvaje”…es decir, de la compañía de los difuntos, y a los integrantes de una sociedad que batalla en pos de la fertilidad.




La comparsa, encabezada por el "hartza", llena de sonido los montes de Ituren.


      J. Frazer en "La rama dorada"  describe una ceremonia entre los Ainús  -también en otros lugares- en los que el pueblo cría un osezno con todo cuidado hasta que se hace mayor. Cuando llega el momento, se le sacrifica ritualmente y después se lo comen. Creen que de esta manera el oso hará de intermediario ante los dioses y proporcionará al pueblo caza suficiente. Aquí el animal realiza el papel del chamán que en sus vuelos extáticos viajaba al “más allá” para proporcionar la abundancia a su pueblo.



El oso ainu ceremonia alrededor de 1930

      La cierva es otra epifanía de la Diosa como madre de la vida. Su carácter sagrado puede provenir de la importancia vital del ciervo como fuente de alimento en el Paleolítico. Se suelen representar ciervas embarazadas. En las pinturas del arte rupestre levantino continúa pintando ciervas en las paredes de los refugios, en vez de ciervos. Los chamanes, hombres y mujeres, siempre han llevado las astas de los ciervos como tocado.



Créditos: El mito de la diosa, Anne Baring y Jules Cashford, edt Siruela, 2005

      El perro es el guardián de los misterios de la Diosa. En Grecia el perro era el animal consagrado a Hécate –la diosa de la fase oscura de la luna- y diosa de las encrucijadas y del inframundo. El  perro también aparece representado como custodio del árbol de la vida ya en el Neolítico, cuando el árbol simbolizaba a la Diosa misma. El perro también aparece pintado con la oruga (recordar su metamorfosis), convirtiéndose en imagen de la muerte y del renacimiento. Después del Neolítico los perros aparecen representados custodiando el umbral que separa los reinos de los vivos y de los muertos. El dios chacal Anubis (Egipto) se convierte en el guía de las almas de los fallecidos (dios psicopombo) cuando se dirigen al inframundo. El perro tricéfalo Cerbero guarda la entrada al reino de los muertos.



Fuente: “El mito de la diosa”. Ediciones Siruela, Madrid 2005

      La mariposa y oruga son imágenes de la transformación. Hace 8000 años eran el símbolo de que en una misma forma de vida existían dos aspectos diferentes: de uno nacía el otro.  Eran la imagen de la regeneración de la vida a partir de una forma ya gastada y, por analogía, de la supervivencia del alma tras la muerte del cuerpo.



Grabados de mariposas sobre jarrones del Neolítico (cultura de la cerámica lineal, 5000 a.C., en la República Checa.

      La abeja, como todos los insectos que hilan capullos o tejen telas, sirven de imágenes de la milagrosa interconexión de la vida. Su panal geométrico segrega miel dorada –la esencia de la vida- lo que lo convierte en imagen de la red invisible de la naturaleza que relaciona todas las cosas entre sí conformando una estructura ordenada armónicamente. Al dios Zeus se le alimentaba en Creta con miel, sustancia que es el néctar de los dioses. “Fue creencia común en Grecia y Roma la idea de que la abeja nacía del esqueleto de un toro sacrificado y de que ambos pertenecían al poder regenerador de la luna “ (Pág 98). Abajo podemos ver una diosa con cornamenta de toro; punteada sobre la cabeza aparece una abeja (Cucuteni tardío, Ucrania –hoy Polonia- del 4000 a.C.) Esta figura muestra la asociación más antigua entre la abeja y el toro.



Diosa con cornamenta de toro en forma de abeja, punteada sobre una cabeza estilizada de toro, realizada en hueso. Cucuteni tardío, 4000 a.C. Ucrania. La cabeza de toro también es una representación del útero femenino

      La atareada abeja que recoge el polen de flor en flor, es un ejemplo de la continua actividad del ser humano para recoger las cosechas y transformarlas en comida.

      En el Neolítico la abeja reina era una epifanía de la Diosa. En el 4000 a.C., en la Creta minoica, la Diosa y sus sacerdotisas, vestidas de abejas, fueron representadas en un sello de oro sepultado junto a los muertos. La colmena era el útero de la Diosa, pero también una imagen del inframundo, como lo demuestra la existencia de tumbas colmena en Micenas.




Placas de oro grabadas con las diosas-abeja aladas, quizá las Trías, halladas en Camiros (Rodas). Siglo VII a. C. (Museo Británico). En la mitología griega, las Trías eran las tres ninfas hermanas que vivían en el Parnaso y eran las ninfas que presidían la adivinación mediante guijarros que se arrojaban a una urna. Fuente: Wikipedia

Comentaris

Anònim ha dit…
Hola! tengo una pregunta, de a donde sacaste la imagen de la escultura de la cultura Cucuteni? saludos y gracias!
La encontrarás en varios blogs,en Pinterest, en Facebook...
Algunos dicen que pertenece a la cultura Vinca (5000-4000 a.C), otros que pertenece a la cultura Gumelnita...

Yo no soy especialista en el tema. ¿Tú que opinas?

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