El hombre que veía muertos


Confesión de Gélis Arnaud, también llamado Botheler  -"El borracho"- de Mas-Saint-Antonin

(Traducción libre de Gonçal Vicens Bordes)

Año del Señor 1319, a 7 calendas de marzo (23 de febrero 1320)

      Llegó a oídos del inquisidor Jacques Fournier, obispo de Pamiers, que Gélis Arnaud, el Botheler de Mas-Saint-Antonin, afirmaba hablar con los muertos. Con ayuda de Pomiès Gaillard –sustituto del inquisidor de Carcasota- interrogaron a Gélis Arnaud. Él juró y dijo lo que sigue.


Ilustración de Tissot que representa a los dos espíritus materializados que el dibujante vio en el transcurso de una sesión del médium londinense William Eglinton.

       Cinco días después de la muerte de Hugues de Durfort, canónigo de Pamiers, en cuya casa sirvió, fallecido hace 8 o 9 años, me encontraba durmiendo en mi cama, en mi casa en Mas-Saint-Antonin, cuando de repente me desperté en medio de la noche y vi, gracias al resplandor del fuego que brillaba en la habitación, una figura vestida con sobrepelliz y con una capucha en la cabeza. Recordé que yo había apagado el fuego antes de irme a la cama, pero ahora brillaba de nuevo.

      Al ver esa figura me asusté y le pregunté quién era y qué había venido a hacer. Me respondió que era Hugues de Durfort. Le dijo que estaba muerto y le pidió que no le tocara y saliera de la habitación. Dijo no tener miedo de él, porque él nunca me haría daño, y le dijo que mañana fuera a buscarlo al claustro de Saint-Antonin, porque quería hablar conmigo allí. Le dije que yo no sabía dónde podía encontrarlo, porque estaba muerto. Me contestó que lo encontraría a la izquierda del claustro.

     A la mañana siguiente fui a la clausura y me encontré a ese hombre muerto, Hugues, quien se encontraba descansando en la puerta del claustro a la cabeza de su tumba. Iba vestido de nuevo con su sobrepelliz, tenía la capucha en la cabeza y tenía la misma forma y apariencia que durante su vida, o eso me parecía a mí. Fui hacia él, se quitó la capucha y le saludé. Él me devolvió el saludo. Le dije que esperaba que Dios le diera el Paraíso, él respondió que Dios iba a hacerlo y que esperaba estar allí por un tiempo corto. Luego me pidió que le dijera a su hermana Brunissende, la esposa de Arnaldo de Calmelles de Pamiers, que hiciese dos o tres misas por su alma y que luego podría descansar eternamente. E inmediatamente después de esto, desapareció.
      Fui a hablar con Brunissende y le conté todo, diciendo que ella ya había celebrado tres misas por su hermano. Más tarde dijo que estando en el claustro vió a Hugues dos o tres veces. Cuando me preguntó si había hablado con su hermana, le dije que sí. Cuando las misas fueron dichas, ya no le vio más, porque había ido a descansar.
      Por la misma época, en el claustro, de día y despierto, vió el espíritu de Hugues de Rous, canónigo de la misma iglesia, que había muerto mucho tiempo antes de Hugues de Durfort. Lo vió en la parte del claustro que está cerca de la iglesia. Estaba vestido con una sobrepelliz, con una capucha en la cabeza y era del mismo tamaño y forma de su propia vida. Lo saludé y le pregunté cómo estaba. Me contestó que todo iba bien, y que tenía confianza en Dios de estar pronto en el lugar de reposo. Pero él no me dijo que hiciera nada ni me indicó a nadie a rezar por su alma. Lo volví a ver dos o tres veces.

      Hace unos cinco años o así, me parece a mí, cuando yo entré en el claustro de la iglesia de Saint-Antonin, vi el espíritu del canónigo Athon de Unzent. Vestía su sobrepelliz y la capucha en la cabeza, con la misma forma y apariencia que tenía en su propia vida. Él me dijo: "¿Es usted Botheler?". Le respondí: "Sí, que Dios le conceda el Paraíso!". Él continuó: "Yo y los otros muertos, y ustedes, y  los otros que todavía viven,  muy pronto estarán en el paraíso, si así lo quiere Dios. El espíritu de ningún hombre va a estar condenado hasta el día del Juicio Final, ni tampoco después, porque Cristo ha hecho a los hombres a su imagen y los redimió con su sangre. No tengas miedo de la condenación, ni usted ni los otros, y orad por mí”. Lo vi dos veces antes del altar mayor de Saint-Antonin, pero yo sólo hablé con él por primera vez en el claustro.

      Hace unos cuatro años fui a la misa de la mañana en la iglesia de Saint-Antonin y, después de la misa, vi en el lugar donde había sido enterrado, a mi señor Bernard, una vez obispo de Pamiers, vestido con sus vestiduras sagradas, la blanca mitra en la cabeza. Al ver esto, me incliné de rodillas ante él y lo saludé, pidiendo que la gracia de Dios fuera con él y que Dios le diera el Paraíso. Él respondió que no tenía confianza en que Dios le daría el Paraíso a él y para todos, pero que su Hijo Cristo daría a cada uno lo que pide. Entonces me preguntó noticias sobre Raimond Vidal y Pierre Catala, sus antiguos camaradas y me dijo que era culpa suya que yo fuera pobre, porque habiéndolo servido fielmente durante toda su vida, él me pagó mal por mis servicios. También me pidió que hablara con los hombres deMas para decirles que oraran a Dios por él, porque en poco tiempo estaría en reposo. Lo vi otras dos veces, sentado en los escalones del altar mayor de Saint-Antonin. No se lo dije a nadie para que orase por mi señor Bernard, pero yo personalmente oré por su alma.

      El año pasado, durante la fiesta de San Juan Bautista, vi después de la misa de la mañana el espíritu de Pierre Durand, canónigo de Pamiers, en el coro de la iglesia de Saint-Antonin, que vestía su sobrepelliz y una capucha en la cabeza. Al verme me dijo "¡Ah, Botheler, ¡bienvenido!".  Le contesté que yo deseaba que Dios le diera la gracia de ir al Paraíso, así como a todos los demás. Él me dijo que Dios se la daría a él y a todos los fieles cristianos. Le pregunté cómo estaba y me dijo: "Muy bien ahora, pero he conocido un lugar terrible." Le pregunté cuál. Él respondió: "Yo he pasado por el fuego del purgatorio, que es feroz y terrible. Pero sólo lo atravesé." También me pidió que rezara por él. Lo vi una vez más en el claustro y deseó que Dios recompensara al actual obispo de Pamiers con los honores que todavía no le había dado. Lo vi una vez de nuevo en el claustro y luego no le vi más, por lo que deduzco de esto que no está en reposo.

      Afirmó que no hay que tener miedo de la condenación eterna, como hemos visto en todos los espíritus antes mencionados, porque basta con que uno sea fiel cristiano, que se confiese y se arrepienta, para no ser condenado, porque Cristo nos ha hecho a todos a su imagen y semejanza y nos ha dado para nosotros su cuerpo y su sangre.

      Vi el espíritu de Barcelona, ​​la madre de Arnaud de Calmelles de Pamiers, en el capítulo de Saint-Antonin, cinco días después de la Navidad de este año. Ella me pidió que fuera a buscar a Barcelona a su hija, la esposa de Guillermo de Loubens, para decirle que ninguno de sus pecados pesaba tanto sobre ella como el hecho de que ella no había conseguido traerla a  casa de su marido. Y le pidió que regresara con su marido, con la ayuda de los frailes o religiosos. Fui a Barcelona y la hija me pidió que preguntara a su madre por qué ella nunca la había traído a casa de su marido mientras ella estaba con vida. Varios días después, regresé a la sala capitular y vi a la muerta Barcelona y le pregunté, en nombre de su hija, ¿por qué ella nunca le había dejado regresar a casa de su marido mientras ella estaba con vida, cuando podría haberlo hecho? La mujer muerta respondió que esto se debía a que ella se complacía tanto en los servicios y cuidados que le prodiga su hija que no quería dejarla marchar. Esta fue la causa  por qué no dejó a su hija a regresar con su esposo. Y ella me dijo que le dijera a su hija que diese de comer a tres personas pobres para el descanso de su alma, porque ella no se atrevió a hacerlo mientras estuvo viviendo en la casa de Arnaud de Calmelles. Dijo que tomara el pan y lo entregara a Philippa, la esposa del maestro Jacques Camelle, y que atendiera las necesidades de la casa de esta Philippa con comida, vino y el resto de las necesidades. Hice lo que me pidió, y le dije todo esto a Barcelona. Después de esto yo no vi el espíritu de esta desaparecida Barcelona, ​​porque creo que se fue a descansar.

      Fue hace dos meses, después de cenar, vi cerca del lugar donde Pons Malet de Ax fue asesinado, a su espíritu. Me dijo que venía de la iglesia de Mercadal, del Camp y de Pamiers y estaba todo cubierto de barro. Me dijo que Dios tendría que inspirar el corazón de mi señor el obispo de Pamiers para liberar a su hijo, antes de que pudiera entrar en su país, de lo contrario permanecería donde estaba. Le dije que Dios le hubiera dado un mejor destino si hubiera sido capaz de confesar antes de ser asesinado. Él me dijo que él se confesó poco tiempo antes.
      Vi a Barcelona, ​​la viuda de Pons Fauré, en la calle cerca de Saint-Antonin, que venía de la iglesia de Saint-Paul-les-Allemans, y se había descubierto los brazos hasta los codos. Ella me dijo: "Botheler, no sería mejor si la seda con la que adorno mis brazos se pudiera utilizar de nuevo! Dije que se podía ver más que bien que no llevaba vestido alguno en los brazos. Ella me pidió que fuera a hablar con Brune d'Escosse, su madre, y le dijera que retirara la seda de sus camisas y ropa utilizada para enterrarla. Pero no lo hizo.

       Vi el espíritu de Pons Bru de Pamiers este año, durante la época de la cosecha, en un lugar llamado La Barrière, con muchos otros espíritus, tal vez un centenar. Venían de la iglesia de Saint-Martin-de-Juillac. Este Pons me dijo que dijese a su viuda que pusiese una libra de aceite en la lámpara de Notre-Dame-du-Mercadal, una libra en la iglesia de Campo y otra en la lámpara comunal de Saint-Antonin, y que diese de comer un día a tres indigentes, y, finalmente, que celebrase una misa por su alma y que eso sería suficiente para que se fuera a descansar.

      Vi el espíritu de Michel Gas de Mas-Saint-Antonin, que sentía mucho dolor por sus nietos.

      Ayer por la noche, vi el espíritu de Raimond Burgous, del Mas, que me preguntó por qué estaba en el palacio del obispo. Le dije que mi señor el obispo me había hecho venir aquí, para atenderle a él y a los otros muertos. Él me dijo que Dios inspire a Monseñor, que no cometiese ninguna violencia y no preguntase que no debe uno hacer. Le dije que no tenía miedo, porque monseñor el obispo era un hombre justo y lo dejé así.
      Hace tres años, a menudo veía a dos jinetes muertos que estaban en el campo de Dun, montando en yeguas muy finas. Por la mañana parecía como si tuviesen una hendidura en el ombligo, y por la tarde la herida se cerró. Y cuando la herida se abrió más, sufrieron grandes tormentos, pero no sufrieron cuando se cerró. Y les vi con el ombligo abierto cuatro veces en el dicho lugar de La Barrière y en el camino de Allemans-des.

     Por mi parte, yo creo y he creído desde la indulgencia que se nos concedió (el jubileo decretado por el Papa Bonifacio VIII en el año 1300), que todos los hombres, hechos a semejanza de Dios y bautizados en el santo bautismo, estarán a salvo.

     Desde el momento en que he sido consciente hasta ahora, que creo y he creído que ningún espíritu humano entrará en el infierno hasta el día del Juicio Final.

      Creo que nadie va a entrar en el reino de los cielos, a menos que sea muy santo, hasta el día del Juicio, pero los espíritus de los muertos, gracias a la penitencia, irán al  reposo santo. Y creo que ningún espíritu humano que ha recibido el sacramento del bautismo va a ser condenado. Pero, al Juicio Final, Cristo en su piedad y misericordia salvará todos los cristianos, por muy malos que hayan sido. Esto, que he oído de Athon d'Unzent, yo lo creía antes y todavía lo creo, incluso con más fervor.

      Después de esto, el mismo año inmediatamente de la fiesta de San Mateo (24 de febrero) el susodicho Arnaud, aparece de nuevo para ser interrogado ante mi, obispo de Pamiers, en la Cámara de palacio dijo.

      Este año, antes de la cosecha, vi a Pons Bru de Pamiers en la citada La Barrière con muchas otras personas muertas. Me contó lo que he relatado anteriormente y, luego le pregunté a dónde iban. Él respondió: "a la iglesia de Saint-Martin-des-Rives". Cuando le recriminé que hacía mucho tiempo desde que había estado en Pamiers, respondió que, por el contrario, habían llegado recientemente a la casa de Thomas Isarn de la Caussade, y que era necesario que yo hablase con Thomas para advertirle que tuviese cuidado de no sacar el vino del tonel que tenía en casa, porque si quisiera hacerlo, le resultaría vacío. Pero no dije nada de esto a Thomas.

     El mismo día y hora, cerca de la casa de los leprosos, vi al Maestro Jean Marty, un médico fallecido de Pamiers, envuelto en una sábana blanca. Tenía un sombrero en la cabeza y una capucha sobre sus hombros. Él no me dijo nada.

      Un año y medio atrás, yo estaba en la carretera que va de Foix a Pamiers y hablé con Guillermo de Arignac de Pamiers, que ya estaba muerto y le pregunté cómo estaba. Mientras hablábamos, vino su esposa, que también había muerto. Le pregunté qué estaban haciendo sus nietas, las tres hijas de su hijo, muertas en la infancia, porque su hijo Raimundo d'Arignac deseaban saberlo. Ella me dijo que no los había visto después de su entierro, pero que se habían ido de inmediato al reposo. Esto es lo que le sucede a todos los niños bautizados que mueren antes de su séptimo año. Le pregunté qué le sucede a los niños no bautizados. Ella me dijo que van a un lugar oscuro donde no sufren ninguna enfermedad, ni participan de ningún bien. Descansan allí hasta el Juicio Final.

      Esto es lo que he creído durante mucho tiempo. Después del Juicio Final, según creo y he creído durante mucho tiempo, desde que oí la palabra de Dios predicada en la iglesia, que todos los niños no bautizados y, en general, todas las criaturas razonables, a través de la gran compasión de Jesucristo permanecerán a salvo, creo en el hecho de que ninguna perecerá.

     Tengo visiones desde hace siete años, a menudo y en diversos lugares he visto muchos espíritus de los muertos, tanto de día como de noche. Entran en la iglesia y pasan la noche allí y, por la mañana, abandonan las iglesias en las que han pasado la noche. Cuando hace buen tiempo, estos espíritus acostumbran a recorrer caminos y  carreteras, viajando a otras iglesias en el que pasar la noche.

      Las iglesias en las que pasan mucho tiempo, cerca de Pamiers y sus alrededores, son los siguientes: Saint-Antonin, le Camp, le Mercadal, Saint-Jean-et-Sainte Natalène, Le Mas Vieux, San Raymundo, Saint-Sernin-du-Vernet, San -Martin-des-Ollières, Saint-Martin-de-Juillac, Saint-Paul-des Allemans, Saint-Blaise de Villeneuve. Y las iglesias más alejadas donde viajan son Saint-Marie de la Salvetat y Saint-Pierre-de-Pujagou en la diócesis de Rieux.

      Los espíritus de Pamiers y sus alrededores suelen pasar las noches del sábado en la iglesia de Saint-Antonin. Escuché a muchos de los muertos lamentarse mucho porque sus cuerpos no fueron enterrados en el cementerio de la iglesia de Saint-Antonin. Cada alma muerta frecuenta la iglesia de la que era un feligrés y el cementerio donde su cuerpo descansa, más que las otras iglesias.

      Los muertos se aparecen con la ropa de lino blanco, desgastada, con la que fueron enterrados, con excepción de los religiosos que visten el hábito de su orden. El que no es religioso se aparece con la cabeza descubierta. Los muertos son del mismo tamaño la forma y figura de sí mismos  que tenían en vida.

      Como se ha dicho, vagan de iglesia en iglesia para hacer penitencia. Algunos van más rápido, otros más lentamente, en el sentido de que aquellos que tienen la mayor culpa van más rápido. Esta es la razón por la que los usureros van como el viento, pero los que tienen una penitencia pequeña caminan lentamente. De ninguno de ellos he escuchado que se someten a ninguna otra penitencia que no sea este pregrinar, a excepción del espíritu del mencionado Pierre Durand que había pasado por el fuego del Purgatorio. Cuando dejan de visitar las iglesias, van al lugar de reposo, en el que descansan y descansan hasta el día del Juicio Final, como los muertos me han dicho.

      Esto es lo que creo y lo que he creído desde que me han hablado. Pero yo no sé y nunca he oído decir de qué tipo de descanso o dónde se encuentra el lugar de reposo.  Por ello creo que está aquí en la tierra. Pero cuando llegue el Juicio final, Dios los llamará al reino celestial.

      Los que murieron jóvenes y robustos tienen algunos problemas para seguir adelante. Pero aquellos que murieron luchando contra la vejez aún tienen más problemas, si caen a tierra no pueden levantarse si no son ayudados por sus amigos y conocidos. Aquellos que no los conozco pasar por encima de ellos sin un pensamiento de ayudarlos.

      A los muertos les resulta agradable que sus amigos celebren misas por ellos, o que les enciendan lámparas de aceite en las iglesias donde eran feligreses, porque esto es agradable a Dios y parece que será mejor para ayudarlos. Les desagrada que no se paguen los legados que han hecho, y prefieren dejar 10 sueldos que se paguen inmediatamente, que no 100 que se pagan poco a poco. Los muertos, de acuerdo con lo que he oído de algunos de ellos, desean que todos los hombres y mujeres que viven estuviesen muertos. Pero que dicen y me han dicho que los vivos deben prolongar su  vida, tanto como puedan y fortalecerse. Nunca he oído dar ninguna explicación para esto.

     He oído a muchas de las mujeres muertas decir que han venido de vez en cuando para ver a sus nietos pequeños, por lo menos los bautizados, y se deriva de esto gran placer para ellas. Yo mismo he visto a mi madre muerta, Raimonde, que en los últimos tres o cuatro años viene para ver a mi hijo Raimundo, que ahora tiene seis o siete años de edad. Ella lo abrazó y lo besó diciendo: "Que Dios, por su gracia, te dé la honestidad”, tras lo cual desapareció de inmediato.

      A menudo veo judíos muertos, algunos de los cuales andan aprisa y otros lentos. Pero nunca los vi entrar en las iglesias. Ellos viajan por los caminos, no con los cristianos, sino entre ellos y yo no sé si ellos van al lugar de reposo.

      ¿Cómo fue capaz de distinguir a los judíos de los cristianos?

      Debido a que apestan y a que se mantienen separados de los otros muertos.

      Algunos de los muertos me han dado la orden de decir algo a sus amigos. Cuando no he obedecido, me maltratan en mi cuerpo, sobre todo les gusta pegarme con un bastón y sus golpes son muy duros. Así es como Pons Bru me golpeó cerca de la casa de los leprosos.

      En general veo a los muertos y hablo con ellos por la mañana después de la Misa.

      Yo tenía un primo segundo llamado Raimonde, hijo de Pons Hugou de la Force cerca de Fanjeaux, que según me dijo muchas veces, vió a hombres y mujeres muertos y habló con ellos. A veces, el dejaba la casa de su padre durante tres ó cuatro días para ir con los muertos y cuando regresaba a la casa, yo la veía que quedaba muy triste y afligido. El me dijo que había visto a Rousse, mi madre muerta, quien le dijo que poco después de su muerte, cuando ella estaba limpia y tenía un velo agradable en la cabeza, alguien se lo quitó y puso uno de menor valor en su lugar. Ella me pidió que le enviara un velo bueno. Mi primo me dijo también que vio a mi padre muerto, Raimond Gelis, quien le dijo que cuando vivía, dejó a pagar tres cuarterones de trigo y me pidió que los cobrase. Tomé la fe en lo que esta prima me dijo, y una pobre mujer me dio un velo bueno y distribuí tres cuarterones de trigo por el amor de Dios.

      Si usted no cree que los espíritus de ciertos hombres, finalmente van a ser condenados, entonces ¿cuál es el propósito del infierno?

      En el infierno hay demonios. Cristo libera las almas de los santos del infierno, no hay espíritu de un hombre que haya entrado en el infierno, ni entrará allí en el futuro. Sólo los demonios seguirán siendo atormentados en el infierno, porque no creo que ningún hombre que sostiene la fe cristiana y el santo bautismo vaya a ser condenado. Incluso los judíos, los sarracenos y los herejes, que siempre imploran la misericordia de Dios, Dios los perdonará y les dará el paraíso.

      ¿Quién te enseñó eso?

      Lo he escuchado en los sermones y yo lo creo por mí mismo a causa de la gran misericordia de Dios.

      Desde que he visto los espíritus de los muertos y de las mujeres dotadas de órganos, que tienen todos los miembros que tenían en vida, creo que los espíritus de todos los hombres y mujeres conservan sus cuerpos y les han dejado con todos los miembros, ojos, oídos, nariz y todos los demás órganos con los que realmente viven o han vivido. Yo creo que duran tanto tiempo como puedo recordar.

      Después de esto, el mismo día del año anterior, el miércoles siguiente (26 de febrero), el citado Arnaud apareció ante mi y el nombrado representante del señor obispo en la Cámara del episcopado de Pamiers, el hermano Pomiès Gaillard. Todo lo que había dicho, depuesto y declarado anteriormente se le leyó y explicó en detalle uno por uno. Confesó que todo era verdad y que era cierto todo lo vertido en el escrito redactado en presencia del personaje venerable y discreto, mi señor Pierre-du-Verdier, arcediano de Marjoque, de Aicret hermano de la orden de los Hermanos Predicadores del convento de Pamiers, y de mí, Guillaume Peyre-Barthe, notario del señor obispo, que han escrito todo esto por orden del dicho señor obispo.

      Artículo: El citado Guillaume d'Arignac, cuando lo supe relacionado con lo anterior, me dijo entre otras cosas, que las almas de todos aquellos que nunca habían estado en  vida en Saint-Jacques-de-Galicia (Santiago de Compostela), irían allí después de su muerte.

     Artículo: Hace un año, en el lugar llamado La Barrière, vi entre muchos otros muertos a Sache Raimond, que venía, al parecer, de la iglesia de Saint-Martin-de-Juillac, él me dijo que pusiera una libra de aceite en la lámpara de Santa María del Mercadal, y que sufragaran una misa por su alma. Esta orden se la he trasladado a su esposa y creo que se hizo conforme a lo que él había pedido.

      Artículo: Hughes de Durfort, Guillaume d'Arignac y Sache Raimond me dijeron, cuando se me aparecieron, que no revelara a nadie que las almas de los muertos se te aparecen y no le digas a nadie que los muertos te han advertido sobre esto, pero no puede mantener el secreto de no revelar a nadie lo que me habían ordenado los muertos.

      Artículo: Nunca acepté el pago de nadie a quien transmití los mensajes de los muertos, salvó los regalos o dinero que me dieron de forma espontánea, por el amor de Dios, a veces un pedazo de pan, a veces un centavo. Pero los muertos nunca intentan dar nada por ello.

      Artículo: A los muertos les gusta entrar en lugares limpios y casas limpias. No quieren entrar en cloacas, ni entrar en las casas sucias.

      Después de esto, el mismo día del año anterior, el miércoles siguiente (28 de febrero), el citado Arnaud apareció ante mi y el nombrado representante del señor obispo en la Cámara del episcopado de Pamiers, el hermano Pomiès Gaillard, y se le mostró los artículos en que había cometido error, palabra por palabra. Estos errores fueron extraídos de sus confesiones y de los testigos en su contra, cuyas declaraciones se adjuntan a continuación.

El tenor de los artículos es el siguiente:

     Los errores contra la fe católica, en relación con los espíritus de los muertos y las mujeres, han sido declarados espontáneamente y, varios al aparecer, antes de ser interrogado por mi señor el obispo de Pamiers y el hermano Gaillard de Pomiès, sustituto del inquisidor de Carcasota. Que las confesiones las realizó Gélis Arnaud también llamado Botheler de Mas-Saint-Antonin, quien ha afirmado que esto es lo cree y ha creído desde que tiene uso de razón y por lo que le han enseñado:

      1. Que en el otro mundo los espíritus de los muertos no hacen ninguna penitencia, que no sea viajar de iglesia en iglesia y, a lo largo de los caminos, más rápido algunos, otros más lentos, de acuerdo a su grado de pecado en el momento de su muerte, salvo uno de estos muertos,  el cual le dijo que él pasó por el fuego del Purgatorio y obtuvo la paz. Dijo que su primo le dijo lo antes mencionado en su propia casa.

      2. Que cuando los espíritus de los muertos dejan de viajar por las iglesias y por los caminos, van a descansar, y que este lugar de reposo se encuentra en la tierra, donde los espíritus de los muertos descansan después de terminar su penitencia hasta el Día del Juicio. Pero, dijo, él no sabe el lugar donde van a descansar los muertos. Fue Athon Unzent quien le dijo esto, después de muerto, y lo mismo le dijo Brune, la esposa de Raymundo Sache.

      3. Que el espíritu de un hombre, al menos si no era muy santo, no entraba en el cielo o en el reino celestial hasta después del día del Juicio Final. Y esto, al parecer, se le dijo Pons Bru, ya muerto y él mismo se lo dijo a la Brune arriba mencionada.

      4. Que los espíritus de los niños que mueren antes del bautismo van a un lugar oscuro hasta el día del Juicio Final, allí no sufren ningún dolor, pero en el Día del Juicio, Cristo se apiada de ellos y los lleva al Paraíso. Fue Bernarda, la esposa de Guillermo Arignac, ya muerto, quien le dijo esto.

      5. Que ningún espíritu de una persona muerta, no importa cuán perversa haya sido, entra o entrará al infierno hasta el Día del Juicio (y esto se lo había dicho Pons Bru, ya muerto).

      6. Que el Señor tendrá piedad en el Día del Juicio Final en los espíritus de todos aquellos que tenían la fe de Cristo y recibió los sacramentos, con el resultado que ninguno de ellos va a ser condenado, no importa lo mal que han sido (dicho por Pierre Durand , ya está muerto).

      7. Que Cristo se apiade de el Día del Juicio en el espíritu de todos los herejes, judíos, paganos, con el resultado que ninguno de ellos va a ser condenado por toda la eternidad (dicho por Barcelona, ​​la esposa de Pons Fauré, ya muerto.)

     8. Que las almas humanas, tanto en el momento en que se inscribieron y cuando han dejado sus cuerpos, tienen sus propios cuerpos se unieron a ellos mismos, les gusta su cuerpo exterior, y que estos órganos unidos a los espíritus que los miembros distintos al igual que los cuerpos exteriores, tales como manos, los ojos, pies y otros miembros. Él lo había descubierto por sí mismo, dijo.

      9. Ese infierno es un lugar reservado para los demonios, y por ahora y hasta el día del Juicio Final y más tarde, sólo habrá demonios en el infierno.

      Dijo que aunque los espíritus de los muertos no comen, les gusta beber un poco de buen vino y calentarse junto al fuego cuando se encuentran en las casas donde hay una gran cantidad de leña. Dijo también que el vino no disminuye de cantidad a pesar de que beban los espíritus de los muertos.

       Nos encontramos el testimonio de algunos testigos que afirman que él les ha dicho que el lugar de reposo de los muertos se encuentra en la tierra y es el paraíso terrestre.

      Encontramos otros testigos que dicen que él ha dicho que los espíritus de los herejes serán totalmente aniquilados por Dios en el otro mundo.

      Encontramos en algunos otros testigos que él ha dicho que el espíritu de nadie, ni siquiera Juan el Bautista, entrará en el reino de los cielos hasta el día del Juicio Final.

      También ha dicho que los espíritus de los judíos, cumplida su penitencia, van a descansar al mismo sitio que el de los espíritus de los cristianos, y se sabe de acuerdo a otros testigos que él ha dicho que Santa María, el día del Juicio, intercederá por los espíritus de toda los judíos, porque era de su raza y que todos los judíos se salvarán por la oración de Santa María.

      Interrogado sobre qué personas le habían dicho estas cosas y las personas que él había convencido posteriormente, dijo que la respuesta está contenida en los artículos individuales.

      Después de esto, el obispo, en nombre de Jehová amonestó a Arnaud hasta tres veces requiriéndolo para que volviera a la fe de los católicos y a la unión de iglesia romana y a que abjure de la  herejía, denuncie a los herejes caso de que supiera de ellos. Y le dio ocho días para reflexionar.

      En el día asignado Arnaud se presentó ante mi dicho señor el obispo, con la asistencia del hermano Gaillard,  de la Cámara antes mencionada, y se aplazó el plazo de advertencia, pues mi señor obispo, a causa de ciertos hechos que habían venido a su conocimiento, quería investigar a otras personas.

      Después de esto, el mismo año que el anterior, el año del Señor de 1320, el 3 de abril, el citado Arnaud Botheler apareció para ser interrogado ante mi dicho señor obispo, ayudado por el hermano Gaillard de Pomiès, en el castillo de Allemans, y dijo bajo juramento.

      En lo concerniente al primer artículo, retraer el error contenido en el mismo, que si bien él había creído lo que dijo, que ahora cree firmemente que los espíritus de los muertos y las mujeres van al Purgatorio, lugar donde realizan la penitencia, el cual no se encuentra en este mundo. Cuando se cumple la penitencia, van al paraíso celestial, donde se encuentra el Cristo Señor, la Santísima Virgen, los ángeles y los santos.

      En cuanto a la retracción del segundo,.... él dice que ahora cree que los espíritus de los muertos, después de la penitencia, entran en el gozo del paraíso celestial, y que no hay un lugar de reposo para los espíritus en la tierra, sólo en el paraíso celestial.

      En cuanto a la retracción del tercero,... que los espíritus de toda la difunta estirpe de los hombres, después de la penitencia -si hay necesidad en el purgatorio-, entran inmediatamente en el reino celestial.

      En cuanto a la retracción en cuarto lugar,... que los espíritus de los niños no bautizados no serán salvos, ni entrarán en el reino celestial.

      En cuanto a la retracción en quinto lugar,... que los espíritus de los malvados, por el que se entiende a los hombres que han cometido crímenes terribles, que no confiesan, reparan o se arrepienten, son enviados al infierno tan pronto como mueren...

     En cuanto a la retracción de sexto,... que todos aquellos que han sostenido la fe de Cristo, recibió los sacramentos y respetado sus preceptos se salvarán en el Juicio, pero los que, a pesar de que han sostenido la fe de Cristo y sus sacramentos , no han vivido de acuerdo a sus preceptos, será condenados.

      En cuanto a la retracción del séptimo,.... que los espíritus de todos los herejes, paganos y judíos que no quisieron creer en Cristo, serán condenados en el Día del Juicio y que, posteriormente, Dios no tendrá piedad de sus almas. Y a pesar de que dijo una vez que las almas de los herejes serán aniquiladas en el otro mundo, ahora cree que no serán aniquiladas, como si nunca hubiera existido, sino que serán castigadas por toda la eternidad en el infierno. Y aunque él ha dicho que la Santa Virgen María intercedería en el Día del Juicio por las almas de los judíos, y que ellos serán salvados por su oración, se retracta de esto y dice que ni la Virgen ni ningún otro santo intercederá con oraciónes por los espíritus de los judíos, y que no se salvarán en el Día del Juicio por la oración de nadie, sino que van a ser condenados.

      En cuanto a la retracción de octava,... que las almas humanas, tanto cuando están dentro del cuerpo o cuando están sin cuerpo, son espíritus y no tienen cuerpos ni miembros a los que están unidos, ni comen o beben ni tampoco tienen esas necesidades.

      En cuanto a la retracción de noveno,... que el infierno es y será el lugar de los demonios y los hombres impíos, en el que tanto el uno y los otros serán eternamente castigados de acuerdo a sus méritos.

     Después de esto, el año del Señor de 1320, el 25 de abril, el citado Arnaud Botheler, que aparece para ser interrogado en el castillo de Allemans, dijo ante mi señor obispo, con la asistencia de la persona venerable del hermano Jean de Beaune, el inquisidor de los herejes del reino de Francia, nombrado por la Sede Apostólica, y juró sobre los Santos Evangelios de Dios para decir la verdad pura y simple acerca de varios puntos que tocan la fe católica y los asuntos de fe, tanto en relación a sí mismo como en relación con los demás, tanto vivos y muertos, como testigo. Requerido por mi señor, dijo al obispo y al inquisidor que diría la verdad tal como él había jurado, y dijo que todo lo que había confesado (que se le leyó y explicó de manera inteligible y palabra por palabra el obispo) era verdad, que no contenía ninguna falsedad y porque era cierto y bien hecho, aprobó, ratificó y confirmó estando con pleno conocimiento, y deseaba que se supiera que había renunciado a estas cosas.

      Y a la vez el citado Arnaud, en la presencia del mencionado señor obispo y el inquisidor nombrados como jueces, abjuró de toda herejía, creencia, clientelismo, la defensa, la recepción o recomendación de cualquier secta contraria a la fe y todas las reuniones de los herejes o los que se llaman los pobres de Cristo de Lyon, (o cualquier otro nombre), juró también alabar y servir a la fe católica y a la sacrosanta Iglesia Romana, … y juró que delataría a todos los herejes, los valdenses, insabbatatos y aquellos que se llaman los pobres de Lyon y sus creyentes, patrocinadores, amigos, defensores, mensajeros y fugitivos de la herejía ya sea valdense o de otra índole. Juró también respetar y obedecer los mandatos de la Iglesia y el obispo y los señores inquisidores y sus sucesores y someterse a todo tipo de castigo y completar con la penitencia, la satisfacción o la carga que el mencionado señor obispo y el inquisidor o sus sucesores podrían imponer a dicho Arnaud en su propia persona o en sus bienes, tanto en la vida y la muerte, a partir de ahora como a partir de entonces, y desde entonces a partir de ahora él mismo se comprometió y donó todos sus bienes en garantía, tanto muebles como no, al señor obispo, al inquisidor y sus sucesores como garantía de cualquier castigo, penitencia o cargo que ahora se impone a la persona de este Arnaud o en sus bienes, por el obispo y el inquisidor, señores o sus representantes o mandatarios.

      Y él se había reconciliado con el obispo y el mencionado señor inquisidor.

      Esto se hizo el mismo día y año que el anterior, en presencia de las personas religiosas mi señor Germain-de-Castelnau, arcediano de la iglesia de Pamiers, el hermano Gaillard de Pomiès, el hermano de Arnaud du Carla de la Orden de Predicadores del convento de Pamiers , el hermano Jean Esteve, de la misma orden y el hermano David, monje de Fontfroide, y de los Maestros Guillaume Peyre-Barthe, notario de mi señor obispo y Adalberto Bartolomé, notario público por la autoridad real y la del inquisidor, que estaban presentes en todos los trabajos de este día, siendo aprobado.

      Después de esto, el último miércoles del mes de abril (30 de abril 1320), Guillaume Peyre-Barthe, el notario, fue en persona al castillo de Allemans y por orden de mi obispo y de los señores inquisidores, citó a Arnaud de comparecer en persona el día siguiente ante la iglesia del lugar, para oír la sentencia dictada por los hechos anteriores, que había confesado delante de ellos, y se declaró dispuesto a comparecer y escuchar su sentencia.

      Estuvieron presentes el Maestro Marc Rivel, notario, el sargento Garnot y el Maestro Guillaume Peyre-Barthe, notario, quien ha escrito todo esto por orden de los dichos señores obispo y el inquisidor.

      El tenor de la comisión del hermano Gaillard, quien se ha mencionado anteriormente en el procedimiento, es el siguiente: "Para el Reverendo Padre en Cristo ...." 

     Esta frase fue pronunciada el jueves, 1 de mayo, y está escrito en el Libro de Sentencias de la Inquisición.

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